Con esta celebración, se recuerda la dignidad, la valía y las valiosas contribuciones de las personas con discapacidad intelectual, como promotores del bienestar y de la diversidad de sus comunidades. De todo ello no tengo dudas. Pero creo que lo maravilloso de la presencia de estas personas, es que precisamente, quienes no sean totalmente capaces de cuidar de sí mismos, estén aquí para enseñarnos algo sobre la perfección del ser humano.
Creo que cuando un niño con capacidad diferente llega al mundo, por ejemplo con síndrome de Down, la perfección está en la forma de reaccionar de la gente ante ese niño.
Una tarde, un niño con síndrome de Down y su padre paseaban por un parque en el que estaban jugando un partido de béisbol unos chicos que el niño conocía del barrio. Y el niño le preguntó a su padre si lo dejarán jugar.
El padre sabía que la mayoría de los chicos no iban a quererlo en su equipo, pero ante la insistencia del niño y sabiendo que si po dejaban jugar le haría sentir bien, se acercó a uno de los chicos que estaban en el campo y le preguntó si podía jugar su hijo. El chico interrogado miró a todos sus compañeros como buscando apoyo. Y como nadie dijo nada, lo decidió él solo y dijo: -Vamos perdiendo por seis carreras, y el partido está en la octava entrada. Supongo que puede venir con nuestro equipo, e intentaremos ponerlo a batear en la novena entrada.
El padre se quedó extasiado al ver la radiante sonrisa de su hijo. Al chico le dijeron que se pusiera un guante y que fuera a jugar al centro del campo. Todo había salido bien. Pero al comenzar la novena entrada la situación del partido había cambiado sustancialmente. Su equipo había remontado el partido, y su resultado final se decidiría en la última carrera. Si lograban batear y correr las bases ganaban un partido que parecía, un rato antes, totalmente perdido. ¡Pero ahora le tocaba batear al niño recién ingresado!
¿Dejaría el equipo que el niño bateara en tal situación y perder así la posibilidad de ganar el partido?
Sorpresa: al niño le dieron un bate y lo enviasron a batear. Todos sabían que era prácticamente imposible, porque si ni siquiera sabía sujetar el bate como era debido, mucho menos batear la pelota.
Sin embargo, el niño fue hasta la base del bateador y se aperstó a batear. Asombrosametne, el lanzador avanzó unos pasos para lanzar la pelota con suavidad para que el niño al menos pudiera tocarla. Llegó el primer lanzamiento; el niño blandió el bate torpemente y falló. Entonces, uno de sus compañeros de equipo se acercó a él y entre los dos sujetaron el bate a la espera del siguiente lanzamiento. Ninguno de los demás jugadores que estaban en la cancha dijo nada al respecto.
El lanzador nuevamente se adelantó unos pasos, esta vez un par más que antes para disparar con mayor suavidad. Así, cuando llegaba la pelota, el niño y su compañero de equipo balancearon el bate y juntos le pegaron a la pelota, que salió devuelta lentamente hacia el lanzador.
El chico lanzador recogió el tiro y fácilmente podría haber lanzado la pelota al jugador de primera base y el niño habría quedado fuera y habría acabado el partido, ganándolo. Pero el lanzador cogió la pelota y la disparó describiendo un alto arco, muy lejos del alcance del jugador de primera base. Todos se pusieron a gritarle al niño: -¡Corre a la primera base! ¡Corre a la primera!
El niño no había hecho semejante cosa en toda su vida. Correteó por la línea con los ojos como platos, asustado. Y cuando llegó a la primera base, el jugador extremo derecha tenía ya la pelota y podría haberla lanzado al jugador de la segunda base, que habría sacado al niño del juego, y que seguía corriendo. Pero hizo lo mismo que el lanzador y lanzó muy por encima de la cabeza del jugador de segunda base. Todos gritaron: -¡Corre a la segunda!
El niño se dirigió a la segunda base mientras los corredores que iban delante de él daban vueltas como locos en dirección a la meta. Cuando el niño alcanzó la segunda, el parador contrario corrió hacia él en dirección a la tercera base y gritó: ¡Corre a la tercera!.
Mientras el niño daba la vuelta a la tercera, todos los chicos de los dos equipos gritaron: -¡Corre a la base de meta!. El niño entró en la base de meta, y los dieciocho chicos lo llevaron a hombros, todo un héroe, como si fuera un auténtico «barrebases» que había hecho ganar a su equipo.
Ese día los dieciocho chicos, de ambos equipos, alcanzaron el nivel de perfección del ser humano.
¡Piensa Bien y saldrá bien!
D.O.
Ese es un hermoso ejemplo donde la inclusión hace la diferencia y los niños son los que menos problemas tienen con eso. Son los adultos y en ocasiones la sociedad misma la que no hace conciencia al respecto. Eso pasa en todo el mundo. Un saludo desde México.