Si queremos entender nuestras acciones, -cómo es que hacemos lo que hacemos-, debemos enfocar a la emoción que lo posibilita. Porque nada hacemos que no esté definido e impulsada por una emoción que lo haga posible.
Una emoción es una reacción a un objeto o suceso que surge a partir de la interpretación que hacemos de ese objeto o suceso. Interpretación que está siempre sujeta a estructuras mentales preexistentes en nosotros como nuestras creencias, pensamientos y los patrones de conducta que éstos generan.
Esas estructuras, guardadas en nuestra mente, determinan la forma en la que percibimos una situación actual. Siempre en función de la información que tenemos aprendida sobre esa situación por haber experimentado otra similar anterior.
O sea que para entender como es una emoción y poder identificarla, debemos tomar consciencia.
Por un lado, de que nuestra experiencia pasada es la fuente más determinante de nuestros comportamientos ya que es a partir de nuestra experiencia construimos los juicios que valoran los sucesos a los que nos enfrentamos. Por otro lado, de que actuamos según al modo en que evaluamos la situación, no como la situación realmente es.
Por ello, no se puede separar el análisis de nuestras emociones y nuestra respuesta emocional, del análisis de los sistemas de creencias, de pensamientos y actitudes que entran en juego en nuestras evaluaciones.
Conviene también estar plenamente consciente de que esa evaluación de las situaciones que nos tocan vivir, la hacemos, en general y mayormente, en forma inconsciente.
Muy frecuentemente ocurren distorsiones negativas que provocan respuestas emocionales negativas o por lo menos no convenientes, pero que además retroalimentan un ciclo de dar respuestas negativas automáticas a situaciones similares, hasta conformar verdaderos estilos de respuestas. Que naturalizamos hasta dar por sentado que nacimos reaccionando de esa forma.
Por ello es muy importante reconocer que este tipo de pensamientos son aprendidos, es decir no son innatos, por lo que si realmente lo deseamos, podemos cambiarlos por otros que sean positivos y más convenientes. Si bien no podemos cambiar los hechos, siempre podemos cambiar lo que pensamos sobre ellos. Comenzando un camino de revisar y cuestionar nuestras creencias de forma tal de ir dejemos de lado una interpretación negativa sobre un determinado hecho.
Trabajar en la búsqueda de pensamientos positivos que diluyan nuestra interpretación negativa sobre un hecho o situación, es tomar consciencia. El verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no es lo que ocurre en el exterior, sino lo que pasa en la dinámica interna, en la conciencia.
En la práctica, es estar atentos a formas de actuar (a lo que hacemos), que por naturales que nos parezcan, son generadoras de pensamiento negativo y por consiguiente, inconvenientes para nuestro bien-estar. Cada uno de nosotros hacemos lo que podemos con las memorias que llevamos con nosotros y según nuestro grado de conciencia.
Como por ejemplo estar atentos a si somos adeptos a rumores, chismes, y al desmedido interés que le damos a las noticias negativas.
A pensamientos todo-o-nada, a los términos absolutos, y al el uso de términos como “siempre”, “nunca” o “todos” cuando su uso no está justificado por los acontecimientos propiamente.
A sobre-generalizar, tomando casos aislados y generalizar su validez para todo.
A enfocarse exclusivamente en ciertos aspectos, usualmente negativos y perturbadores, de un evento o persona con exclusión de otras características.
A descalificar lo positivo por razones arbitrarias, asumiendo algo negativo cuando no hay apoyo empírico para ello.
A suponer las intenciones de otros o adivinar predecir o “profetizar” el resultado antes de que suceda.
A imaginar y rumiar acerca del peor resultado posible, sin importar lo improbable de su ocurrencia. O pensar que la situación es insoportable o imposible, cuando en realidad es incómoda (o muy incómoda) o inconveniente.
A sostener reglas rígidamente.
A no permitirse pensar que las cosas pueden ser de otra forma de como las vemos.
Pero además de todo ello, estemos atentos a si culpamos a los demás de nuestra reacciones emocionales inconvenientes, porque estaremos renunciando a nuestro poder de cambiar.
Lo bueno es que todos podemos reconocer nuestras propias estructuras y emprender, si lo deseamos, un trabajo concreto de transformación.
Desde lo científico se ha observado que pueden crearse nuevas estructuras en nuestra mente en función de los nuevos caminos que tome la consciencia. Porque cuanto más se utiliza una estructura, más profundo se hace el surco que deja, y más se marca el camino, más fácil resulta utilizarlo. Al mismo tiempo, el no utilizar las viejas estructuras hará que acaben por desaparecer.
La práctica cotidiana de tomar consciencia es ser testigos de nosotros mismos, observándonos como si fuéramos testigos de nuestra existencia. Por lo tanto estar conscientes comprende observar nuestros pensamientos, nuestras reacciones emocionales y lo que pasa en nuestro cuerpo físico.
Si de la observación surge que tenemos reacciones emocionales negativas e inconvenientes, entonces asumir la responsabilidad de nuestras emociones es absolutamente necesario.
También cuando el comportamiento de alguien nos parece inadecuado o negativo, en lugar de juzgar y reprobar, tomar en cuenta que puede que no sea más que una percepción errónea por mi parte. No criticar ni reprobar a nadie, porque sé que la reprobación y la crítica son venenos para el que critica y para el criticado. Ser consciente en todo momento de que si algo me molesta de los demás es porque hay algo en mí no resuelto que resuena con lo que percibo.
Asimismo, dejar de querer tener razón y de querer demostrar que los demás están equivocados. Escuchar a los otros, y aceptar que la percepción que los demás tienen de la realidad sea diferente a la nuestra.
Evitar en lo posible actuar de inmediato, buscar el espacio para responder mejor.
Y si transitamos un estado emocional perturbado, buscar de ayuda si es necesario.
En definitiva, estar consciente es dejar de resistirse a lo que presenta la vida.
Estar atentos lo más plenamente posible…es la cuestión.
¡Piensa bien y saldrá bien!
D.O.
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