Movernos a una velocidad que permita observar la mejor parte del camino que recorremos…

Está relacionado con despojarnos de las creencias que gobiernan nuestra existencia; que impulsan nuestras emociones y por lo tanto, nuestras decisiones. En este caso, especialmente intentar dejar de lado las creencias sobre nuestro porvenir.

Ser optimista, por ejemplo, nos obliga a creer que nos encaminanos hacia todo lo bueno que nos está esperando irremediablemente. Y por eso no vemos la necesidad de disminuir la velocidad a la que nos dirigimos hacia ese objetivo deseado.

Ser pesimista nos induce a lo mismo. Claro que en este caso creemos que aquello que nos esta esperando es tan malo a lo que pensamos o peor. Lo concreto en este caso, es que tampoco habremos de detenernos o disminuir nuestro paso hacia ese objetivo ya señalado que nos espera, también irremediablemente.

Tal vez, la clave sea ser esperanzado. Situándonos en la esperanza de “hacer” lo necesario para encontrar el bienestar. Accionado, insistiendo, perseverando y corriendo riesgos al enfrentar lo que nos acosa y buscamos superar.

Claro que podemos equivocarnos en lo que hacemos en la esperanza de estar haciendo lo necesario. Pero, como no consideramos estar signados por porvenir alguno, siempre podemos volver a intentar y hasta hacer otra cosa distinta.

Ayuda, necesariamente, dejar de creer también en que no se puede cambiar de opinión y menos de dirección. Es más. No deberíamos aceptar que sea imposible cambiar una conducta que nos perjudica por otra que nos beneficie.

De esta manera, “haciendo” con esperanza, dando nada por sentado, por determinado, podemos mantenernos en un movimiento mas lento. A una velocidad que nos permite observar el camino que recorremos. Sin perdernos su mejor parte, la de cada momento, aquí y ahora.

Y mientras tanto -todo sucede mientras tanto- podemos también ir aprendiendo algo nuevo. Algo, que de ir a mayor velocidad, seguramente se nos hubiese pasado por alto.

DO.

Piensa bien y saldrá bien!

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UN METODO: TRABAJAR, ESTUDIAR, PRACTICAR…AMAR.

II. EL METODO: TRABAJAR, ESTUDIAR, PRACTICAR…AMAR.

Una coincidencia importante -en realidad todas los son si sabemos observarlas, porque siempre indican o conectan algo que puede sernos útil- fue encontrarme con un libro del libro del Dr. Julio Decaro*, médico uruguayo y docente especialista en métodos alternativos de resolución de conflictos.

En esa obra leí un cuento breve, cuyo protagonista era “Nasrudín”, personaje mítico de la tradición popular sufí, una especie de antihéroe, cuyas historias servían para ilustrar o introducir enseñanzas.

“Una delegación concurrió a casa de Nasrudín a pedirle que diera una charla a la gente del pueblo.
– ¿De qué quieren que les hable?, peguntó Nasrudin.
– Bueno, eso no tiene importancia, dijeron los delegados. Lo que queremos es que nos diga algunas palabras de sabiduría.
– Muy bien, contestó Nasrudin, por favor reúnan a la gente el viernes por la tarde en la plaza que voy a hablarles.
El viernes una multitud se agolpaba en la plaza y cuando Nasrudin apareció, un tremendo silencio comenzó a recorrerla.
–Tengo unas palabras de sabiduría para decirles, comenzó Nasrudín, y en aquel momento el silencio se hizo sepulcral.
–¿Querrían saber, ¿cómo se hace para ganar dinero sin trabajar, tener conocimientos sin estudiar y habilidad en algo sin practicar?
La gente comenzó a mirarse, primero sorprendida, después entusiasmada y luego empezó a decir cada vez más alto: Si, Si. ¡Por supuesto que queremos!
-Bueno contesto Nasrudín, Si alguna vez llego a saber cómo se hace, vengan hasta aquí y se los digo.”

Me identifiqué de inmediato con lo que estaba leyendo. Porque no conozco un método diferente. No encuentro otra forma de actuar que esté muy alejada de trabajar, estudiar y practicar, amando hacerlo. Visto de otro modo, no encuentro otra forma que no sea “poner manos a la obra”.

