Feliz 2018. Brindo por Renovar la Intención de Vivir Bien!

Pienso que lo que determina la vida que tengo, no es lo que me sucede, sino lo que hago con lo que me sucede. O sea, que, realizar actos que redunden en mi bien-estar, depende sólo de mi. Y este nuevo año, renuevo mi intención en tal sentido.

Mi intención de estar consciente de mi comportamiento. Observando lo que hago, como lo hago y porqué lo hago. Vigilando lo que digo y cómo lo digo. Estar atento a lo que pienso,  y en lo que creo. Hasta de lo que percibo visualmente, de como vemos las cosas, porque éstas son como las veo y no de otra forma.

De mantener también, un comportamiento direccionado a producir resultados y no a esperar que las cosas sucedan sin que haya yo realizado ninguna acción en tal sentido. Lo que esta directamente relacionado con hacer aquello que me hace bien. Razón por la cual, reconocer cuáles talentos o cualidades personales me adornan, es de vital importancia. Es que, si  hago aquello que me sale fácil y además me  gusta hacerlo, será más  accesible cualquier objetivo, además de que estaría disfrutando mientras lo hago.

De sustituir conscientemente mis pensamientos negativos por otros positivos,  desarrollando la capacidad de concentrarme en lo que deseo, no en lo que no deseo. 

Definitivamente, de comprometerme con mi bien-estar.

Feliz Año Nuevo!

Piensa bien y saldrá bien!


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Para vivir bien, conviene no olvidar que somos responsables.

“El cómo somos es siempre el presente de nuestra historia. Somos como hemos vivido.” H. Maturana.

Conviene no olvidar:

Que la Libertad es la facultad que tenemos todos los seres humanos de actuar de una manera o de otra, y de no actuar.

Que si bien no somos libres de elegir lo que nos pasa, como haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, somos libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo. Por ejemplo elegir obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, hacer las cosas bien o mal, hacer o no hacer, etc.

Que el “poder” que tenemos para elegir nos hace responsables, es decir, ser capaces de responder adecuadamente a todo lo que nos pide una respuesta de nuestra parte.

Que por lo tanto, somos los únicos responsables de hacer de nuestra vida un lugar mejor, favorable y conveniente.

Y que entonces,  ¡NO TENEMOS MÁS EXCUSAS! Podríamos tener temor, porque casi todo depende de nosotros, pero no EXCUSAS para no hacer lo que tenemos que hacer y que nos conviene hacer para vivir bien.

Daniel Olguin.

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NUESTRO HACER SOLIDARIO

“Cuenta la leyenda que cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitosos y exquisitos. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca…Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados… Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.”

Solidaridad es un hacer que implica compartir la carga del otro.

En general, cuando hablamos de solidaridad, surge la idea de ayuda económica: dar dinero a los necesitados. O cuando menos, de ayuda material: dar comida, vestimentas, etc. Pero estas ideas, aunque sí forman parte de la solidaridad, no lo hacen de forma completa.

Hay tantas formas de actuar solidariamente como problemas humanos existen, y en cada uno de esos problemas humanos nos podemos entregar para colaborar y tomar por propias las cargas del otro.

Decir que la solidaridad es, en esencia, ayuda material, sería el equivalente a afirmar que todos los problemas se resuelven de esa manera; que el hombre sólo tiene necesidades materiales.

Pero, el ser humano tiene realmente necesidades que no son materiales, como aquellas afectivas, espirituales, morales o sociales.

Por lo tanto para estas necesidades, también puede y debe existir una actitud solidaria. Por ejemplo: es posible, si no podemos dar dinero para educación, que demos una parte de nuestro tiempo para educar a niños de escasos recursos; o que favorezca la integración social de una comunidad marginada.

Si bien nuestro hacer solidario incluye la caridad, al mismo tiempo, necesita del desinterés.

El solo acto de dar, o ayudar, no es lo más difícil.

La parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que ayudamos.

