Las instituciones humanas en cuanto generadoras de normas parecieran no haber logrado la debida flexibilidad.

Las instituciones humanas en cuanto generadoras de normas parecieran no haber logrado la debida flexibilidad. Su grado de cristalización ha sido tale que parecen no acomodarse a las cambiantes circunstancias.

I.
Las instituciones humanas, que se han concebido históricamente como estructuras encargadas de generar normas para regular la convivencia y el orden social, parecen haber llegado a un punto de rigidez en su funcionamiento. La función primordial de estas instituciones, como el Estado, la ley, o incluso organizaciones sociales y culturales, es adaptar las normas a las realidades cambiantes de la sociedad, garantizando su estabilidad y coherencia a lo largo del tiempo. Sin embargo, al mismo tiempo, el desarrollo de estas instituciones ha llevado a un grado de cristalización tal que, en muchos casos, ya no parecen tener la flexibilidad necesaria para responder de manera efectiva a los retos contemporáneos.

Este proceso de cristalización puede entenderse como una tendencia hacia la formalización y la estabilización de las estructuras institucionales. En lugar de adaptarse de manera dinámica a los nuevos contextos sociales, económicos, tecnológicos y políticos, muchas de estas instituciones operan dentro de marcos rígidos que no se modifican con la velocidad que exigen los cambios sociales. La estandarización de las normas y procedimientos se convierte en una barrera, ya que los mecanismos institucionales establecidos no siempre son aptos para lidiar con los nuevos dilemas, problemas o crisis que surgen.

Por ejemplo, la legislación en muchas sociedades ha sido incapaz de abordar la rapidez con la que se desarrollan nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial o la biotecnología. Igualmente, las normas sociales y culturales que regulan el comportamiento de los individuos en una comunidad, a menudo surgen de procesos históricos lentos y tradicionales, lo que dificulta una rápida respuesta ante cuestiones como los derechos humanos o las nuevas configuraciones del trabajo y la familia.

La falta de flexibilidad institucional no solo genera una desconexión entre las normas y las circunstancias cambiantes, sino que también contribuye a un desajuste de las instituciones con las expectativas y necesidades de las personas. En una época donde la globalización y las interacciones transnacionales marcan el día a día, las instituciones nacionales o locales a menudo se ven limitadas por fronteras y estructuras preexistentes, lo que impide una resolución eficaz de problemas que trascienden esos límites.

Para poder lograr la flexibilidad deseada, las instituciones humanas deben reinventarse, encontrando un equilibrio entre la estabilidad necesaria para preservar el orden y la capacidad de adaptación para responder de forma efectiva y oportuna a las exigencias de la sociedad. Es imperativo que se desarrollen mecanismos de actualización normativa, de modo que las normas puedan modificarse o ajustarse sin perder su esencia, asegurando que sigan cumpliendo con su propósito original sin quedar atrapadas en estructuras rígidas e inadaptables.

La clave para que las instituciones sean verdaderamente eficaces radica en su capacidad de transformación y en su disposición para reconfigurarse conforme a las nuevas demandas y circunstancias del entorno social.

II.
A su vez, el derecho, como un conjunto de normas reguladoras de la conducta social, está intrínsecamente vinculado a las instituciones encargadas de su creación, interpretación y aplicación. Estas instituciones, que incluyen órganos legislativos, judiciales y administrativos, han sido diseñadas para establecer y aplicar las reglas que rigen una sociedad. Sin embargo, tal como mencionas, estas instituciones a menudo han mostrado un grado de cristalización tal que las normas que producen ya no logran ajustarse de manera eficaz a las circunstancias cambiantes.

La cristalización del derecho y la rigidez institucional. El derecho, como una construcción social, responde a las necesidades de una sociedad en un momento determinado. Las normas jurídicas se generan en el marco de instituciones que históricamente se han ido configurando con un fuerte componente de estabilidad. Sin embargo, esa estabilidad a veces se convierte en rigidez, ya que las instituciones encargadas de legislar, juzgar o aplicar el derecho no siempre tienen la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios sociales, tecnológicos, económicos o culturales.

Por ejemplo, el derecho penal, que tiene como objetivo proteger el orden social, a menudo se enfrenta a la dificultad de aplicar normas creadas en contextos muy diferentes a los actuales, sobre todo cuando surgen nuevas formas de delito, como el cibercrimen o los delitos informáticos. Las instituciones del derecho, como los tribunales, se ven forzadas a interpretar la ley de manera rígida, y las modificaciones legislativas suelen ser lentas, lo que provoca un desajuste entre la ley y la realidad social.