“Me siento frustrado”. “Me veo incapaz de salir adelante”. “¿Será que no tengo lo que hay que tener?”. “No puedo cambiar las cosas”. “Me siento vacío”. “Me falta algo”. “Estoy angustiado”. “Tengo miedo”. “No sé qué voy a hacer con mi vida”. “Me siento solo”. “Estoy muy estresado”. “Me aburro y me limito a cumplir”. “No tengo tiempo ni recursos para hacerlo todo”. “Los demás no me comprenden”, “no escuchan”. Son algunas de las voces de muchas personas que no encuentran un camino en el que se sienta bien, y se angustian por no saben con claridad hacia dónde se dirigen ni cuáles son sus principales prioridades. Se sienten estancados. Sobre todo, no creen que puedan cambiar mucho las cosas. Son algunas de las voces que, por supuesto también me rondaron más de una vez.

Ante un panorama así, siempre me sugerí entran en acción -sí, tal cual, nunca consideré inocuo el conversar con uno mismo-. Y poner manos a la obra, en mi caso siempre comienza tomando un papel y un lápiz y observándome a mí mismo, mirándome.

Entonces comienzo delineando cuatro columnas con los siguientes encabezados: Talentos, Pasiones, Necesidades, y Conciencia.

En la columna “Talentos” escribo aquellas cosas que hago bien y me sale fácil o casi sin esfuerzo realizarlas, aún aquellas que, si bien no las hago habitualmente, sé desde siempre, que me es fácil hacerlas. En la columna “Pasiones” ubico aquellas cosas que me encanta hacer más allá de si me es fácil o difícil realizarlas, me llenan de energía realizarlas, me motivan, o que frecuentemente me encuentro realizando por mucho tiempo, y no se bien porqué. En la columna de Necesidades expongo lo que creo necesito, y hasta las que estimo necesita mi entorno.

Finalmente, en la columna de la Conciencia, que es la vocecita interior y gobernadora de las emociones que me impulsan, marco o señalo cada una de las anotaciones que hice en las columnas anteriores, como positivas, como que merecen ser pensadas un poco más, o como negativas.

Concretamente, ante la confusión, pasar a la acción permitirá observar lo que surge, como indicios que pueden estar señalándonos alguna dirección hacia la que debamos dirigirnos. Pero, además, estaremos dedicándome a una actividad que puede llegar a aprovechar nuestros talentos, alimente nuestra pasión, y que servirá a nuestras necesidades propias y hasta las de los demás.

En definitiva, se tratará de trabajar, estudiar, practicar amándolo, mientras “Nasrudín” averigüe cómo se hace para ganar dinero sin trabajar, tener conocimientos sin estudiar y habilidad en algo sin practicar, y vengan y nos lo diga.

*”La cara humana de la negociación” Ed. McGrawHill, 2000.

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Feliz navidad!

Navidad significa nacimiento, y la cristiandad conmemora el nacimiento de Jesús. Pero, la Navidad también refiere al nacimiento de nuestro Cristo interno. Porque es a través de nosotros que la Navidad se manifiesta. La Navidad eres tu, soy yo, somos todos los que llevamos a la práctica nuestros pensamientos positivos y mantenemos una férrea disposición hacia estados superiores de Bien, Alegría, Honestidad y Perdón.

Feliz Navidad!

Piensa bien y saldrá bien!

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¿Que es la felicidad?*

Supongo que la felicidad esta relacionada directamente con llegar a vivir la vida en la armonía de sus circunstancias. 

Eso no quiere decir vivir flotando en el desorden o el caos. Uno en realiad hace lo que hace porque quiere hacerlo, y si no resulta, hace otra cosa.

La felicidad no es estar en el jolgorio. Ni en que todas las cosas que uno hace le resulten bien. No es cierto eso. La mayor parte de las cosas que uno hace anda más o menos. Algunas resultan bien y otras mal. La infelicidad es el apego a que todo resulten bien.

Como la mayor parte de las cosas que uno hace no resultan tan bien, cuando resultan bien uno se entusiasma, se ciega en la celebración y no ve los errores que comienzan a cometer. Así, uno anda por la vida de salto en salto, de la angustia a la felicidad y viceversa. Yo no ando así, por lo menos. Yo soy alegre justamente por eso.

