Guía de Estudio: ¿CONOCEMOS DE QUE ESTAMOS HABLANDO?

1. Problema: ¿Conocemos de que estamos hablando?

2. Palabras clave: Etica. Política. Convivencia. Libertad. Responsabilidad. Justicia. Dignidad. Asistencialismo.

3. Texto: Fernando Savater – Ética para Amador. Capítulo noveno – Elecciones Generales

4. Estrategia metodológica de trabajo: 1. Leer con atención el texto. 2. Anotar los elementos (palabras, frases, párrafos) que no se comprendan totalmente o presenten alguna dificultad para ser comprendidos. 3. Investigar aquellos elementos que no pudieron esclarecer. 4. Realizar una reflexión sobre tales elementos investigados, expresando el porqué de no  haberlos comprendido y/o desconocido. Para el caso de no haber encontrado elementos incomprendidos y/o desconocidos, la reflexión se referirá a las palabras claves del trabajo, y el porqué de su comprensión y/o conocimiento. 5. Cada alumno podrá tener que manifestar al curso, en forma oral,  los elementos investigados y sus reflexiones.

5. Presentación: En hoja A4 (210 mm x 297 mm). Escrito Impreso (no manuscrito). Sin perjuicio de la extensión total del trabajo (que podrá contener una o más hojas), la extensión de la reflexión final no excederá una carilla de hoja A4. Tipo y tamaño de la letra: Arial 12. Interlineado espaciado 1,5. Señalar las fuentes bibliográficas que se utilicen.

6. Formas de entrega del trabajo: el cumplimiento del trabajo se podrá hacer: A) personalmente al profesor en la fecha programada; B) Vía on-line a la dirección de correo: daniel@estudioolguin.com.ar, hasta la fecha programada inclusive.

TEXTO: Extracto del Capítulo Noveno (Elecciones Generales) del libro “Ética para Amador” de Fernando Savater.

