Todos pueden estar sentados el tiempo suficiente para aprender algo.

Todos los jóvenes de hoy poseen la capacidad de sentarse horas y horas para tratar de almacenar el máximo de información posible. Algunos utilizarán más horas que otros, pero todos pueden estar sentados el tiempo suficiente para aprender algo. Y lo más probable que de esa forma, todos (en mi caso ha sido efectivamente así) aprueben cualquier examen de cualquier carrera e incluso, tal vez, obtengan las mejores calificaciones. Claro está que es muy probable que luego de unos años, no recuerden ni siquiera una quinta parte de aquellos saberes tan esforzadamente aprendidos. Lo que seguramente sucedió es que no hubo un vínculo directo con los contenidos. No se involucraron ni con ellos, ni con la materia y tampoco con la carrera. No hace falta más que preguntarle a un adulto, ¿qué recuerda de cuando iba a la escuela o a la universidad? Y Su respuesta siempre estará relacionada a cuestiones que se vincularon fuertemente con sus propias experiencias, con sus propios intereses, y con sus propias emociones.

Cómo sea, desde un principio, sin haber encontrado aún y sin seguir aquello que nos sale fácil hacer y nos apasiona hacerlo -base de una vocación inequívoca- y en base ese esfuerzo, todos tenemos la posibilidad de comenzar una carrera universitaria y obtener un título de grado. Un estudiante secundario puede sentir temor por la incertidumbre de una nueva etapa de estudios al comenzar la universidad, pero sin dudas, cualquier joven esforzado de hoy puede ingresar y culminar con éxito esa etapa.

Pero, en lo personal estoy convencido de que en general, los jóvenes de hoy representan la generación más brillante y con más talento que ha vivido en nuestro planeta. Tienen más capacidad de adaptación, más conocimientos, y más recursos que cualquier otra generación. Y estoy convencido también de que los jóvenes de hoy –si lo desean apasionadamente– formarán parte de los hombres y mujeres exitosos de su generación. Personas que no sólo contarán con logros académicos sino que también alcanzarán el éxito en sus vidas personales y profesionales.

Nadie puede saber con cierta certeza cómo será el mundo en el que les tocará actuar a los que hoy están dejando su escolaridad secundaria, pero aún sin tener que ser un visionario me puedo imaginar que será una aventura sin igual a otra anterior. Ya no los cambios, sino que también la velocidad en la que se dan, hacen una gran diferencia en pocos años. Ya no hablamos de cambios generacionales. Cambios profundos se dan aún en la misa generación. No obstante, tengo el convencimiento de que esos jóvenes se encaminan a una vida exitosa. Porque sé que cada uno de ellos, además de una base de buenos conocimientos en su memoria posee en su personalidad, arraigadas muestras de las competencias y cualidades necesarias para salir adelante en los desafíos que se les planteen en el futuro.

Hasta hace poco tiempo vivíamos en una era a la que me gusta denominar la era de la información meritoria. Y nosotros los padres de los estudiantes de hoy, somos resultado de ese período. Aquellos que pudimos acceder a la mejor información, y que guardamos la mayor cantidad de datos en nuestra memoria, tuvimos la oportunidad de “escalar en la vida”. Los adultos de hoy asistimos a escuelas y universidades que brindaban e inculcaban la mayor cantidad de datos posibles, que nos sirvieran para rendir los exámenes que nos permitiera terminar la escolaridad, ingresar a las universidades, y luego para acceder a los mejores puestos o cargos que permitiese nuestra profesión. Todo basado en la cantidad y calidad de datos a los que pudiéramos acceder.

Ahora bien, no obstante que la información basada en datos sigue siendo un factor clave de la supervivencia en el mundo, hoy ya no es suficiente. El conocimiento de los datos por sí mismos ya no marca la diferencia entre las personas que consiguen tener éxito y las que no. Dada su difusión masiva, los datos que hasta ahora eran secretos celosamente guardados, y que solo estaban al alcance los principales centros de estudios, en la actualidad son perfectamente accesibles en cualquier rincón del planeta. Pero además un mundo en permanente cambio, en el que el conocimiento se duplica cada vez en menor tiempo, y que está totalmente integrado e inter-relacionado indica que el futuro éxito de los jóvenes de hoy no sólo tendrá que ver con profundos conocimientos adquiridos por medio de una rigurosa educación formal, sino que mucho de ello estará relacionado con la personalidad. Con la capacidad creativa, con la capacidad de análisis, con el talento para anticiparse y adaptarse a lo cambios, y fundamentalmente con una notable capacidad para relacionarse con los demás y con la gestión de sus emociones.