*  Humberto Maturana, uno de los pensadores mas valiosos de la actualidad. Estudió Medicina en la Universidad de Chile y luego se trasladó al University College London para estudiar anatomía y neurofisiología. En 1958 obtuvo el Doctorado en Biología de la Universidad de Harvard. Y en el año 1994 recibió el Premio Nacional de Ciencias en Chile. En el año 2000 co-fundó el Instituto de Formación Matríztica (después llamado Escuela Matríztica de Santiago) para dar formación en el entendimiento de la matriz biológica-cultural del habitar humano.
Texto extraido de la recopilación realizada por el Ing. Ignacio Bossi. “Siete entrevistas a Humberto Maturana” http://ideaction.com.ar/
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Intentar actuar responsablemente.

La evasión de cualquier obligación que no sea con nosotros mismos, parece ser un síntoma habitual de nuestra  forma actual de relacionarnos. ¡Me debo esto!, ¡me merezco esto otro!, ¿y yo?… ¿cuando voy a ser feliz?… ¿cuando voy a pensar en mi?, son algunas de las expresiones mas escuchadas.

Si bien, en cada ser humano existe el anhelo de alcanzar la felicidad, cada vez, con menor frecuencia, se observa que nos detenemos a reflexionar en qué medida dicha búsqueda personal podría dañar a un tercero inocente. Aún si éstos son cercanos, queridos, o por quienes debemos responsabilizarnos como adultos. Por ejemplo, nuestros hijos.

Según Ivan Klima*, entre el derecho a la felicidad personal y el egoísmo irresponsable hay una frontera, muchas veces difícil de reconocer, pero que se viola desde el momento en que nos consideramos liberados  de nuestra responsabilidad por las consecuencias de lo que hacemos, considerándonos neutrales e indiferentes ante el dolor y el daño que producimos. 

Lo cierto es que -si verdaderamente queremos-, siempre estaremos a tiempo de reflexionar sobre nuestros pasos a seguir y, en definitiva, de resguardar a los demás, de nuestras decisiones personales que puedan dañarlos. O para, en su caso, responder adecuadamente por los daños causados, por ejemplo… comenzando pidiendo disculpas.

Nos estaremos equivocando, además de mintiendo, si creemos que un verdadero estado de bien-estar o felicidad personal se puede lograr infligiendo un daño.

Piensa bien y saldrá bien!

DO.

 

*Ivan Klíma (Praga, 1931). Narrador y profesor de filología, en su obra “Between Security and Insecutity”, Thames and Hudson, 1999, págs. 60-62.
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El el abuso del alcohol y el uso de drogas por parte de los hijos y la falta del deseo de EJERCER de los padres como tales.

Ante  la tendencia de nuestros hijos a utilizar drogas, la prevención es la actitud y acción más efectiva que podemos tomar como adultos responsables y como padres. Y el trabajo y dedicación constante a fin de que nuestros hijos desarrollen los hábitos que necesitan para hacer frente a la situación, son nuestras herramientas en tal sentido, ademas de constituir una ineludible obligación para con ellos, si realmente queremos ejercer de padres. Hacer de padres que significa mucho más que serlo. Nuestros actos, momento a momento van construyendo esa figura.

Muchos jóvenes abusan del alcohol y consumen drogas, quizás tentados por la eufioria y la evasión que éstas sustancias parecen ofrecerles. Tal vez creyendo que les ayudará a pensar mejor, a ser más populares, a encajar en un grupo, a mantenerse más activos o hasta ser mejores atletas. También porque creen que las drogas les ayudarán a escapar de sus problemas. Y asimismo también, simplemente porque sienten curiosidad y creen que probarlas no les hará daño. Pero la verdad es que las drogas no solucionan los problemas. Simplemente ocultan los sentimientos y los problemas. Y cuando desaparecen sus efectos, permanecen los sentimientos y los problemas que generalmente empeoran. En concreto, el abuso del alcohol y el uso de drogas arruina todos los aspectos de la vida de una persona.

Entonces, y atento a las causas por las cuales un jóven accede a entrar y seguir el camino de las adicciones, el hacer de padres debe apuntar a animar a los niños a que adopten y reiteren comportamientos que conduzcan al desarrollo de fortaleza interna, ayudándoles a descubrir sus habilidades y dones naturales, estimándose a sí mismo por lo que ya son sin la ayuda de nada externo. A que se acostumbren a tomar decisiones desarrollando así un mayor sentido de responsabilidad, aprendiendo a elegir prudentemente acerca de muchas cosas simples y cotidianas. Y ue entrenen la  capacidad de ejercer la libertad, eligiendo lo que mas les conviene, para el momento de tener que elegir bien ante la oferta de medio en el que actúan y la presion de sus pares de experimentar  situaciones que les quiten libertad. Porque se eso se trata concretamente; toda adicción resta libertad.