Es difícil actuar como caritativos, solidarios, entregados, y al mismo tiempo, totalmente desinteresados. Aquél que da una billete de cien pesos a un indigente, materialmente hace algo bueno: por ejemplo la persona necesitada podrá comer con el dinero; pero si este acto lo hace para que otras personas lo vean, para aparentar caridad, entonces ese acto, que es materialmente bueno y solidario, se convierte no sólo en un acto deplorable y egoísta, que lejos de engrandecer a la persona, la empobrece.

Además, la solidaridad se hace por medio de una actitud y disposición  personal, constante y perpetua.

La solidaridad es activa, perseverante, constante y no debe ser confundida con un sentimiento de malestar ante la desgracia de los demás. Ni tampoco es una serie de actos aislados encaminados a ayudar al prójimo. El hacer  solidario debe convertirse en hábito, en una forma de vivir.

Finalmente, nuestro hacer solidario implica poseer un adecuado nivel de autoestima.

Nadie puede amar a otro si no experimenta el amor a sí mismo, y nadie puede estimar a otro si no experimenta primero la necesaria dosis de autoestima; igual que nadie puede respetar la dignidad de los demás si no sabe defender la propia dignidad.*

Piensa bien y saldrá bien!

DO.


* Algo es digno cuando es valioso de por sí, y no sólo ni principalmente por su utilidad para esto o para lo otro. Esa utilidad es algo que se le añade a lo que ya es. Lo digno, porque tiene valor, debe ser siempre respetado y bien tratado.
La dignidad del hombre reside en el hecho de que es un ser único, insustituible. Y cuando no se acepta este valor de la persona en sí misma, se abre la puerta que conduce a dejar de respetarla. Por ejemplo: tendemos a decir que un ser humano sólo es persona cuando se comporta como tal (cuando estudia matemáticas, cuando acaba la carrera, cuando vota, cuando es capaz de hablar, de comunicarse con los demás y ser consciente de sí mismo y de su libertad, en suma, cuando ejerce sus capacidades), entonces todos los seres humanos que no se comportan como tales, porque están dormidos o inconscientes o porque son discapacitados, no serían personas, lo cual significa que son seres humanos de segunda clase.
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La vida es una actitud que adoptamos, lo queramos o no “mientras tanto” vivimos.

Lo verdaderamente importante sucede “mientras tanto”.

El objetivo que deseamos alcanzar, la meta que anhelamos, la misión que creamos que debemos cumplir. Todo sucede y depende de lo que hagamos “mientras tanto”. Y el resultado es y será una consecuencia de lo hagamos “mientras tanto”, aunque en general no percibimos como hacemos lo que hacemos.

De alguna forma, todos lidiamos con un obstáculo muy propio, muy nuestro. Nuestro EGO. Que nos impide centrarnos con lo que hacemos mientras tanto, aquí y ahora, y que nos obliga a preocuparnos sobre manera por el resultado futuro de nuestras búsquedas o proyectos.

Nuestro EGO, creado por nuestra  mente,  es una  ilusión de quien realmente somos.  Y sin darnos cuenta, nos encontramos marcándonos metas, objetivos y resultados que alimentan esa ilusión, creyendo que nos potencian y que nos hacen sentir importantes. Pero que generalmente, aun consiguiéndolas, no nos sentimos satisfechos; o  en el mejor de los casos, la satisfacción que creemos obtener, se diluye prontamente para ponemos en búsqueda de un nuevo resultado. Todo ello porque en realidad hemos intentado satisfacer una ilusión de lo que creemos que somos.

Lo interesante es que si nos observamos honestamente, cuando nos proponernos metas y nos embarcamos en ellas, prestando más atención a lo que hacemos “mientras tanto”, en el aquí y ahora, rompemos el condicionamiento de nuestro EGO y nuestro hacer no solo es mucho más eficaz sino infinitamente más alegre y satisfactorio.

