Relaciones de trabajo autónomo con cierta dependencia o “Parasubordinado” en el Teletrabajo, una propuesta de superación a la dicotomía entre trabajo dependiente y trabajo autónomo.

«El fenómeno de la pobreza trabajadora es, en parte, consecuencia de la propia evolución de la normativa laboral, y en parte, reflejo de un fracaso del Derecho del Trabajo y una constatación de su bajo nivel de eficacia y efectividad»  (Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, como se citó en Bini, 2017).

Sobre la base de la reflexión crítica sobre la efectiva aplicación de la modalidad laboral del Teletrabajo en Argentina conforme la normativa vigente, entiendo se abre la posibilidad de que el Teletrabajo sea generador de trabajo conocido como Trabajo Autónomo Económicamente Dependiente o Trabajo Parasubordinado (según se lo conoce en el Derecho del Trabajo Italiano).

La  modalidad de trabajo de Teletrabajo, según las particularidades de este tipo de prestación de trabajo, indica  la posibilidad de la creación de relaciones de trabajo autónomo con cierta dependencia que sea sólo económicamente dependiente de un cliente. Superándose efectivamente la dicotomía entre trabajo dependiente protegido y trabajo autónomo desregularizado del amparo del Derecho del Trabajo.

Se debe considerar la exclusión definitiva -cada vez mayor-  del mercado de trabajo de aquellos trabajadores “genéricos” sin capacidad de reprogramarse o actualizarse según lo exigen los cambios de los nuevos procesos de producción. Además, de observarse, que la realidad de la falta de trabajo en general por razones de raíz económica y política demuestran la necesidad imperiosa de crear la posibilidad de nuevos puestos de trabajo, sea este dependiente, autónomo, o con una autonomía con cierta dependencia, como lo es trabajo autónomo con dependencia solo económica respecto de un cliente.

Se debe observar:

Que el carácter de alta especialización de muchos de los posibles Teletrabajadores, en principio únicamente dependientes de un empleador, puede derivar en un trabajador autónomo solamente dependiente económicamente de un cliente.

Que se encuentra en crisis la relación de dependencia según su interpretación actual, no en tanto  vital instituto contra el fraude por el que se pretende encubrir o desplazar una norma laboral protectoria aplicable a una situación real de trabajo dependiente, sino la falta de tutela sobre trabajadores  actuales y reales que no son totalmente dependientes.

Que los paradigmas y  abstracciones jurídicas están lejos de la situación fáctica real y que, por su inconsistencia no permiten avanzar en la recomposición de la situación dramática de la falta de trabajo.

Que las transformaciones que se gestan en la sociedad y el mundo laboral deben ser atendidas por el Derecho en general y el Derecho del Trabajo en particular, cuyos actores e institutos deben adaptarse a las nuevas mutaciones, prácticas y recursos. Adaptación que requerirá, necesariamente, la renovación de los marcos normativos, incluyendo el marco jurisprudencial, que ponga acento en la tutela también del trabajo autónomo solamente dependiente en forma económica para quien realiza trabajo.

Que es necesaria una transacción normativa en el Congreso de la Nación y la Decisión Judicial determinada por el efecto combinado de la interpretación cognoscitiva de la ley y de la actitud valorativa de la conciencia de los jueces, que trate la posibilidad de la tutela efectiva de trabajador que no son absolutamente dependientes.

Que la evaluación de las limitaciones actuales del Derecho del Trabajo pueden ser superadas a través del Integrativismo Tridimensionalista del mundo jurídico. O sea, por medio de la  observación y tratamiento del fenómeno jurídico conforme su totalidad integrada de tres elementos:  las conductas como comportamientos humanos; las normas como descripciones y captaciones lógicas de dichas conductas como realidad del fenómeno jurídico; y la valoración que se hace de ese fenómeno que la justicia toma como objeto.

Entiendo además que la propuesta reflexiva deberá partir de responder interrogantes como ¿Cómo se está haciendo lo que se está haciendo? ¿Existe verdadera disposición a actuar para corregir lo que sucede y no  conviene?. Y de buscar las respuestas soltando el apego a las certidumbres, y certezas de cualquier naturaleza que favorecieron la situación actual de falta de generación de nuevos  puestos de trabajo,  siempre intentado aceptar que somos nosotros quienes escogemos lo que hacemos y conservamos, y que a través de ello definimos el modo de vida que vivimos. (Maturana-Davila, 2021)

Piensa bien y saldrá bien.

D.O.

 

 

Referencias:
Bini, Stefano. 2017. Para-subordinación y autonomía. El derecho del trabajo italiano en transformación. En Temas laborales: Revista andaluza de trabajo y bienestar social, Nº 136. págs. 49-72.
 Maturana. Humberto – Dávila, Ximena. 2021. La revolución reflexiva. Editorial Planeta Chilena S.A.

 

 

 

 

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No se trata de malos políticos, sino de la mayor parte de una sociedad a la que esos políticos reflejan y son funcionales.

Gran parte de nuestra sociedad convive excluyendo al otro, al que invisibiliza o no respeta. De esta sociedad es de donde surgieron la mayoría de los políticos actuales.

Debemos tomar conciencia de ello. Pero además, de que las relaciones humanas que no se fundan en la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia, no son verdaderas relaciones sociales y no conforman una verdadera sociedad.

Las tendencias naturales de la psicología humana determinan que cuanto más a menudo la gente ve confirmados en la práctica un conjunto de suposiciones u opiniones, más creen que es ello lo que pensaron desde el principio. Y con el tiempo, se distancian de lo que en realidad pensaban anteriormente si es que esa gente tenía ideales y valores diferentes.

Muestra de ellos es que cada vez es menor el asombro honesto y real de la existencia de una grieta que nos separa y profundiza el sistema un sistema de convivencia excluyente en el que una mayoría se siente cómoda y que circunscribe, además, todos nuestros problemas actuales sólo al sector de los políticos, en funciones de gobierno o no, o de un gobierno determinado.

