LA TECNOLOGÍA EN EL AULA. ¿Cuál es el debate a sostener?

Estamos  nadando en una marea virtual, cuyo punto más alto de desarrollo aún no hemos visto, pero que nos llegará en la forma y con la fuerza de un Tsunami. Nosotros, los adultos que de alguna forma nos arreglamos para flotara en aguas turbulentas, tenemos la opción de salir a buscar la ola al medio del mar para intentar flotar en ella; o esperarla, y dejar que ésta nos arrastre y ahogue en nuestras obsoletas costas de aparente seguridad. En cambio, los menores que supuestamente estamos educando para que puedan surfear en ese nuevo escenario, no tienen las mismas opciones y dependen en gran medida  de la elección que los adultos hagamos hoy al respecto.

Frecuentemente surge el debate sobre cual es el impacto de la integración de la tecnología en el aula. Pero creo que el debate a tener debe ser sobre la forma en la que integremos la tecnología a la educación para lograr el mejor impacto en nuestros niños. La primera cuestión ya no debe quitarnos el tiempo y la energía que necesitamos para abordar las segunda. Ya es bastante con reconocer que la tecnología avanza mucho más rápido de lo que lo hacemos aquellos que tenemos que “lidiar” con ella.

Si bien no tengo dudas del impacto positivo que produce la integración de la tecnología en el aula, no estoy en desacuerdo con aquellos que sostienen que los estudiantes siempre pudimos  aprender los contenidos académicos sin la tecnología en el aula (yo fuí uno de ellos). Es sabido que antes de la tecnología los estudiantes aprendían y superaban las evaluaciones con éxito. Pero no olvido y tengo muy presente, que cuando los alumnos tenían éxito en la escuela sin la presencia constante de la tecnología en el aula, también vivían en un mundo con poca tecnología, y se preparaba a los estudiantes para la vida en un mundo donde la tecnología no era una parte de su vida cotidiana. Hoy la situación es notablemente distinta.

Ken Robinson[1]dice que hoy estamos tratando de preparar para el futuro haciendo lo que hicimos en el pasado. Y que de esa forma se está alienando a millones de niños, quienes conviven con la tecnología y que no ven la razón de ir a la escuela tradicional. Nosotros, los adultos de hoy ingresamos y nos mantuvimos en aquella escuela siguiendo la historia de que trabajando duro y consiguiendo un título universitario obtendríamos un puesto de trabajo acorde a nuestras necesidades; pero nuestros niños no creen que esa historia se aplique a su realidad. Más aún, nosotros, los adultos, sinceramente tampoco estamos seguros de cual será la realidad del mundo en el que les toque vivir, y por lo tanto, de cual debe ser la educación que los preparará adecuadamente en tal sentido. Lo cierto es que haciendo lo mismo porque es lo que sabemos hacer ya no es útil.

Ayuda a comprender la situación actual la afirmación de Robinson respecto a la relación de la  tecnología y nosotros, los seres humanos que la utilizamos. Este especialista afirma que: “La tecnología no es nueva tecnología, si ya existía cuando nacimos”. Pensemos en ello: Nuestros hijos han nacido con esto, para esto, y no conocen nada diferente. Para nuestros hijos, esto es sólo “cómo es”. No es nuevo. Y mucho menos es algo con lo que algún día debieran tratar.

Es evidente entonces, aunque nos cueste admitirlo rápidamente, que la integración de la tecnología al aula de hoy tiene un impacto en la educación  a nuestros hijos. Y de la forma que lo hagamos dependerá que dicho impacto sea positivo y útil para mundo en el que ellos tendrá que vivir.

En una realidad actual en la que aún se aborda el uso de nuevas tecnologías de comunicación en el aula dentro de un abanico que va desde instituciones educativas que prohiben su uso debido a la distracción que producen en el alumno; hasta espacios educativos que sostienen una integral interconección a las redes de datos con irrestricto uso por parte de los alumnos. Estimo debiéramos dedicar tiempo para encontrar la mejor forma de  integrar la tecnología a la educación. Y hacerlo ya.

El futuro de nuestro niños y jóvenes dependecomo siempre  de lo que hagamos hoy nosotros los adultos. Su futuro es ahora.

Fuente: Technology In Education – Why? De Jake Glasgow, Especialista en Tecnología Educativa de NY, USA. Publicado en: http://www.the21stcenturyteacher.com/

[1]Ken Robinson. Experto en educación y creatividad. Ver: http://danielolguin.com.ar/?p=2039; http://danielolguin.com.ar/?p=1566, entre otros.
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La Convivencia y los Valores.

Nos hacemos humanos en la interacción con otros seres humanos. Nos transformamos en un tipo de ser humano u otro según el tipo de experiencias vividas recurrentemente con nuestros padres y educadores . En definitiva, creceremos de una manera o de otra según el espacio de convivencia en el que vivimos.[i].

Los valores son atmosféricos. Que no se predican, sino que se respiran. No alcanza con oír hablar sobre ellos, con escuchar sobre lo que es bueno o que lo es malo, o con que se nos indique lo que está esta bien o lo que está mal. Sino que para formarnos en valores, debemos contagiarnos de valores. [ii]

Los seres humanos, especialmente cuando niños, nos contagiamos de los valores de las personas  con quienes convivimos y en los espacios donde convivimos.

