El futuro de nuestros niños es hoy y somos los adultos que convivimos con ellos.

Los niños aprenden el pensar, el reaccionar, el mirar, que viven con su “Maestro”. Después de todo, un verdadero “Maestro” enseña lo que vive, no solo lo que conoce.

Casi todos los adultos pueden responder cuál es la tarea del educador de sus hijos; todos han tenido alguna relación con la enseñanza que les permite tener algún discurso más o menos válido sobre lo que hacen los educadores, y hasta para dar un debate sobre lo que debiera hacer un buen educador. Pero no son muchos los que reconocen que un factor decisivo en la educación de los niños, son los adultos que conviven con ellos, sean éstos profesores profesionales, profesores pre-primarios, primarios, secundarios, o Padres.

A muchos adultos les cuesta reconocer que el ser humano adulto que será el niño al crecer surge como resultado de los ámbitos humanos en los que convive hoy.  Pero cada uno de los adultos han aprendido de esa forma. Se han hecho los adultos que son según la convivencia que han tenido en nuestras familias, escuelas, iglesia, clubes, barrios y vecindades, por nombrar algunos de los mas significativos espacios de convivencia en los que se han transformado de niños a adultos. Así, si bien los adultos padres son los primeros educadores de sus niños en la convivencia de la familia, luego, los niños continúan transformándose según donde y con quienes convivan por ejemplo en la escuela,  según y como convivan con sus nuevos educadores. Pero. como sea, tanto en la familia como en la escuela, son siempre sus educadores adultos los que crean los espacios de convivencia escolar en el que se desarrollan.

Tamaña tarea la del educador. Tarea que no se circunscribe sólo al ámbito de conocimiento específico en el que un educador puede prepararse formalmente para enseñar, sino que los niños aprenden a vivir en un espacio donde los temas, los contenidos, las reglas, las costumbres, los mandatos, son sólo modos particulares de vivir en esa convivencia. Espacio en el que el educador no puede dar de lo que no tiene y tampoco puede fingirlo; los niños aprenden el espacio psíquico del educador, y detectan su falta de dignidad, su falta de auto-estima y de auto-respeto. Pero además el educador debe ser dueño de la plasticidad necesaria para adaptarse a un mundo de actuación siempre cambiante.

Creo que en cambio de preocuparnos por el futuro de nuestros niños, vale preguntarnos, seamos padres o educadores profesionales, si somos HOY todo lo inteligentes que merece nuestro hacer de educador.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fuente: “EL APORTE DE HUMBERTO MATURANA AL ENTENDIMIENTO Y LA PRÁCTICA DE LA EDUCACIÓN” por María Gabriela Estrada Díaz, Educadora de Párvulos, Directora Jardín Infantil Michaihue, Fundación Integra VIII Región del Bío Bío; y Carlos Zapata Sepúlveda, Antropólogo, Coordinador Área Sur, World Vision Chile, vmsur@entelchile.net. Concepción, noviembre 2002.

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“I Have a Dream”, Yo tengo un sueño.

Yo tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá de pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”…
Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter… Yo tengo un sueño hoy.*

“I Have a Dream” son cuatro palabras que han tenido un eco profundo en la humanidad, y hoy cumplen 50 años. El miércoles 28 de agosto de 1963, ante cientos de miles de personas que se congregaron en el monumento a Abraham Lincoln en Washington, fueron pronunciadas por el reverendo Martin Luther King en su histórico discurso.

Y a 50 años de la expresión del sueño de este icono de la historia de la humanidad, vemos que el sueño se ha hecho realidad, no porque King lo haya podido llevar a cabo, dado que fue asesinado en 1968 a los 39 años de edad. Sino porque su espíritu llevó a millones de seres humanos a decidir dar un “Buen Combate” por sus ideales. Por la libertad e igualdad del hombre.

No renunciemos a nuestros sueños! estemos dispuestos a dar un “Buen Combate” por ellos.