Y en la convivencia con los jóvenes de hoy me transmiten que todos, cada uno de la forma y en la medida que su individualidad le indica o le permite, además de necesarios conocimientos en su memoria, poseen marcados indicios de éstas indispensables cualidades en su personalidad. Lo percibo especialmente si dejo de pensar en su futuro por un momento y observo su presente. Así puedo ver que ya hoy enfrentan suficientes desafíos y que toman decisiones a diario que los comprometen, que les generan más interés, y en ocasiones hasta mucha más angustia, que saber cómo será su vida profesional o de estudiante universitario. Puedo observar, que cada uno de ellos, en su medida y de alguna forma, ya es capaz de tomar decisiones relacionadas con los aspectos básicos de su vida. Son capaces de percibir que valen la pena, son capaces de hablar con confianza de sus necesidades, y absolutamente capaces de albergar sueños. Y todo ello es para mí un serio indicio de que estoy en presencia de un grupo de jóvenes; que reitero: si lo desean apasionadamente, serán sin duda, parte de los adultos exitosos del siglo 21.

D.O.

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CUAL ES EL SISTEMA POLÍTICO PREFERIBLE.

¿CUAL ES EL SISTEMA POLÍTICO PREFERIBLE?

1. Leer detenidamente el siguiente párrafo:
Desde un punto de vista ético, es decir, desde la perspectiva de lo que conviene para la vida buena, ¿cómo sería la organización política preferible, aquella que hay que esforzarse por conseguir y defender?
a) Como todo el proyecto ético parte de la libertad, sin la cual no hay vida buena que valga, el sistema político deseable tendrá que respetar al máximo ‑ o limitar mínimamente, las facetas públicas de la libertad humana: la libertad de reunirse o de separarse de otros, la de expresar las opiniones y la de inventar belleza o ciencia, la de trabajar de acuerdo con la propia vocación o interés, la de intervenir en los asuntos públicos, la de trasladarse o instalarse en un lugar, la libertad de elegir los propios goces de cuerpo y de alma, etc. Nuestro mayor bien ‑particular o común‑ es ser libres. Desde luego, un régimen político que conceda la debida importancia a la libertad insistirá también en la responsabilidadsocial de las acciones y omisiones de cada uno (digo omisiones porque a veces se hace también no haciendo). Por regla general, cuanto menos responsable resulte cada cual de sus méritos o fechorías (y se diga, por ejemplo, que son fruto de la «historia», la «sociedad establecida», las «reacciones químicas del organismo», la «propaganda», el «demonio» o cosas así) menos libertad se está dispuesto a concederle. En los sistemas políticos en que los individuos nunca son del todo «responsables», tampoco suelen serlo los gobernantes, que siempre actúan movidos por las «necesidades» históricas o los imperativos de la «razón de Estado».
b) El Principio básico de la vida buena, es tratar a las personas como a personas, es decir: ser capaces de ponernos en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar nuestros intereses para armonizarlos con los suyos. si prefieres decirlo de otro modo, se trata de aprender a considerar los intereses del otro como si fuesen tuyos y los tuyos como si fuesen de otro. A esta virtud se le llama justicia y no puede haber régimen político decente que no pretenda, por medio de leyes e instituciones, fomentar la justicia entre los miembros de la sociedad. La única razón para limitar la libertad de los individuos cuando sea indispensable hacerlo es impedir, incluso por la fuerza si no hubiera otra manera, que traten a sus semejantes como si no lo fueran, o sea que los traten como a juguetes, a bestias de carga, a simples herramientas, a seres inferiores, etc. A la condición que puede exigir cada humano de ser tratado como semejante a los demás, sea cual fuere su sexo, color de piel, ideas o gustos, etc., se le llama dignidad.
Y fíjate qué curioso: aunque la dignidad es lo que tenemos todos los humanos en común, es precisamente lo que sirve para reconocer a cada cual como único e irrepetible. Pues bien,todo ser humano tiene dignidad y no precio, es decir, no puede ser sustituido ni se le debemaltratar con el fin de beneficiar a otro. Cuando digo que no puede ser sustituido, no me refiero a la función que realiza (un carpintero puede sustituir en su trabajo a otro carpintero) sino a su personalidad propia, a lo que verdaderamente es; cuando hablo de «maltratar» quiero decir que, ni siquiera si se le castiga de acuerdo a la ley o se le tiene políticamente como enemigo, deja de ser acreedor a unos miramientos y a un respeto. Es la dignidad humana lo que nos hace a todos semejantes justamente porque certifica que cada cual es único, no intercambiable y con los mismos derechos al reconocimiento social que cualquier otro.
c) Tomarse al otro en serio, poniéndonos en su lugar, consiste no sólo en reconocer su dignidad de semejante sino también en simpatizar con sus dolores, con las desdichas que por error propio, accidente fortuito o necesidad biológica le afligen, como antes o después pueden afligimos a todos. Enfermedades, vejez, debilidad insuperable, abandono, trastorno emocional o mental, pérdida de lo más querido o de lo más imprescindible, amenazas y agresiones violentas por parte de los más fuertes o de los menos escrupulosos… Una comunidad política deseable tiene que garantizar dentro de lo posible la asistencia comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que por cualquier razón menos pueden ayudarse a sí mismos. Lo difícil es lograr que esta asistencia no se haga a costa de la libertad y la dignidad de la persona. A veces el Estado, con el pretexto de ayudar a los inválidos, termina por tratar como si fuesen inválidos a toda la población. Las desdichas nos ponen en manos de los demás y aumentan el poder colectivo sobre el individuo: es muy importante esforzarse porque ese poder no se emplee más que para remediar carencias y debilidades, no para perpetuarlas bajo anestesia en nombre de una «compasión» autoritaria.
Quien desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia.