Los adultos debemos estar conscientes de ello.  Y especialmente de que el modo de vivir que vivimos está determinando los espacios de convivencia con nuestros niños. Donde todas las interacciones terminan siendo formativas, para bien o para mal.

Los adultos somos responsables de convertirnos en las personas cargadas de aquellos valores quequeremos contagiar a nuestros niños. Y de crear los espacios de vida que lleven a nuestros niños a ser personas responsables, socialmente conscientes, que se respetan a sí mismo y a los demás.

Muy frecuentemente nos encontramos angustiados por la incertidumbre del futuro de nuestros niños, sin tomar en cuenta que realmente su futuro está ya en el presente. Ese futuro somos nosotros mismos, sus padres, maestros, profesores. Y está determinado por la forma en que vivimos nuestro vivir diario.

Piensa bien y saldrá bien!

[i] Según Humberto Maturana Romesín. Médico chileno en 1928. Estudió anatomía y neurofisiología en el College London. Y en 1958 obtuvo el Doctorado en Biología de la Universidad de Harvard. En 1965 participó con otros profesores en la fundación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. En 1994 recibió el Premio Nacional de Ciencias en Chile por su trabajo de investigación sobre la percepción y sus planteamientos sobre la biología del conocimiento. Luego se encuentra con el trabajo de Ximena Dávila sobre el “Conversar Liberador” entendiendo ambos que el quehacer profesional de ella abre las puertas para una nueva comprensión del vivir y convivir humano, decidiendo crear juntos en el año 2000 el Instituto de Formación Matríztica (después llamado Escuela Matríztica de Santiago) para dar formación en el entendimiento de la matriz biológica-cultural del habitar.
[ii] Según Roberto Perez. Abogado argentino. Conferencista internacional sobre ética, desarrollo personal, comunicación y trabajo en equipos; y valores del liderazgo integral. Bachiller en Teología; Profesor de Filosofía (UCA) y abogado (UBA). Su carrera docente se centra en ética y antropología filosófica. Se dedica desde hace 20 años a la investigación antropológica a través de: 
estudio sobre ética, culturas y religiones comparadas. Es co-fundador de la Fundación Centro Argentino de Eneagrama.
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Un espacio de coherencias de deseos comunes que surja de escucharnos en el mutuo respeto. ¿Deseo genuino, mentira, utopía?

¿Qué queremos cuando pedimos o exigimos lo que queremos? ¿Qué es lo que uno hace cuando pide y lo que uno hace cuando exige?. ¿cuál es la emoción que guía la voz de quién pide o exige, en cada caso?

Sin duda cuando pido admito que pudiera no recibir lo que pido, sobre todo cuando agrego: “Por favor”.

Cuando pido quiero algo que otra persona podría darme si quiere, y necesito su deseo de hacerlo. Al pedir espero que otra persona escuche el argumento con el cual apoyo mi petición y se sienta inspirado por él; o quiero que las razones que presento como sustento de la validez de mi petición la convenzan porque ella encuentra, sin saberlo, que esas razones se fundan en la misma configuración de deseos y sentires que sustenta su propio razonar, de modo que no puede negarse.

Al hacer una petición necesito que el alma del que puede satisfacer mi petición coincida con la mía y me acoja. Si eso no sucede mi petición no podrá ser oída. Y si mi petición es oída, para que sea satisfecha la otra persona debe tener a la mano o encontrar los medios para satisfacerla, y si esos medios no están a la mano, la configuración de sentimientos o “sentires” encontrados, por lo menos deja abierta la posibilidad de una conversación inspirada en un proyecto en común.

Cuando exijo dudo del escuchar del otro u otra, dudo de que sus deseos y los míos coincidan y recurro a una amenaza oculta o explícita desde la confianza que tengo en que el derecho o la fuerza podrían asistirme.

La exigencia ataca, no invita, la exigencia separa, no acerca. La exigencia acusa al otro u otra de no querer cumplir con un compromiso o de no querer satisfacer una necesidad legítima de otro u otros. La exigencia al ser beligerante cierra o restringe la posibilidad de la reflexión porque rigidiza la relación disminuyendo la posibilidad de que ésta se transforme en una oportunidad de colaboración en un proyecto común de convivencia o de acción.

¿Queremos los argentinos en verdad mejorar nuestra realidad social, entendida como el complejo entramado de ciudadanía vivida en democracia? ¿Queremos establecer clara y definitivamente reglas de convivencia en pos de una verdadera igualdad? ¿Queremos el mejor juego posible de participación política no obstante la existencia de nuestras viejas y actuales antinomias?

Si esto es así la petición por si sola no es suficiente porque se requiere la acción del que la recibe y la acepta; y la exigencia sirve menos aún porque su mera formulación nos separa.