Un “Buen Combate” es aquel que siempre vale la pena entablar por  nuestros sueños. Sin embargo nos cuesta combatir por nuestros sueños, a pesar de las terribles consecuencias de no hacerlo

Es en la juventud cuando los sueños explotan dentro nuestro con todo su vigor. Pero a pesar de que tenemos mucho coraje, todavía no estamos preparados y listos a luchar. Luego, con los años y después de mucha dedicación, aprendemos a luchar pero ya no tenemos el mismo coraje para combatir. Por eso es frecuente escuchar a algunos adultos diciendo y diciéndose a sí mismos que sus sueños eran infantiles o juveniles, difíciles de realizar o fruto de la ignorancia de las realidades de la vida. Pero en realidad, si no estamos atentos, no luchamos por nuestros sueños. Por desconocimiento de cómo hacerlo en principio, y por temor luego.

Siempre hay síntomas que atender de que podríamos estar matando nuestros sueños, como por ejemplo la falta de tiempo. Pero en realidad, las personas más ocupadas en la vida generalmente siempre tienen tiempo para todo. Mientras que las que nada hacen están siempre cansadas, no consiguen realizar el poco trabajo que tienen y se quejan constantemente de que el día es demasiado corto; en verdad, tienen temor de enfrentarse en un “Buen Combate” por lo que sueñan. O  nuestras certezas. Porque no queremos considerar la vida como una gran aventura para ser vivida, pasamos a juzgarnos sabios, justos, correctos en lo poco que pedimos de la existencia. Miramos más allá de las murallas y escuchamos el ruido de las lanzas que se rompen, el olor de sudor y de pólvora, las grandes caídas y las miradas sedientas de conquistas de los guerreros. Pero nunca notamos la alegría, la inmensa alegría que está en el corazón del que está luchando. A ellos no les importan ni la victoria ni la derrota, importa sólo participar del “Buen Combate”.

O también nuestra paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Creemos entonces que ya estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y conseguimos realizarnos personal y profesionalmente. Y nos sorprendemos cuando alguien de nuestra edad dice que quiere todavía esto o aquello de la vida. Pero en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños, a entablar el “Buen Combate”.

Cuando renunciamos a nuestro sueños, y los dejamos morir, los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros e infectan todo el ambiente en el que vivimos. Empezamos a ser crueles con los que nos rodean y finalmente pasamos a dirigir esta crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate – la decepción y la derrota – pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y llega un bello día en que los sueños muertos y  podridos vuelven el aire tan difícil de respirar que pasamos a desear la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo.

Demos siempre un “Buen Combate” por nuestros sueños. Vale la pena por supuesto.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fragmento del discurso original.
Fuente: “El Peregrino”, Paulo Coelho
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Protegido: Actividad: Trabajo y Talento.

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Protegido: ELECCIONES LEGISLATIVAS PRIMARIAS ABIERTAS SIMULTÁNEAS Y OBLIGATORIAS (P.A.S.O)

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El Día Internacional de Nelson Mandela. Una buena oportunidad para re-pensar la violencia en la Escuela.

“Muchas personas que conviven con la violencia casi a diario la asumen como consustancial a la condición humana, pero no es así. Es posible prevenirla, así como reorientar por completo las culturas en las que impera. Debemos ser, pues,  incansables en nuestros esfuerzos para hacer frente a las raíces de la violencia y transformar de esta manera el legado de violencia que nos tocó vivir en una experiencia aleccionadora” [i]


Como docente secundario observo en el ámbito escolar, y con frecuencia, conductas que realmente son conductas violentas aunque parecieran que no lo son. Se repiten  “cargadas”, “bromas”, “chistes”,  y “juegos” entre los niños que realmente son actos de violencia .

Por supuesto que la gran mayoría de los alumnos no se manifiesta violentamente. En realidad la situación violenta incluye una minoría de agresores quienes buscan el soporte de un grupo de compañeros para manifestar sus agresiones.

En tales grupos, además de los agresores, están por supuesto las  víctimas, quienes acostumbran a encontrarse aislados de los demás. Pero también se encuentran los demás compañeros que observan sin intervenir, pero que acostumbran a añadirse a las agresiones, muchas veces,  por miedo a sufrir las mismas consecuencias si toman partido por la víctima.

Cierto es que todos los alumnos de la escuela secundaria o media, transitan una etapa en la que cobra especial importancia la vida en sociedad, en el que buscan un lugar propio en el grupo. Y al mismo experimentan una flexibilización de las reglas a las que les restan importancia, considerándolas como meras regulaciones de la convivencia aportadas por las autoridades.