..la ética y la política tienen mucho que ver y se relacionan. En cuanto a su finalidad, ambas parecen fundamentalmente emparentadas: ¿no se trata de vivir bien en los dos casos? La ética es el arte de elegir lo que más nos conviene y vivir lo mejor posible; el objetivo de la política es el de organizar lo mejor posible la convivencia social, de modo que cada cual pueda elegir lo que le conviene. Como nadie vive aislado…, cualquiera que tenga la preocupación ética de vivir bien no puede desentenderse olímpicamente de la política. Sería como empeñarse en estar cómodo en una casa pero sin querer saber nada de las goteras, las ratas, la falta de calefacción y los cimientos carcomidos que pueden hacer hundirse el edificio entero mientras dormimos…
Sin embargo, tampoco faltan las diferencias importantes entre ética y política. Para empezar, la ética se ocupa de lo que uno Mismo (tú, yo o cualquiera) hace con su libertad, mientras que la política intenta coordinar de la manera más provechosa para el conjunto lo que muchos hacen con sus libertades. En la ética, lo importante es querer bien, porque se trata de lo que cada cual hace porque quiere (no de lo que le pasa a uno quiera o no, ni de lo que hace a la fuerza). Para la política, en cambio, lo que cuentan son los resultados de las acciones, se hagan por lo que se hagan, y el político intentará presionar con los medios a su alcance para obtener ciertos resultados y evitar otros. Tomemos un caso trivial: el respeto a las indicaciones de los semáforos. Desde el punto de vista moral, lo positivo es querer respetar la luz roja (comprendiendo su utilidad general, Poniéndose en el lugar de otras personas que pueden resultar dañadas si yo infrinjo la norma, etc.); pero si el asunto se considera políticamente, lo que importa es que nadie se salte los semáforos, aunque no sea más que por miedo a la multa o a la cárcel. Para el político, todos los que respetan la luz roja son igualmente «buenos», lo hagan por miedo, por rutina, por superstición o por convencimiento racional de que debe ser respetada; a la ética, en cambio, sólo le merecen aprecio verdadero estos últimos, porque son los que entienden mejor el uso de la libertad. En una palabra, hay diferencia entre la pregunta ética que yo me hago a mí mismo (¿cómo quiero ser, sean como sean los demás?) y la preocupación política porque la mayoría funcione de la manera considerada más recomendable y armónica.
Desde un punto de vista ético, es decir, desde la perspectiva de, lo que conviene para la vida buena, ¿cómo será la organización política preferible, aquella que hay que esforzarse por conseguir y defender?
a) Como todo el proyecto ético parte de la libertad, sin la cual no hay vida buena que valga, el sistema político deseable tendrá que respetar al máximo ‑ o limitar mínimamente, las facetas públicas de la libertad humana: la libertad de reunirse o de separarse de otros, la de expresar las opiniones y la de inventar belleza o ciencia, la de trabajar de acuerdo con la propia vocación o interés, la de intervenir en los asuntos públicos, la de trasladarse o instalarse en un lugar, la libertad de elegir los propios goces de cuerpo y de alma, etc. Nuestro mayor bien ‑particular o común‑ es ser libres. Desde luego, un régimen político que conceda la debida importancia a la libertad insistirá también en la responsabilidad social de las acciones y omisiones de cada uno (digo omisiones porque a veces se hace también no haciendo). Por regla general, cuanto menos responsable resulte cada cual de sus méritos o fechorías (y se diga, por ejemplo, que son fruto de la «historia», la «sociedad establecida», las «reacciones químicas del organismo», la «propaganda», el «demonio» o cosas así) menos libertad se está dispuesto a concederle. En los sistemas políticos en que los individuos nunca son del todo «responsables», tampoco suelen serlo los gobernantes, que siempre actúan movidos por las «necesidades» históricas o los imperativos de la «razón de Estado».
b) Principio básico de la vida buena, es tratar a las personas como a personas, es decir: ser capaces de ponernos en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar nuestros intereses para armonizarlos con los suyos. Si prefieres decirlo de otro modo, se trata de aprender a considerar los intereses del otro como si fuesen tuyos y los tuyos como si fuesen de otro. A esta virtud se le llama justicia y no puede haber régimen político decente que no pretenda, por medio de leyes e instituciones, fomentar la justicia entre los miembros de la sociedad. La única razón para limitar la libertad de los individuos cuando sea indispensable hacerlo es impedir, incluso por la fuerza si no hubiera otra manera, que traten a sus semejantes como si no lo fueran, o sea que los traten como a juguetes, a bestias de carga, a simples herramientas, a seres inferiores, etc. A la condición que puede exigir cada humano de ser tratado como semejante a los demás, sea cual fuere su sexo, color de piel, ideas o gustos, etc., se le llama dignidad. Y fíjate qué curioso: aunque la dignidad es lo que tenemos todos los humanos en común, es precisamente lo que sirve para reconocer a cada cual como único e irrepetible. Pues bien, todo ser humano tiene dignidad y no precio, es decir, no puede ser sustituido ni se le debe maltratar con el fin de beneficiar a otro. Cuando digo que no puede ser sustituido, no me refiero a la función que realiza (un carpintero puede sustituir en su trabajo a otro carpintero) sino a su personalidad propia, a lo que verdaderamente es; cuando hablo de «maltratar» quiero decir que, ni siquiera si se le castiga de acuerdo a la ley o se le tiene políticamente como enemigo, deja de ser acreedor a unos miramientos y a un respeto. Es la dignidad humana lo que nos hace a todos semejantes justamente porque certifica que cada cual es único, no intercambiable y con los mismos derechos al reconocimiento social que cualquier otro.
c) Tomarse al otro en serio, poniéndonos en su lugar, consiste no sólo en reconocer su dignidad de semejante sino también en simpatizar con sus dolores, con las desdichas que por error propio, accidente fortuito o necesidad biológica le afligen, como antes o después pueden afligimos a todos. Enfermedades, vejez, debilidad insuperable, abandono, trastorno emocional o mental, pérdida de lo más querido o de lo más imprescindible, amenazas y agresiones violentas por parte de los más fuertes o de los menos escrupulosos… Una comunidad política deseable tiene que garantizar dentro de lo posible la asistencia comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que por cualquier razón menos pueden ayudarse a sí mismos. Lo difícil es lograr que esta asistencia no se haga a costa de la libertad y la dignidad de la persona. A veces el Estado, con el pretexto de ayudar a los inválidos, termina por tratar como si fuesen inválidos a toda la población. Las desdichas nos ponen en manos de los demás y aumentan el poder colectivo sobre el individuo: es muy importante esforzarse porque ese poder no se emplee más que para remediar carencias y debilidades, no para perpetuarlas bajo anestesia en nombre de una «compasión» autoritaria.
Quien desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia.
La democracia moderna ha intentado a lo largo de los dos últimos siglos establecer (primero en la teoría y poco a poco en la práctica) esas exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política: son los llamados derechos humanos cuya lista todavía es hoy, para nuestra vergüenza colectiva, un catálogo de buenos propósitos más que de logros efectivos. Insistir en reivindicarlos al completo, en todas partes y para todos, no unos cuantos y sólo para unos cuantos, sigue siendo la única empresa política de la que la ética no puede desentenderse.
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Protegido: Trabajo de Investigación Nro. 2 – Los traspasos de gobierno.