2. Actividad.
Texto: Extracto del Capítulo 9, “Elecciones Generales” del libro “Etica para Amador”, de Fernando Savater. Y bibliografía a la que se pueda acceder sobre la temática.
Palabras claves: Libertad. Responsabilidad. Dignidad. Justicia. Asistencialismo. Derechos humanos.
Problema: ¿CREES QUE EL SISTEMA POLÍTICO ARGENTINO HA INTENTADO ESTABLECER ESAS EXIGENCIAS MÍNIMAS? ¿SI?. ¿NO?. EXPLICAR TU RESPUESTA.
Estrategia metodológica de trabajo: Leer con atención el texto, en forma individual y en grupo; Relacionar las palabras claves de acuerdo al texto a fin de comprender y fijar su significado en el contexto de la lectura; Definir las palabras claves. Y responder el problema investigado.
Presentación: Trabajo escrito. Impreso/manuscrito. La extensión de la reflexión no excederá una carilla de hoja A4. Tipo y tamaño de la letra: Arial 12. Interlineado espaciado 1,5. Señalar las fuentes bibliográficas que se utilicen.
Se evaluará el compromiso con la atención de las consignas del trabajo.

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El futuro de los «surfeadores» del siglo XXI somos los «nadadores» de hoy.

Veo el mundo del siglo XXI como una marea que aún no hemos visto su punto más alto de desarrollo, y que creo que nos llegará en la forma y con la fuerza de un Tsunami. Nosotros, los adultos que aprendimos a nadar en el siglo pasado, tenemos la opción de salir a buscar la gran ola al medio del mar para intentar flotar en ella; o esperarla, y dejar que ésta nos arrastre y ahogue en nuestras costas de aparente seguridad. En cambio, los menores que supuestamente estamos educando para que puedan surfear en ese nuevo escenario, no tienen aún las mismas opciones y dependen en gran medida de la elección que nosotros los adultos hagamos al respecto.

D.O.

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El examen mas complicado de superar.

