¿Te estas valorando positivamente?

“La manera que te tratas a ti mismo establece los parámetros de los demás para tratarte a ti”

Debemos tener en cuenta que valorarnos inadecuadamente puede llevarnos a situaciones que implican un grave riesgo para el bien-estar en  la vida (trizteza, depresión, alcoholismo, uso indebido de fármacos, etc.) y que dañan más frecuentemente a las personas que no se creen merecedoras de la felicidad.

La autoestima es la capacidad que tenemos las personas de valorarnos a nosotros mismos en una justa medida. Aprender a apreciarse a uno mismo consiste en reconocer las virtudes que nos caracterizan y a un mismo tiempo saber asumir los defectos.

La clave de la autoestima reside en comprender que ningún ser humano es perfecto y que a la vez, en todos existe un potencial positivo por desarrollar. Reconocer cada uno de nuestros valores positivos es un esfuerzo de autonomía que nos permite formarnos una idea clara de nosotros y saber cuáles son nuestros mejores recursos para avanzar en la vida y resolver los problemas que debemos enfrentar.

El principal requisito es la sinceridad: saber cuáles son nuestras ventajas y desventajas reales nos permite situarnos en el mundo, orientar bien nuestros esfuerzos y tomar decisiones. Al mismo tiempo nos ayuda a saber que somos mucho más de lo que pueden pensar los demás.

¿Cómo te ves tú a ti mismo? ¿Qué piensas de tu aspecto y tu cuerpo? ¿Cómo consideras tus propias capacidades?, son preguntas que deberíamos hacernos para comenzar a reconocernos. También debemos cuestionarnos ¿Qué hacemos cuando tenemos en las manos algo muy valioso e importante? Seguramente que lo trataremos con mucha responsabilidad y cuidado. Eso mismo debe ocurrir con nosotros.

Sin duda, que a  partir de que  reconocemos nuestro valor como personas, nos cuidaremos y  protegeremos para ser cada día mejor, conquistar nuestras metas y vivir nuestros sueños.  En otras palabras, iremos adquiriendo cariño y control sobre nuestra propia persona.

Por el solo hecho de vivir  nos merecemos todo lo mejor, y tenemos  derecho a las máximas oportunidades. Una buena forma de comenzar es reflexionar respondiendo a la pregunta:

¿Me estoy valorando positivamente?.

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¿Sabes qué?…, ¡la vida es una maravilla!.

“Y al final, ¿cómo es la cosa? ¿Uno lleva la vida por delante o la vida se lleva por delante a uno?” Mafalfda[i]

Nadia, era conocida por ser una persona religiosa y practicante de su fe, y por su participación voluntaria en cuanta actividad se realizara en la parroquia y el colegio religioso de su pueblo.

Nadia era parte del coro de adultos,  del bingo mensual para recaudar fondos, de  las celebraciones litúrgicas, de la limpieza de la iglesia, y de los festejos parroquiales. Era más fácil encontrar a Nadia en la parroquia, que en su propia casa.

Pero además Nadia era conocida por utilizar frecuentemente la frase “la vida es una maravilla”. Siempre que se le preguntaba sobre la vida. Nadia contestaba invariablemente“¿Sabes qué?…, ¡la vida es una maravilla!”.  Nadia no aceptaba jamás un concepto menor para definir la vida.

Y cuando se le preguntaba ¿que sentía siendo tan servicial?, Nadia contestaba: ¿Sabes qué?…, ¡la vida es una maravilla!.

Una vez, Pedro, el asesor espiritual del colegio, padeció una grave enfermedad que lo arrastró a una crisis espiritual. Y lo apartó  de sus gratificantes tareas habituales, las que además le proporcionaban su único sustento económico.

Nadia, quien siempre parecía estar atenta a participar en cualquier actividad de servicio, se ofreció a brindarle compañía, contención y sostén en esos malos momentos. Y Pedro aceptó gustoso su ayuda.

Cuando le preguntaron a Nadia ¿Porqué creía que Pedro había aceptado su ayuda, siendo él un líder espiritual de la comunidad? Ella sentenció escuetamente: ¿Sabes qué?..,¡la vida es una maravilla!.

Nadia pasaba su tiempo con Pedro conversando sobre la forma de encontrar un lado positivo a lo que le estaba pasando. Así,  le señalaba a Pedro lo maravillosa que puede ser la vida si se la sabe ver con la mirada adecuada. Lo exhortaba a preguntarse el “Para qué” de su situación y no sólo el “Porqué”. Le repetía constantemente que debía aprender algo importante de lo que le sucedía. Que debía intentar superar el obstáculo para lograr ser mejor persona, además de sanar físicamente.  Pedro, a su vez hacía un gran esfuerzo para salir de su difícil situación. Y la sola actitud de lucha le permitió mostrar lo que parecía un avance en su convalecencia.

Cuando se le preguntó a Nadia sobre su tarea y la aparente mejoría de Pedro, contestó pontificando,  ¿sabes qué?…, ¡La vida es una maravilla!

Al poco tiempo, Nadia convenció a las autoridades del colegio de que además de ayudar a Pedro, también podía reemplazarlo en el colegio y así no descuidar él importante trabajo que éste había realizado hasta caer enfermo. Nadia ocupó entonces el puesto de Pedro en el colegio, y comenzó a cobrar por su trabajo un salario similar al que aquel percibía.

