Transformar el dolor en acción y crecimiento.

“Las tragedias de la vida debieran ser vistas como  parte de un sistema cósmico de desafío y trabajo que nos permite alcanzar los niveles más altos de felicidad y bondad” Menajen Mendel Schnnerson*

Creo que cuando aparece en mi vida una situación inesperada que además me causa dolor, está sucediendo algo similar a cuando se rinde un examen. Pero a diferencia de un examen académico, en los de la vida, sólo conoceré cual es la materia o el tema que debo rendir, recién cuando pueda responderme a mí mismo: ¿Qué me quiere enseñar lo que me está sucediendo? ¿Que debo aprender de esta situación?.

Recién entonces, cuando comienzo a fijar mi atención en en el ¿Para qué?, y no en el ¿por qué?, habré comenzado a superar mi examen o situación inesperada, y a manejar el dolor que me produce esa situación

En lo personal, para tales ocasiones recurro a mi manual básico para lidiar con situaciones inesperadas y dolorosas, que es “La historia de Manu”.

Manu, a los 8 años de edad sufrió un inesperado y muy grave accidente al traspasar corriendo una puerta ventana de vidrio más de dos metros de alto y otro tanto de ancho. Y que desde ese momento especialmente para Manu, pero también para sus padres, se sucedieron una serie de otras situaciones que incluyeron además de dolor, muchísimo miedo. Las múltiples heridas y los primeros auxilios sin saber el verdadero riesgo de las mismas; el raid desesperado en una ciudad desconocida en búsqueda de un hospital y las atenciones médicas durante las muchas horas de espera en una sala de guardia para finalmente ser intervenido quirúrgicamente; el traslado urgente a un centro de atención de mayor complejidad a casi mil kilómetros de distancia, y los tratamientos especializados; y los trabajos de recuperación, fueron algunas de ellas.

Pero Manu siempre permaneció, desde el principio, sin quejarse, sin desesperarse, atendiendo a las indicaciones, aclarando sus dudas, y manifestando una actitud hasta alegre ante lo que sucedía, diciendo que “Prefería ir a la colonia que estar lastimado en vacaciones”, o que “si fuese un súper héroe, volvería el tiempo para atrás para no chocar contra el ventanal”.

Sin embargo, los padres de Manu, quienes fueron acompañantes inseparables de su hijo y espectadores atentos a todo lo que sucedía, les impidió en principio reflexionar sobre el dolor, el miedo, la frustración, y hasta sobre la ira que sentían por todo lo sucedido.

Pero luego, poco a poco, comenzaron con el trabajo de intentar encontrarle un sentido a todo lo que les había sucedido. Y señalaban que observar a su hijo en la situación más dura de su joven vida, ver lo que hacía él con lo que le sucedía, su entereza y su disposición a los tratamientos, les había sido de utilidad para tomar consciencia de que el aquí y ahora es el momento válido para ser compartido con quienes se ama.

Que lo que puede soportar un niño en la adversidad hizo que revalorizaran más adecuadamente el significado de aquello que pensaban que eran el valor personal, la valentía, el coraje, el manejo del miedo, o como se llame a lidiar con el dolor y la desesperación.

Que el entorno de familiares y amigos en momentos de angustia y tensión les sirvió para ubicar el lugar de privilegio que se merecen la familia y la amistad en la escala de valores de cualquier persona.

Que la sucesión de personas desconocidas -tal vez en apariencia- que fueron apareciendo haciendo su aporte positivo, les sirvió para que seguir confiando en los seres humanos en general.

En definitiva, que todo les había servido también para sumir que si bien no pudieron salvar a Manu del accidente y sus consecuencias, sí pudieron ayudarlo, cuidarlo, y estar a su lado cuando más los necesitó, y que esa es la tarea más significativa que se puede experimentar como padres.

!Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

* “Hacia una vida plena de sentido”. Printing Books, 1999.
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