En consecuencia, quedan cada día mas más lejos las verdaderas  decisiones políticas -no las meras declaraciones en tiempos electorales- que impliquen intentar acuerdos de convivencia que articulen proyectos comunes acogiendo los distintos puntos de vista como parte fundamental de una vida en armonía y en democracia.

El problema está en la mayor parte de la ciudadanía no en los políticos que eligen. Pero, la solución también.

El intento de un convivir democrático comienza creando una convivencia no discriminadora en el mutuo respeto que surge como un proyecto común de generar conscientemente un convivir que nos permita ver y corregir las discriminaciones que hemos generado alejándonos de un proyecto común como sociedad.

Un proyecto común requiere ser conscientes de que todo lo que hacemos son siempre actos políticos con los que generamos los mundos que vivimos. En consecuencia hemos creado nuestra realidad actual y que cambiará si así lo deseamos -no sólo la declamemos-

Piensa bien, y saldrá bien!

D.O.

 

 

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Del Teletrabajador Subordinado al Teletrabajador Parasubordinado.

«El fenómeno de la pobreza trabajadora es, en parte, consecuencia de la propia evolución de la normativa laboral, y en parte, reflejo de un fracaso del Derecho del Trabajo y una constatación de su bajo nivel de eficacia y efectividad» (Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, como se citó en Bini, 2017).

Distingo como “Teletrabajador” a aquel trabajador que está vinculado con un empleador por medio un contrato de trabajo dependiente y subordinado. Que realiza su tarea en su domicilio o en lugares distintos al establecimiento o los establecimientos de su empleador, mediante la utilización de tecnologías de la información y comunicación. Que dicha tarea que es organizada por ese empleador y en su propio beneficio. Y que, su actividad se encuentra regulada en Argentina por ley específica (ley 27555, 2020) que introdujo en el Régimen de Contrato de Trabajo (Ley 20744, 1974) el artículo 102 bis relativo al contrato de teletrabajo.

El rasgo distintivo y fundamental de la relación laboral que mantiene el Teletrabajador con su empleador, aunque realice su trabajo en su domicilio, como todos los demás trabajadores en relación de dependencia, es la subordinación. Situación entendida como la sujeción plena y exclusiva del trabajador al poder directivo y de control del empleador, y de la que se desprende el poder de autoridad que tiene el empleador sobre el empleado durante la realización de las labores que deba cumplir (Barassi, 1901).

Por otro lado, identifico como “Teletrabajador Parasubordinado” a aquel trabajador autónomo que mantiene una relación de dependencia solamente económica y frente a un solo empleador que deja de ser tal para convertirse en cliente. Que también realiza en su domicilio o en lugares distintos al establecimiento o los establecimientos de su mandante, dador de trabajo, o cliente, mediante la utilización de tecnologías de la información y comunicación. Que su tarea es “coordinada” -no dirigida- por ese cliente y en su propio beneficio. Pero, su actividad aún no se encuentra regulada por normativa vigente alguna en nuestro país. Aunque es habitualmente confundida con una actividad autónoma independiente regulada por el derecho común, o con una actividad laboral dependiente encubierta.

En este tipo de trabajador, encuentro como distintivo que, no es autónomo o independiente. O sea, no es aquél que realiza una actividad llevando adelante un proyecto propio con fines de lucro, en forma independiente, y amparado por el derecho común. Pero, tampoco es dependiente o subordinado de un empleador. Mantiene una relación de dependencia solamente económica con un cliente. Situación por la que se le podrían reconocer ciertas coberturas sociales.

Este trabajador autónomo económicamente dependiente forma parte de un grupo de trabajadores que, si bien no prestan servicios en condiciones de subordinación jurídica, sí dependen económicamente del trabajo que llevan a cabo. En realidad, conforman una nueva categoría jurídica, que debe ser vista como la evolución de la dependencia o subordinación (Perulli, 2015).

Países como Italia, España Alemania, y Francia han establecido legislativamente la parasubordinación o trabajo autónomo económicamente dependiente. Si bien existen diferencias en las legislaciones de cada país, la parasubordinación se ha impuesto debido a que la relación de trabajo dependiente y la relación contractual independiente o autónoma, como la locación de servicios o de obra, han dejado sin tutela a aquellos trabajadores que no encuadran ninguna de esas formas de trabajo y son considerados dentro de una zona gris entre la dependencia y la autonomía absolutas.

Sin embargo, el trabajador autónomo económicamente dependiente, junto al trabajador dependiente y subordinado, y al trabajador autónomo e independiente, forman parte de los trabajadores comprendidos en el mundo productivo actual, en el que la aplicación de la inteligencia artificial, la robótica y las plataformas digitales están reemplazando los actores de la producción. Estos tipos de trabajadores conviven en una situación absolutamente novedosa que está creando constantemente nuevos trabajos, pero, en simultáneo, implica la destrucción de otros puestos de trabajo que ya dejan de existir como tales (Ríos, 2021).

Dicha nueva situación, acelerada además por la pandemia generada por el COVID 19, crea tanto nuevos trabajos como también nuevas categorías de trabajadores altamente capacitados en nuevas tecnologías que los realizan.  Pero, a su vez, fomenta la expresión de nuevas conductas sociales que intentan dar respuesta a requerimientos de cada vez más trabajadores en áreas tecnológicas, por ejemplo, privilegiando, nuevas tendencias educativas que apuntan a privilegiar las ingenierías y carreras STEM, acrónimo inglés de Science, Technology, Engineering, Mathematics (FundéuRAE, 2016).

