Cuando la educación se empeña en ser una experiencia anestésica.

Una experiencia anestésica es cuando cerramos nuestros sentidos, y nos adormecemos a lo que está sucediendo. En cambio, una experiencia consciente, es aquella en la que nuestros sentidos están funcionando en su punto álgido, cuando estamos presentes en el momento actual (en el ahora), cuando estamos resonando con la excitación de aquello que estamos experimentando.

Lamentablemente, estamos haciendo que nuestros niños pasen a través de la escolaridad anestesiados; cuando deberíamos estar haciendo exactamente lo contrario. No deberíamos adormecerles, deberíamos despertarles a lo que tienen dentro de sí mismos.

La educación se empeña es ser una experiencia anestésica. Es interesante obsevar que los índices de deserción escolar, a los que los sitemas educativos estan tan atentos para medir su efectividad,  refieren a chicos que dejan sus estudios, pero no comprenden a los niños que continúan en la escuela, y que se desconectan de ella, que no gozan de su escolaridad, y que no reciben ningún beneficio real de la misma. O sea el sisitema no tiene presente, y por lo tanto no es objeto de su preocupación, a aquellos niños que si bien no dejan la escuela, no son desarrollados por ésta.

Pero además hay educadores que lo avalan con su conducta. Todo docente sabe de la experiencia anestésica que señalo, no obstante, continúan con su rutina en lugar de excitar el poder de la imaginación y la curiosidad. Siguen midiendo el conocimiento por medio de  exámenes estandarizados, en lugar de utilizarlos para diagnósticar la situación de cada niño en particular. Continuan impartiendo clases a través de libros y manuales de texto estandarizados y caducos (aunque cada año hagan adquirir nuevos ejemplares), perdiendo la maravillosa posibilidad de expresarase con creatividad e innovación, y así contagirar con su ejemplo a sus alumnos.

Sin embargo, los seres humanos, y si por si acaso algún desprevenido no lo sabe, los son tanto los niños como los educadores, tenemos el extraordinario poder de la imaginación. Que es la capacidad de traer a la mente cosas que aún no están presentes, y en base a ello extraemos hipótesis acerca de cosas que nunca han sido, pero que podrían ser.

Pero destruimos sistemáticamente esta capacidad en nuestros niños y en nosotros mismos, sus educadores. Claro que no lo hacemos de forma deliberada. Lo hacemos de forma rutinaria, y sin pensar (eso lo peor). Porque, (sin perjuicio de la desidia de algunos casos) en general damos por sentado ciertas ideas sobre la educación, sobre los niños, acerca de lo que es ser educados, de lo que es educar, sobre la necesidad social y la utilidad social, sobre el propósito económico, etc. Y damos por sentado todo ello, y nos dejamos cautivar por ello, aunque resulta no ser verdad.

Tenemos que ir exactamente en la dirección contraria. ¡Tenemos que cuestionar lo que damos por sentado!  En general, muchas de las ideas que parecen obvias resultan no ser verdad. Y que por lo tanto, se puede cambiar las escuelas para que todos vivan experiencias conscientes de aprendizaje, si se cambian las condiciones de vida en la misma.

El verdadero papel de liderazgo en la enseñanza, consiste en controlar el clima de posibilidades, con el fin de que los niños alcancen metas que no previeron y no habían esperado lograr. Porque si se otorga a los niños un sentido diferente de la posibilidad, un conjunto diferente de expectativas, una gama más amplia de oportunidades, se les ofrece la facultad de ser creativos e innovar en todo lo que hacen.

Los educadores son el elemento vital, y único del éxito de las escuelas. Y no hay escuela del país que sea mejor que sus docentes, quienes no están allí sólo para pasar la información recibida. Están también para estimular, provocar, participar… Con creatividad…con Ejemplo…y sin dormirse.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fuente: www.sirkenrobinson.com/
Ver: “La deserción escolar no comprende a los aburridos, apáticos, desinteresados…” http://danielolguin.com.ar/?p=3031


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