En esta etapa, todos los niños (en los que incluyo a todo menor de 18 años),  poseen un urgente anhelo de ser importantes, tener preeminencia en su grupo, ser reconocidos como personas valiosas, sentirse independientes, y liberarse de restricciones que los aten. En definitiva lo que buscan desesperadamente es estar seguros.

Los niños violentos manifiestan todo ésto en un grado extremo. Ellos “necesitan” alcanzar un status de adulto y dejar atrás las características de la “insegura” infancia rápidamente. Por lo que creen que mantener conductas abusivas para con sus pares los acerca a ese ideal de seguridad. Pero en concreto manifiestan la frustración ante la realidad de que aún están muy lejos de ser lo que aspiran. Frustración que los mantiene en constante conflicto, tensión y disgusto.

Por ello, sin perjuicio del tratamiento que cada caso en particular merecerá de parte de las instituciones educativas y principalmente de sus familias, anhelo que quienes interactuamos con los niños, podamos aprovechar esta etapa de su desarrollo para ayudarlos a todos en esta situación.

No hay duda de que en esta etapa es donde se forman los Valores que no se adquirieron en la niñez, y se corrigen los que se adquirieron de una manera definitiva.

Razón por la cual, es el momento para dejar de minimizar estas conductas violentas cotidianas, reparar en ellas, señalarlas, tratarlas. Definitivamente actuar en consecuencia, mientras éstas conductas sólo “hablan” de una violencia que sus autores ni siquiera se pueden imaginar hasta que nivel realmente puede existir y ser parte de sus vidas

Atendamos a sus bromas, y juegos, porque  tales conductas podrían no ser en poco tiempo,  ni lo uno, ni lo otro.

Daniel Olguin.

[i] Nelson Mandela en el prólogo del Informe mundial sobre la violencia y la salud,  Publicado por la Organización Panamericana de la Salud para la Organización Mundial de la Salud, Washington, D.C. 2.002.
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HOY! Un regalo poderoso.

“Bienvenidas todas las experiencias que los telares de destino puede tejer para ti …” Marco Aurelio.
Hoy, en lugar de resistir a la experiencia que nos toque vivir, intentemos aceptarla tal como es.
Hagamos el intento de esquivar la ira, la queja, el victimismo … Seguramente cualquier acción que tomemos en consecuencia será más efectiva.
Si nos esforzamos un poco podemos ver que existe una belleza y una vitalidad en cada momento. Y que podemos crear un ambiente de paz interior en lo que estamos experimentando.
Piensa bien y saldrá bien!
D.O.

Fuente: www.eckharttolle.com.

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Protegido: ¿PORQUE ARGENTINA ES UN ESTADO Y UN PAÍS?

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EL INDIVIDUO Y EL ESTADO – TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS

Texto: Extracto “POLÍTICA PARA AMADOR” – Fernando Savater. Capítulo quinto

Las antiguas estructuras sociales limitaban bastante las iniciativas individuales, pero en cambio gozaban de la solidez unánime de lo que no se pone en cuestión: todos somos UNO. En cambio, la modernización concede cada vez más importancia a lo que piensa, opina y reclama cada individuo, pero debilitando inevitablemente la unanimidad comunitaria: cada cual sigue siendo UNO dentro del todo.

El individuo (o sea, cada ser humano concreto, único, irrepetible, distinto a sus vecinos) con su voluntad, su apoyo, sus decisiones, etc., es el fundamento último de la legitimidad del Estado; y el Estado sin duda se apoya y se justifica invocando los acuerdos entre los individuos, pero a la vez procura defenderse de la excesiva variabilidad de los caprichos de éstos y pretende mantener su forma contra las revocaciones constantes de lo establecido.

Cuando predomina excesivamente el individuo, la armonía del conjunto social puede romperse, nadie se preocupa de sostener lo que debe ser común a todos, los individuos mejor dotados se aprovechan de los más débiles y no reconocen ninguna obligación de solidaridad hacia ellos, cada cual se siente solo, acosado por la ferocidad y la codicia de los demás, sin una instancia comunitaria a la que exponer sus quejas y de la que recabar protección.