En los exámenes a los que nos somete la vida, es interesante observar que recién conocemos las preguntas cuanto encontramos las respuestas.

Cuando la vida nos toma examen por medio de una situación inesperada, sólo sabemos que materia debemos rendir cuando podemos respondernos ¿Qué me quiere enseñar lo que me está sucediendo? Y habremos comenzado a superar la prueba cuando comenzamos a encontrar la respuesta al ¿Para qué?, y no al ¿por qué? de lo que nos ocurrió.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

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¡Somos actores, queremos actuar! ¡Somos educadores, queremos educar!

Una gran parte de la enseñanza es, y siempre ha sido, la actuación. Los educadores nos presentamos ante nuestra audiencia de niños, animándolos a participar, a enfrentar desafíos y a entusiasmarlos con lo que van descubriendo.

He actuado como un educador a nivel secundario desde el año ni bien egresé del profesorado en 1984, matizando mis presentaciones también como educador “particular” de niños con problemas en su escolaridad primaria. Me dedique luego a hacer de educador en el profesorado donde estudié, participando en la formación de mis futuros colegas educadores. Más tarde, ya en la década de los noventa, ejercí mi «papel» en la escuela de Derecho de la Universidad donde me había recibido de Abogado. Pero ninguna actuación tuvo tanta significación en mi carrera y mi personas como actor/educador, como el papel de educador secundario. Y ninguna experiencia, como la actuación en la escuela secundaria, me indicó tan claramente la imperiosa necesidad, no ya de un cambio, sino de una “revolución de la educación”

Actuando frente audiencias de escuelas secundarias, puedo decir me he convertido (no sólo yo, sino que también la mayoría de mis “actores” colegas) en un “actor excepcional», porque siento que mis habilidades se han diversificado considerablemente. Me he convertido en experto en la localización de lo que la audiencia necesita para aprender y en dar prioridad a sus propias experiencias para que tengan éxito en las materias básicas.

Pero además, en los últimos años en particular, mis “roles” se han convertido en aún más variados. He aprendido, haciendo de educador, a ser consejero o tutor académico, especialista en problemas de conducta, trabajador social y hasta “profesional” de la salud mental. Claro que cuando se trató de niños con necesidades emocionales y de comportamiento complejos, sólo lo hice utilizando mi instinto. Intentando hacer todo lo posible, aunque nunca se sabe sin la formación pertinente. Todo educador de ese nivel conoce a que me refiero. La falta de apoyo especializado y la complejidad de la realidad de los niños actuales son reales, de una realidad que supera cualquier ficción que se pueda representar.

Entonces la actuación en los último años se hizo cada vez más dificultosa. Pero asimismo la audiencia de niños es distinta. El «público» de niños llega al «teatro» de la escuela secundaria percibiendo ya desde la escuela primaria, que es muy probable que no puedan ser «exitosos» en el futuro. Ellos ya saben que las únicas asignaturas en las que lograr el éxito son la lectura, la escritura y las matemáticas. Ellos ya saben, por lo tanto, que sus opciones son muy limitadas.

Cuando se actúa de educador, no hay nada mejor que una audiencia llena de niños emocionados acerca de lo que están aprendiendo, tomando posesión de la sala y de la lección. Pero esto se está convirtiendo cada vez más difícil de lograr cuando se espera mucho de ellos dentro de tan pocos o limitados parámetros. Hay poco tiempo para divertirse, para preguntar, para ser intrigado, para ser niños. Tienen demasiada presión. Ellos deben cumplir con las expectativas académicas normalizadas o estandarizadas y hasta la obligación de llegar en el futuro a «competir con los mejores del mundo».

Pero, ¿Por qué no dejarlos crecer actuando como individuos? ¿Por qué dañando su autoestima y confianza al tratar de hacer que todos quepan en la misma caja? ¿Por qué impedir a todos a sobresalir en lo que son buenos?

Si los niños necesitan sentirse capaces y valorados por sus habilidades individuales para ser capaces de tomar riesgos y empujar los límites para tener éxito; ¿Cómo será eso posible si han tenido una educación restringida? ¿Cómo harán todos aquellos niños con talento que no sea necesariamente «académico», para sobresalir en sus diferentes sectores, si no se les dio la oportunidad de perfeccionar sus habilidades a lo largo de su educación?