Pero además, decidamos lo que decidamos realizar, si nos sentimos motivados por el servicio a los demás y al mismo tiempo nos  desinteresamos sinceramente de los posibles resultados, sentiremos que tenemos un propósito, independientemente del resultado al que arribemos.

Y todo “mientras tanto”. Aquí y ahora.

¡Piensa bien! Vive el mientras Tanto.
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DE APEGOS, MIEDOS Y CREENCIAS.

Expresiones tales como “La infelicidad es el apego a que todo resulte bien”; y que “La felicidad es vivir la vida en armonía de sus circunstancias.” de Humberto Maturana; y “Debemos estar dispuestos a deshacernos de la vida que hemos planeado con el fin realizar la vida que nos espera” de Joseph Campbell, refieren como causa generadora de la infelicidad al apego.

Entendiendo el apego como el estado emocional que nos vincula en forma compulsiva a una cosa o persona determinada, y que está originado por la creencia de que sin esa persona o cosa  no es posible ser feliz. Y que nos permitirá tanto experimentar el placer y la emoción de lograr aquello a lo que decidimos estar apegado, como la sensación de amenaza y de tensión que siempre acompaña al apego. O sea que si no conseguimos el objeto de nuestro apego, originamos infelicidad; y, si lo conseguimos, no originamos propiamente felicidad, sino que simplemente producimos un instante de placer, seguido de la preocupación y el miedo de perder dicho objeto. Paradógicamente, aunque pensemos que el apegarnos a cosas o personas nos da la seguridad de tenerlas y gozarlas, son precisamente nuestros apegos los que nos impiden desarrollar un más amplio y más variado gusto por las cosas y las personas.

Pero el apego no es sólo la base de ese miedo a perder todo lo que finalmente obtuvimos, sino que también lo es de todas las creencias que nos han transmitido respecto de todos los miedos. Si no ponemos atención podemos encontrarnos apegados a todo, principalmente a la vida y a la imagen que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Y estar viviendo por ende con miedos; miedo a la imagen que los otros hayan podido hacer de nosotros, miedo a perder su amor, miedo a tener que reconocer que es una imagen la que decimos amar y miedo a que nuestra imagen, la que tenemos de nosotros mismos, la que soñamos que los otros tengan de nosotros, se rompa. Es el apego y no el conflicto –cualquiera sea- lo que nos hace sufrir y en definitiva no nos permite ser felices como naturalmente debemos serlo.

Y es tal el poder del apego, que provoca lo no existente. Porque el miedo es sentirse amenazado por algo que ha registrado nuestra memoria en algún momento o experiencia determinada, y en consecuencia no es real, es una creencia. El miedo es una creencia adquirida.

Desde que nacimos, vivimos determinadas experiencias y escuchamos ciertos mensajes que crearon asociaciones en nuestro cerebro y por lo tanto ciertas situaciones las tenemos relacionadas con emociones concretas. Y el sólo pensamiento sobre ellas hace que se dispare la emoción. No es la nueva situación la que nos da miedo, sino el recuerdo de otras situaciones que nos contaron o que hemos vivido anteriormente con una angustia que no hemos sabido resolver (si aprendí el miedo al agua, porque recibí la señal de que si me acerco a una piscina puedo morir ahogado, será difícil que pueda ser luego un buen nadador aunque mis padres me envíen al mejor profesor de natación).

En concreto, no nacimos con miedo y por ello es una emoción que naturalmente no nos toca experimentar. Pero la tenemos, y gracias a decidir estar apegados a todo aquello que realmente no necesitamos.