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LOS PARADIGMAS – En ocasiones para cambiar hay que romper.

El modo en que vemos el problema es el problema.

Leamos las siguientes declaraciones que significaron un paradigma y que fueron hechas por expertos en sus campos de acción. A su tiempo, cuando fueron expresadas fueron tomadas por inteligentes. Pero con el paso del tiempo sonaron idiotas.

10. No hay razón para que iun individuo tenga una computadora en su casa. Kennet Olsen, Presidente y Fundador de la Corporación de Equipos Digitales, en 1977.
09. Los aeroplanos son interesantes juguetes pero sin valor militar. Mariscal Ferdinand Foch, Militar y estratega francés y futuro comandante en la primera Guerra Mundial, en 1911.
08. El hombre jamás alcanzará la luna, a pesar de los futuros avances científicos. Dr. Lee de Forest, padre de la radio, en febrero de 1967.
07. No será posible sostener a la La televisión en ningún mercado después de seis meses. La gente se cansará de estar frente a una caja de madera cada noche. Darryl F. Zanuck, Director de la 20th. Century-Fox, en 1946.
06. No nos gusta su sonido. Los grupos de guitarras estan en declive. DECCA Records rechazando a los Vétales, en 1962.
05. Para la mayoría del pueblo, el uso del tabaco tiene un efecto benéfico. Dr. Ian G. Mac Donald, Cirujano de Los Ángeles, en una declaración en NEWSWEEL, Noviembre de 1969.
04. Este teléfono tiene demasiados defectos para ser considerado seriamente como un medio de comunicación. El dispositivo de por sí, no tiene valor alguno para nosotros. Western Union Internal Memos, en 1876.
03. la tierra es el centro del universo. Ptolomeo, El gran astrónomo egipcio, en el siglo II.
02. Nada de importancia sucedió hoy. Escrito por el Rey George III de Inglaterra el 4 de Julio de 1776 (día de la independencia de los EEUU).
01. Todo lo que puede ser inventado ha sido inventado. Charles H. Duell, U.S. Comisionado de Patentes de invención, en 1899.

A su vez, leamos la lista siguiente con declaraciones que puede ser hechas por cualquier adolescente, y que pueden ser tan ridículas como las anteriores:

Ninguno de mi familia se ha graduado la universidad. Yo estaría loco de pensar que yo podría hacerlo.
No hay caso. Mi padrastro y yo nunca nos llevaremos bien. Somos demasiado diferentes.
Mi profesora esta en mi contra.
¡Ella es tan bonita! Apuesto que es una imbécil.
No puedo progresar en la vida a menos que conozca a la gente correcta.
¿Yo delgado? ¡Si mi familia esta plena de gente gorda!
Es imposible conseguir un buen trabajo porque no quieren contratar a un joven.

¿Que tienen en común estas listas?

Todas ellas son percepciones acerca de la forma que las cosas son. Todas ellas son inadecuadas o incompletas, aun a pesar de que la gente quienes las declaran están convencidas de que son verdad.

Como podemos notar, nuestros Paradigmas están a menudo lejos de ser un marco adecuado o acertado, y, en consecuencia, crean limitaciones. Por ejemplo, podemos estar convencidos de que no tenemos lo necesario para cursar estudios superiores. Y ello es sólo nuestra percepción del tema.

¡Para cambiar en ocasiones hay que romper!

Ahora bien, casi todos los descubrimientos significativos en el campo del esfuerzo científico aparecen primero como rupturas con la tradición, con los viejos modos de pensar, con los antiguos paradigmas.