¿Qué tipo de adultos se volverán?

Estoy seguro de que si queremos, tenemos una respuesta para todos estos interrogantes, y preparar la actuación que nuestra audiencia esta reclamando.

D.O.

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TRABAJO Y CIUDADANÍA. ACTIVIDAD: Logros académicos vs. Inseguridad laboral.

Objetivo de la actividad: evaluar el uso correcto del vocabulario específico y la claridad en la producción escrita. La estrategia para seleccionar información relevante. La pertinencia de las opiniones y puntos de vista. La correcta ortografía. Y la actitud de responsabilidad y compromiso del alumno ante las consignas propuestas por el docente  para la realización del trabajo:

Consigas formales de presentación del trabajo: Trabajo escrito impreso en hoja A4. Márgenes de la hoja: Superior y derecho de 4 cm. Inferior e izquierdo de 2 cm. Tipo y tamaño de la letra: Arial 12. Interlineado: espaciado 1,5. Texto alienado a los márgenes de la hoja. Numeración de cada hoja en margen inferior izquierdo. Texto máximo: dos carillas.

A) Leer el siguiente texto:

“La  inseguridad laboral es la situación que se genera cuando no todas las personas gozan del derecho a trabajar, o bien no lo hace plenamente.  Forman parte de la inseguridad laboral tanto el desempleo como la inestabilidad laboral y la precariedad laboral. Se debe tener en cuenta que un empleo es inseguro y genera temor e incertidumbre en el trabajador, no solo cuando existe riesgo de perderlo, sino también cuando la protección social asociada al trabajo. Por ejemplo si no garantiza una obra social para cuando trabajador o sus familiares a cargo  se enferman, o una jubilación que permita una vida digna al concluir la actividad laboral.

Actualmente, en nuestro país, más de la mitad de la población activa de la Argentina no encuentra empleo o trabaja al margen de las normas laborales. Esto afecta a alrededor de 8.400.000 personas solamente en las áreas urbanas. Hay quienes sí tienen una ocupación, pero no los aportes para que se cumplan sus derechos. Y hay quienes no solamente carecen del acceso a una obra social o a la jubilación futura, sino que además están en la precariedad: o sea, trabajan menos de lo que desean y necesitan y sus ingresos son tan bajos que no cubren necesidades básicas. El 56,6% de la población activa está en busca de trabajo y no lo encuentran,  o están en la informalidad y en la precariedad. Dicho de otro modo: sólo 43,4% de los trabajadores está en un empleo con cumplimiento pleno de derechos.[1]

Y los problemas de acceso pleno al trabajo golpean con más fuerza a los jóvenes de entre 18 y 24 años. En este grupo, el 30% (3 de cada 10),  equivalente a 1.459.000 jóvenes, se dedican sólo a estudiar. Mientras que el 25% equivalente a 1.243.000 jóvenes, está en un puesto laboral de baja calidad. Y sólo el 18% equivalente a 885.000 jóvenes se  desempeña en un empleo formal. Otro 11% equivalente a 551.000 jóvenes, sufre desocupación. Y un 15% equivalente a 748.000 jóvenes, no estudia ni trabaja, y que llegaron a la vida adulta como inactivos.”

B) Investigar y Contestar:

¿Se puede afirmar que la falta de capacitación de los jóvenes está relacionada con la inseguridad laboral?  ¿Y en su caso, los estudios realizados por los jóvenes,  la calidad de los mismos, un buen promedio académico, y la cantidad de años de estudios utilizados en terminar una carrera, son importantes a la hora de obtener un trabajo formal?  – Si/No ¿Por qué?


[1] Según datos del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, que abarca 5700 hogares de 18 centros urbanos.  Fuente: “Zonas riesgosas del empleo: Problemas en la calidad”. Por Silvia Stang. http://www.lanacion.com.ar/
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Emoción vs. Razón. ¿Por qué hacemos lo que hacemos?