Cuando le preguntaron ¿A qué atribuía que le hubieran aceptado la propuesta de reemplazar a Pedro en sus importantes tareas? Nadia  volvió a señalar firmemente: ¿Sabes qué?..,¡la vida es una maravilla!.

Nadia por un tiempo realizó su asistencia a Pedro a la vez que también ocupaba su cargo de docente rentado. Pero Nadia disfrutaba cada vez más de su trabajo en el colegio, de los beneficios económicos que le brindaba, y del prestigio que ella creía haber adquirido a partir de su contratación. Después de todo estaba reemplazando al líder espiritual de la comunidad. Así, al cabo de dos meses ya se dedicaba exclusivamente a sus nuevas e importantes tareas.

Cuando le preguntaron a que atribuía su nuevo status, Nadia por supuesto contestó: ¿sabes qué?…, ¡la vida es una maravilla!

Al cabo del cuarto mes las cosas volvieron a ser como al principio. Felizmente Pedro se repuso de sus dolencias tanto físicas como espirituales, y pudo retomar su trabajo.  Todos esperaban ver a Nadia nuevamente en lo que habían sido sus anteriores tareas comunitarias, pero en cambio Nadia no volvió a participar de actividad alguna en su comunidad.

Y cuando le preguntaron ¿A que se debía su alejamiento?, Nadia contestó con firmeza y convicción: ¿Sabes que?.., ¡La vida es una porquería!.

Daniel Olguin.


[i] Ilustraciones y textos de Joaquín Salvador Lavado más conocido como Quino. Pensador, humorista gráfico y creador de historietas. Creador de Mafalda y de tantas otras caricaturas que durante varias décadas han encantado el mundo con un humor crítico, inteligente y siempre actual. Quino, nació en el año 1932 en la ciudad de Mendoza (Argentina). Recibió el sobrenombre desde chico, para diferenciarlo de su tío Joaquín Tejón, pintor y dibujante publicitario con quien a los 3 años descubrió su vocación. En la década de 40, pierde su madre y su padre. Termina la escuela primaria y decide inscribirse en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza, la cual abandonaría años después para dedicarse a dibujar historietas y humor. En 1954, luego de instalase precariamente en Buenos Aires y deambula por las redacciones de todos los diarios y revistas en busca de empleo. La revista “Esto Es” publica su primera página de humor gráfico. Desde entonces y hasta el día de hoy continúan siendo publicados ininterrumpidamente sus dibujos humorísticos en una infinidad de diarios y revistas de América Latina y Europa. En 1963 lanza su primer libro de humor, Mundo Quino, una recopilación de dibujos de humor gráfico mudos. En 1964 aparece Mafalda por primera vez y a partir de entonces fueron lanzados varios libros en la Argentina y en el extranjero. Viajó a varios países divulgando su trabajo y recibió diversos premios de nivel internacional, entre ellos el de dibujante del año, en 1982. Actualmente publica dibujos inéditos en la revista semanal del diario Clarín.
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¿Queremos una vejez productiva? ¡Comencemos hoy!

“Es desdichada la vejez que necesita defenderse con discurso. Ni las canas ni las arrugas pueden adquirir autoridad de repente, si no que es la vida anterior vivida  con honestidad la que recoge los frutos del prestigio.” Cicerón (106 a. C – 43 a. C)

Los principios son leyes naturales entretejidas en la trama de todas la sociedades a lo largo de la historia, y que incluyen las raíces de toda familia que haya perdurado,  y el grado de certeza que le demos a nuestras creencias y creaciones mentales, no altera su existencia. Tales principio son evidentes por sí mismos y existen en todos los seres humanos, independientemente del condicionamiento social y de que éstos los reconozcan o no.

Ahora bien, los principios no son prácticas. Una práctica es una actividad o acción específica, y una práctica que da resultado en cierta circunstancia no necesariamente lo dará en otra. Por ello, mientras que las prácticas son específicas de las situaciones, los principios son verdades profundas, fundamentales, de aplicación universal. Y se aplican a los individuos, y a las familias, de todo tipo.

No podemos quebrar los  principios o leyes naturales. Lo que podemos hacer es quebrarnos nosotros mismos intentando quebrarlos. En cambio, una vida centrada en principios es el fundamento más estable sobre el que podemos formarnos. Poner en primer lugar los  principios, es la llave para lograr lo mejor en todas las demás áreas de nuestra vida.

Para captar rápidamente su naturaleza evidente y permanente, basta con considerar el absurdo de tratar de vivir una vida efectiva basada en sus opuestos. Considerar seriamente que la mala fe, el engaño, la bajeza, la inutilidad, la mediocridad o la degeneración sean una base sólida para la felicidad o el éxito duraderos.

La integridad y la honestidad son principios que crean los cimientos de la confianza, que es esencial para la cooperación y el desarrollo personal a largo plazo. La rectitud, a su vez es un principio a partir del cual se desarrolla todo nuestro concepto de la equidad y la justicia. El servicio o la idea de contribuir también lo es. Otro principio es la dignidad humana; todos los hombres han sido creados iguales y dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, contándose entre ellos los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Existe también el principio del potencial, la idea de que tenemos una capacidad embrionaria y de que podemos crecer y desarrollarnos, liberando cada vez más potencial, desarrollando cada vez más nuestros talentos. Y muy relacionado con el potencial está el principio del crecimiento, que es el proceso de liberar ese potencial y desarrollar esos  talentos, con la necesidad correlativa de principios tales como la paciencia, la educación y el estímulo.

