Lo verdaderamente importante sucede “mientras tanto”.
El objetivo que deseamos alcanzar, la meta que anhelamos, la misión que creamos que debemos cumplir. Todo sucede y depende de lo que hagamos “mientras tanto”. Y el resultado es y será una consecuencia de lo hagamos “mientras tanto”, aunque en general no percibimos como hacemos lo que hacemos.
De alguna forma, todos lidiamos con un obstáculo muy propio, muy nuestro. Nuestro EGO. Que nos impide centrarnos con lo que hacemos mientras tanto, aquí y ahora, y que nos obliga a preocuparnos sobre manera por el resultado futuro de nuestras búsquedas o proyectos.
Nuestro EGO, creado por nuestra mente, es una ilusión de quien realmente somos. Y sin darnos cuenta, nos encontramos marcándonos metas, objetivos y resultados que alimentan esa ilusión, creyendo que nos potencian y que nos hacen sentir importantes. Pero que generalmente, aun consiguiéndolas, no nos sentimos satisfechos; o en el mejor de los casos, la satisfacción que creemos obtener, se diluye prontamente para ponemos en búsqueda de un nuevo resultado. Todo ello porque en realidad hemos intentado satisfacer una ilusión de lo que creemos que somos.
Lo interesante es que si nos observamos honestamente, cuando nos proponernos metas y nos embarcamos en ellas, prestando más atención a lo que hacemos “mientras tanto”, en el aquí y ahora, rompemos el condicionamiento de nuestro EGO y nuestro hacer no solo es mucho más eficaz sino infinitamente más alegre y satisfactorio.
Pero además, decidamos lo que decidamos realizar, si nos sentimos motivados por el servicio a los demás y al mismo tiempo nos desinteresamos sinceramente de los posibles resultados, sentiremos que tenemos un propósito, independientemente del resultado al que arribemos.
Y todo “mientras tanto”. Aquí y ahora.