La pandemia muestra lo mejor y lo peor de nuestra humanidad. Desde actos de generosidad y solidaridad, hasta acciones miserables y despreciables, en tanto la mala intención manifiesta sin importar el daño que se causa.
Las políticas y estrategias que adoptaron cada uno de los países dependió de sus respectivas idiosincrasias y culturas, pero también, y especialmente, del estilo del gobierno de turno.
Así, en la Argentina, el gobierno, en un principio, hizo caso omiso de las advertencias de la comunidad científica, minimizado los efectos de la pandemia en la salud de las personas.
Pero, luego, también permitió que “privilegiados”, fundamentalmente en virtud de cercanías políticas, se vacunen antes de tiempo, por sobre la prioridad de vacunación a las personas pertenecientes a los grupos de mayor riesgo. Cuando además, la existencia de vacunas no alcanza siquiera a cubrir un mínimo aceptable de la población.
La Pandemia entonces nos muestra que donde hay ideologías y presión política hay ausencia de ética humana. Ética por la cual nos importan las personas y cada vida es reconocida y cuidada.
También nos permite ser conscientes de la necesidad de la cercanía física y relacional con otras personas, y de la coordinación de haceres en cooperación y solidaridad, como parte fundamental de nuestra vida en armonía y de nuestra salud.
Si queremos realmente preservar esto último, debemos estar atentos a nuestra elección de representantes políticos. Quienes, en definitiva, terminarán eligiendo y gestionando las políticas públicas, como la de enfrentar correcta y éticamente la Pandemia.
¡Piensa bien y saldrá bien!
D.O.