Asimismo el proceso de desarrollo es un principio básico. Simplemente es imposible violar, ignorar o abreviar el proceso de desarrollo. Ello es contrario a la naturaleza, y los presuntos atajos a los que accedamos no pueden conducir más que a la decepción y la frustración. Y a una vida desperdiciada.

El momento de construir nuestra vejez es AQUÍ Y AHORA, paso a paso con nuestros haceres cotidianos.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

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Transformar el dolor en acción y crecimiento.

“Las tragedias de la vida debieran ser vistas como  parte de un sistema cósmico de desafío y trabajo que nos permite alcanzar los niveles más altos de felicidad y bondad” Menajen Mendel Schnnerson*

Creo que cuando aparece en mi vida una situación inesperada que además me causa dolor, está sucediendo algo similar a cuando se rinde un examen. Pero a diferencia de un examen académico, en los de la vida, sólo conoceré cual es la materia o el tema que debo rendir, recién cuando pueda responderme a mí mismo: ¿Qué me quiere enseñar lo que me está sucediendo? ¿Que debo aprender de esta situación?.

Recién entonces, cuando comienzo a fijar mi atención en en el ¿Para qué?, y no en el ¿por qué?, habré comenzado a superar mi examen o situación inesperada, y a manejar el dolor que me produce esa situación

En lo personal, para tales ocasiones recurro a mi manual básico para lidiar con situaciones inesperadas y dolorosas, que es “La historia de Manu”.

Manu, a los 8 años de edad sufrió un inesperado y muy grave accidente al traspasar corriendo una puerta ventana de vidrio más de dos metros de alto y otro tanto de ancho. Y que desde ese momento especialmente para Manu, pero también para sus padres, se sucedieron una serie de otras situaciones que incluyeron además de dolor, muchísimo miedo. Las múltiples heridas y los primeros auxilios sin saber el verdadero riesgo de las mismas; el raid desesperado en una ciudad desconocida en búsqueda de un hospital y las atenciones médicas durante las muchas horas de espera en una sala de guardia para finalmente ser intervenido quirúrgicamente; el traslado urgente a un centro de atención de mayor complejidad a casi mil kilómetros de distancia, y los tratamientos especializados; y los trabajos de recuperación, fueron algunas de ellas.

Pero Manu siempre permaneció, desde el principio, sin quejarse, sin desesperarse, atendiendo a las indicaciones, aclarando sus dudas, y manifestando una actitud hasta alegre ante lo que sucedía, diciendo que “Prefería ir a la colonia que estar lastimado en vacaciones”, o que “si fuese un súper héroe, volvería el tiempo para atrás para no chocar contra el ventanal”.

Sin embargo, los padres de Manu, quienes fueron acompañantes inseparables de su hijo y espectadores atentos a todo lo que sucedía, les impidió en principio reflexionar sobre el dolor, el miedo, la frustración, y hasta sobre la ira que sentían por todo lo sucedido.

Pero luego, poco a poco, comenzaron con el trabajo de intentar encontrarle un sentido a todo lo que les había sucedido. Y señalaban que observar a su hijo en la situación más dura de su joven vida, ver lo que hacía él con lo que le sucedía, su entereza y su disposición a los tratamientos, les había sido de utilidad para tomar consciencia de que el aquí y ahora es el momento válido para ser compartido con quienes se ama.

Que lo que puede soportar un niño en la adversidad hizo que revalorizaran más adecuadamente el significado de aquello que pensaban que eran el valor personal, la valentía, el coraje, el manejo del miedo, o como se llame a lidiar con el dolor y la desesperación.

Que el entorno de familiares y amigos en momentos de angustia y tensión les sirvió para ubicar el lugar de privilegio que se merecen la familia y la amistad en la escala de valores de cualquier persona.

Que la sucesión de personas desconocidas -tal vez en apariencia- que fueron apareciendo haciendo su aporte positivo, les sirvió para que seguir confiando en los seres humanos en general.

En definitiva, que todo les había servido también para sumir que si bien no pudieron salvar a Manu del accidente y sus consecuencias, sí pudieron ayudarlo, cuidarlo, y estar a su lado cuando más los necesitó, y que esa es la tarea más significativa que se puede experimentar como padres.

!Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

* “Hacia una vida plena de sentido”. Printing Books, 1999.
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Hacer siempre lo mejor que podemos, es la cuestión.

Había una vez un hombre que quería superar su sufrimiento, de modo que se fue á un templo budista para encontrarse con un maestro que le ayudase. Una vez allí prguntó: «Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?». El maestro le miró y le respondió: «Sí meditas cuatro horas al día, tal vez lo consigas dentro de diez años». El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: «Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?». A lo que el maestro respondió: «Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años». Sin entender lo que había escuchado, el hombre preguntó:«Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?», El maestro contestó al final: «No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación, pero utilizas ocho, sólo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas, y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir, amar y ser feliz».

