Yo tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá de pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”…
Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter… Yo tengo un sueño hoy.*
“I Have a Dream” son cuatro palabras que han tenido un eco profundo en la humanidad, y hoy cumplen 50 años. El miércoles 28 de agosto de 1963, ante cientos de miles de personas que se congregaron en el monumento a Abraham Lincoln en Washington, fueron pronunciadas por el reverendo Martin Luther King en su histórico discurso.
Y a 50 años de la expresión del sueño de este icono de la historia de la humanidad, vemos que el sueño se ha hecho realidad, no porque King lo haya podido llevar a cabo, dado que fue asesinado en 1968 a los 39 años de edad. Sino porque su espíritu llevó a millones de seres humanos a decidir dar un “Buen Combate” por sus ideales. Por la libertad e igualdad del hombre.
No renunciemos a nuestros sueños! estemos dispuestos a dar un “Buen Combate” por ellos.
Un “Buen Combate” es aquel que siempre vale la pena entablar por nuestros sueños. Sin embargo nos cuesta combatir por nuestros sueños, a pesar de las terribles consecuencias de no hacerlo
Es en la juventud cuando los sueños explotan dentro nuestro con todo su vigor. Pero a pesar de que tenemos mucho coraje, todavía no estamos preparados y listos a luchar. Luego, con los años y después de mucha dedicación, aprendemos a luchar pero ya no tenemos el mismo coraje para combatir. Por eso es frecuente escuchar a algunos adultos diciendo y diciéndose a sí mismos que sus sueños eran infantiles o juveniles, difíciles de realizar o fruto de la ignorancia de las realidades de la vida. Pero en realidad, si no estamos atentos, no luchamos por nuestros sueños. Por desconocimiento de cómo hacerlo en principio, y por temor luego.
Siempre hay síntomas que atender de que podríamos estar matando nuestros sueños, como por ejemplo la falta de tiempo. Pero en realidad, las personas más ocupadas en la vida generalmente siempre tienen tiempo para todo. Mientras que las que nada hacen están siempre cansadas, no consiguen realizar el poco trabajo que tienen y se quejan constantemente de que el día es demasiado corto; en verdad, tienen temor de enfrentarse en un “Buen Combate” por lo que sueñan. O nuestras certezas. Porque no queremos considerar la vida como una gran aventura para ser vivida, pasamos a juzgarnos sabios, justos, correctos en lo poco que pedimos de la existencia. Miramos más allá de las murallas y escuchamos el ruido de las lanzas que se rompen, el olor de sudor y de pólvora, las grandes caídas y las miradas sedientas de conquistas de los guerreros. Pero nunca notamos la alegría, la inmensa alegría que está en el corazón del que está luchando. A ellos no les importan ni la victoria ni la derrota, importa sólo participar del “Buen Combate”.
O también nuestra paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Creemos entonces que ya estamos maduros; abandonamos las fantasías de la infancia y conseguimos realizarnos personal y profesionalmente. Y nos sorprendemos cuando alguien de nuestra edad dice que quiere todavía esto o aquello de la vida. Pero en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños, a entablar el “Buen Combate”.
Cuando renunciamos a nuestro sueños, y los dejamos morir, los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros e infectan todo el ambiente en el que vivimos. Empezamos a ser crueles con los que nos rodean y finalmente pasamos a dirigir esta crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate – la decepción y la derrota – pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y llega un bello día en que los sueños muertos y podridos vuelven el aire tan difícil de respirar que pasamos a desear la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo.
Demos siempre un “Buen Combate” por nuestros sueños. Vale la pena por supuesto.
Piensa bien y saldrá bien!
D.O.