Aunque vivimos una cultura que ha desvalorizado a las emociones en función de una sobrevaloración de la razón, nada hacemos que no esté definido por una emoción que lo hace posible.

Por ello, si realmente queremos entender las acciones humanas al mirar el movimiento o el acto del otro debemos enfocar a la emoción que lo hace posible. Así, un encuentro entre dos personas será vivido como agresión o accidente, según la emoción en la que se encuentren los participantes. Cuando nos encontramos con otra persona en la agresión, lo más probable es que ambos o uno de los dos tengamos un discurso “racional” a través del cual justificamos la negación del otro. Por ejemplo, pensamos: «ese otro es un desocupado porque es un vago, todo lo que quiere es que el estado debe darle un subsidio, y  quiere es atacarme por ser de una idea distinta». Tal reflexión trae consigo un una emoción que define al punto de partida del encuentro como uno de negación y no de aceptación. Y si el otro se enfrenta así conmigo, yo puedo hacerlo a su vez, también desde la agresión.

Pero si de pronto, decimos: «pero, en realidad, yo no quiero atacar a esta persona»; entonces comenzamos a relacionarnos con ese otro de otra manera. ¿Qué ha sucedido? Ha cambiado nuestra emoción. Si creo que una persona me ataca o me crítica y en vez de simplemente responder con un ataque me pregunto si tengo fundamento para pensar así, la interacción sigue otro camino. Al hacer esa reflexión, ya, me encuentro en otra parte. Pero claro que tengo que querer y animarme a hacer la reflexión, y para querer hacerla tengo que partir desde aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, cómo válido, tan válido como yo.

Aunque parezca difícil, no lo es. En realidad lo espontáneo de nuestra biología básica (lo que nos sale fácil de hacer) es estar abiertos a la aceptación del otro como un legítimo otro para convivir. La desconfianza, la competencia, la agresión, no vinieron con nosotros, sino que las aprendemos de nuestra cultura. Por ello los discursos racionales (de la razón) que hacen posible la negación del otro, deben ser  inventados por nosotros.

Vale entonces reflexionar sobre las emociones que están siempre detrás de nuestras acciones, sosteniéndolas, fundándolas. Y preguntarnos: ¿Por qué hago lo que hago? Una pregunta, que si queremos, siempre tiene respuesta.

Piensa bien y saldrá bien!

Fuente: MATURANA, Humberto (1990). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago: Colección HACHETTE/COMUNICACIÓN – CED. MATURANA, Humberto y Sima Nisis (1995)
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«HABER TRIUNFADO»

“Reír a menudo y mucho, ganarse el respeto de las personas inteligentes y el cariño de los niños; captar el aprecio de los críticos sinceros y soportar la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza, descubrir lo mejor en los demás; dejar el mundo un poco mejor, ya sea por un niño sano, un jardín cultivado o una condición social redimida; saber incluso que una vida respiró con mas tranquilidad porque tu has vivido. Eso es haber triunfado.”

Ralph Waldo Emerson

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POLÍTICA Y CIUDADANÍA. ACTIVIDAD: LAS RAZONES PARA OBEDECER Y PARA REBELARSE.

