“Muchas personas que conviven con la violencia casi a diario la asumen como consustancial a la condición humana, pero no es así. Es posible prevenirla, así como reorientar por completo las culturas en las que impera. Debemos ser, pues, incansables en nuestros esfuerzos para hacer frente a las raíces de la violencia y transformar de esta manera el legado de violencia que nos tocó vivir en una experiencia aleccionadora” [i]
Como docente secundario observo en el ámbito escolar, y con frecuencia, conductas que realmente son conductas violentas aunque parecieran que no lo son. Se repiten “cargadas”, “bromas”, “chistes”, y “juegos” entre los niños que realmente son actos de violencia .
Por supuesto que la gran mayoría de los alumnos no se manifiesta violentamente. En realidad la situación violenta incluye una minoría de agresores quienes buscan el soporte de un grupo de compañeros para manifestar sus agresiones.
En tales grupos, además de los agresores, están por supuesto las víctimas, quienes acostumbran a encontrarse aislados de los demás. Pero también se encuentran los demás compañeros que observan sin intervenir, pero que acostumbran a añadirse a las agresiones, muchas veces, por miedo a sufrir las mismas consecuencias si toman partido por la víctima.
Cierto es que todos los alumnos de la escuela secundaria o media, transitan una etapa en la que cobra especial importancia la vida en sociedad, en el que buscan un lugar propio en el grupo. Y al mismo experimentan una flexibilización de las reglas a las que les restan importancia, considerándolas como meras regulaciones de la convivencia aportadas por las autoridades.
En esta etapa, todos los niños (en los que incluyo a todo menor de 18 años), poseen un urgente anhelo de ser importantes, tener preeminencia en su grupo, ser reconocidos como personas valiosas, sentirse independientes, y liberarse de restricciones que los aten. En definitiva lo que buscan desesperadamente es estar seguros.
Los niños violentos manifiestan todo ésto en un grado extremo. Ellos “necesitan” alcanzar un status de adulto y dejar atrás las características de la “insegura” infancia rápidamente. Por lo que creen que mantener conductas abusivas para con sus pares los acerca a ese ideal de seguridad. Pero en concreto manifiestan la frustración ante la realidad de que aún están muy lejos de ser lo que aspiran. Frustración que los mantiene en constante conflicto, tensión y disgusto.
Por ello, sin perjuicio del tratamiento que cada caso en particular merecerá de parte de las instituciones educativas y principalmente de sus familias, anhelo que quienes interactuamos con los niños, podamos aprovechar esta etapa de su desarrollo para ayudarlos a todos en esta situación.
No hay duda de que en esta etapa es donde se forman los Valores que no se adquirieron en la niñez, y se corrigen los que se adquirieron de una manera definitiva.
Razón por la cual, es el momento para dejar de minimizar estas conductas violentas cotidianas, reparar en ellas, señalarlas, tratarlas. Definitivamente actuar en consecuencia, mientras éstas conductas sólo “hablan” de una violencia que sus autores ni siquiera se pueden imaginar hasta que nivel realmente puede existir y ser parte de sus vidas
Atendamos a sus bromas, y juegos, porque tales conductas podrían no ser en poco tiempo, ni lo uno, ni lo otro.
Daniel Olguin.