Si somos honestos al declarar que queremos mejorar, lo que tenemos que hacer es conversar, generar un espacio de coherencias de deseos, un mundo común de posibles haceres que nos resulta común porque surge de escucharnos en nuestros deseos totalmente en el mutuo respeto. En la maravillosa desigualdad del mutuo respeto que nos entrega libertad en la confianza de que haremos lo que nos inspira en común porque queremos hacerlo corrigiendo los errores a medida que surgen en nuestro convivir. Si no estamos dispuestos a hacer esto sólo generaremos dolor, luchas, cegueras y deshonestidad.

¿Es esto difícil? A mí me parece que no lo es y que ahora es nuestro tiempo y nuestra oportunidad, como otras anteriores fue la de quienes nos precedieron como ciudadanos y dejaron pasar. Hoy nuevamente tenemos la oportunidad. Hoy reaparece la manifestación del interés de distintos sectores de participar hacia un cambio. Y no podemos volver a una situación reiterada de péndulo donde sólo vivimos en los extremos. En ciclos sin deseos ni sentires en común.

¿Qué disculpa honesta podríamos inventar para honestamente no hacer lo que tenemos que hacer si sabemos que queremos hacerlo y no queremos mentir?

Fuente: Humberto Maturana “¡Queremos mejor educación!” 3 de agosto de 2011. Publicado por Humberto Maturana. http://www.matriztica.cl/2011/08/03/¡queremos-mejor-educacion/
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Protegido: CRONOLOGÍA DEL PODER EJECUTIVO ARGENTINO.

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Información para una visita al Espacio MEMORIA y DERECHOS HUMANOS “EX ESMA”

Durante la última Dictadura, la Escuela de Mecánica de la Armada (“ESMA”), ubicada en la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires sobre la Avenida del Libertador, funcionó como un Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio en el que se calcula que estuvieron secuestradas alrededor de cinco mil personas. Aunque las instalaciones fueron utilizadas fundamentalmente por el un Grupo de Tareas de la Armada Argentina, las mismas estuvieron a disposición de otros grupos represivos con los que mantenía contacto regular: Comandos de la Aeronáutica, la Prefectura Nacional Marítima, el Servicio de Inteligencia Naval y otros grupos policiales y militares que llevaban también allí a las personas secuestradas.

Todo el predio estuvo involucrado en la acción represiva, ilegal y clandestina realizada por la Armada como parte del accionar del Terrorismo de Estado, pero las funciones principales de la “ESMA” se centralizaron en el Casino de Oficiales. El Casino fue el lugar más importante de concentración y tortura de los detenidos-desaparecidos, al mismo tiempo que funcionó como dormitorio de los oficiales y como espacio de oficinas de inteligencia y de los rangos superiores de la armada. El testimonio que brindaron los sobrevivientes fue fundamental pues permitió reconstruir la forma en que funcionó este CCDTyE. También existió una maternidad clandestina en la que fueron recluidas y dieron a luz prisioneras secuestradas por el GT de la ESMA y otras que provenían de otros CCDTyE. Al momento del parto eran asistidas por médicos y enfermeros destinados a la “ESMA” y por otras secuestradas; en caso de complicaciones eran llevadas al Hospital Naval. Poco después de su nacimiento los bebés eran separados de sus madres y, en la mayor parte de los casos, apropiados por marinos o por miembros de otras fuerzas represivas. Las madres posteriormente sufrían el mismo destino que la mayoría de los detenidos-desaparecidos, eran “trasladadas” en los “vuelos de la muerte” que se realizaban en forma semanal o quincenal.

En junio de 2000, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó por unanimidad la Ley 392 por la que se dispuso destinar los edificios a la instalación del denominado Museo de la Memoria. El 24 de marzo de 2004, el presidente Néstor Kirchner ordenó desalojar las instituciones militares del lugar y restituirlo a la Ciudad de Buenos Aires, creando la comisión bipartita para que siguiese el cumplimiento de esta misión. El desalojo total del predio se concretó el 30 de septiembre de 2007 y el 20 de noviembre del mismo año se creó un Ente interjurisdiccional conformado por un Directorio integrado por los Organismos de Derechos Humanos; un Consejo Asesor integrado por ex detenidos-desaparecidos de la “ESMA” y representado también en el Directorio; y un órgano ejecutivo conformado por el Gobierno Nacional, representado por el Archivo Nacional de la Memoria; el de la Ciudad, representado por el Instituto Espacio para la Memoria; y un representante de los Organismos de Derechos Humanos elegido por el Directorio. Se dispuso que allí funcionara el “Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”.

El Instituto Espacio para la Memoria tiene bajo su órbita los edificios en donde estaban recluidos los detenidos-desaparecidos o donde eran llevados en distintos momentos de su detención: El Edificio Central conocido como “Cuatro Columnas”; El Casino de Oficiales;  El Pabellón Coy; La Enfermería;  El Taller de Automotores; La Imprenta. Además de instalar una muestra permanente en el Pabellón Central y contar los hechos ocurridos durante el Terrorismo de Estado de los años 70 y 80, el Instituto Espacio para la Memoria mantiene intactos los lugares en los que permanecieron los detenidos-desaparecidos.

El Juicio: Desde el 11 de diciembre de 2009, el Tribunal Oral Federal Nº 5, juzgó a los represores que actuaron en la Escuela de Mecánica de la Armada.

