Estamos nadando en una marea virtual, cuyo punto más alto de desarrollo aún no hemos visto, pero que nos llegará en la forma y con la fuerza de un Tsunami. Nosotros, los adultos que de alguna forma nos arreglamos para flotara en aguas turbulentas, tenemos la opción de salir a buscar la ola al medio del mar para intentar flotar en ella; o esperarla, y dejar que ésta nos arrastre y ahogue en nuestras obsoletas costas de aparente seguridad. En cambio, los menores que supuestamente estamos educando para que puedan surfear en ese nuevo escenario, no tienen las mismas opciones y dependen en gran medida de la elección que los adultos hagamos hoy al respecto.
Frecuentemente surge el debate sobre cual es el impacto de la integración de la tecnología en el aula. Pero creo que el debate a tener debe ser sobre la forma en la que integremos la tecnología a la educación para lograr el mejor impacto en nuestros niños. La primera cuestión ya no debe quitarnos el tiempo y la energía que necesitamos para abordar las segunda. Ya es bastante con reconocer que la tecnología avanza mucho más rápido de lo que lo hacemos aquellos que tenemos que “lidiar” con ella.
Si bien no tengo dudas del impacto positivo que produce la integración de la tecnología en el aula, no estoy en desacuerdo con aquellos que sostienen que los estudiantes siempre pudimos aprender los contenidos académicos sin la tecnología en el aula (yo fuí uno de ellos). Es sabido que antes de la tecnología los estudiantes aprendían y superaban las evaluaciones con éxito. Pero no olvido y tengo muy presente, que cuando los alumnos tenían éxito en la escuela sin la presencia constante de la tecnología en el aula, también vivían en un mundo con poca tecnología, y se preparaba a los estudiantes para la vida en un mundo donde la tecnología no era una parte de su vida cotidiana. Hoy la situación es notablemente distinta.
Ken Robinson[1]dice que hoy estamos tratando de preparar para el futuro haciendo lo que hicimos en el pasado. Y que de esa forma se está alienando a millones de niños, quienes conviven con la tecnología y que no ven la razón de ir a la escuela tradicional. Nosotros, los adultos de hoy ingresamos y nos mantuvimos en aquella escuela siguiendo la historia de que trabajando duro y consiguiendo un título universitario obtendríamos un puesto de trabajo acorde a nuestras necesidades; pero nuestros niños no creen que esa historia se aplique a su realidad. Más aún, nosotros, los adultos, sinceramente tampoco estamos seguros de cual será la realidad del mundo en el que les toque vivir, y por lo tanto, de cual debe ser la educación que los preparará adecuadamente en tal sentido. Lo cierto es que haciendo lo mismo porque es lo que sabemos hacer ya no es útil.
Ayuda a comprender la situación actual la afirmación de Robinson respecto a la relación de la tecnología y nosotros, los seres humanos que la utilizamos. Este especialista afirma que: “La tecnología no es nueva tecnología, si ya existía cuando nacimos”. Pensemos en ello: Nuestros hijos han nacido con esto, para esto, y no conocen nada diferente. Para nuestros hijos, esto es sólo “cómo es”. No es nuevo. Y mucho menos es algo con lo que algún día debieran tratar.
Es evidente entonces, aunque nos cueste admitirlo rápidamente, que la integración de la tecnología al aula de hoy tiene un impacto en la educación a nuestros hijos. Y de la forma que lo hagamos dependerá que dicho impacto sea positivo y útil para mundo en el que ellos tendrá que vivir.
En una realidad actual en la que aún se aborda el uso de nuevas tecnologías de comunicación en el aula dentro de un abanico que va desde instituciones educativas que prohiben su uso debido a la distracción que producen en el alumno; hasta espacios educativos que sostienen una integral interconección a las redes de datos con irrestricto uso por parte de los alumnos. Estimo debiéramos dedicar tiempo para encontrar la mejor forma de integrar la tecnología a la educación. Y hacerlo ya.
El futuro de nuestro niños y jóvenes dependecomo siempre de lo que hagamos hoy nosotros los adultos. Su futuro es ahora.