Pero lo importante es que el miedo, como toda creencia aprendida, es cultural, y por lo tanto, y si queremos, podemos cambiarla. Tal como podemos, si queremos, eliminar la falsa creencia, de que sin una cosa o persona determinada no podemos ser felices.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fuentes: Humberto Maturana es uno de los pensadores más valiosos de la actualidad. Co-fundador de la Escuela Matríztica para dar formación en el entendimiento de la matriz biológica-cultural del habitar humano. Joseph Campbell. Académico norteamericano (1904-1987), dedicó su vida al estudio de las mitologías y religiones comparadas. Campbell indica la posibilidad de que estos sistemas simbólicos – los mitos – representen creaciones naturales de la mente humana -de ahí su difusión. Su obra fue influencia decisiva en la saga cinematográfica Star Wars de Gorge Lucas. Anthony de Mello (Bombay, 1931— Nueva York, 1987) sacerdote jesuita y psicoterapeuta conocido por sus libros y conferencias sobre espiritualidad, donde utilizaba elementos teológicos de otras religiones, además de la tradición judeocristiana.
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Conversemos con ese otro inconsciente dentro nuestro.

Me niego a aceptar la idea de que tengo una mente inconsciente que me ordena como actuar y que es completamente inaccesible; a creer que la  mayor parte de mi vida es controlada por fuerzas ingobernables que residen dentro mio; y a que no puedo dejar de ser víctima de los caprichos de mi “inconsciente”, cuyas órdenes se originan en las creenciashábitos de pensamiento que están programados en mí desde mi niñez.

Me gusta pensar en cambio, en que hay un “otro totalmente incosciente, mécanico, repetitivo, y automático” dentro mio con el que puedo conversar, y en su caso “convenserlo” para que trabaje diferente, mejor y conveniente para mí, a como lo viene haciendo.

Claro que debo ser persistente y preciso cuando le hablo.

Debo intentar que no queden dudas de que sepa por mí mismo que: Sé que tengo algunos hábitos sobrantes realmente tontos que se inculcaron en mí hace mucho tiempo. Que ya no estoy interesado en que mis actos sean dictados por él. Que voy a llevar todos esos viejos hábitos de pensamiento a la superficie, los voy a observar cuidadosamente. Y que voy a trabajar diariamente para ser más consciente de todos los aspectos de mi vida. 

Piensa bien, y saldrá bien!

D.O.

Fuente:
Wayne W. Dyer, Ph.D. http://www.drwaynedyer.com/
Bruce H. Lipton, PhD. The https://www.brucelipton.com/


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Las Emociones son modos de vivir en relación.

La emoción es un motor que todos llevamos dentro que nos mueve y nos empuja a vivir en contacto con el mundo que nos rodea.

Necesitamos de la emoción, para que nos informe qué es lo que nos está afectando y para que establezca una respuesta. Así podemos decir que sentimos SENSACIONES, que tienen relación con nuestro cuerpo, que nos estan informando de lo que sucede en nuestro cuerpo en una situación determinada. Sensaciones corporales de frío, calor, sueño, hambre, sed, cansancio, tensión, relajación, sofocación, dolor, etc.

Pero una cosa es la emoción y las sensaciones que nos producen a nivel corporal y otra es la configuración de sentires íntimos, la sensorialidad o los sentimientos. Los SENTIMIENTOS tienen que ver con nuestra personalidad.

Las emociones son universales, pero los sentimientos varían de un individuo a otro. Cada uno puede sentir sentimientos diferentes de amor, odio, compasión, gratitud, respeto, admiración, confianza, esperanza, orgullo, altruismo, desprecio, celos, pena, duelo, etc.

Los sentimientos guardan una relación con la convivencia con los demás. Lo que guía nuestro vivir es la sensorialidad. Nos movemos desde el sentir, no desde la razón. Desde la razón sólo argumentamos.

En realidad, nada hacemos que no esté definido por una emoción que lo hace posible y  si realmente queremos entender las acciones humanas al mirar el movimiento o el acto del otro, debemos enfocar a la emoción que los posibilita.

Así, un encuentro entre dos personas será vivido como agresión o accidente según la emoción en la que cada uno de ellos se encuentre.