Ahora bien, observo la siguiente situación: el Contrato de Teletrabajo de le ley 27555 aparece en un principio, por sus requisitos y formalidades, de dificultosa implementación efectiva por parte de los empleadores. Pero, además, a medida que las condiciones de prevención sanitaria lo permitan, estos empleadores reintegrarán a sus establecimientos a los trabajadores que oportunamente fueron enviados a realizar tareas en sus domicilios por la implementación de las medidas obligatorias de prevención de contagios ante la pandemia del virus COVID-19.

Observo también, que la modalidad laboral de Teletrabajo -no el contrato- comprende características especiales que indican la necesidad de trabajadores capacitados y especializados en TIC (Tecnologías de la Información y la Computación), quienes precisamente por su especialización, podrían no solo estar interesados en continuar trabajando en sus domicilios, sino que, además -de poder hacerlo- adquirir cierta autonomía de trabajo y sin dependencia absoluta.

La actividad laboral de Teletrabajo posee un efecto movilizador ascendente en el mundo del trabajo, ya que en muchos casos aparece como una forma de trabajo hecha a medida para un trabajador especializado determinado y, por consiguiente, que se halla en concordancia con las expectativas individuales de un trabajador autónomo, indicando la necesidad de que aquellos trabajadores dependientes absolutos más capacitados escalen a posiciones laborales no totalmente dependientes. Quedando estos trabajadores en la condición conocida como parasubrodinada, que lo ubica entre el trabajador subordinado y el trabajador autónomo (Perulli, 1997).

Es claro, asimismo, que la actividad laboral que implica el Teletrabajo puede ser realizada por trabajadores empleados de una empresa que realizan la tarea por cuenta ajena en forma totalmente dependiente, por trabajadores autónomos que realizan la tarea a su propio beneficio y en forma independiente, y por aquellos que realizan el trabajo prestando un servicio en forma personal pero solo dependientes económicamente con el dador del trabajo, como los trabajadores autónomos económicamente dependientes, o parasubordinados.

Por ello estimo que el Teletrabajado, en primera instancia considerado solamente para el trabajador dependiente y subordinado, puede convertirse en un punto de partida para la creación de nuevas unidades productivas independientes que se relacionen, en principio, con el mismo empleador devenido en cliente y hasta con otros empresarios que contraten sus servicios. Todo lo cual favorecería la formación de nuevos puestos de trabajo y un menor costo para el empleador del trabajador dependiente.

No se puede soslayar tampoco, que el mundo del trabajo en general se está alejando de la relación de trabajo claramente marcada por la subordinación, dando paso a modalidades contractuales hasta ahora excepcionales o marginales. El uso generalizado de nuevas tecnologías tiene necesariamente como consecuencia nuevas relaciones de trabajo.

El teletrabajo, el trabajo autónomo, el outsourcing o externalización, el crowdsourcing o trabajo cooperativo se destacan por una marcada flexibilidad, pues generalmente se trabaja mediante proyectos y actividades puntuales sin la estabilidad de un contrato de trabajo a tiempo indeterminado.

Todas nuevas formas de contratación laboral que, si bien pueden traer una disminución de los derechos laborales, también es cierto que son estrictamente necesarias para que el derecho del trabajo siga evolucionando, con el fin de adaptarse a una realidad mundial, así que el problema no se presenta con la aparición de nuevos contratos atípicos, sino que es la manera en que cada país los afronte a través de sus legislaciones en materia laboral y de seguridad social (Brabham, 2008). Por lo cual la normativa del trabajo debe necesariamente evolucionar en tal sentido.

Sin dudas que el trabajo autónomo también ha adquirido una progresiva importancia dentro del mercado laboral, sin embargo, tampoco ha sido reconocido a un nivel normativo proporcional. Hasta ahora, la legislación como norma escrita y la jurisprudencia como norma no escrita y surgida de la interpretación jurídica realizada en casos concretos, se ha preocupado más por reprimir la forma fraudulenta del trabajo autónomo, en lugar de crear una regulación y que promocione las prestaciones personales de trabajo autónomo, pues han partido del presupuesto que estos falsos autónomos son en gran parte trabajo subordinado disfrazado (Perulli, 2015).

Tales cambios en el mundo del trabajo humano hacen necesario un cambio en  la normativa reguladora del trabajo. En tal sentido considero que es necesaria una revolución en el Derecho del Trabajo nacional, no una mera evolución y mucho menos ciertos cambios. El Derecho de Trabajo, en tanto que este se ocupa de la parte del trabajo humano en relación de dependencia (Grisolía, 1999), ha de ocuparse de las nuevas formas de trabajo y de contratación para el trabajo que la realidad del avance tecnológico acelerado propone. Pero, también, deberá observar y distinguir la existencia de trabajo productivo que no resulta necesaria y totalmente dependiente.

Debo señalar que, si bien la mayoría de los institutos del Derecho del Trabajo, incluyendo la legislación para la protección del trabajo, están diseñados para tutelar a los trabajadores dependientes, ello no ha impedido ni la pérdida de puestos de trabajo ni la desprotección de las personas trabajadoras.

No obstante, no intento erosionar el tradicional ámbito de protección del Derecho del Trabajo, que debe tender a la mejor tutela del trabajo subordinado por cuenta ajena. Tampoco pretendo distraer de dicha tutela a las figuras supuestamente no laborales, como la descentralización productiva a través de cualquier forma de contratación, ni a la ficción legal de un empleador disfrazado de cliente, y un trabajador promovido a empresario, manteniendo las posiciones asimétricas de una relación de trabajo.

Sostengo que será necesaria la mejor apreciación y puntual aplicación del clásico principio laboral de la primacía de la realidad. Aún en este nuevo escenario, tan cambiante, y tan veloz en su cambio, se supone siempre reconocer y convalidar el Derecho del Trabajo y el carácter protector del mismo, el que por medio de ese principio rector deberá verificar si existe entre las partes de una relación de trabajo una convención de reparto de riesgos y responsabilidades donde la carga mayor la asume el trabajador autónomo y no el contratista supuesto empleador.