El hacer de padres debe tender además, a que aprendan a bastarse a sí mismos. A satisfacer por sí mismos su propia curiosidad actuando cada vez con mayor con independencia. Y que se acostumbren a establecer metas simples y razonables, y esforzarse por alcanzarlas, reconociendo la satisfacción personal del logro y evitando además el aburrimiento. Los jóvenes con estos hábitos incorporados son muchísimo menos proclives al uso de drogas y de cualquier cosa que límite su propia libertad.

Ahora bien, trabajar con nuestros hijos en el desarrollo de estos hábitos incluye fundamentalmente ejercer el compromiso de hacer de padres.  Por lo tanto debemos enseñar con el propio ejemplo. Mantener conversaciones habituales con nuestros hijos sobre el tema, respetándolos como individuos legítimos para opinar. Y asumir una posición clara y firme sobre el uso del alcohol y de las drogas.

Por lo tanto debemos desterrar las conductas que impliquen, nuestra ausencia física y emocional respecto de nuestros hijos y sus problemas, la inobservancia a las  normas y límites poco claros, y la predica que no practicamos nosotros mismos.

Claro, si realmente deseamos ejercer de padres. Tal vez el mayor privilegio que posee un ser humano…si quiere.

Piensa bien y saldrá bien.

DO.

Fuente: http://www.portalplanetasedna.com.ar/drogas.htm

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Una buena convivencia esta relacionada con reconocer cuando erramos y cuando mentimos.

La mentira hace referencia a situaciones en las cuales decimos algo en circunstancia de que sabemos, en el momento en que lo decimos, que lo que estamos diciendo no es válido. Que es mentira.

O sea que, cuando digo “Te Mentí”, quiere decir que en el momento en que te dije lo que te dije, podía afirmar que no era válido, aunque yo decía que era válido. La mentira ocurre en el momento en que ocurre. Miento cuando miento.

El error es diferente. El error ocurre después del momento en que dije lo que dije. Porque pensaba, en aquél momento -cuando lo dije- que era válido, pero me doy cuenta luego, por tales o cuales circunstancias, que no, que en realidad me había equivocado.

Por ello, cuando digo “Discúlpame, me equivoqué, cometí un error”, quiere decir que viví la experiencia que viví como válida en el momento de vivirla, y es solamente después, en relación con otra experiencia, es que pude calificarla como un error.

Tener presente esta diferencia es importante también por las consecuencias que produce.

Porque cuando me disculpo por un error, lo que pido es que se me reconozca mi honestidad, porque fui honesto al actuar como actué. No sabía que estaba equivocado. Y si bien la disculpa del error no deshace lo que hice o dije, me permite aprender de todo ello.

En cambio, en la disculpa ante una mentira estoy haciendo otra cosa. Como la mentira es una afirmación hecha en el intento de manipular a otro, al pedir disculpas estoy reconociendo mi deshonestidad, y en el mejor de los casos, prometo no mentir más.*

Esto es vital para una buena convivencia, porque la falta de confianza se nos genera cuando quien creemos que no debería fallarnos nos falla. Más aun, cuando aquél en quien confiamos una vez porque aceptó no volver a mentirnos y le creímos, lo hace nuevamente.

Entonces corremos el peligro de que al final, no sólo lleguemos a perder la posibilidad de reconocer la diferencia entre mentira y error. De aprender de los errores. De generar confianza reconociendo deshonestidad y comprometiéndonos con ser honestos. Sino que, peor aún, lleguemos a confiar en nadie ni nada. Con lo terrible que ello puede ser para cualquier persona y para cualquier sociedad.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

*Dr. H. Maturana. www.matriztica.org/

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Planificar soltando las expectativas sobre un resultado determinado y con atención a lo que hacemos.

“La vida es aquello que nos va sucediendo mientras nos empeñamos en realizar nuestros planes” John Lennon

La vida es un proceso de haceres, que vamos haciendo continuamente. Y la hacemos mientras nos empeñamos en la realización de lo que planificamos. Lo que impide prestar atención al cómo estamos haciendo nuestra vida. Al cómo hacemos lo que estamos haciendo.

