Un informe de la UNESCO Global Education Digest* de 2010, en el que se afirma que la Argentina es uno de los países de la región con más baja tasa de graduación en el secundario: sólo un 43 por ciento de los estudiantes secundarios de nuestro país culminan sus estudios en los plazos establecidos. Y sólo un 50% del total de estudiantes secundarios accede a ese título. Esa estadística esta indicando que sólo un escasísimo porcentaje (aproximadamente el 31%) de los alumnos que ingresan en primer grado logra completar todo el ciclo educativo según establece la ley de educación. Ello a pesar del dinero que se destina a la educación y a las iniciativas que se llevan a cabo para tratar de mejorar la educación.
Ahora bien, tales preocupantes índices de deserción escolar refieren a chicos que dejan sus estudios, pero no comprende los niños que continúan en la escuela, pero que se desconectan de ella, que no gozan de la misma, que no reciben ningún beneficio real de la misma. O sea que a aquellos niños que dejan la escuela también habría que sumar a los que la escuela no desarrolla.
El problema es que todo el esfuerzo de la educación para reducir la deserción escolar va en la dirección equivocada. Hoy mas que nunca es palpable que existe una contradicción entre la educación actual y los tres principios sobre los que florece la vida humana.
El primer principio es que los seres humanos son naturalmente diferentes y diversos.
Se alienta a que las escuelas averigüen lo que los niños pueden hacer a través de un espectro muy estrecho de logro. Se redujo el enfoque a las llamadas disciplinas básicas, que si bien son muy importantes como la ciencia y las matemáticas, no son suficientes. Una verdadera educación tiene que dar la misma importancia a las artes, las humanidades, a la educación física. Los niños prosperan mejor con un amplio currículo que ponga en juego los diversos talentos de los chicos, y no sólo una pequeña gama de ellos.
Un efecto de todo ello es que actualmente, algo así como el 10 por ciento de los niños están siendo diagnosticados por trastorno por déficit de atención. Y no es que no exista tal disfunción, sino que en realidad esta lejos de ser una epidemia. La educación debiera comprender definitivamente que las artes no sólo son importantes porque mejoran las calificaciones de matemáticas por ejemplo. Son importantes porque llegan a las partes del ser de los niños que de otra manera quedan intactas, y sin desarrollar.
Finlandia, que está a la cabeza en la enseñanza de matemáticas, ciencias y lectura, no se obsesionan con esas disciplinas. Sino que tienen un enfoque más amplio a la educación, que incluye las humanidades, la educación física, las artes.
El segundo principio que impulsa la vida humana es la curiosidad.
La curiosidad es el motor del éxito. Sin embargo se anima a nuestros niños y maestros a seguir una rutina en lugar de excitar que el poder de la imaginación y la curiosidad. En lugar de la curiosidad, lo que tenemos es una cultura de cumplimiento.
El fin de la educación es el aprendizaje. Si no hay aprendizaje no hay educación. El fin entero de la educación es conseguir que la gente aprenda. Ahora bien, seguramente la mayoría de los involucrados en la educación actual pueden creer estar involucrados en dicha actividad, cuando en realidad no están logrando sus objetivos.
Parte del problema es que la cultura dominante de la educación ha llegado a centrarse en no enseñar y aprender, sino en medir el conocimiento por medio de exámenes. Y si bien las evaluaciones estandarizadas tienen un lugar, no deben ser la cultura dominante de la educación. Ellas deben ser de diagnóstico. Deben ayudar, pero no deben ser el centro de la enseñanza.
Los docentes son el elemento vital del éxito de las escuelas. Y no hay escuela del país que sea mejor que sus docentes, quienes no están allí sólo para pasar la información recibida. Están también para estimular, provocar, participar. La enseñanza es una profesión creativa. La enseñanza, adecuadamente concebida, no es un sistema de administración y control.
Y el tercer principio es el siguiente: que la vida humana es inherentemente creativa.
Creamos nuestras vidas y podemos crearlas a medida que avanzamos a través de ella. Todos creamos nuestras propias vidas a través de este proceso inquieto de imaginar alternativas y posibilidades. Por lo que una de las funciones de la educación es despertar y desarrollar estos poderes de creatividad. En cambio, lo que tenemos es una cultura de la normalización.
Todos los sistemas de alto rendimiento en el mundo lo que hacen en primer lugar es individualizar la enseñanza y el aprendizaje. Reconocen que se trata de estudiantes que están aprendiendo y que el sistema tiene que seducirlos, animar su curiosidad, su individualidad y su creatividad. Así es como se consigue que aprendan.
En segundo lugar atribuyen un status muy alto en la profesión docente. Ellos reconocen que no se puede mejorar la educación si no elige la gente adecuada para enseñar y si no mantienen un apoyo constante y el desarrollo profesional de los docentes.
Y en tercer lugar, transfieren la responsabilidad a nivel de la escuela para hacer el trabajo de educar. El problema es que la educación no sucede en las salas de las comisiones de los edificios legislativos o ministerios. Esto ocurre en las aulas de las escuelas, y las personas que la llevan a cabo son los maestros y los alumnos.
El punto es que la educación no es un sistema mecánico. Es un sistema humano. Se trata de personas, las personas que, o bien quieren aprender o no quieren aprender.
Cada estudiante que abandona la escuela o que no es desarrollado por la misma tiene una razón para ello que tiene sus raíces en su propia biografía. Les puede resultar aburrido. Les puede resultar irrelevante. Pueden encontrar que es contraria a la vida que están viviendo fuera de la escuela. Hay tendencias y particularidades pero las historias son siempre las mismas.
Lo interesante es que cuando se diseñan programas alternativos para que los niños vuelvan a la educación, todos tienen ciertas características comunes: Son muy personalizados. Tienen un fuerte apoyo de los maestros. Un plan de estudios amplio y diverso. Y con frecuencia los programas involucran a los estudiantes fuera de la escuela, así como dentro de la escuela. Y lo llamativo es que si en educación hiciéramos todo ello, ciertamente no habría necesidad de un programa alternativo.
Habrá que reconocer que la educación es un sistema humano, y que hay condiciones en las que las personas se desarrollan y condiciones en las que no lo hacen. Y que se puede cambiar las escuelas, si se cambian las condiciones de vida en la misma. Si se otorga a la gente un sentido diferente de la posibilidad, un conjunto diferente de expectativas, una gama más amplia de oportunidades, que aprecie y valore las relaciones entre profesores y alumnos, que ofrezca a las personas la facultad de ser creativos e innovar en lo que hacen. El verdadero papel de liderazgo en la educación, a nivel nacional y a nivel de la escuela, no es y no debe ser mando y control administrativo. El verdadero papel de liderazgo en la enseñanza es el control del clima de posibilidades. Si se hace, la gente logrará cosas que no previó y no había esperado lograr.
*http://www.uis.unesco.org/Library/Documents/SPA_GED2010_WEB_140311.pdf
Fuente: Ken Robinson: How to escape education’s death valley. FILMED APR 2013 • POSTED MAY 2013 • TED Talks Education. http://www.ted.com