Los Imputados:Jorge Eduardo Acosta (a) Tigre, Santiago, Aníbal o Capitán Arriaga, (Armada)
- Alfredo Ignacio Astiz (a) Cuervo, Rubio, Ángel, Gustavo Niño, Alberto Escudero o Gonzalo, (Armada)
- Juan Antonio Azic (a) Piraña, Freddy o Claudio, (Prefectura)
- Carlos Capdevilla (a) Tommy, (Armada)
- Ricardo Miguel Cavallo (a) Sérpico o Marcelo, (Armada)
- Julio César Coronel (a) Maco, (Ejército)
- Adolfo Donda Tigel (a) Palito o Jerónimo, (Armada)
- Juan Carlos Fotea (a) Fernando o Lobo, (Policía Federal)
- Manuel Jacinto García Tallada, (Armada)
- Pablo Eduardo García Velasco (a) Dante, (Armada)
- Alberto González (a) Gato o Luis, (Armada)
- Oscar Antonio Montes, (Armada)
- Antonio Pernías (a) Rata, Martín o Trueno, (Armada)
- Jorge Rádice (a) Héctor Ríos, Ruger o Gabriel, (Armada)
- Juan Carlos Rolón (a) Juan o Niño, (Armada)
- Néstor Omar Savio (a) Norberto, (Armada)
- Raúl Enrique Scheller (a) Mariano, Mirando o Pingüino, (Armada)
- Ernesto Frimón Weber (a) 220, Armando o Rogelio, (Policía Federal)

La cantidad de víctimas probadas: 86. En la ESMA estuvieron prisioneras ilegalmente alrededor de cinco mil personas quienes, en su mayoría, continúan desaparecidas.

La Sentencia: El 26 de octubre de 2011, El TOF Nº 5 sentenció, a prisión perpetua a Alfredo Astiz, Jorge “El Tigre” Acosta, Ricardo Cavallo, Jorge Radice, Antonio Pernías, Raúl Scheller, Oscar Montes, Alberto González, Néstor Savio, Adolfo Donda, Julio César Coronel y Ernesto Weber. En tanto, fijó penas de 25 años de prisión para Manuel García Tallada y Juan Carlos Fotea, mientras que Carlos Capdevilla fue sentenciado a 20 años de prisión y Juan Antonio Azic a 18 años de prisión. Juan Carlos Rolón y Pablo García Velazco fueron absueltos en esta instancia, pero no quedarán en libertad, porque están imputados en otros tramos de la llamada “Megacausa ESMA”

Fuente: http://www.institutomemoria.org.ar/

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Las perversiones del afán de pertenencia al grupo que sentimos los individuos. Racismo, Xenofobia, Nacionalismo

Racismo, Xenofobia, Nacionalismo

Decíamos que lo que importa no es nuestra pertenencia a tal nación, tal cultura, tal contexto social o ideológico, sino nuestra pertenencia a la especie humana, que compartimos necesariamente con los hombres de todas las naciones, culturas y estratos sociales. Que de ahí proviene la idea de derechos humanos, una serie de reglas universales para tratarnos los hombres unos a otros, cualquiera que sea nuestra posición histórica accidental. Y que defender los derechos humanos universales supone admitir que los hombres nos reconocemos derechos iguales entre nosotros, a pesar de las diferencias entre los grupos a los que pertenecemos: supone admitir, por tanto, que es más importante ser individuo humano que pertenecer a tal o cual raza, nación o cultura.

No obstante, la realidad marca que hay fanatismos de pertenencia especialmente odiosos, porque instauran jerarquías entre los seres humanos o quieren hacer vivir a los hombres en compartimientos estancos, separados con alambradas unos de otros, como si no perteneciésemos a la misma especie. El racismo es sin duda la peor de estas abominaciones colectivas. Establece que el color de la piel, la forma de la nariz o cualquier otro rasgo caprichoso determinan que una persona deba tener tales o cuales rasgos de carácter, morales o intelectuales. Por supuesto, nada de esto tiene que ver con la aptitud moral de los hombres ni con su derecho a ser tratados igualitariamente como ciudadanos. Los distintos niveles de educación y las tradiciones culturales influyen sin duda en la forma de ser de las personas, pero no su raza.

Lo más siniestro del racismo es que no permite ninguna reconciliación con el «otro», con el «diferente»: en efecto, uno puede educarse mejor, cambiar sus costumbres, sus ideas, su religión… pero nadie puede modificar su patrimonio genético. Por eso las contiendas ideológicas o religiosas pueden arreglarse alguna vez, mientras que no hay reconciliación posible para el estúpido odio racial. ¿Hay algún tipo de hombre inferior a los demás? Racialmente, no; pero ética y políticamente es inferior a los otros el que cree en la existencia racial de seres humanos inferiores…

Ahora bien, en la mayoría de los casos, la gente no es racista sino xenófoba: detesta a los extranjeros, a los diferentes, a los que hablan otra lengua o se comportan de manera distinta. Además, el rechazo de los extraños (racial o culturalmente) es una buena coartada para justificar los abusos que cometemos contra ellos y la marginación que sufren. Los extranjeros que más nos molestan, a los que consideramos inferiores, peligrosos, etc., son también los más pobres; en cambio, los turistas que llegan con buen dinero en los bolsillos son aceptados sin racismo ni xenofobia y hasta rodeados de cierta envidiosa admiración.