Somos bichos sociables, pero no instintiva y automáticamente. A diferencia de otras especies, los humanos inventamos formas de sociedad diversas, transformamos la sociedad en que hemos nacido y en la que vivieron nuestros padres, en una palabra: no sólo repetimos los gestos de los demás y obedecemos las normas de nuestro grupo (como hace cualquier otro animal) sino que llegado el caso desobedecemos, nos rebelamos, violamos las rutinas y las normas establecidas. Es que el hombre es el único animal capaz de sublevarse. No hacemos lo que los demás quieren sin chistar, sino que es preciso convencernos y muchas veces obligarnos a desempeñar el papel que la sociedad nos atribuye. O sea que nuestra forma de vivir en sociedad no es sólo obedecer y repetir sino también rebelarnos e inventar.
Pero atención: no nos rebelamos contra la sociedad, sino contra una sociedad determinada. No desobedecemos porque no queramos obedecer jamás a nada ni a nadie, sino porque queremos mejores razones para obedecer de las que nos dan y también queremos dirigentes que ordenen con una autoridad más respetable. Y somos tan sociables cuando obedecemos por las razones que nos parecen válidas como cuando desobedecemos y nos sublevamos por otras que se nos antojan de más peso.
De modo que, para entender algo de la política, tendremos que plantearnos esas diversas razones. Porque la política no es más que el conjunto de las razones para obedecer y de las razones para sublevarse.
No es posible una sociedad humana sin conflictos. No somos capacesde vivir de acuerdo automáticamente. El conflicto, el choque de intereses entre los individuos, es algo inseparable de la vida en compañía de otros. Y gracias a los conflictos la sociedad inventa, se transforma, no se estanca.  Entonces, no es la política la que provoca los conflictos. Los conflictos son síntomas que acompañan necesariamente la vida en sociedad.
Por el contrario, la política (como conjunto de las razones para obedecer y para desobedecer) se ocupa de atajar ciertos conflictos, de canalizarlos y ritualizarlos, de impedir que crezcan hasta destruir el grupo social. Los humanos somos agresivos, y si nos descuidamos podemos llevar nuestras discrepancias conflictivas hasta el punto de matarnos unos a otros. Es preciso entonces inventar artificios que impidan que la sangre llegue al río: se necesitan personas o instituciones a las que todos obedezcamos y que medien en las disputas (autoridades políticas), brindando su arbitraje o su coacción para que los individuos enfrentados no se destruyan unos a otros, para que no trituren a los más débiles (niños, mujeres, ancianos), para que no inicien una cadena de mutuas venganzas que acabe con la concordia del grupo.
La exigencia de instituir alguna forma de gobierno, algún tipo de puesto de mando que dirija el grupo cuando resulte necesario, se apoya en estas justificaciones. También se necesita autoridad para prevenir ciertos males que afectan a muchos pero que a unos cuantos favorecen (la destrucción de los recursos naturales es un buen ejemplo) y para asegurar un mínimo de educación que garantice a cada miembro del grupo la posibilidad de conocer el tesoro de sabiduría y habilidad acumulado durante siglos por quienes les preceden.
Repasando la historia, nop se puede esperar el milagro de que los seres humanos logren vivir juntos sin ningún tipo de dirección colectiva ni cierta coacción que limite la libertad de los más destructivos o de los más imbéciles (que suelen ser los mismos). De modo que considero indispensables algunas órdenes, aunque no cualquier tipo de órdenes; ciertos jefes, aunque no cualquier tipo de jefes; algún gobierno, pero no cualquier gobierno.
Por lo tanto volvemos al asunto del que la política se ocupa: ¿a quién debemos obedecer? ¿Qué debemos obedecer? ¿Hasta cuándo y por qué tenemos que seguir obedeciendo? Y, desde luego, ¿cuándo, por qué y cómo habrá que rebelarse?
Fuente: Fernando Savater POLÍTICA PARA AMADOR. EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA. Capítulo segundo: “OBEDIENTES Y REBELDES”
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¿QUIÉN MANDA AQUÍ?