Cuando nos encontramos con otra persona en la agresión, lo más probable es que ambos o uno de los dos tengamos un discurso “racional” a través del cual justificamos la negación del otro. Por ejemplo, pensamos: “ese otro es un prepotente y violento, todo lo que dice se funda en la superioridad de los más fueres y lo único que quiere es atacarme”. Tal pensamiento trae consigo una emoción que define al punto de partida del encuentro como uno de negación y no de aceptación. Y si el otro se enfrenta así conmigo, yo puedo hacerlo a su vez, también desde la agresión.

Pero si de pronto, decimos: “pero, en realidad, yo no quiero atacar a este hombre”; entonces comenzamos a relacionarnos con ese otro de otra manera. ¿Qué ha sucedido? Ha cambiado nuestra emoción.

Si creo que una persona me ataca o me crítica y en vez de simplemente responder con un ataque me pregunto si tengo fundamento para pensar así, la interacción sigue otro camino. Al hacer esa reflexión, ya, me encuentro en otra parte. Pero claro que tengo que querer y animarme a hacer la reflexión, y para querer hacerla tengo que partir desde aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, cómo válido aunque piense diferente.

Aunque parezca difícil, no lo es. En realidad lo espontáneo de nuestra biología básica es estar abiertos a la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia. Nacemos como seres amorosos (con la emoción básica del amor), y en la confianza de estar en el medio que hace posible nuestra existencia como tales.

¿Alguna vez hemos tomado en brazos a un bebe recién nacido y sentimos su maldad y desconfianza? La desconfianza, la competencia, la agresión, no vinieron con nosotros, sino que las aprendemos de nuestra cultura, con lo que aprendimos al vivir. Por ello los discursos racionales que hacen posible la negación del otro deben ser inventados por nosotros.

Vale entonces reflexionar siempre sobre las emociones que están detrás de nuestras acciones cuando nos realcionamos con los otros, sosteniéndolas, fundándolas. Preguntarnos: ¿POR QUÉ HAGO LO QUE HAGO? Una pregunta, que si queremos, siempre tiene respuesta.

Piensa bien y saldrá bien!

Fuentes: ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. Esplugues de Llobrgat. Barcelona. Hospital San Joan de Déu. www.faroshsjd.net.
@Matriztica

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Asociaciones mentales de las que es conveniente desapegarnos.

Hago, como todos, elecciones basado en la creencia de que lo que elijo me hará feliz. Y también, como la mayoría de la gente, experimento la felicidad básicamente como un sentimiento mental de bien-estar. Entonces parece que la clave para vivir feliz es hacer las elecciones que no solo debieran crear ese estado mental de bien-estar, sino que en definitiva alcancen y mantengan ese sentimiento por mucho mas que un breve momento.

Pero son nuestras asociaciones subconscientes -solo las nuestras, nunca las de otros- las que rigen lo que nos permitimos creer y por lo tanto las opciones que nos permitimos tener para elegir en pos de nuestro bien-estar.

Por ello es útil identificar en nosotros tres asociaciones mentales que comunmente sabotean nuestro proceso de alcanzar ese buscado sentimiento de bien-estar, y despojarnos de de ellas.

Una asociacion mental muy comun de la que hay despojarse es asociar felicidad con abnegación, con  sacrificio, o con esfuerzo. Hacer algo para nuestro bien-estar es un camino natural -no forzado-. N0 importa cuántas veces o cuanto tiempo hacemos cosas por nosotros mismos,  si lo hacemos por obligacion o deber, y con esfuerzo, en lugar de hacerlo porque realmente nos hace felices, siempre obtendremos un triste resultado.

Otra asociación despojable, es dejar se asociar felicidad con dinero o status. Si bien perseguimos las cosas materiales y el status que pensamos nos traen,  aun alcanzándolas no son suficientes para hacernos felices mas allá del momento en que las adquirimos. Y si no nos permitimos ser felices hasta tenerlas, entonces estaremos posponiendo indefinidamente nuestra felicidad porque siempre habrá algo más que alcanzar antes de creer que podemos tener la experiencia completa de esa sensación mental de bien-estar, que es lo que realmente estamos persiguiendo y no lo sabemos.