Los xenófobos siempre dicen que ellos no tienen nada contra los «otros» pero «deben reconocer» que padecen tales o cuales defectos, «objetivamente» considerados. Se inventan así las habituales calumnias (o los elogios de supuestas virtudes generalizadas) sobre los grupos humanos: los judíos son «usureros» pero «muy astutos», los negros y los andaluces son «perezosos», los norteamericanos son «infantiles», los árabes «traicioneros», etc.. En el fondo, estas vaguedades no hacen más que convertir rasgos de carácter o vicios que se dan en los individuos de cualquier grupo humano en definitorios de un colectivo en particular, como si cada uno de nosotros no tuviese personalidad propia sino que la recibiésemos impuesta de la colectividad a la que pertenecemos. Además, tales caracterizaciones (denigratorias o elogiosas, tan falsas son las unas como las otras) cambian de época en época, ya que no son sino apresuradas generalizaciones sobre la forma de vida de una sociedad en un momento histórico dado. Por ejemplo, a finales del siglo XVII los ingleses, que habían decapitado a su rey y reforzado el parlamento, tenían fama de revoltosos y levantiscos, mientras que los franceses —bajo el absolutismo del Rey Sol— pasaban por el pueblo más sumiso y ordenado de Europa: cien años más tarde, la revolución francesa, los supuestos «caracteres nacionales» habían invertido sus papeles…

Un poco más cautelosa en sus expresiones que el racismo puro y duro, a lo nazi, la xenofobia no predica el exterminio de los extraños ni su inferioridad intrínseca: «lo único que queremos es que se vuelvan a su casa; los de aquí somos de otra forma». Se da por supuesto así que los países tienen una forma de ser homogénea, eterna, que debe ser preservada de cualquier contagio foráneo. La realidad es muy distinta: todos los países han surgido de mezclas y acomodos entre grupos diversos; en los lugares y las épocas de mayor mestizaje étnico o cultural se han dado los momentos más creadores de la civilización humana (procesos migratorios hacia América y nuestro pías en particular por ejemplo). Los grupos «puros», las razas «puras», las naciones «puras» no producen más que aburrimiento… o crímenes. La historia así lo demuestra.

La forma más común pero no menos peligrosa de estas perversiones del afán de pertenecer a «los nuestros» es el nacionalismo. La mentalidad nacionalista no tiene otro proyecto político que promover lo de «dentro» frente a las acechanzas de lo de «fuera» y establecer a bombo y platillo que «somos algo aparte.

En su origen fue una ideología sustentadora de los Estados modernos, que permitía a los ciudadanos que ya no estaban dispuestos a identificarse con un rey de derecho divino ni con una nobleza de sangre conseguir un nuevo ideal colectivo: la Nación, la Patria, el Pueblo. Aprovechaba el lógico apego que cada cual tiene a los lugares y las costumbres que le son más familiares, así como el interés común que todos tenemos en que las cosas le vayan lo mejor posible al grupo al que pertenecemos.

Pero en el siglo XX los nacionalismos se han convertido en una especie de mística belicosa, que ha justificado tremendas guerras internacionales y discordias civiles atroces. A fin de cuentas, los nacionalistas siempre se definen contra alguien, contra otro país o grupo dentro del propio Estado al que culpan de todas sus insuficiencias y problemas. El nacionalismo necesita sentirse amenazado por enemigos exteriores para funcionar: si no hubiera más que una sola nación, ser nacionalista no tendría ninguna gracia y muy poco sentido. La doctrina nacionalista pretende que el Estado es la consagración institucional de una realidad «espiritual» anterior y más sublime, la Nación. Los Estados deberían ser así algo «natural», que responde a una unidad previa de lengua, cultura, forma de comportarse o de pensar, a un «pueblo» en fin ya constituido antes del nacimiento de dicho Estado. Pero en realidad todos los Estados existentes son convenciones brotadas de circunstancias históricas. Y son los propios Estados los que han dado unidad práctica a grupos y comunidades diferentes, inventándoles luego un «alma» política.

Lo importante es saber si un Estado respeta los derechos humanos y la ciudadanía política de todos los que en él viven, si es capaz de renunciar a parte de su soberanía para colaborar con otros países al afrontar retos mundiales, si ofrece protección razonable contra la miseria y contra la violencia. El color de su bandera y su extensión en el mapa geopolítico son lo de menos. Por lo demás, el fanatismo nacionalista no sirve más que para endiosar a los Estados poderosos, destruir algunos más frágiles que armonizaban en precario equilibrio a distintas etnias o para servir de trampolín a políticos ambiciosos pertenecientes a minorías culturales pero sin verdaderos programas transformadores de la sociedad, los cuales esperan más de las supersticiones populares que de su capacidad de razonar.