Bajo cualquier circunstancia, hagamos siempre lo mejor que podemos, ni más ni menos. Sin esfuerzo. Si intentamos esforzarnos demasiado para hacer más de lo que podemos, gastaremos más energía de la necesaria, y al final nuestro rendimiento no será suficiente.

Cuándo nos excedemos en lo que hacemos  nos agotamos y por consiguiente nos resulta más difícil y más duro alcanzar nuestros objetivos. Por otro lado, si hacemos menos de lo que podemos hacer, nos someteremos a nosotros mismos a frustraciones, juicios, culpas y reproches. Por ello limitémonos a hacer lo mejor que podamos, en cualquier circunstancia. Pero si hacemos lo mejor que podemos, no nos juzgaremos a nosotros mismos en modo alguno. Y si no nos juzgamos, no nos reprocharemos ni nos culparemos ni nos castigaremos .

Pero además si hacemos lo mejor que podemos, viviremos con gran intensidad. Estaremos actuando porque amamos hacerlo, no porque esperamos una recompensa. Emprender acciones cuándo esperamos una recompensa, es el motivo por el que no hacemos lo mejor que podemos. En cambio, si emprendemos la acción por el puro placer de hacerlo, disfrutaremos de cada cosa que llevamos a cabo. Es posible que incluso lleguemos a conseguir más de lo que hubiésemos imaginado, además de divertimos.

Se tratan de hacer, de actuar lo mejor que podemos y de intentar todo lo que podemos.

Debemos tener en cuenta que puede que tengamos grandes ideas en la cabeza, pero lo que importa es la acción. No se trata de soñar despierto ni de sentarse varias horas a soñar mientras meditamos. O sea que, en principio, debemos ponernos en pie y actuar; y luego, aunque podemos fracasar, debemos levantarnos y recomenzar la acción y seguir adelante. No debemos compadecernos de nosotros mismos ni debemos ser duros con nosotros  mismos.

Levantémonos y establezcamos la siguiente regla: “Está bien, empezaré otra vez desde el principio. Voy a mantener lo acordado sólo por hoy. Hoy haré lo mejor que pueda”.

Empecemos de nuevo cada mañana y de nuevo al día siguiente. Al principio será difícil, pero cada día nos parecerá más y más fácil hasta que, un día, descubriremos que dirigimos nuestra vida hacia el desarrollo pleno como personas capaces de descubrir todo lo bueno que hay en mundo, gozarlo y defenderlo.

Hagamos siempre lo MEJOR QUE PODEMOS.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Extraído de  “LOS CUATRO ACUERDOS – Un libro de la Sabiduría Tolteca”, escrito por  el Dr. Miquel Ruiz quien sostiene que nuestra vida está gobernada por “acuerdos”, y que si nuestra vida no nos gusta, necesitamos cambiar tales “acuerdos”. Afirma que existen cuatro “acuerdos” muy poderosos que nos ayudarán a romper aquellos otros que necesitamos cambiar. Los cuatro acuerdos son: Ser impecables con nuestras palabras. No tomarse nada personal. No dar nada por supuesto. Y hacer siempre lo mejor que podamos. Afirma que si bien se necesita una gran voluntad para adoptar los Cuatro Acuerdos, si eres capaz de empezar a vivir con ellos, nuestra vida se transformará de una manera asombrosa
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La amabilidad siempre vuelve en forma de sonrisa. Si lo deseamos se converte en la mejor forma de convivir.

Seguramente alguna vez nos sentimos ofendidos al ser tratado de un modo poco

cortés por otra persona. Y también, en alguna oportunidad la amabilidad de alguien nos ayudó a mejorar nuestro estado de ánimo.

Diariamente nos encontramos con personas en un permanente estado de mal humor, que no encuentran un motivo para sonreír y nunca se muestran cordiales y receptivos ante las peticiones de los demás. Y también nos encontramos con otras personas quienes tienen una predisposición natural a ayudar a todo el mundo, a escuchar pacientemente y ser amables en la mayoría de las ocasiones.

La cuestión es que tenemos el derecho de ser tratado con la máxima cortesía y amabilidad. Y es nuestra responsabilidad hacer lo mismo con los demás.

No tenemos  derecho a hacer sufrir a otros por el simple hecho de que estemos mal o irritables. Tampoco de manipular a los demás para que se responsabilicen por lo que a nosotros nos toca, ni de exigir que las personas que salgan siempre al encuentro de nuestras necesidades, expectativas o deseos.

Ser amables es vivir una actitud cordial, abierta y afectuosa conquienes nos rodean. Es un hacer cariñoso, afectuoso, gentil, cortés, agradable, servicial, afable, incluso gracioso y risueño. Y también es brindar atención y respeto a los demás.

Pero además la amabilidad es una virtud que muestra claramente la grandeza de quien la posee y que, por el contrario, resta humanidad a quien no se esfuerza en desarrollarla.

Utilicemos palabras y gestos amables. Destaquemos las cosas bien hechas de los demás. Escuchemos sus ideas y llegado el caso, no recriminemos de manera brusca ni violenta, expresemos en cambio nuestra disconformidad sin ofender.