Pero también sostengo que se debe asumir la necesidad de posibilitar trabajo autónomo que sea dependiente sólo económicamente con su cliente, además de trabajo dependiente y subordinado con un empleador. Y, en consecuencia, que se debe tutelar el trabajo parasubordinado ubicado entre el dependiente y el autónomo, bajo pena de continuar precarizando el mercado laboral argentino, y fomentando el trabajo informal.

Estimo se puede observar el modelo de trabajo parasubordinado en Italia, que establece figuras contractuales en los que la “coordinación” -no la dirección- es el único límite de la autonomía operativa admisible en la relación, pues debido a su naturaleza, el trabajo parasubordinado está siempre caracterizado por la ausencia del vínculo de la subordinación.

En el modelo italiano, para que se pueda en concreto hablar de subordinación es indispensable verificar que, en concreto, el trabajador sea sometido al poder unilateral del empleador de especificar el contenido de la prestación de trabajo y de modificar el objeto de esta. Pero, frente a las hipótesis caracterizadas por la falta de datos objetivos decisivos para la calificación de la relación, la voluntad de las partes expresada en el contrato de trabajo juega un papel crucial (Perulli, 2007, como se citó en Bini 2017).

El panorama jurídico laboral italiano se caracteriza, tanto por valorizar el comportamiento efectivo de las partes en el concreto desarrollo de la relación de trabajo, prescindiendo del contenido formal del contrato de trabajo, a fin de reequilibrar la desigualdad “empleador-trabajador”. Pero, además por intentar recuperar el individualismo en el derecho laboral, así como la necesidad de potenciar y redescubrir el sujeto y la autodeterminación tras los profundos cambios económicos, políticos y sociales actuales. (Razzolini, 2014 como fue citado en Bini 2017).

En concreto, Argentina debiera apuntar a una legislación que reconozca y tutele también al trabajador parasubrodinado o autónomo sólo económicamente dependiente del dador de trabajo, al que se le puedan extender ciertas tutelas laborales y beneficios sociales que estarían justificadas por su dependencia económica.

D.O.

 

Referencias.
Barassi L., 1901. Il contrato di lavoro nel diritto positivo italiano.Societa editrice libraria, Milano, Italia.
Bini, Stefano. 2017. Para-subordinación y autonomía. El derecho del trabajo italiano en transformación. En Temas laborales: Revista andaluza de trabajo y bienestar social, Nº 136. págs. 49-72.
Brabham C., 2008. Crowdsourcing as a model for problem solving an introduction and cases. Convergence: the international journal of research into new media technologies, vol. 14, no 1, p. 75-90.
Fundación del Español Urgente -FundéuRAE- Carreras CTIM, mejor que carreras STEM. Dirección RUL: https://www.fundeu.es/recomendacion/carreras-ctim-mejor-que-carreras-stem/
Grisolía, Julio A. 1999. “Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social”. Ed. Depalma.
Ley 20.744 de 1974. Por la cual se establece el Régimen del Contrato de Trabajo. 5 de septiembre de 1974. Boletín Oficial del 27 de septiembre de 1974, Número: 23003.
Ley 27.555 de 2020. Por la cual establece el régimen legal del contrato de Teletrabajo. 30 de julio de 2020. Boletín Oficial del 14 de agosto de 2020. Número: 34450.
Perulli A., 1997. Il diritto del lavoro tra crisi della subordinazione e rinascita del lavoro autónomo, in Lavoro e diritto. pp. 173-202;
Perulli A., 2015. Costanti e varianti in tema di subordinazione e autonomía. Lavoro e diritto. pp. 259.
Perulli A., 2015. Un Jobs Act Per Il LavoroAutonomo: Verso Una Nuova Disciplina Della Dipendenza. Economica, Wo 235/2015, 15 p.
Ríos Noé M., 2021. El derecho del trabajo y las nuevas tecnologías. Revista de Neurociencias & Derecho, Nro. 1. 57-58. Microiuris.comMJ-DOC-15948-AR | MJD15948.
Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer. 2009.Trabajadores pobres y Derecho del trabajo, en RL, 2009, 17, 27. También en M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, 2015. Tres décadas de relaciones laborales en España. Editoriales y estudios, Sevilla, 2015, 404.

 

 

 

 

 

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Diferenciar “MENTIRA” de “ERROR” es importante por las consecuencias que producen.

La mentira hace referencia a situaciones en las cuales decimos algo en circunstancia de que sabemos, en el momento en que lo decimos, que lo que estamos diciendo no es válido. Que es mentira. O sea que, cuando digo “Te Mentí”, quiere decir que en el momento en que te dije lo que te dije, podía afirmar que no era válido, aunque yo decía que era válido. La mentira ocurre en el momento en que ocurre. Miento cuando miento.

El error es diferente. El error ocurre después del momento en que dije lo que dije. Porque pensaba, en aquél momento -cuando lo dije- que era válido, pero me doy cuenta luego, por tales o cuales circunstancias, que no, que en realidad me había equivocado. Por ello, cuando digo “Discúlpame, me equivoqué, cometí un error”, quiere decir que viví la experiencia que viví como válida en el momento de vivirla, y es solamente después, en relación con otra experiencia, es que pude calificarla como un error.

Tener presente esta diferencia es importante por las consecuencias que produce.

Cuando me disculpo por un error, lo que pido, es que se me reconozca mi honestidad, porque fui honesto al actuar como actué. No sabía que estaba equivocado. Y si bien la disculpa del error no deshace lo que hice o dije, me permite aprender de todo ello. Ademas de generar confianza con quien estoy disculpándome.