Fuente: Fernando Savater. POLÍTICA PARA AMADOR. Capítulo Quinto.

T. P.

1. ¿Cual es el origen del racismo? ¿En que ideas se sostiene? ¿Que argumentos utilizarías para combatirlo?

2. ¿Cual es la relación del racismo con la xenofobia? ¿Encuentras alguna relación con el nacionalismo

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Feliz Cumpleaños!

El nacimiento es un comienzo y es la posibilidad de tener una vida. Por ello nuestro cumpleaños es una ocasión importante de recordar el día en que sucedió el gran suceso, de celebrar, y reflexionar sobre como nos está yendo en esto del vivir.

Pero además, algo especial sucede cada año en nuestro cumpleaños: La misma energía empleada por el universo en nuestro nacimiento vuelve a presentarse. Por ello, un nuevo cumpleaños, es el momento oportuno para un  nuevo comienzo. No importa como fueron las cosas ayer, o el año pasado, tenemos la capacidad, si lo deseamos, de volver a comenzar.

Feliz Cumple!

 


Fuente: “Hacia  una vida plena de sentido” El Rebe de Lubavitch. Ed. Printing Books. 1999. Pags. 48/49.

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Recuperación de la democracia (1983-1989)

Breve Historia de la Argentina
JOSÉ LUIS ROMERO
“Pérdida y recuperación de la República (1983/1989)
(Capítulo ha sido redactado por Luis Alberto Romero).

Durante 1982/1983, la sociedad argentina se ilusionó con las posibilidades de la recuperación democrática. En muchos ámbitos sociales, estudiantiles, gremiales o culturales hubo un renovado activismo, así como una coincidencia general en el reclamo por la vigencia de los derechos humanos y el retorno a la democracia. A diferencia de experiencias anteriores, donde el adversario era sistemáticamente tachado de enemigo, ahora el concepto de adversario se afirmó como valor político fundamental.

Todo ello se canalizó en una actividad política renovada. La afiliación a los partidos fue muy grande, y éstos remozaron su fisonomía. La gran renovación se produjo en la Unión Cívica Radical, en torno de Raúl Alfonsín. A diferencia de la mayoría de los políticos, Alfonsín se había mantenido lejos de los militares, y no había apoyado la aventura de Malvinas. Pero sobre todo, Alfonsín encarnó las ilusiones de la democracia, y la esperanza de doblegar con ella los escollos que desde hacía varias décadas impedían que el país lograra simultáneamente una forma de convivencia civilizada, una estabilidad política y la posibilidad de un crecimiento económico. Alfonsín afirmó que todo eso se podía conseguir con la democracia, y con esa propuesta ganó las elecciones de octubre de 1983, infligiendo al peronismo la primera derrota electoral de su historia.  Pero la ilusión por la restauración democrática ocultó entonces la magnitud de los problemas que el nuevo gobierno heredaba así como las limitaciones de su poder.

La relación con los militares resultó muy difícil debido al reclamo generalizado de la sociedad de investigar los crímenes cometidos durante la represión y sancionar a los responsables, y a la negativa de éstos a rever su actuación durante lo que ellos llamaban la “guerra antisubversiva”, y sus críticos calificaban de genocidio.

El presidente Alfonsín, que había participado activamente en las campañas en favor de los derechos humanos y había incorporado el tema a su campaña electoral, propuso distinguir entre quienes, desde el máximo nivel, habían ordenado y planeado la represión —los miembros de las Juntas Militares, a los que se enjuició—, quienes habían cumplido órdenes y quienes se habían excedido en ello, cometiendo delitos aberrantes. Igualmente propuso dar a las Fuerzas Armadas la oportunidad de que ellas mismas sancionaran a los responsables, aunque militares se negaban a admitir que hubiera algo punible en lo que entendían como una “guerra”. La sociedad, por su parte, sensibilizada por la investigación de la Conadep y la revelación cotidiana de los horrores de la represión, reclamó con firmeza el castigo de todos los responsables.

Durante 1985 se tramitó el juicio a los miembros de las tres primeras Juntas militares, que culminó con sanciones ejemplares. Los tribunales siguieron su acción y citaron a numerosos oficiales implicados en casos específicos, lo cual produjo la reacción solidaria de toda la corporación militar en defensa de sus compañeros, particularmente oficiales de baja graduación, que —según estimaban— no eran responsables sino ejecutores de órdenes superiores. Un primer intento de encontrar una salida política a la cuestión —la llamada ley de Punto Final— fracasó, pues no detuvo las citaciones a numerosos oficiales de menor graduación. En los días de Semana Santa de 1987 un grupo de oficiales se acuarteló en Campo de Mayo y exigió lo que denominaban una solución política. El conjunto de la civilidad, así como todos los partidos políticos, respondió solidarizándose con el orden constitucional, salió a la calle, llenó las plazas y exigió que depusieran su actitud. La demostración fue impresionante, pero las fuerzas militares que debían reprimir a los rebeldes, que empezaron a ser conocidos como “carapintadas”, sin apoyarlos explícitamente, se negaron a hacerlo. El resultado de este enfrentamiento fue en cierta medida neutro. Luego de que el propio presidente fuera a Campo de Mayo, los rebeldes se rindieron, pero poco después, a su propuesta, el Congreso sancionó la ley de Obediencia Debida, que permitía exculpar a la mayoría de los oficiales que habían participado en la represión. Aunque este resultado no era sustancialmente distinto de lo que el presidente Alfonsín había propuesto a lo largo de su campaña —los principales responsables ya habían sido condenados— el conjunto de la civilidad lo vivió como una derrota y como el fin de una de las ilusiones de la democracia, incapaz de doblegar a un poder militar que seguía incólume.