Nos confundimos creyendo que estamos viviendo responsablemente al ocuparnos en realizar aquello que hemos planificado, intentando cumplir con nuestras expectativas y a veces hasta las ajenas. Y nos angustiamos cuando no lo logramos, porque hemos atado nuestra expectativa de felicidad al cumplimiento del resultado planificado.

Planificar es diseñar de los pasos a seguir para asegurarse de que un cierto proceso sea efectivo en la generación de un resultado deseado. Sin embargo, las planificaciones nunca resultan si uno se apega a ellas, porque el acto mismo de intentar asegurar el suceder de una planificación ocurre en un ámbito diferente, en que ésta se propuso, lo que inevitablemente altera su dirección, y lleva a un resultado diferente del deseado.

O sea, planificamos ahora, para lograr un resultado que sucederá después, cuando aquél “ahora” ya ha dejado de existir, y fue reemplazado por uno nuevo, distinto.

La clave está en la disposición a soltar esa creencia de que la eficiencia y efectividad de la realización de una tarea o proceso dependen del apego a lo planeado. Esto es, en no sujetarse rígidamente a lo planificado, estando siempre dispuesto al hacer que se hace continuamente, sin expectativas, sin exigencias y sin supuestos.

Debemos asumir, que existimos en un suceder de continuo cambio. Y que dónde se quiere ir, es un camino que se define momento a momento.

Piensa bien y saldrá bien!

DO.

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De conocidos, compañeros y amigos.

“Que un amigo me conozca no solo significa que está al tanto de lo que le he contado de mí. Significa, ante todo, que frecuenta el laberinto en que consisto. Ninguno de mis prejuicios, ninguno de mis temores – fundados o no- , ninguna de mis pobrezas, escapan a su discernimiento. Sabe de mí, muchas veces, más que yo. Ve en mí lo que no veo. Lo que no alcanzo a ver. Y viceversa, por supuesto. Nos rige la reciprocidad de los que se saben complementarios. Somos, en este punto, ciegos que se ayudan uno al otro a atenuar la penumbra en que vivimos. Ciegos que no fundan su mutuo afecto en la idealización. No se tiene amigos si se los idealiza. Si admiro a los míos por sus logros, también los quiero por la forma en que se combaten a sí mismos. Precisamente porque son lúcidos saben que esa lucidez no basta. Que es siempre insuficiente. No lo olvidan ni me dejan olvidarlo.” *

Nuestra vida social está poblada de muchos conocidos. Ellos son fruto de nuestra sociabilidad y cortesía. El trato amable atenúa la desconfianza mutua propia del desconocimiento, y  multiplica los conocidos que  nos rodean, entre los que podemos hacer graduaciones o jerarquizaciones.  De hecho, tenemos  algunos conocidos que consideramos mejores que otros.

Asimismo, es a  través de un hacer en común, que  aparecen los compañeros. Es debido a realizar algo juntos que conseguimos compañeros, y atento a la solidaridad que expongamos en esa tarea en común, es que los multiplicamos. También, entre muchos de ellos, seguramente, a alguno los jerarquizarlos como unos  mejores que otros.

En cambio, no solo no tenemos muchos amigos, sino que  entre ellos, no se admiten graduaciones.

En la amistad, lo que nos une es la intimidad, lo que, desde un principio, no es compatible con un gran número de integrantes. Además, un amigo no puede ser mejor que otro precisamente porque en la amistad no se concibe una entrega parcial de intimidad.

FEIZ DIA DEL AMIGO!

Piensa bien y saldrá bien!

DO.

*Fuente: Santiago Kovadloff. “El corazón de mis amigos es mi casa”. 1/04/2018. https://www.lanacion.com.ar/2121232-el-corazon-de-mis-amigos-es-mi-casa
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¿Crees que soy valiente?…

¿Crees que soy valiente? Tal vez lo soy. Pero es porque tengo buenos maestros que me inspiran. Observar a mis hijos vivir sus vidas; verlos cómo lidian con distintas situaciones angustiantes y dolorosas para ellos; y, llegado el caso, ver cómo soportan la adversidad; me ayuda a valorizar adecuadamente el significado de valor personal, valentía, coraje, manejo del miedo, o como se llame a lidiar con el dolor y la desesperación. Sí. Tengo los mejores maestros.

Feliz día del Padre.

¡Piensa bien, y saldrá bien!

DO.

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