En cambio, en la disculpa ante una mentira estoy haciendo otra cosa. Como la mentira es una afirmación hecha en el intento de manipular a otro, cuando pido disculpas por una mentira estoy reconociendo mi deshonestidad. Y, en el mejor de los casos, prometo no mentir más. Ahora bien, respecto de ser confiable para aquél a quien le mentí, lo que puedo esperar, es iniciar una relación nueva desde cero. La anterior habrá quedado definitivamente atacada y herida de muerte por el uso de la mentira.

La falta de confianza y el dolor consecuente se nos genera cuando quien creemos que no debería fallarnos nos falla. Quien no debería mentirnos nos miente. Pero, más aun o peor aún, cuando aquél en quien volvimos a confiar una vez, porque aceptó habernos mentido y no volver a mentirnos, lo hace nuevamente. Podemos entonces llegar incluso a no confiar en nadie ni nada, con lo terrible que ello puede ser para cualquier persona y también para cualquier sociedad.

Entiendo la estupidez como estrechez de miras y que estúpido es aquél que tiene en cuenta solo un punto de vista: el suyo. Y encuentro que cuando los estúpidos son además políticos, en ellos se dan características distintivas esenciales: que no reconocen errores porque “no se equivocan” y que, cuando pareciera que piden disculpas por un error, en realidad, están encubriendo una mentira.

Al respecto, creo necesario precisar, que tal como lo hizo el presidente de la nación Alberto Fernandez, el LAMENTARSE de algo que ocurrió y afirmar que no va a volver a ocurrir, NO ES PEDIR DISCULPAS por un error cometido. Tampoco lo es admitir  que se debió haber tenido más cuidado para que eso que ocurrió, no ocurriera. En concreto, nunca pidió disculpas por un error.

En este caso, lamentablemente dado el cargo que ejerce y que por ello debiera merecer la mayor confianza de quienes representa, estamos ante un político ejerciendo las mas palmaria estupidez.

Sea porque se esté percibiendo a sí mismo como que no comete errores, o como que  está por encima de toda obligación de pedir disculpas, o porque esté intentando encubrir una mentira, todo, en definitiva conforma el ejercicio de la estupidez. Lo que en política es imperdonable.  pero además tremendamente perjudicial a la confianza necesaria para llevar  adelante un convivencia democrática.

Ahora bien, como considero que entre todos los saberes posibles que las personas podemos adquirir, existe al menos uno que es  imprescindible que es el saber que ciertas cosas nos convienen y otras no.

Ese saber, es saber distinguir entre lo bueno y lo malo. Lo que en ocasiones no resulta sencillo porque lo malo parece a veces más o menos bueno y lo bueno en otras tiene apariencias de malo. Una confusión en la que los políticos estúpidos -sin distinción partidaria alguna- son generalmente exitosos tanto en crearla como en relatarla.

No obstante, como sea, aunque debamos hacer un trabajo consciente para lograrlo, las personas podemos optar por lo que nos parece bueno y conveniente para vivir mejor. Por ejemplo, estamos cerca de volver a elegir representantes y por lo tanto políticos.

Entonces, podemos optar por lo que mas nos conviene y, en su caso, optar por no elegir a políticos estúpidos .

Además, fundamentalmente, podemos optar por iniciar nuevas relaciones de confianza con quienes nos representan políticamente. Confianza que resulta esencial para poder seguir conviviendo democráticamente. Ni más ni menos.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

 

Fuentes:
Dr. H. Maturana. www.matriztica.org/
Ver: El error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez. | Daniel Olguin
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El error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez.

Felipe González, político y expresidente del gobierno español, opinó, que todo líder que aparece nervioso, cambiando de posición de la noche a la mañana y buscando culpables es un líder nefasto e inútil para afrontar la crisis, mientras que los líderes políticos adecuados son los que establecen políticas de diálogo permanente y de acuerdos sucesivos, incluyendo también a los líderes sociales y empresariales. Afirmó también, que si en la gestión de la actual crisis sanitaria se cometen errores hay que reconocerlos porque, a su juicio, “el error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez”.[1]

Claro que Gonzalez hace referencia puntual al político en gestión. Pero, estimo que se aplica a todos los ciudadanos que, por ser tales, son también políticos, porque hacen política. Como dice Maturana, todos los actos humanos -desde comprar el pan, pagar impuestos y elegir a quienes nos representan- configuran el hacer política en una convivencia democrática. Pero además validan un modo de convivir ciudadano y por ello son intrínsecamente actos políticos.[2]

Entiendo a esa estupidez como estrechez de miras, tal como la definió el filósofo Johann Erdmann[3], quien además definió al estúpido como aquél que tiene en cuenta solo un punto de vista: el suyo.[4]

Coincido con los griegos, quienes además de la política y la democracia, inventaron la palabra “idiota” para señalar a aquel que considera todo desde su óptica personal, al que juzga cualquier cosa como si su visión del mundo fuera universal, la única defendible, válida e indiscutible.

Encuentro, a su vez en nuestros políticos estúpidos, dos características distintivas esenciales. Que opinan sobre todo como si estuviesen en posesión de la verdad absoluta sin reconocer errores algunos, y que son ineptos a la hora de jerarquizar prioridades.

También encuentro dos premisas relativas a la estupidez en general que se aplican también en toda la política, incluida la nuestra. Una, que todos en algún momento podemos ser estúpidos ocasionales. Otra, que la lucha contra la estupidez está perdida de antemano. Decía Albert Camus en “La peste” que “la estupidez siempre insiste”.

Por ello, respecto de la primera de las premisas, puede ser que tuviésemos que formularnos preguntas fundamentales para acabar con nuestra estupidez ocasional. Por ejemplo, conviene preguntarnos habitualmente si estamos actuando como estúpidos, si podríamos estar equivocados.  Acción ésta, de toma de conciencia plena que podría señalar el comienzo del fin de nuestra estupidez o por lo menos la oportunidad de reducirla.

