Entre todos los saberes posibles que se puedan adquirir existe al menos uno imprescindible: el saber que ciertas cosas nos convienen y otras no.
Abundan los conocimientos interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, seguramente, pero se vive.
Ahora bien, otras cosas conviene saberlas. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta en base algún veneno no permite llegar a viejo.
A lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan muy mal y lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es distinguir entre lo bueno y lo malo, y es un conocimiento que todos intentamos adquirir, todos sin excepción.
Hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos.
Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo. Como ciertas drogas, por ejemplo, producen sensaciones agradables, pero su abuso es nocivo.
En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena.
Además hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. Si bien en algunas ciencias como las matemáticas los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes.
Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada.
Entonces, en lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual.
En resumen, las personas podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Claro, que como podemos inventar y elegir, también podemos equivocarnos. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar.
Piensa bien y saldrá bien!
Porque existen criterios opuestos cuando se trata de saber que es conveniente para cada uno?