El gobierno también se propuso democratizar la vida sindical y abrir las puertas a distintas corrientes de opinión, lo que suponía debilitar el poder de la dirigencia tradicional, casi unánimemente peronista, que había sido restaurada al frente de los sindicatos al fin del gobierno militar. La ley propuesta establecía el derecho de las minorías a participar en la conducción sindical, así como mecanismos de control de las elecciones; fue resistida exitosamente por los dirigentes sindicales, y luego de que la Cámara de Diputados la aprobó, el Senado la rechazó, por apenas un voto de diferencia. Desde entonces el gobierno debió lidiar con una oposición sindical encrespada. Saúl Ubaldini, secretario general de la C.G.T, encabezó trece paros generales contra el gobierno y su política económica, y aunque al principio no preocuparon demasiado, cuando se sumaron otros factores de intranquilidad la oposición de la C.G.T resultó inquietante. Finalmente el gobierno democrático renunció a doblegar el poder de la corporación sindical.

Los problemas económicos heredados por el gobiemo eran enormes: inflación desatada, déficit fiscal, alto endeudamiento externo, estancamiento de las actividades productivas, y una fuerte concentración, por la que algunos grupos empresarios poseían un amplio control de la vida económica.  A mediados de 1985, con el país al borde de la hiperinflación, el ministro de Economía Juan Sourrouille lanzó un plan económico, el Plan Austral, con el que logró estabilizar la economía sin causar recesión ni afectar sustancialmente ni a trabajadores ni a empresarios. Hubo buena voluntad de los acreedores externos y un vasto esfuerzo colectivo para detener la inflación. El plan resultó popular; y el gobierno obtuvo en 1985 un buen éxito electoral. Cuando la disciplina de la sociedad se afloió, reaparecieron las causas persistentes de la inflación, y con ellas la puja entre las grandes corporaciones, empresaria y sindical, por la defensa de su parte en el ingreso. Hacia 1987 el gobierno se propuso emprender el camino de las soluciones más profundas para el problema del déficit fiscal, apoyándose en el grupo de los empresarios más poderosos. Como en los casos anteriores, llegaba a su fin otra de las ilusiones de la democracia.

Frente al poder de las corporaciones tradicionales que no podía doblegar, el presidente Alfonsín trató de fortalecer su más sólido respaldo: la civilidad. Procuró que la sociedad discutiera las grandes cuestiones por resolver, desde el tema del autoritarismo al de la modernización política y la reforma del Estado, alimentó permanentemente el debate y desarrolló sus dotes pedagógicas y persuasivas. La suma de los fracasos parciales señalados, unida a la escasa ductilidad de su partido para acompañarlo, hicieron que perdiera la iniciativa. Los beneficiarios fueron en parte la derecha liberal, con las populares, aunque algo vacías, recetas del liberalismo económico, pero sobre todo el peronismo, donde un conjunto de dirigentes logró imponer al tradicional movimiento un nuevo rumbo. El peronismo renovador, que encabezaba Antonio Cafiero, desplazó de la dirección a los antiguos sindicalistas y políticos e impuso al partido una línea moderna, fuertemente comprometida con las instituciones democráticas y con las mismas banderas que Alfonsín no había podido defender exitosamente. En septiembre de 1987 el peronismo obtuvo una importante victoria electoral.

En los dos últimos años de gobierno el radicalismo no pudo recuperarse. A lo largo de 1987 los “carapintadas” protagonizaron dos nuevos episodios, que revelaron no sólo las profundas fracturas en el Ejército, sino también las dificultades del gobierno civil para controlar la institución.

Dentro del justicialismo, el grupo encabezado por Cafiero, que tenía importantes afinidades con el gobierno radical, resultó desplazado por una heterogénea alianza encabezada por el gobernador de La Rioja Carlos Menem, quien utilizó en la campaña electoral que lo consagró candidato presidencial, los recursos más tradicionales del peronismo. Para enfrentarlo, la U.C.R postuló al gobernador de Córdoba Eduardo Angeloz, con figura de buen administrador, pero sin la fuerza carismática que había tenido Alfonsín en 1983.

En los dos últimos meses de 1988, cuando la inflación volvía a ser fuerte, el gobierno lanzó un nuevo plan económico que debía frenarla hasta la época de las elecciones. Pero el plan Primavera, que se inició con escasísimos apoyos, se derrumbó cuando los acreedores externos retiraron su confianza al gobierno: a principios de 1989 sobrevino una crisis, y el país comenzó a conocer su primera experiencia de hiperinflación.