Para Tolomeo, el gran astrónomo egipcio, la Tierra era el centro del universo. Pero Copérnico creó un cambio de paradigma, suscitando muchas resistencias y persecuciones al situar al Sol en el centro. Súbitamente, todo fue objeto de una interpretación distinta.
El modelo newtoniano de la física es un paradigma de movimientos regulares y todavía constituye la base de la ingeniería moderna. Pero es parcial, incompleto. El mundo científico moderno se vio revolucionado por el paradigma einsteiniano, el paradigma de la relatividad, cuyo valor predictivo y explicativo es mucho mayor.
Hasta que se elaboró la teoría de los gérmenes, un alto porcentaje de mujeres y niños morían durante el parto, y nadie entendía por qué. En las escaramuzas de la guerra, eran más los hombres que morían de pequeñas heridas y de enfermedades que de traumas importantes sufridos en el frente. Pero en cuanto se desarrolló la teoría de los gérmenes, un paradigma totalmente nuevo, un modo mejor y perfeccionado de comprender lo que sucedía, hizo posible un perfeccionamiento médico extraordinario, significativo.

Ya sea que el cambio de paradigma nos empuje en direcciones positivas o negativas, o que se produzca de modo instantáneo o gradual, determina que pasemos de una manera de ver el mundo a otra. Ese cambio genera poderosas transformaciones.

Tengamos siempre presente que nuestros paradigmas, correctos o incorrectos, son las fuentes de nuestras actitudes y conductas, y en última instancia de nuestras relaciones con los demás.

Observemos la siguiente situación:

Un día en el subterráneo, la gente estaba tranquilamente sentado, leyendo el periódico, perdida en sus pensamientos o descansando con los ojos cerrados. La escena era tranquila y pacífica. Entonces, de pronto, entraron en el vagón un hombre y sus dos hijos. Los niños eran tan alborotadores e ingobernables que de inmediato se modificó todo el clima. El hombre se sentó junto a mí y cerró los ojos, en apariencia ignorando y abstrayéndose de la situación. Los niños corrían de aquí para allá, arrojando objetos, incluso arrebatando los periódicos de la gente. Era muy molesto. Pero el hombre sentado junto a mí no hacía nada. Resultaba difícil no sentirse irritado. Yo no podía creer que fuera tan insensible como para permitir que los chicos corrieran salvajemente, sin impedirlo ni asumir ninguna responsabilidad. Se veía que las otras personas que estaban allí se sentían igualmente irritadas. De modo que, finalmente, con lo que me parecía una paciencia y contención inusuales, me volví hacia él y le dije: «Señor, sus hijos están molestando a muchas personas. ¿No puede controlarlos un poco más?». El hombre alzó los ojos como si sólo entonces hubiera tomado conciencia de la situación, y dijo con suavidad: «Oh, tiene razón. Supongo que yo tendría que hacer algo. Volvemos del hospital donde su madre ha muerto hace más o menos una hora. No sé qué pensar, y supongo que tampoco ellos saben cómo reaccionar».
En forma inmediata mi paradigma cambió. De pronto vi las cosas de otro modo, y como las veía de otro modo, pensé de otra manera, sentí de otra manera, me comporté de otra manera. Mi irritación se desvaneció. Era innecesario que me preocupara por controlar mi actitud o mi conducta; mi corazón se había visto invadido por el dolor de aquel hombre. Libremente fluían sentimientos de simpatía y compasión. «¿Su esposa acaba de morir? Lo siento mucho… ¿Cómo ha sido? ¿Puedo hacer algo?» Todo cambió en un instante.

Muchas personas experimentan un cambio de pensamiento fundamental cuando afrontan una crisis que amenaza su vida y de pronto ven sus prioridades bajo una luz diferente.

Podemos pasar semanas, meses, incluso años, trabajando para cambiar nuestras actitudes y conductas, sin siquiera empezar a aproximarnos al fenómeno del cambio que se produce espontáneamente cuando vemos las cosas de modo diferente.

Conclusiones:

Todos tenemos paradigmas dentro nuestro. Tenemos paradigmas sobre nosotros mismo, acerca de otra gente, y sobre la vida en general. El punto es que nuestros paradigmas son frecuentemente incompletos, incorrectos, o completamente desubicados. Y desde nuestros limitados puntos de vista, no podemos ver la pintura completa.

Para cambiar, debemos mantener la mente y corazón  abiertos a nueva información, ideas, y puntos de vista, y estar dispuestos a cambiar nuestros paradigmas cuando llegamos a tener claro que estos están equivocados. Mas importante aún, es obvio que si queremos hacer un gran cambio en nuestra vidas:

La llave es cambiar nuestros paradigmas, o los anteojos a través de los cuales vemos el mundo.