Tengamos siempre a flor de boca palabras y frases mágicas como: “gracias”, “por favor”, “permiso”, “¿en que puedo ayudarte?”, “¿en que puedo serte útil?”. Y sonriamos, y miremos a los ojos al saludar en cada encuentro.

Un sencillo acto de amabilidad repercute en la toda red de relaciones que nos unen al mundo.

Llevar a la práctica una disposición afectuosa, complaciente y afable, no tardará en convertirse en una firme actitud que nos predisponga cotidianamente a pensar, sentir y comportarnos con amabilidad.

La amabilidad es de los valores que nos debe intresar adherir. son aquellas cualidades  trascendentes -que nos traspasan y elevan- que favorecen el desarrollo pleno como personas capaces de descubrir todo lo bueno y grande que existe en este mundo actual, de disfrutarlo, y en definitiva de encontrar el camino de la felicidad.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fuentes:
Javier Barragán – “Un gran valor individual: La Amabilidad”. http://publicalpha.com/un-gran-valor-individual-la-amabilidad/
Ricardo Arrieta Castañeda – “Derecho a la amabilidad”. Santa Marta, noviembre 17 de 2008. http://iusconstifil.blogspot.com/2008/11/derecho-la-amabilidad.html
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La confianza como educadores no es una habilidad que se aprende; no es un método para ser estudiado. Es una actitud. Es un estado de la mente que es difícil de alcanzar para muchos docentes.

En general somos confiados en áreas en las que tenemos un conocimiento probado de la asignatura que dictamos. En realidad, la mayoría de la gente es así; si uno tiene una comprensión de un tema determinado, entonces es fácil hablar de ello.

Ahora bien, me imagino que cada materia tiene algunos aspectos que los profesores podemos carecer de la confianza suficiente para enseñarlos adecuadamente, haciendo, por consiguiente, que nuestros estudiantes sean también menos seguros en ese tema. Y creo que los mismos principios aplicables a una materia determinada, se pueden aplicar también a la educación en general.

Algunos docentes pueden carecer de la  confianza a profundizar en su profesión. Lo que no sólo tiene un efecto negativo en lo que tienen que hacer para tener éxito en el aula, sino que también retrasa la posibilidad de la reclamada innovación en la educación de todos en general. El problema, en síntesis,  es que los educadores que carecen de confianza en lo que están haciendo no se aventuran más allá de lo que estiman que saben.

Creo que el conocimiento es la clave de la confianza. Y que con el conocimiento viene la confianza.

Como educadores, venimos equipados con los conocimientos de nuestra profesión y de nuestras áreas temáticas, obtenidos en nuestros cursos de formación docente y  académica. Y cuando comenzamos nuestras carreras confiábamos en esos conocimientos, aunque nos faltara  confianza por la falta de experiencia.  Después de todo, el tiempo traía la experiencia que permitía que  la confianza surgiera por sí misma.

No obstante, a medida que pasa el tiempo el cambio empieza a ser cada vez más evidente además de rápido. Y las mismas cosas de las que estábamos seguros pueden ser diferentes hoy en día. Por ejemplo, el conocimiento que teníamos ya no puede ser aplicable para hoy.

Los métodos en los que podíamos confiar  ya no se aplican a una cultura que ha cambiado con el tiempo. Mientras que el tiempo es un aliado de la experiencia, es el enemigo de relevancia. Aquello que era relevante y atractivo aprender porque se sabia su aplicación a la vida real, ya no lo es tanto.

Ahora bien, la tecnología puede proporcionar una solución para los educadores si están dispuestos a invertir un poco de tiempo y esfuerzo por el bien de su profesión.

Algunas escuelas tienen una cultura de apoyo profesional continuo y el financiamiento ilimitado para los últimos avances en herramientas tecnológicas para el aprendizaje. Pero si no estamos en una de esas escuelas, es necesario conectar con personas que puedan ofrecer algún apoyo en este sentido. Y con esa conexión, tendremos expuestos conocimientos en cualquier área, necesarios para proporcionarnos la confianza necesaria para avanzar.

Los educadores conectados disponibles en la actualidad configuran una red virtual de conocimientos en casi cualquier tema imaginable a los que están conectados, a la que sin obstáculos de tiempo y espacio se puede acceder.

Aquí surge el problema actual: Demasiados educadores carecen de la confianza suficiente para intentar hacer la conexión, ya que carecen de los conocimientos acerca de cómo hacerlo. Y algunos necesitarán ser guiados por los que tienen la confianza para llevarlos allí.

Si podemos lograr que los educadores se comuniquen, colaborar y sean creativos colectivamente, seguramente aumentaremos el conocimiento sobre nuestra profesión. Vamos a ser más relevantes en una cultura impulsada por la tecnología.

Todo esto es posible, al individualizar o personalizar nuestro aprendizaje con redes de profesionales de educadores.

Y todo puede comenzar con un tweet.

http://tomwhitby.wordpress.com/2013/01/09/confidence-through-connectedness/

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Deserción escolar, Aburrimiento, Apatía, idesatención

Un informe de la UNESCO Global Education Digest* de 2010, en el que se afirma que la Argentina es uno de los países de la región con más baja tasa de graduación en el secundario: sólo un 43 por ciento de los estudiantes secundarios de nuestro país culminan sus estudios en los plazos establecidos. Y sólo un 50% del total de estudiantes secundarios accede a ese título. Esa estadística esta indicando que sólo un escasísimo porcentaje (aproximadamente el 31%) de los alumnos que ingresan en primer grado logra completar todo el ciclo educativo según establece la ley de educación. Ello a pesar del dinero que se destina a la educación y a las iniciativas que se llevan a cabo para tratar de mejorar la educación.