El derecho y su relación con el cambio social. Una de las características fundamentales del derecho es su capacidad para regular la convivencia en la sociedad, adaptándose a las transformaciones y las nuevas realidades. Sin embargo, las instituciones que generan el derecho, como los parlamentos o los tribunales, a menudo muestran resistencia al cambio debido a una cierta inercia histórica y a la preocupación por mantener la estabilidad social. Esta rigidez puede llevar a que las leyes no sean suficientemente flexibles para abordar problemas novedosos o para reconocer nuevas necesidades y derechos emergentes.

Por ejemplo, en temas como los derechos digitales, la igualdad de género o los derechos de las comunidades LGBTQ+, las normas jurídicas han tenido que actualizarse rápidamente para adaptarse a nuevas demandas sociales. Sin embargo, muchas veces las reformas legales no se producen con la velocidad que la sociedad requiere, y el derecho se ve atrapado en la cristalización de instituciones que no logran captar la magnitud de los cambios sociales.

La flexibilidad del derecho: una necesidad para la justicia. El derecho debe ser flexible para ser justo. Las instituciones jurídicas, por tanto, deben adaptarse a las nuevas circunstancias, no solo en su contenido normativo, sino también en los mecanismos para su creación y aplicación. La rigidez en la interpretación de la ley puede llevar a situaciones de injusticia, ya que las normas, aunque originalmente bien intencionadas, pueden resultar inaplicables o incluso desactualizadas frente a nuevos contextos. En este sentido, se vuelve crucial la capacidad de las instituciones judiciales de realizar interpretaciones evolutivas del derecho, ajustándose a las nuevas realidades sin perder el principio de justicia.

Además, es necesario que el derecho no solo sea un instrumento normativo, sino también un mecanismo que permita la adaptación continua de las normas a la sociedad en transformación. En una democracia, la creación de nuevas normas debería estar siempre en diálogo con los cambios que suceden en la sociedad, permitiendo una evolución constante que mantenga la legitimidad del sistema jurídico.

La reforma institucional como vía de flexibilidad. Para que el derecho se adapte de manera efectiva a las circunstancias cambiantes, las instituciones encargadas de su creación y aplicación deben someterse a procesos de reforma y modernización. Estos procesos no solo deben incluir modificaciones legislativas, sino también transformaciones en las estructuras mismas que componen el sistema jurídico. De esta forma, las instituciones encargadas de la creación del derecho pueden estar más abiertas a las demandas sociales y ofrecer respuestas más rápidas y efectivas a los retos contemporáneos.

Es importante también que la sociedad participe activamente en la creación del derecho, para que las leyes reflejen sus necesidades y valores. A medida que las circunstancias cambian, las normas deben ser revisadas y ajustadas con frecuencia, para que no queden atrapadas en un marco rígido que impida su efectividad.

En resumen, la relación entre las instituciones humanas y el derecho se manifiesta en la capacidad de las primeras para generar normas que respondan a las transformaciones de la sociedad. Sin embargo, la cristalización de estas instituciones puede hacer que el derecho pierda su flexibilidad y no logre adaptarse a las cambiantes circunstancias, lo que subraya la necesidad de una reforma continua que permita que el derecho sea realmente eficaz y justo en un mundo en constante cambio.

III.
En conclusión, las instituciones humanas encargadas de generar normas, como los sistemas jurídicos, han alcanzado un grado de cristalización que las ha llevado a perder la flexibilidad necesaria para adaptarse a las rápidas transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Este fenómeno de rigidez dificulta la capacidad del derecho para responder adecuadamente a los nuevos desafíos y necesidades de la sociedad. La estabilidad y el orden que buscan mantener estas instituciones a través de la norma deben equilibrarse con la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes.

La falta de flexibilidad en las instituciones jurídicas puede resultar en una desconexión entre la ley y la realidad social, generando injusticias o desajustes en la regulación de la convivencia. Para que el derecho siga siendo eficaz y justo, es crucial que las instituciones encargadas de su creación y aplicación se sometan a procesos de reforma y actualización continua. Solo de este modo, el derecho podrá responder de manera adecuada a las demandas sociales, manteniendo su legitimidad y efectividad en un mundo que está en constante cambio.

En definitiva, la flexibilidad en las instituciones jurídicas no es solo un desafío, sino una necesidad para garantizar un sistema normativo que realmente cumpla su función de justicia y orden social.

D.O.

 

Fuente:
Ghirardi Olsen A. “Filosofía del trabajo. (La revolución de las manos)”. Ediciones Depalma. Buenos Aires. 1976.
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