Pequeños escalones que ayudan al cambio. Comencemos a subirlos.

1. Piensa en la limitación de algún paradigma que puedes estar sosteniendo, y haz algo totalmente contradictorio a ese paradigma. Anota cual es el paradigma que te limita, y la acción en su contra que llevaste a cabo.

2. Piensa en un amigo que ha estado actuando raro últimamente. Y piensa lo que podría estar causando esa forma de actuar. Anota el problema que podría estar enfrentando y de que forma pueden influenciar en tu actitud hacia el.

3. ¿En que ocupas tus pensamientos o reflexiones?¿Que ocupa la mayoría de tu  tiempo y energía? Anótalo.

4. Encuentra un lugar donde poder esta solo. Piensa acerca de tus problemas. Anota alguno de los problemas que quisieras solucionar. Y como crees que deberías solucionarlo

Bibliografía.

Stephen R.Covey: Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Paidós, 2009. El líder interior: cómo transmitir e inspirar los valores que conducen a la grandeza. Paidós, 2009. El octavo hábito: de la efectividad a la grandeza. 2005. Primero lo primero: vivir, amar, aprender, dejar un legado. Paidós, 1997. El liderazgo centrado en principios. Paidós. 1996.
Sean Covey. Los 7 habitos de los adolescentes altamente efectivos. Fireside. USA. 1998. Las 6 mas importantes decisiones que los adolescentes deberán tomar. Fureside. USA. 2006.

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3. LOS PARADIGMAS – Primera parte. ¿Que es un paradigma?

“Para poder cambiar efectivamente, debemos primero cambiar nuestras percepciones”
“El modo en que vemos el problema, es el problema”
“Lo que vemos es lo que conseguimos”

¿Que es un paradigma?

Un paradigma es la forma en que nosotros vemos algo, nuestro punto de vista, marco de referencia, o creencia. Nuestra percepción.

Los paradigmas son como anteojos recetados. Estas lentes afectan como vemos todo. Y cuando tenemos un paradigma incompleto acerca de nosotros mismo, de otros, o de la vida en general, es como si usáramos anteojos con el aumento equivocado.

Como resultado lo que vemos es lo que conseguimos o alcanzamos. Por ejemplo, si creemos que somos lerdos tenemos algún retraso intelectual, esa creencia nos marcará como tales. Si creemos que nuestra hermana o hermano es lerdo, buscaremos evidencia para sostener nuestra creencia , y ella o él permanecerá como lerdo o retrasado a nuestros ojos. De otra forma, si creemos que somos inteligentes, esa creencia cubrirá de buen onda todo lo que hagamos.

Un modo simple de pensar los paradigmas, que se adecua a nuestros fines, consiste en considerarlos mapas. Todos sabemos que «el mapa no es el territorio». Un mapa es simplemente una explicación de ciertos aspectos de un territorio.

Un paradigma es exactamente eso. Es una teoría, una explicación o un modelo de alguna otra cosa.

Supongamos que uno quiere llegar a un lugar específico del centro de la ciudad de la Plata. Un plano de la ciudad puede ser de gran ayuda. Pero supongamos también que se nos ha entregado un mapa equivocado. En virtud de un error de imprenta, el plano que lleva la inscripción de «La Plata» es en realidad un plano de la ciudad de Tandil. ¿Pueden imaginar la frustración y la inefectividad con las que tropezará al tratar de llegar a su destino? Se podrá entonces trabajar sobre la propia conducta: poner más empeño, ser más diligente, duplicar la velocidad. Pero nuestros esfuerzos sólo lograrán conducirnos más rápido al lugar erróneo.

Uno podrá asimismo trabajar sobre su actitud: pensar más positivamente acerca de lo que intenta. De este modo tampoco se llegaría al lugar correcto, pero es posible que a uno no le importe. La actitud puede ser tan positiva que uno se sienta feliz en cualquier parte. Pero la cuestión es que nos habremos perdido.

Pero el problema fundamental no tiene nada que ver con la actitud o la conducta. Sino que está totalmente relacionado con el hecho de que el nuestro es un plano equivocado. Si tenemos el plano correcto de La Plata, entonces el empeño y el esfuerzo que empleemos es importante, y cuando se encuentran obstáculos frustrantes en el camino, entonces la actitud puede determinar una diferencia real. Pero el primero y más importante requerimiento es la precisión del plano.