Ahora bien, tales preocupantes índices de deserción escolar refieren a chicos que dejan sus estudios, pero no comprende los niños que continúan en la escuela, pero que se desconectan de ella, que no gozan de la misma, que no reciben ningún beneficio real de la misma. O sea que a aquellos niños que dejan la escuela también habría que sumar a los que la escuela no desarrolla.

El problema es que todo el esfuerzo de la educación para reducir la deserción escolar va en la dirección equivocada. Hoy mas que nunca es palpable que existe una contradicción entre la educación actual y los tres principios sobre los que florece la vida humana.

El primer principio es que los seres humanos son naturalmente diferentes y diversos.

Se alienta a que las escuelas averigüen lo que los niños pueden hacer a través de un espectro muy estrecho de logro. Se redujo el enfoque a las llamadas disciplinas básicas, que si bien son muy importantes como la ciencia y las matemáticas, no son suficientes. Una verdadera educación tiene que dar la misma importancia a las artes, las humanidades, a la educación física. Los niños prosperan mejor con un amplio currículo que ponga en juego los diversos talentos de los chicos, y no sólo una pequeña gama de ellos.

Un efecto de todo ello es que actualmente, algo así como el 10 por ciento de los niños están siendo diagnosticados por trastorno por déficit de atención. Y no es que no exista tal disfunción, sino que en realidad esta lejos de ser una epidemia. La educación debiera comprender definitivamente que las artes no sólo son importantes porque mejoran las calificaciones de matemáticas por ejemplo. Son importantes porque llegan a las partes del ser de los niños que de otra manera quedan intactas, y sin desarrollar.

Finlandia, que  está a la cabeza en la enseñanza de matemáticas, ciencias y lectura, no se obsesionan con esas disciplinas. Sino que tienen un enfoque más amplio a la educación, que incluye las humanidades, la educación física, las artes.

El segundo principio que impulsa la vida humana es la curiosidad.

La curiosidad es el motor del éxito. Sin embargo se anima a nuestros niños y maestros a seguir una rutina en lugar de excitar que el poder de la imaginación y la curiosidad. En lugar de la curiosidad, lo que tenemos es una cultura de cumplimiento.

El fin de la educación es el aprendizaje. Si no hay aprendizaje no hay educación. El fin entero de la educación es conseguir que la gente aprenda. Ahora bien, seguramente la mayoría de los involucrados en la educación actual pueden creer estar involucrados en dicha actividad, cuando en realidad no están logrando sus objetivos.

Parte del problema es que la cultura dominante de la educación ha llegado a centrarse en no enseñar y aprender, sino en medir el conocimiento por medio de  exámenes. Y si bien las evaluaciones estandarizadas tienen un lugar, no deben ser la cultura dominante de la educación. Ellas deben ser de diagnóstico. Deben ayudar, pero no deben ser el centro de la enseñanza.

Los docentes son el elemento vital del éxito de las escuelas. Y no hay escuela del país que sea mejor que sus docentes, quienes no están allí sólo para pasar la información recibida. Están también para estimular, provocar, participar. La enseñanza es una profesión creativa. La enseñanza, adecuadamente concebida, no es un sistema de administración y control.

Y el tercer principio es el siguiente: que la vida humana es inherentemente creativa.

Creamos nuestras vidas y podemos crearlas a medida que avanzamos a través de ella. Todos creamos nuestras propias vidas a través de este proceso inquieto de imaginar alternativas y posibilidades. Por lo que una de las funciones de la educación es despertar y desarrollar estos poderes de creatividad. En cambio, lo que tenemos es una cultura de la normalización.

Todos los sistemas de alto rendimiento en el mundo lo que hacen en primer lugar es individualizar la enseñanza y el aprendizaje. Reconocen que se trata de estudiantes que están aprendiendo y que el sistema tiene que seducirlos, animar su curiosidad, su individualidad y su creatividad. Así es como se consigue que aprendan.

En segundo lugar atribuyen un status muy alto en la profesión docente. Ellos reconocen que no se puede mejorar la educación si no elige la gente adecuada para enseñar y si no mantienen un apoyo constante y el desarrollo profesional de los docentes.

Y en tercer lugar, transfieren la responsabilidad a nivel de la escuela para hacer el trabajo de educar. El problema es que la educación no sucede en las salas de las comisiones de los edificios legislativos o ministerios. Esto ocurre en las aulas de las escuelas, y las personas que la llevan a cabo son los maestros y los alumnos.

El punto es que la educación no es un sistema mecánico. Es un sistema humano. Se trata de personas, las personas que, o bien quieren aprender o no quieren aprender.

Cada estudiante que abandona la escuela o que no es desarrollado por la misma tiene una razón para ello que tiene sus raíces en su propia biografía. Les puede resultar aburrido. Les puede resultar irrelevante. Pueden encontrar que es contraria a la vida que están viviendo fuera de la escuela. Hay tendencias y particularidades pero las historias son siempre las mismas.