En tanto que la  segunda premisa nos exigirá asumir que entre todos los saberes posibles que se puedan adquirir existe al menos uno imprescindible: el saber que ciertas cosas nos convienen y otras no.[5]

Saber lo que nos conviene, es saber distinguir entre lo bueno y lo malo, pero en muchas situaciones no resulta sencillo. Lo malo parece en unas ocasiones más o menos bueno y lo bueno en otras tiene apariencias de malo. Confusión, en la que los políticos estúpidos son generalmente exitosos. Tanto en crearla, como relatarla.

Como sea, las personas podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, lo que nos parece conveniente para nosotros frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Claro, será prudente fijarnos bien en lo que hacemos, en las decisiones que tomamos. Procurando además adquirir con la práctica un modo de vivir que nos permita acertar mas frecuentemente.

Hoy, estamos cerca de volver a elegir a quienes, entre otras tareas, tendrán la responsabilidad de continuar gestionando la crisis sanitaria. Y entonces, volvemos a estar en condiciones de poder optar por lo que mas nos conviene en tal sentido. De ser menos estúpidos y de quitarle poder a los estúpidos.

En definitiva, debiéramos tener en cuenta que siempre podemos vivir de muchos modos, pero también, que hay modos que no dejan vivir. Como los que incluyen seguir la estupidez y a los estúpidos que la ejercen.

Piensa bien y saldrá bien!

DO.

 

 

Fuentes:

[1] “El error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez” Felipe González. Dirección URL:https://www.europapress.es/nacional/noticia-felipe-gonzalez-error-politica-perdonable-no-perdonable-estupidez-20200415191454.html
[2] Humberto Maturana Romesín. En http://www.matriztica.cl/cuando-hacemos-politica-en-una-convivencia-democratica/
[3] Johann Eduard Erdmann fue pastor protestante y profesor universitario alemán. Historiador de la religión y de la filosofía, su influencia ha sido considerable entre los miembros de la escuela hegeliana.
[4] ¿Qué es la estupidez? Por Antonio Fernández Vicente, Universidad de Castilla-La Mancha. Dirección URL: https://theconversation.com/que-es-la-estupidez-142471
[5] “Se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”. Por Daniel Olguin. Citando a Fernando Savater Martín y su obra “Ética para Amador”.  Dirección URL: http://danielolguin.com.ar/?p=1178
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Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

Entre todos los saberes posibles que se puedan adquirir existe al menos uno imprescindible: el saber  que ciertas cosas nos convienen y otras no.

Abundan los conocimientos interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, seguramente, pero se vive.

Ahora bien, otras cosas conviene saberlas. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta en base algún veneno no permite llegar a viejo.

A lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan muy mal y lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es distinguir entre lo bueno y lo malo, y es un conocimiento que todos intentamos adquirir, todos sin excepción.

Hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos.

Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo. Como ciertas drogas, por ejemplo, producen sensaciones agradables, pero su abuso es nocivo.

En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena.

Además hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. Si bien en algunas ciencias como las matemáticas los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes.

Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada.

Entonces, en lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual.

En resumen, las personas podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Claro, que como podemos inventar y elegir, también podemos equivocarnos. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar.

Piensa bien y saldrá bien!

* Fuente:  “Ética para Amador”. Fernando Savater Martín es filósofo y escritor nacido en San Sebastián, -País Vasco- en 1947.
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Es nuestra libertad lo que está en juego.

Todos internamente podemos reconocer -si nos permitimos ser sinceros con nosotros mismos- que vivimos el mundo que vivimos porque socialmente no queremos vivir otro.

Los problemas sociales tienen que ver siempre con los mundos que construimos nosotros mismos en la convivencia. Por ello, la solución de nuestros problemas sociales depende de la seriedad y el compromiso de nuestro accionar frente a cada circunstancia.

Si bien la actividad de la política consiste en una conversación de ideas orientada a solucionar los problemas de las personas, todo acto humano, consciente o inconsciente, manifiesta un modo de convivir en la comunidad a la cual pertenecemos y, por ello, de hecho, siempre es un acto político. Es más, hasta el acto cotidiano de comprar el pan, cumplir o no cumplir con un compromiso, y manifestar o no manifestar las opiniones que uno tiene, manifiesta un modo de convivir ciudadano. Y por lo tanto acciones políticas.

Debiéramos ser plenamente conscientes de que viviendo en comunidad, todo lo que hacemos son siempre actos políticos y de que por medio de ellos  vamos construyendo y conservando las realidades que vivimos en sociedad. Por lo tanto es imposible eludir nuestra responsabilidad por nuestro vivir.

Debiéramos preguntarnos si estamos verdaderamente conscientes del modo de convivir que hemos construido y estamos conservando por medio de nuestros actos políticos cotidianos.

Pregunta Grispo*, si entendemos el país en el que vivimos. Si vemos que mientras la mitad de nuestra población es pobre, el costo de la política argentina es pornográfico. Que, ante una desigualdad aberrante, los políticos son incapaces de generar las soluciones necesarias para tener una sociedad mejor ya que sólo gobiernan para ganar una elección y no para solucionar los problemas de las personas.

Considero que entender como vivimos es tomar consciencia de ese mundo que fue también construido por todos nuestros actos políticos, más allá de los que ejercen o aparentan ejercer la política en nuestro medio.

Coincido con el autor referenciado cuando expresa que “La libertad no vale de mucho si no se tiene un presente que permita vivirla”. Porque es nuestra libertad lo que está en juego. Si realmente queremos ser democráticos, y vivir en libertad habrá que concientizarse de que hay cosas que no pueden seguir como están, pero también, de que las soluciones están siempre a nuestra mano y son nuestra responsabilidad.