Todos tenemos muchos mapas en la cabeza, que pueden clasificarse en dos categorías principales: mapas del modo en que son las cosas o realidades, y mapas del modo en que deberían ser o valores. Con esos mapas mentales interpretamos todo lo que experimentamos. Pocas veces cuestionamos su exactitud, y por lo general ni siquiera tenemos conciencia de que existen. Simplemente damos por sentado que el modo en que vemos las cosas corresponde a lo que realmente son o a lo que deberían ser.

Estos supuestos dan origen a nuestras actitudes y a nuestra conducta. El modo en que vemos las cosas es la fuente del modo en que pensamos y del modo en que actuamos. Y tendemos a pensar que vemos las cosas como son, que somos objetivos. Pero no es así.

Vemos el mundo, no como es, sino como somos nosotros o como se nos ha condicionado para que lo veamos.[1]

Cuando abrimos la boca para describir lo que vemos, en realidad nos describimos a nosotros mismos, a nuestras percepciones, a nuestros paradigmas. Cuando otras personas disienten de nosotros, de inmediato pensamos que algo extraño les ocurre. Pero ven las cosas de modo distinto, pues cada una mira a través del cristal de su experiencia. Por lo tanto, tratar de cambiar nuestras actitudes y conductas es prácticamente inútil a largo plazo si no examinamos los paradigmas básicos de los que surgen esas actitudes y conductas.

Por ello, cuanta más conciencia tengamos de nuestros paradigmas, mapas o supuestos básicos, y de la medida en que nos ha influido nuestra experiencia, en mayor grado podremos asumir la responsabilidad de tales paradigmas, examinarlos, someterlos a la prueba de la realidad, escuchar a los otros y estar abiertos a sus percepciones, con lo cual lograremos un cuadro más amplio y una modalidad de visión mucho más objetiva.

Entonces, tengamos en cuenta que, de la misma manera en que los paradigmas negativos pueden imponernos limitaciones, los paradigmas positivos pueden hacer surgir lo mejor que hay dentro de nosotros.

Leamos las siguientes situaciones:

Hay demasiado que hacer y no suficiente tiempo para hacerlo. Tengo que ir al colegio, tarea para hacer en casa, trabajo en el negocio de mis padres, amigos, fiestas y mi familia por sobre todo lo demás. Estoy totalmente stressado. Socorro!!!

¿Como me voy a sentir bien acerca de mi mismo cuando yo no logro ganar en nada? Donde sea que miro hay alguien mas inteligente, atractivo, o mas popular. No puedo dejar de pensar: “Si yo solamente tuviera su cabello, sus ropas, su personalidad, su novia o novio, entonces yo sería feliz”

Me siento como si mi vida estuviera fuera de control.

Mi familia es un desastre si pudiera sacarme a mis padres de encima, podría lograr vivir mi vida. Ellos están constantemente presionándome, y nunca puedo ser visto satisfactoriamente por ellos.

Se que no estoy viviendo de la forma que debería. Estoy metido en todo, drogas, alcohol, sexo. Y cuando estoy con mis amigos, hago lo que los demás hacen.

Comencé otra dieta. Creo que es la quinta en este año. Quiero realmente cambiar, pero no tengo disciplina para mantenerme en una dieta. Cada vez que comienzo una nueva dieta tengo esperanzas. Pero es usualmente por un corto tiempo antes de volver a caer. Entonces me siento terriblemente mal.

No me esta yendo demasiado bien en la escuela actualmente. Si no consigo pasar de año jamás ingresaré en la universidad.

Estoy triste sin razón y me deprimo frecuentemente y no se que hacer acerca de ello.

He asistido a todas las clases de Convivencia y participado de todas las actividades que el colegio propone. Espero mucho de mis compañeros y me empeño en ser amistoso con ellos y en tratarlos con corrección. Pero no siento que me sean leales en absoluto. Creo que, si por un día me quedara enfermo en casa, pasarían la mayor parte del tiempo hablando mal de mi.

Mi amigo de la infancia tiene problemas de conducta en el colegio y en el club y se droga. Nunca me escucha. ¿Qué puedo hacer?

Veo a mis amigos o parientes lograr algún tipo de éxito o ser objeto de algún reconocimiento, y sonrío y los felicito con entusiasmo. Pero por dentro me carcome la envidia. ¿Por qué siento esto?