Pero cuando es el Estado el que se hincha demasiado, los individuos pierden su iniciativa y la capacidad de sentirse responsables de sus propias vidas, las discrepancias de los que actúan o piensan de forma diferente a los demás no son toleradas, la burocracia gubernamental se empeña en decidir hasta los más pequeños detalles del trabajo, el comercio, la salud, el arte, las creencias, las diversiones, etc., y siempre hay una autoridad que sabe lo que es bueno para cada uno mejor que él mismo.

Desde luego, por uno y otro lado estos excesos pueden ser nefastos.

Los individuos tenemos dos maneras de formar parte de los grupos sociales, que suelen darse por separado pero a veces se dan juntas. Podemos pertenecer al grupo y podemos participar en él.

La pertenencia al grupo se caracteriza por una entrega del individuo incondicional (o casi) a la colectividad, identificándose con sus valores sin cuestionarlos, aceptando que se le defina por tal adhesión: en una palabra, formando parte irremediablemente, para bien o para mal, de ese conjunto.

La participación, en cambio, es algo mucho más deliberado y voluntario: el individuo participa en un grupo porque quiere y mientras quiere, no se siente obligado a la lealtad y conserva la suficiente distancia crítica como para decidir si le conviene o no seguir en ese colectivo.

En la pertenencia a un grupo lo que cuenta es SER del grupo, sentirse arropado e identificado con él; en la participación lo importante son los objetivos que pretendemos lograr por medio de la incorporación al grupo: si no los conseguimos, lo dejamos.

Todos los individuos tenemos necesidad de sentir que pertenecemos a algo, que somos incondicionales de algo, sea una corporación muy importante o algo trivial. Eso nos da seguridad, nos estabiliza, nos define ante nosotros mismos, nos brinda alguna referencia firme en la que confiar, aunque tal pertenencia a menudo nos haga sufrir o nos imponga sacrificios.

Pero también es importante para el individuo sentirse participando voluntaria y críticamente en diversos colectivos: de ese modo conserva su propia personalidad y no deja que el conjunto se la imponga, elige sus fines, se siente capaz de transformarse y de rebelarse contra las fatalidades, comprende que a veces es mejor «traicionar» a los otros que seguir a los otros ciegamente y «traicionarse» a sí mismo.

Siendo imprescindibles por tanto ciertas pertenencias como ciertas participaciones, hay que reconocer que cada uno de estos dos estilos de integrarse en los grupos presenta sus problemas. Los abusos de la pertenencia desembocan en el fanatismo y la exclusión, los de la participación mal entendida llevan al desinterés y a la insolidaridad.

Lo malo de la pertenencia incondicional a una comunidad es que el afán de sentirse unido a los demás haga aparecer como «naturales» los vínculos políticos que nos unen a los otros. En los países modernos por ejemplo se suele creer que sus fronteras, su forma de vida, sus prejuicios y sus instituciones son algo casi «sagrado».

Lo malo de la pertenencia fanática a una comunidad sin más argumento que la de ser «la nuestra», que «los de aquí somos así», es que se olvida que se puede SER HUMANO de muchas maneras y no encerrarse obstinadamente en «lo que siempre ha sido así» y en lo que nuestro grupo consideró como «perfecto y natural» hasta ayer. La gracia no está en emperrarnos en ser lo que somos sino en ser capaces, gracias a nuestros propios esfuerzos y a los de los demás, de llegar a mejorar lo que somos.

A fin de cuentas, lo que importa no es nuestra pertenencia a tal nación, tal cultura, tal contexto social o ideológico, sino nuestra pertenencia a la especie humana, que compartimos necesariamente con los hombres de todas las naciones, culturas y estratos sociales.

De ahí proviene la idea de unos derechos humanos, una serie de reglas universales para tratarnos los hombres unos a otros, cualquiera que sea nuestra posición histórica accidental. Los derechos humanos son una apuesta por lo que los hombres tenemos de fundamental en común, por mucho que sea lo que casualmente nos separa. Defender los derechos humanos universales supone admitir que los hombres nos reconocemos derechos iguales entre nosotros, a pesar de las diferencias entre los grupos a los que pertenecemos: supone admitir, por tanto, que es más importante ser individuo humano que pertenecer a tal o cual raza, nación o cultura. De ahí que sólo los individuos humanos puedan ser sujetos de tales derechos.