Por ejemplo, comenzar con prestar atención a aquellos candidatos a representarnos que se manifiesten cotidianamente con acciones políticas que apuntan al bienestar de todas las personas, sin perjuicio de lo que puedan decir y hacer para intentar ser elegidos.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

 

Fuentes:
“¿Cuándo hacemos política en una convivencia democrática?”, por Humberto Maturana Romesín. Matríztica, 03/02/0210. Dirección URL del artículo: http://comunidad.matriztica.org/?p=22285.
“República tóxica: ¿entendemos el país en el que vivimos?”, por Jorge Grispo. 18 de Julio de 2021. Imnfobae.Dirección URL del artículo: https://www.infobae.com/opinion/2021/07/18/republica-toxica-entendemos-el-pais-en-el-que-vivimos/

 

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La transformación.

¿Qué había estado haciendo?.

Acababa de tomar consciencia de que no sabía lo que había estado haciendo antes de ese momento. De repente me vi parado e inmóvil en aquella esquina transitada de la ciudad en una hora de la tarde, inusual a mis horarios y lugares habituales.

 Me encontraba allí sin saber por qué. Ni desde cuándo. Y no podía recordar que había estado haciendo antes de ese momento.

Seguramente debía haber hecho algo para estar allí. Por más que pudiera encontrar el argumento de alguna causa externa como excusa, sabía que habitualmente terminaba estando donde me llevaban mis propias acciones. Mis decisiones. Aún ante aquello que podía sucederme inesperadamente, lo determinante para mí, siempre era lo que hacía a su respecto.

Pero, además, y fundamentalmente, siempre procuraba estar lo más plenamente consciente posible de lo que iba haciendo momento a momento. Observando mis haceres y reflexionando sobre ellos. Limitando todo lo que pudiese las reacciones de mi inconsciente. Porque sabía que de ello siempre dependía el bienestar de mi vida, la vida de cada día, que es la única vida que sabía que realmente tenía e intentaba vivir.

Me era entonces evidente, que algo debía haber hecho para aparecer en ese lugar y, saber que lo había estado haciendo totalmente inconscientemente me angustiaba profundamente.

¿Qué había tenido intención de hacer?, siempre todo comenzaba en mí con una intención y debí haberla tenido también en esta ocasión. ¿Cuál había sido la emoción las emociones que me habían puso en movimiento?… Qué o cuales reacciones internas de mi mente posibilitaron que yo estuviera allí. 

¿Había tenido la intención de hacer algo que estuviera relacionado en mis valores o cualidades positivas? ¿había sido una emoción amorosa la disparadora de mis acciones? … O, ¿había sido todo lo contrario? Alguna de las emociones que habitualmente me mantenía ocupado y trabajaba en reprimir, en sustituir. Sabía que ello también podría haber sido posible.

En ocasiones, cuando conducía mi automóvil, de repente tomaba conciencia de que había estado algún espacio de tiempo como en piloto automático y asumía que alguna condición de mi mente había tomado el control, por algún momento, pero siguiendo exclusivamente marcados patrones fijados fuertemente en tantos años de conducción, yendo y volviendo al mismo lugar por el mismo camino. Pero esto era distinto. No recordaba haber estado allí donde ahora me encontraba.

No se me escapaba ademas, que existían aún demasiados patrones en mi mente que yo procuraba contener y dirigir por mi plena consciencia. Marcadores culturales de nocividad suficiente como para dejar que mi inconsciente condujera alguna parte de mi vida sin control alguno de mi observación y reflexión.

En esta ocasión, lo único que tenía por cierto y concreto es que estaba parado en esa esquina. Pensé entonces que podría partir desde allí, buscando hacia atrás en mi mente, y así, tal vez, podría llegar a recordar la última vez en que me vi a mí mismo haciendo algo, decidiendo, y que me pudiera otorgar un indicio sobre porqué estaba allí. Ese podría ser el principio que me permitiera luego recordarlo todo y comenzar a tranquilizarme.

Muchas veces, cuando no podía encontrar algún objeto que había perdido, intentaba desandar lo que había hecho hasta donde recordaba haberlo visto por última vez. En general ese mecanismo me era muy útil, y no solo me permitía reencontrarme con el objeto perdido, sino que también me indicaba que mi mente respondía a mi requisitoria y deseo consciente.

En algún lugar de mi mente debía estar ese indicio que tal vez me permitiera rearmar la historia de mis acciones de ese día. Y, en tal sentido, me pregunté a mí mismo ¿Qué fue lo último que recuerdo haber hecho antes de darme cuenta de estar donde y como estaba?

La respuesta llegó rápidamente pero inesperada. Sencillamente, no podía recordarlo. Mi mente no solo me estaba impidiendo averiguar un hecho pasado reciente, sino que además pareciera negarme la posibilidad de que la interrogara sobre este. Ya no solo estaba inquieto, sino también atemorizado. Sabía que al reaccionar de esa forma, impidiéndome recordar, mi mente podría estar protegiendo de mi mismo. 

Tal vez,  las acciones inconscientes que no recordaba podían haber sido disparadas y llevadas a cabo por medio de respuestas basadas en patrones mentales inadecuados que conscientemente había intentado restringir  Pero ese no era mi mayor temor. 

Mi más profundo temor era que habiendo hecho lo que había estado haciendo inconscientemente,  finalmente, y a pesar de mis esfuerzos conscientes de cambiar, hubiera actuado de forma  largamente no deseada y, hubiera sido yo mismo.

D.O.

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Cuando el alumno aparece, entonces puede aparecer maestro. Nunca antes.