Tengo una personalidad fuerte. Sé que en casi todos mis intercambios puedo controlar el resultado. Casi siempre incluso puedo hacerlo influyendo en los otros para que lleguen a la solución que yo quiero. Reflexiono en todas las situaciones y realmente siento que las ideas a las que llego son por lo general las mejores para todos. Pero me siento incómodo. Me pregunto siempre qué es lo que las otras personas piensan realmente de mí y mis ideas.

Mi noviazgo se ha derrumbado. No nos peleamos ni nada por el estilo; simplemente ya no queremos estar juntos. Hemos intentado algunas cosas, pero no podemos volver a revivir nuestros antiguos sentimientos.

Estos son problemas profundos y penosos, problemas que un enfoque de arreglos transitorios no puede resolver. Debemos comprender entonces que, si queremos cambiar la situación, debemos cambiar nosotros mismos. Y que para poder cambiar nosotros efectivamente, debemos primero cambiar nuestras percepciones, o nuestros paradigmas.


Fuente:
Stephen R.Covey: Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Paidós, 2009.
Stephen R.Covey: El líder interior: cómo transmitir e inspirar los valores que conducen a la grandeza. Paidós, 2009.
Stephen R.Covey: El octavo hábito: de la efectividad a la grandeza. 2005.
Stephen R.Covey: Primero lo primero: vivir, amar, aprender, dejar un legado. Paidós, 1997.
Stephen R.Covey: El liderazgo centrado en principios. Paidós. 1996
Sean Covey. Los 7 habitos de los adolescentes altamente efectivos. Fireside. USA. 1998.
Sean Covey, Las 6 mas importantes decisiones que los adolescentes deberán tomar.
1] Ver: “Vemos el mundo como somos, no como es.” Publicado el 19/07/2011 por Daniel Olguin. http://danielolguin.com.ar/?p=146
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EL Imperialismo.

El imperialismo

1. DEL COLONIALISMO TRADICIONAL AL IMPERIALISMO.

El tránsito del colonialismo tradicional al imperialismo se produjo en la 1ª mitad del siglo XIX y estuvo marcado por la crisis del antiguo colonialismo expresada en la pérdida de las colonias americanas de Gran Bretaña y España, la desaparición de las doctrinas económicas mercantilistas[1] y la lucha por la abolición de la esclavitud.
La expansión continuó durante la 2ª mitad del siglo, fruto de la pretensión de ganar nuevas áreas de influencia, alentada por la industrialización europea -ávida de nuevos mercados[2] y el desarrollo técnico y militar. Otros factores que contribuyeron a dicha expansión fueron las exploraciones geográficas y misioneras en busca de la extensión de la ciencia y el cristianismo respectivamente. Esta nueva fase del colonialismo, que recibe la denominación de imperialismo, tendía a la formación de grandes imperios y constituyó una constante fuente de conflictos que desembocaron en la 1ª Guerra Mundial.

2. LA ERA DEL IMPERIALISMO.

Es el periodo que comienza aproximadamente en 1875 y culmina con la primera guerra mundial. En esa época algunos países comienzan su expansión repartiéndose económica y políticamente el mundo.

Entre las potencias colonialistas e destacan: Inglaterra. Francia, Alemania, Bélgica, Portugal, Italia y España, EEUU fue creciendo en importancia en el siglo XX. Inglaterra conquistó la India y algunos territorios de África. Francia se extendió por el norte y centro de África y sudeste de Asia.

3. EL IMPERIALISMO: Es el sistema político y económico por el cual los países más poderosos dominan o pretenden ejercer su control sobre otros pueblos. El término imperialismo hace referencia a la actitud, doctrina o acción que conduce al dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política.  A diferencia del colonialismo, tiene fuertes connotaciones nacionalistas: los estados que lo practicaron pretendían la conquista sistemática de la mayor cantidad posible de territorios con el objetivo de alcanzar el rango de potencias mundiales. No buscaban tanto la transformación cultural de estas zonas como su control político, económico y militar. Este proceso adquirió nitidez en el último tercio del siglo XIX.