Lo interesante es que cuando se diseñan programas alternativos para que los niños vuelvan a la educación, todos  tienen ciertas características comunes: Son muy personalizados. Tienen un fuerte apoyo de los maestros. Un plan de estudios amplio y diverso. Y con frecuencia los programas involucran a los estudiantes fuera de la escuela, así como dentro de la escuela. Y lo llamativo es que si en educación hiciéramos todo ello, ciertamente no habría necesidad de un programa alternativo.

Habrá que reconocer que la educación es un sistema humano, y que hay condiciones en las que las personas se desarrollan y condiciones en las que no lo hacen. Y que se puede cambiar las escuelas, si se cambian las condiciones de vida en la misma. Si se otorga a la gente un sentido diferente de la posibilidad, un conjunto diferente de expectativas, una gama más amplia de oportunidades, que aprecie y valore las relaciones entre profesores y alumnos, que ofrezca a las personas la facultad de ser creativos e innovar en lo que hacen. El verdadero papel de liderazgo en la educación, a nivel nacional y a nivel de la escuela, no es y no debe ser mando y control administrativo. El verdadero papel de liderazgo en la enseñanza es el control del clima de posibilidades. Si se hace, la gente logrará cosas que no previó y no había esperado lograr.

*http://www.uis.unesco.org/Library/Documents/SPA_GED2010_WEB_140311.pdf

Fuente: Ken Robinson: How to escape education’s death valley. FILMED APR 2013 • POSTED MAY 2013 • TED Talks Education. http://www.ted.com

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Proveer el apoyo adecuado a la óptima transformación del adolescente en adulto incluye necesariamente la prevención y el manejo del consumo de alcohol durante la adolescencia.

Las experiencias que se tienen durante la adolescencia ayudan a “cablear” el cerebro para gestionar eficazmente las emociones e impulsos a lo largo de toda la vida adulta. 

Somos principalmente los padres quienes proporcionaremos o no, el ambiente de convivencia adecuado en el que las experiencias nuevas se conviertan  en “cableados” adecuados en el cerebro de nuestros hijos.

Por ello es primordial tener presente que consumir alcohol en la infancia y en la adolescencia es nocivo, independientemente de la cantidad o la frecuencia con que se haga. El alcohol genera daños en su organismo, los expone a mayores riesgos, y además es ilegal.

Sin perjuicio de que el consumo de alcohol afecta la memoria y el aprendizaje de los adolescentes, quienes tienden a obtener los más bajos resultados en su rendimiento escolar. Iniciar el consumo de alcohol antes de los 18 años aumenta la probabilidad del continuarlo en la adultez, así como la de recurrir a otras formas de adicciones.

Quienes inician el consumo de alcohol a los 14 años o antes, tienen un riesgo 4 veces mayor de presentar consumo problemático de alcohol y 10 veces más de utilizar otras sustancias, en comparación con los que empiezan a beber después de los 21 años

Pero además, la evidencia científica* señala, ya sin lugar a dudas, que el consumo de alcohol en menores de 18 años influye de manera negativa en el desarrollo del cerebro.

El cerebro termina su maduración alrededor de los 21 años. La corteza prefrontal del cerebro es la última en desarrollarse. Esta área se encarga de tareas como el control de impulsos, el raciocinio, el juicio, entre otras. Por ello no es lo mismo que un adulto se tome un trago de vez en cuando, a que un niño o un joven lo haga, pues el cerebro de de niños y adolescentes todavía no se ha desarrollado y por lo tanto no puede asimilar el alcohol de la misma manera que un adulto.

Los adolescentes que toman alcohol de forma abusiva, poseen un hipocampo, que es el órgano del cerebro encargado de la memoria, 10% más pequeño en comparación con jóvenes que no toman nunca, lo cual se evidencia en dificultades para aprender y almacenar nueva información.

Asimismo, como el alcohol llega a todo el cuerpo a través de la sangre, cuando el adolescente toma y además abusa del alcohol, el consumo puede hacerlo vulnerable a otros riesgos que afecten su salud y bienestar. Desde sufrir alteraciones en su desarrollo y crecimiento, hasta mayor probabilidad de ser víctima de delitos. El inicio del consumo a temprana edad aumenta las probabilidades de ser víctimas o estar vinculados con crímenes violentos

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

* Bellis MD, Clark DB, Beers SR. Hippocampal volume in adolescent-onset alcohol use disorders. Am J Psychiatry. 2000; (157). www.redpapaz.org 
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Convivir con adolescentes.

La adolescencia es el período en el que aprendemos a convertirnos en un adulto”

Los adolescentes se manifiestan con ferecuencia con impertinencia y falta de respeto.

Es que cuando transitamos la adolescencia las afirmaciones de independencia se presentan  con la falta del lenguaje necesario para expresar la complejidad de nuestras emociones. Por ello es habitual la respuesta automática de ¡No! o ¡Eso no es justo!, cuando se nos pide hacer algo o no estamos de acuerdo con lo decidido por un adulto.

Parece ser cierto que la sociedad actual refleja y fomenta estos comportamientos. Por ejemplo hay programas televisivos que muy a menudo muestran a descaradas estrellas adolescentes que reciben risas y aplausos a sus comentarios groseros dirigidos a los adultos, que a menudo son retratados como irrazonables y/o menos listos que los adolescentes. Y en muchos casos, esa clase de adultos son educadores.