Sir Wiston Churchill, que fue primer ministro de Gran Bretaña durante la segunda guerra mundial y líder de su pueblo en la contienda contra el nazismo, y que además de político fue pintor y escritor, recibiendo el premio Nóbel de literatura en 1953, describió en su autobiografía su época escolar de la siguiente forma:

“Por fin llegó el día en que puse fin a casi doce años de colegio. Treinta y seis trimestres durante los cuales rara vez aprendía algo de interés ni utilidad. Volviendo la vista atrás, aquellos años forman el período más estéril de mi vida. Fui feliz de niño con todos mis juguetes en mi cuarto y he sido cada vez más feliz desde que me hice hombre. Sin embargo, esa etapa escolar arroja un sombrío borrón en mi periplo vital. En realidad, una educación prolongada, indispensable para que la sociedad avance, no es un proceso natural para el ser humano. Va contra su propio ser. A un chico lo que le gustaría es seguir a su padre en busca de alimento o una presa. Le gustaría hacer cosas prácticas hasta donde le permitan sus fuerzas. Le agradaría ganar un sueldo, por pequeño que fuera, para contribuir a mantener el hogar. Le encantaría disponer de tiempo y aprovecharlo o malgastarlo como quisiera. Y entonces quizá por las tardes, un verdadero deseo de aprender nacería de los chicos mas prometedores. pero ¿por qué inculcarlo a la fuera en los que no tiene interés?

DO.

Fuente: Rafael Santandreu. Los lentes de la felicidad. Grijalbo.
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La corrupción es un problema de todos. No sólo de muchos políticos.

La corrupción en la política es universalmente señalada como negativa por la opinión pública. No obstante hoy existe un sistema “normalizado” de corrupción.

Una cultura de entendimiento común que identifica el dinero, y su acopio por parte de la clase política (gobierne o no), como la forma más importante de reunir poder para hacer  política.

Cultura que “infecta” y convierte rápidamente en corruptos a los que ingresan al seno de la política con ideales de cambio profundo y principalmente con ideas de anti-corrupción; o los escupe y devuelve al lugar de donde salieron para nunca mas intentar “hacer política”. Por lo menos de la forma que pensaban que debían hacerlo originalmente.

Ello es porque el tema de la corrupción en la política, hoy no se circunscribe sólo al ámbito de quienes actúan en política, de quienes les toca ejercerla. Sino que gran parte de la  sociedad terminó imbuida de alguna forma por esa cultura, aceptando que el dinero y su acopio es la mayor y más efectiva herramienta que posee una gestión política exitosa.

O sea que, si bien es sólo un número menor de personas las que controlan las palancas reales del poder y que determinan el ámbito de lo posible de toda gestión política, y de la corrupción en su gestión, se les suman a éstos muchos más “funcionarios” en todo el ámbito del poder político.

Sin importar partidos o agrupaciones políticas. Que se mueven desde distintos cargos de elección popular, hasta distintos cargos no elegibles pero que los elegidos suman a sus gestiones. Que cumplen funciones de asesores y consultores. Que parecieran aportar desde las legislaturas, desde la justicia o la administración.  También desde bufetes de abogados, contadores, economistas allegados al poder, que se mueven dentro y fuera de las campañas políticas. Que gestionan a través de centros de negocios corporativos.

Todos ellos, sin perjuicio de las distintas extracciones sociales de donde proceden originalmente, parecen sostener entendimientos compartidos sobre la sociedad y la política. Una narración sobre la vida en la política que los une y mantiene a todos relacionados a modo de una corporación, sin importar los orígenes políticos o ideológicos.

Incluso cuando no están de acuerdo en motivos ideológicos, no están en desacuerdo acerca de que el dinero es la forma más importante de conseguir poder político, y que es determinante de los resultados políticos en la mayoría de los casos.

Esta visión del mundo a su vez, se escurre hacia abajo, da forma a la conducta de sus empleados y colegas.  impregna a familiares y amigos. Y, en última instancia, une a todos en el sistema y en los mismos supuestos básicos acerca de lo que es políticamente posible.

Todo termina siendo para nada malo o corrupto. Sino que es “normativo”, de “sentido común”, y en definitiva, “es la forma en que siempre ha sido”.

Así el sistema y su aceptación se siguen extendiendo.

Las tendencias naturales de la psicología humana determinan que cuanto más a menudo la gente ve confirmados en la práctica un conjunto de suposiciones u opiniones, más creen que es ello lo que pensaron desde el principio. Y, con el tiempo, se distancian de lo que realmente pensaban antes, si es que esa gente tenía ideales y valores diferentes.

Muestra de ello es que cada vez es menor el asombro honesto y real que producen las denuncias de corrupción. “Siempre fue así, por lo menos éstos hicieron algo”, son expresiones del común de esta gente.

El problema entonces es mayor al que podemos observar si nos circunscribimos sólo al sector “de los políticos” (en funciones de gobierno o no), y mucho más si nos encerramos en pensar que sólo pertenece a un gobierno determinado.

Sería absurdo creer que una cultura de la corrupción que se desarrolló por décadas se puede deshacer del día la noche y mucho menos por medio de alguna solución violenta a la que algunos desmemoriados puedan acudir en su afán de reforma.

Lo cierto es que tomará tiempo, exactamente el mismo tipo de cambio social lento y doloroso que creó la corrupción.

Como sea, es necesario comenzar de un a vez a deshacer esa cultura, e intentar crear nuevos escenarios para que los políticos actúen de manera diferente.

Lo primero debiera ser castigar a la corrupción por medio de las urnas, persiguiendo y participando en aquellas campañas que no sólo señalen lo mal que se han hecho las cosas, sino que también presenten formas viables para arreglarlas, en forma entendible y asumiendo el compromiso de llevarlas a cabo.

Si bien la idea final incluye solucionar este espinoso tema de la corrupción política, fundamentalmente tiende a salvar a la república.

Como estamos hoy, ya es difícil imaginar un futuro viable para nuestra democracia, y nuestra nación.

Esa es la cuestión.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

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