Además hay que dejar de asociar felicidad con logros. Tal vez la paradoja más triste de la felicidad es cuando nos dejamos condicionar en la creencia de que tenemos que hacer algo, o ser algo, para merecer esa sensación de bien-estar.  Las personas que creen que no merecen ser felices, no pueden tomar las decisiones que los hagan ser felices.

Así que antes de que nada tenemos que creer que la felicidad es una de las verdades de la vida, es inhetente a la condición humana, y cada ser humano merece experimentarla. Sólo cuando estemos completamente convencidos de ello vamos a tomar las decisiones que nos traen felicidad a largo plazo.

Dejar de lado estas asociaciones cambia las decisiones que tomamos en la vida,  ya que habremos cambiado el factor de motivación. Que no es otro que el de ser feliz.

Piensa bien y saldrá bien.

D.O.

Fuente: www.burg.com.

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El ABUELO PORTILLA. UN ADELANTADO A SU TIEMPO.

Hoy los científicos, confirman que no es nuestra genética la que nos hace humanossino el modo de vida que llevamos mientras convivimos con otros entrelazando  sentimientos, acciones y emociones.

Pero nuestro ABUELO PORTILLA, sabía además que lo verdaderamente humano es que nacemos amorosos; que el entorno adecuado en el que el niño puede desarrollar todo este enorme potencial amoroso de lo humano es en el seno de una Familia; y  que la emoción que hace posible ese desarrollo amoroso no es otra que el Amor.

La familia que crearon junto a la ABUELA ZULEMA, fue un espacio de convivencia donde los bebés fuimos ingresando diciendo: “ámame y te amaré, cuídame y te cuidaré, y de ti aprenderé la ternura del convivir en el amar siendo como tú”.  Donde las mamá surgían diciendo: “amándote te cuidaré y en el cuidarte te mostraré la libertad de ser quien quieres ser, en el encontrarte contigo mismo, respetándote en el amarte”. Y los papás se creaban diciendo: “Ven conmigo y te mostraré el mundo haciendo contigo  lo que yo sé, y preguntándome por lo que no sé”.

Pero también los niños en nuestra familia PORTILLA nacimos con varias mamás y papás (abuelas, abuelos, madrinas, padrinos, tías, tíos, personas que nos cuidaban mientras los padres trabajan, vecinas y vecinos, etc.) y con esas varias mamás y papás vinieron también  varias culturas, varios modos diferentes de estar en la vida de los cuales nutrirnos.

Para el ABUELO PORTILLA amar era conducirse de manera tal que el otro familiar, con solo tener el deseo de ser familiar, pudiera ser un legitimo otro para convivir en el seno familiar. Nada mas.

Desde lo más profundo de su ser sentía que no es nuestra genética la que nos hace pertenecer a la familia, sino el modo de vida que llevamos en la convivencia amorosa en el seno de la misma. Y que esa forma de vivir, es la medida en la podemos llegar a alcanzar a ser seres humanos comprometidos con el amor como instrumento, con la vida como principio, y la felicidad como derecho inalienable. UN FAMILIAR PORTILLA. CON O SIN GENES.

Gracias ABUELOS. 

 

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Día Mundial del Síndrome de Down. 21 de marzo


Con esta celebración, se recuerda la dignidad, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad intelectual, como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades.  De todo ello no tengo dudas. Pero creo que lo maravilloso de la presencia de estas personas, es que precisamente, quienes no sean totalmente capaces de cuidar de sí mismos,  estén aquí para enseñarnos algo sobre la perfección del ser humano.

Creo que cuando un niño con capacidad diferente llega al mundo, por ejemplo con síndrome de Down, la perfección está en la forma de reaccionar de la gente ante ese niño.

Una tarde, un niño con síndrome de Down y su padre paseaban por un parque en el que estaban jugando un partido de béisbol unos chicos que el niño conocía del barrio. Y el niño le preguntó a su padre si lo dejarán jugar.