Pero también es cierto que ante este panorama, la mayoría de los  adultos, nos conducimos entre estar preocupados por sofocar el reclamo desbordado de independencia de los adolescentes; por participar en una lucha de poder con ellos; sentirnos impotentes frente a las emociones bruscamente expresadas por los adolescentes, o simplemente no hacer nada al respecto.

Es importante que los adultos tengamos presente que los adolescentes, durante su adolescencia, deben aprender formas de detectar y controlar el comportamiento impulsivo y grosero. No sólo para hacer la vida más agradable para aquellos que los rodean actualmente, sino porque las experiencias que se tienen durante la adolescencia ayudan a “cablear” el cerebro para gestionar eficazmente las emociones e impulsos a lo largo de la vida.

Pero debemos comprender también que los adolescentes no tienen el mismo control de sus impulsos (auto-control) que los adultos, ya que aún está en pleno desarrollo la corteza prefrontal del cerebro, que es la que ayuda a pensar en el futuro y ajustar el comportamiento basado en las posibles consecuencias.

Los adultos podemos hacer mucho al respecto. Somos (principalmente los padres) quienes proporcionaremos o no, el apoyo y orientación para convertir experiencias nuevas en “cableados” adecuados en el cerebro. Y creo que podemos comenzar aceptando que parte de ese apoyo y orientación consiste en establecer límites claros acerca de qué tipo de comportamiento será aceptado, y qué consecuencias existen por involucrarse en conductas que no están permitidas.

Por ello pienso en algunas maneras de proveer, como adulto, el apoyo adecuado a la óptima  transformación del adolescente en adulto.

  • Asegurarnos de que las reglas sean claras y específicas. Es posible que tengamos que decirle a un adolescente impertinente e irrespetuoso: “Tenemos que sentarnos y aclarar lo que son mis reglas básicas para tu comportamiento y cuáles son las consecuencias por romper dichas reglas”. Mantener la calma y pensar en lo que vayamos a decir. No amenazar o gritar. Basta con indicar el comportamiento y recordar las consecuencias.
  • Tener confianza, ser firmes y consistentes. No negociar sobre las consecuencias. Las consecuencias son las consecuencias, y no deben ser objeto de debate o discusión. Tampoco dar discursos prolijos, el adolescente simplemente “se desconecta” si no se considera involucrado.
  • Estar dispuestos a tener conversaciones, en lugar de argumentar. Conversar sobre el ajuste de las reglas y las consecuencias dejando claro que si bien el adolescente puede siempre presentar su posición sin ser grosero, no significa que estamos obligados a cambiar la regla o la posición sobre la misma. Al final, es el adulto quien posee la experiencia necesaria para tomar buenas decisiones, así como que es la persona responsable de bienestar del adolescente.
  • En la medida de lo posible, permitir que los adolescentes sean responsables de su propio comportamiento. Incluso si esto significa que tienen que lidiar con las consecuencias negativas (esto a menudo puede ser la mejor experiencia de aprendizaje de los mismos). Pero quedando claro que no existe una elección y que no se está dispuesto a negociar.
  • Cuando el adolescente usa palabras groseras para etiquetar a las personas, pedir que sea específico. Por ejemplo decir: “Cuando me llamas…, no sólo es grosero y no lo acepto, sino que también no ayuda a entender lo que quieres decir. Dime por favor porque estás molesto”. Una frase común de los adolescentes es, ¡No entiendes!; a lo que no es bueno contestar diciendo: ¡Sí, yo lo sé! o ¡Yo ya pasé exactamente lo que estás pasando ahora!. En cambio ayuda responder: “Puedo no entender, pero quiero tratar de entender lo que estás sintiendo. ¿Podemos hablar de eso más tarde, cuando los dos estamos más tranquilos?” O “Puedes escribirlo y me envías un correo electrónico, si lo deseas.”
  • Observar cómo hablamos, sea con un adolescente, o con otros adultos. Conscientizarnos sobre Con qué frecuencia estamos siendo sarcásticos o grosersos. Tratar de ajustar el propio comportamiento y recordar que los padres, son la mayor influencia de un adolescente en términos de contagiar los tipos adecuados de comportamiento. Considerar la posibilidad de decir, de reconocer, que hemos notado que pudimos ser groseros con los demás, y que vamos a tratar de modificar nuestro comportamiento. Es admitir que se puede cometer errores. Y ello hace toda la diferencia en términos de comunicación.
  • Dar al adolescente el mismo respeto que le gustaría con que se nos trate como adultos. Y abstenernos de insultar o “etiquetar” al adolescente con menciones tales como “Eres un nene de Mamá”, “Eres un vago”, o similares.
  • Y finalmente, si el adolescente parece estar fuera de control o que desafía de manera que pongan en peligro su propia seguridad o la de los demás, busquemos ayuda profesional.

En última instancia, ayudar al adolescente a lidiar con los hábitos de impertinencia y falta de respeto puede hacer toda la diferencia en el nivel de adquisición de su capacidad de relacionarse con los demás, y en las posibilidades de tener éxito en la vida

D.O.

Fuente: http://www.education.com/
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