¿Por qué los miembros de cada sociedad, que son muchos, obedecen a uno (llámesele rey, tirano, dictador, presidente o jefe de cualquier clase)? ¿Por qué aguantar sus órdenes? ¿Qué criterios hay que seguir para designar a los que van a mandar? Obedecer a otro nunca nos ha parecido a los humanos mala idea, a pesar de los obvios inconvenientes. A fin de cuentas, de lo que se trata es de aprovechar al máximo las ventajas de vivir juntos, en comunidad. La principal de esas ventajas es aunar esfuerzos y así lograr objetivos que cada cual por sí mismo nunca conseguiría. Una dirección única posibilita esa unidad de colaboración; y tal dirección debe tener cierta estabilidad, para garantizar que la unidad social no sea cosa de un día sino algo en lo que puede confiarse. Según Thomas Hobbes, un filósofo inglés del siglo XVII, los hombres eligieron jefes por miedo a sí mismos, a lo que podría llegar a ser su vida si no designaban a alguien que les mandase y zanjara sus disputas. Hobbes pensaba que el hombre puede llegar a ser una fiera para los otros hombres.
En las tribus primitivas, la cosa debió de ser relativamente sencilla. Al más fuerte se le nota que lo es, ¿no? Si el grupo vive de cazar, por ejemplo, seguirá la dirección del que cace mejor. Lo mismo en la guerra: cuando se trataba de combatir, había que fiarse del más fuerte, del más valiente. Tales debieron ser los primeros criterios que establecieron el derecho a mandar y la posibilidad justificada de ser obedecido. Pero cuando los grupos se hicieron mayores en número y más diversos en ocupaciones, el asunto político se hizo más complejo. Los candidatos a la jefatura fueron más numerosos, cada uno con sus partidarios. Por otra parte, los problemas que tenía que resolver el jefe ya no eran sólo la caza y la guerra, sino también tomar decisiones complicadas: las tribus se asentaron en territorios fijos al dedicarse a la agricultura y nacieron disputas respecto a la distribución y propiedad de la tierra, las herencias familiares, las costumbres matrimoniales, la organización de obras públicas necesarias para todos. El jefe mejor ya no era el que más guerras ganaba, sino el más capaz de lograr mantener una paz provechosa con los vecinos para poder comerciar con ellos. De modo que en las sociedades más desarrolladas, estables y comerciales, los antiguos criterios básicos de la fuerza y el conocimiento se hicieron mucho más difíciles de aplicar que antes: seguían valiendo, pero había que perfilarlos un poco más.
Por otra parte, las leyes planteaban también sus propias dificultades. Las tribus más antiguas no conocieron un código legal como los que aparecen en el derecho actual. Las leyes o normas que regían los diversos aspectos de la existencia colectiva se apoyaban en la tradición, la leyenda, el mito, en una palabra: en la memoria del grupo cuyos administradores y depositarios eran los ancianos. El mayor argumento para respetar una norma era: «siempre se ha hecho así». Y para explicar por qué siempre se había hecho así se recurría a la leyenda de algún antepasado heroico, fundador del grupo, o a las órdenes de algún dios. La forma más elemental de legitimidad, es decir, de justificación de la autoridad en sociedades primitivas provenía siempre del pasado. La lógica primitiva creía que los padres de los padres de los padres debieron ser aún más fuertes y sabios que los padres actuales, parientes casi y colegas de los dioses. Lo que ellos habían considerado como bueno, quizá porque se lo había revelado alguna divinidad, no podían discutirlo los individuos presentes, mucho más frágiles y lamentablemente humanos. El más digno de mandar era el que provenía por línea directa de algún jefe mítico, hijo a su vez de algún héroe semidivino o de un dios. La familia, la estirpe, se convirtieron en la base del poder de faraones, caciques, reyes, etc.. La idea no era del todo mala porque de ese modo se reducía el número de los posibles candidatos al trono y las luchas por el poder quedaban reducidas al interior de una o dos familias.
A su vez, como el poder provenía de la antigüedad mítica y de los dioses, los sacerdotes se convirtieron en personajes importantes de la lucha política. Los sacerdotes eran los especialistas en el pasado y los portavoces de los dioses. El que quería llegar al mando tenía que llevarse bien con ellos y buscar su apoyo. También las leyes estaban sustentadas en razones religiosas, porque habían sido reveladas por divinidades inapelables cuya voluntad interpretaban los curas. No había leyes humanas, todas provenían del cielo y del pasado. Algunos jefes, particularmente ambiciosos, decidieron convertirse a la vez en reyes y sacerdotes supremos para asegurar mejor su poder. Otros dieron un paso más allá: se proclamaron directamente dioses ya que sus antepasados lo habían sido… o por lo menos eso había obligación de creer. Así pudo quedar resuelta  la cuestión política en las sociedades humanas primitivas. Como entre las abejas y las hormigas, unos nacían para mandar y otros para obedecer. Pero entonces llegaron los griegos y con ellos, con sus ideasrevolucionarias, todo empezó a cambiar.
CONTESTAR: ¿Que autoridades diferencian en su vida cotidiana? Identificar en cada caso, quienes participan de ella, y que capacidades reconocen en  los que ejercen el poder.
Fuente: Fernando Savater
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