En ese contexto, en mayo de 1989 el candidato justicialista Carlos Menem se impuso con facilidad. Faltaban más de seis meses para la fecha prevista para el traspaso del mando, pero el gobierno, carente de respaldo político, jaqueado por los vencedores e incapaz de dar respuesta a la hiperinflación, optó por adelantar la fecha de entrega. De este modo un poco accidentado, se logró concretar la renovación presidencial, la primera desde 1938 que se realizaba según las normas constitucionales.

El nuevo gobierno, de manera sorpresiva, desechó totalmente lo que habían sido sus propuestas electorales, encuadradas en la tradición peronista, y adoptó sin reticencias el programa económico y político de la derecha liberal, incorporando al gobierno a sus dirigentes y a destacados miembros de los altos círculos económicos. En concreto, las transformaciones posteriores a 1989 empezaron a dibujar una Argentina sustancialmente distinta….

T.P.
En forma individual, en primer lugar, investigar los términos y frases que se resaltan en el texto. Y transcribir una síntesis explicándolos. Luego contestar las siguientes preguntas y fundar la opinión o conclusión a la que arriben.
  1. El presidente Alfonsín, propuso distinguir entre quienes, desde el máximo nivel, habían ordenado y planeado la represión —los miembros de las Juntas Militares, a los que se enjuició—, quienes habían cumplido órdenes y quienes se habían excedido en ello, cometiendo delitos aberrantes. ¿Estas de acuerdo con lo decidido por ese presidente? Si. No. ¿Porqué?
  2. ¿Crees que el juicio a los miembros de las tres primeras Juntas militares debió ser el final de las sanciones judiciales a los responsables por la represión ilegal? Si. No. ¿Porqué
  3. ¿Crees que dicho final debió haber sido la ley de Punto Final? Si. No. ¿Porqué
  4. ¿Crees que ese dicho final debió haber sido ley de Obediencia Debida? Si. No. ¿Porqué?
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Protegido: Recuperación de la Democracia. Parte 2 (1976/1983)

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“Existe un espacio entre el estímulo y la respuesta. Espacio donde residen nuestra libertar y facultad de elegir la respuesta. Y en esas elecciones residen nuestro crecimiento y nuestra felicidad.” S. Covey.*

 No somos sólo el producto de nuestro pasado o de nuestros genes, ni somos el producto del trato que nos dispensan los demás. Es indudable que todo ello influye en nosotros, pero no nos determinan. Sino que nos determinamos a nosotros mismos por medio de nuestras elecciones. Ahora bien, usar con sabiduría el don natural de la facultad de elegir significa elegir guiándonos no sólo por nuestra escala de valores, sino por valores alineados a principios o leyes naturales.

Nuestros valores suelen reflejar las creencias de nuestro medio cultural. Desde la niñez desarrollamos un sistema o escala de valores armado a partir de una combinación de influencias culturales, descubrimietnos personales y pautas familiares. Todo ello se transforma en los anteojos a través de los cuales miramos al mundo, de como juzgamos, elegimos prioridades, y nos comportamos. Mientras que  los principios funcionan obedeciendo a leyes naturales, independientemente de las condiciones de la cultura,  la tradición y la experiencia personal de cada uno. Los principios trascienden la cultura y la geografía. Son intemporales, permanecen inalterables y no cambian nunca. Están siempre presentes y actúan constantemente. Y además son indiscutibles.  

Gráficamente, los valores son subjetivos e internos de cada uno; son como mapas; y  los principios son el territorio que esos mapas intentan describir, siempre claro está,  según la influencia de nuestros condicionamientos. Por ello, cuanto mejor alineados estén nuestros mapas con los principios correctos –con el territorio real , con las cosas tal como son-, más precisos y útiles serán.

Pero además,  no podemos ignorar las leyes naturales, no tenemos otra opción salvo seguirlas, nos guste o no. Es inevitable. Observemos que si nos tiramos desde un edificio de diez pisos no podemos cambiar de idea cuando estemos a la altura del quinto piso. La gravedad -principio natural universal-manda. Y así, como la  ley natural de la gravedad influye en nuestro mundo físico,  nuestra eficacia personal se fundamenta en leyes propias de la condición  humana como la rectitud, la equidad, la justricia, la intregridad, la honestidad y la confianza. Por ejemplo, no podemos generar confianza si somos deshonestos con nosotros mismos y los demás.

O sea, las consecuencias de ignorar los principios son inevitables porque, si bien los valores controlan nuestra conducta, los principios controlan las consecuencias de nuestra conducta.

 

 

 

 

* Stephen R. Covey. Fue escritor y docente estadounidense.  Autor del prestigioso libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”. Fundador de «FranklinCovey Company», una compañía que ofrece sus servicios profesionales a nivel mundial y cuya especialidad consiste en la formación para la gestión de negocios, herramientas para aumentar la productividad, la gestión del tiempo.  Prácticamente ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza y practica de los preceptos que detalla en sus libros, de como vivir y liderar organizaciones y familias basándose (centrándose) en principios los cuales él sostiene, son universales y como tales son principios aceptados por las grandes religiones y sistemas éticos del mundo.

 

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