El padre sabía que la mayoría de los chicos no iban a quererlo en su equipo, pero ante la insistencia del niño y sabiendo que si po dejaban jugar le haría sentir bien, se acercó a uno de los chicos que estaban en el campo y le preguntó si podía jugar su hijo.  El chico interrogado miró a todos sus compañeros como buscando apoyo. Y como nadie dijo nada, lo decidió él solo y dijo: -Vamos perdiendo por seis carreras, y el partido está en la octava entrada. Supongo que puede venir con nuestro equipo, e intentaremos ponerlo a batear en la novena entrada.

El padre se quedó extasiado al ver la radiante sonrisa de su hijo. Al chico le dijeron que se pusiera un guante y que fuera a jugar al centro del campo. Todo había salido bien. Pero al comenzar la novena entrada la situación del partido había cambiado sustancialmente. Su equipo había remontado el partido, y su resultado final se decidiría en la última carrera. Si lograban batear y correr las bases ganaban un partido que parecía, un rato antes, totalmente perdido. ¡Pero ahora le tocaba batear al niño recién ingresado!

¿Dejaría el equipo que el niño bateara en tal situación y perder así la posibilidad de ganar el partido?

Sorpresa: al niño le dieron un bate y lo enviasron a batear. Todos sabían que era prácticamente imposible, porque si ni siquiera sabía sujetar el bate como era debido, mucho menos batear la pelota.

Sin embargo, el niño fue hasta la base del bateador y se aperstó a batear. Asombrosametne, el lanzador avanzó unos pasos para lanzar la pelota con suavidad para que el niño al menos pudiera tocarla. Llegó el primer lanzamiento; el niño blandió el bate torpemente y falló. Entonces, uno de sus compañeros de equipo se acercó a él y entre los dos sujetaron el bate a la espera del siguiente lanzamiento. Ninguno de los demás jugadores que estaban en la cancha dijo nada al respecto.

El lanzador nuevamente se adelantó unos pasos, esta vez un par más que antes para disparar con mayor suavidad. Así, cuando llegaba la pelota, el niño y su compañero de equipo balancearon el bate y juntos le pegaron a la pelota, que salió devuelta lentamente hacia el lanzador.

El chico lanzador recogió el tiro y fácilmente podría haber lanzado la pelota al jugador de primera base y el niño habría quedado fuera y habría acabado el partido, ganándolo. Pero el lanzador cogió la pelota y la disparó describiendo un alto arco, muy lejos del alcance del jugador de primera base. Todos se pusieron a gritarle al niño: -¡Corre a la primera base! ¡Corre a la primera!

El niño no había hecho semejante cosa en toda su vida. Correteó por la línea con los ojos como platos, asustado. Y cuando llegó a la primera base, el jugador extremo derecha tenía ya la pelota y podría haberla lanzado al jugador de la segunda base, que habría sacado al niño del juego, y que seguía corriendo. Pero hizo lo mismo que el lanzador y lanzó muy por encima de la cabeza del jugador de segunda base. Todos gritaron: -¡Corre a la segunda!

El niño se dirigió a la segunda base mientras los corredores que iban delante de él daban vueltas como locos en dirección a la meta. Cuando el niño alcanzó la segunda, el parador contrario corrió hacia él en dirección a la tercera base y gritó: ¡Corre a la tercera!.

Mientras el niño daba la vuelta a la tercera, todos los chicos de los dos equipos gritaron: -¡Corre a la base de meta!. El niño entró en la base de meta, y los dieciocho chicos lo llevaron a hombros, todo un héroe, como si fuera un auténtico «barrebases» que había hecho ganar a su equipo.

Ese día los dieciocho chicos, de ambos equipos, alcanzaron el nivel de perfección del ser humano.

¡Piensa Bien y saldrá bien!
D.O.

Fuente: Wayne W. Dyer  – El poder de la intención – Ed. Grijalbo.
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