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Protegido: CONCEPTOS Y DEFINICIONES SOBRE EL TRABAJO

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El “Elemento” es donde tus aptitudes naturales satisfacen tus pasiones personales.

“Escoge un trabajo que te gusta, y nunca tendrás que trabajar un día en tu vida.” Confucio.

¿Estás en tu elemento? El elemento es donde sus aptitudes naturales satisfacen sus pasiones personales. Es el punto en el que el talento natural, se une con la pasión personal. Podrías estar jugando la guitarra, el baloncesto, cocinando, enseñando, trabajando con la tecnología o con los animales – cualquier cosa para la que tienes una sensación natural. Y sentirte feliz con ello.

Cuando las personas llegan o consiguen su Elemento, se sienten más sí mismos, más inspirados y alcanzan sus niveles más altos de gestión. Las personas que tienen éxito, y que no pueden imaginarse haciendo otra cosa que la que hacen, reconocieron en algún momento sus talentos y se ganan la vida haciendo aquello que les apasiona. Alcanzan el éxito y la satisfacción personal por lo que hacen. Descubrieron aquello que de forma natural les sienta bien y les entusiasma hacerlo.

Por ello encontrar tu Elemento es esencial. Ello te conducirá a una vida llena de pasión, de confianza en ti mismo y a la realización personal.

Puede ser que actualmente estés frustrado porque no sabes cuáles son sus talentos y pasiones reales. Que estés preguntándote qué carrera seguir y por qué. O tratando de decidir si ir a la universidad o hacer alguna otra cosa en su lugar. Pero lo cierto es que tu Elemento esta para ser descubierto por ti. Y si bien un paso esencial en la búsqueda de tu Elemento es entender tus propias aptitudes innatas. Conseguir estar en tu Elemento es más que hacer las cosas para las que eres bueno. Es también amar lo que haces. Por ello la búsqueda de tu elemento es un camino de dos vías: un viaje a tu interior para explorar el mundo dentro de ti; y un viaje de ida a tu exterior para explorar el mundo que te rodea. Y sólo tu sabrás si has llegado o si necesitas seguir adelante con el próximo horizonte.

Ahora bien, reflexionemos sobre una secuencia que puede ayudarte a saber qué buscar en tu viaje hacia tu Elemento. La secuencia es: Lo entiendo, Me encanta, Lo quiero, ¿Dónde está?.

“Lo entiendo” (El Talento): Es observar y descubrir la facilidad natural que tienes para  hacer una cosa. Es una percepción intuitiva o una comprensión de lo qué es una cosa, de como funciona y de como utilizarla.

“Me encanta” (La Pasión): No es solo una cuestión de capacidad natural. Hay personas que por naturaleza son buenas para algo pero que no sienten que ese algo sea la vocación de sus vidas. Entonces, se necesitará algo más que hacer algo bien y fácil: necesitas ¡Apasionarte!. Encontrar gran deleite y placer en lo que haces. Entonces, debes estar atento además de aquello que haces bien sin mucho esfuerzo, a aquello que además te apasiona hacerlo.

“Lo quiero” (La Actitud): A menudo las personas que aman lo que hacen se describen a sí mismas como afortunadas.  Y las que no logran el éxito consideran no que han tenido mas suerte. En realidad lo aleatorio y accidental tiene su parte en la vida de todo el mundo. Pero tener suerte o no depende de algo mas que la mera casualidad. Tener suerte es “Preparación más Oportunidad”. Por ello con frecuencia las personas que triunfan comparten actitudes de compromiso con la tarea, de preparación, de perseverancia, de confianza en sí mismos, y son optimistas.

“¿Dónde está?” (La Oportunidad): Si no se dan las oportunidades adecuadas es posible que nunca llegues a saber cuales son tus aptitudes o hasta donde podrían llevarte. Las aptitudes no llegan hacerse patentes a menos que tengamos la oportunidad de utilizarlas. Entonces depende también de las oportunidades que tengas, de las que puedas crear, de si las aprovechas y de cómo lo haces. No pierdas de vista que la forma de percibir nuestras circunstancias, así como la de crear y aceptar las oportunidades depende, en gran medida, de lo que esperas de ti mismo .¿Que esperas para ti?

Fuente: http://sirkenrobinson.com/?p=797
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