Actuar con empatía se puede aprender.

Como seres humanos nos desarrollamos con los demás. Y nuestro bien-estar depende de entender las emociones detrás de los haceres de los demás. O sea, depende de actuar con empatía efectivamente.

Tener una actitud empática incluye procesar la información que se recibe de otra persona, intentando comprenderla desde la perspectiva del otro. E implica el uso de nuestra inteligencia emocional, tipo de inteligencia vinculada a las aptitudes para gestionar y regular las emociones en uno mismo y en los demás; y de una escucha activa, intentando capturar lo que el otro dice con su comunicación verbal y no verbal, teniendo interés por todo lo que se escucha y se observa sin juzgarlo.

Es claro que más allá de nuestra predisposición biológica para empatizar, nuestra propia cultura, generada desde nuestra infancia por medio de la educación, experiencias, personas y ambiente con la que convivimos, es lo que determina la medida en que nuestra capacidad de empatizar se desarrolla.  Por lo tanto, es una capacidad que se puede aprender.

Desde las neurociencias se ha determinado que nuestro cerebro es plástico porque tiene la capacidad para reformar sus conexiones. Las conexiones entre las neuronas cambian y siempre puede haber lugar para un nuevo aprendizaje.

También se ha descubierto la existencia de neuronas espejo que permiten entender la mente de los semejantes sintiendo, sin previo razonamiento. Neuronas que se activan tanto cuando un individuo realiza una acción, como cuando observa una acción similar realizada por otro individuo. Así, cuando una persona ve a otra sonriente, inmediatamente sintoniza con su estado emocional contagiándose de su alegría. A su vez, cuando ve a otra persona en problemas, se sienten las sensaciones negativas de la otra persona.

Entonces, concretamente, por un lado, podemos sentir los estados emocionales de los demás como si fueran propios, activando las mismas estructuras neuronales que cuando se realizan acciones o cuando se observa las que realizan los otros. Por otro lado, podemos modificar el diseño de nuestro cerebro voluntariamente.

Por lo que, si queremos, siempre podemos desarrollar una efectiva capacidad de empatía. O por lo menos intentarlo. Nada nos impide intentarlo y del intento siempre se pude aprender.

Actuar empáticamente en forma efectiva está directamente relacionado con nuestro bien-estar.

¡Piensa bien y saldrá bien!

DO.

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