3.1. EL COLONIALISMO: Es cuando la autoridad es ejercida directamente, por conquista o anexión territorial, por el país imperialista o metrópoli, perdiendo el país sometido o colonia[3] su soberanía. Suele aludir a las primeras fases de la expansión europea, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las metrópolis controlaron una serie de territorios, explotados económicamente, que alentaron relaciones de subordinación con los pueblos autóctonos de la zona, a los que impusieron sus estructuras y formas de vida. Las Colonias pueden ser de asentamiento si fueron fundadas por emigrantes europeos para trabajar y vivir en ellas, o colonias comerciales, si fueron conquistadas para obtener materias primas (como en Asia y África) y son explotadas por compañías privadas con el aval y la protección del gobierno de su país de origen. Tras la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló un amplio movimiento de descolonización. Éste concluyó con la independencia de la mayor parte de los territorios integrados en los grandes imperios europeos y su transformación en estados independientes.

3.2. NEOCOLONIALISMO: se produce cuando el país sometido es independiente políticamente, la dominación se ejerce sobre su economía, mediante la acción directa de grandes compañías monopólicas extranjeras, (es decir cuyos capitales son del país imperialista) que son dueñas de recursos básicos de  del país neocolonial o por medio de la subordinación financiera (créditos y préstamos) que condicionan la vida política de estos territorios.

4. CAUSAS DEL IMPERIALISMO:

4.1. Demográficas: En el período comprendido entre 1850 y 1900 la población europea pasó de 300 a 450 millones de almas. Este incremento demográfico continuó en ascenso hasta 1914. Las penosas condiciones de vida de la clase trabajadora en los países industrializados animó a muchos a buscar mejores perspectivas de vida en los territorios que iban ocupándose. Parte de esa población fue absorbida por los territorios coloniales a través de una persistente inmigración. Los avances médicos, como el uso de la quinina[4], contribuyeron en gran medida a estas migraciones, ya que permitieron combatir con éxito enfermedades endémicas como el cólera, tifus o el paludismo que hasta entonces habían hecho inhabitables para el hombre blanco extensos territorios.

4.2. Causas económicas: La búsqueda de nuevos territorios donde invertir el exceso de capitales acumulados. Éstos encontraron una productiva salida en la financiación de infraestructuras tales como ferrocarriles, puertos o grandes obras de ingeniería (canal de Suez, Canal de Panamá, etc.). La exploración y conquista de zonas donde conseguir materias primas y energéticas abundantes y baratas. A las colonias se les asignó el papel de abastecer a las industrias metropolitanas. El control de espacios donde establecer mercados que asegurasen en régimen de monopolio la colocación de los productos industriales. La utilización de una mano de obra no cualificada pero barata y dócil (en ocasiones esclava), que redujo los costes de extracción de las materias primas y contribuyó al éxito de la agricultura de plantación.

4.3. Causas políticas: En el último tercio del siglo XIX el nacionalismo que en sus inicios había estado ligado al liberalismo y el romanticismo se transformó en un movimiento conservador y significado componente del imperialismo. Los estados adoptaron una política de prestigio en un intento de atraerse a las masas populares y desarrollaron una acción diplomática dirigida por fuertes personalidades (Bismarck, Chamberlain, Jules Ferry, Leopoldo de Bélgica, Cecil Rhodes, etc.) quienes, apoyadas en gran medida por la prensa y otros medios, propugnaron desde una postura chovinista la formación y consolidación de extensos dominios coloniales. Además las potencias ambicionaban alcanzar la hegemonía colonial mediante el control comercial y militar de las rutas marítimas y terrestres, al tiempo que obstaculizaban por todos los medios la expansión de sus rivales. Esta política alimentó incontables episodios de tensión y conflicto que constituyeron el preludio de la Primera Guerra Mundial

4.4. Causas Científicas y técnicas. A lo largo del siglo XIX se irá completando el proceso de exploración del planeta iniciado en el siglo XV. Muestra de ello fue el fomento de estudios geográficos, geofísicos y geológicos. Desde mediados de siglo una serie de autores (Julio Verne, Kipling, Jack London, etc.) alentaron lacuriosidad y la aventura a través de obras que evocaban ambientes envueltos en un halo de misterio, difundidas a través de publicaciones periodísticas o literarias repletas de atractivas ilustraciones. Las sociedades geográficas alcanzaron una enorme importancia y contribuyeron a propagar esa afición mediante conferencias y congresos. También organizaron expediciones de carácter antropológico y biológico que, en todo caso, sirvieron para crear nuevas rutas de índole militar o económica. Se exploraron los grandes ríos africanos como el Nilo, Níger, Congo o Zambeze, llevadas a cabo por periodistas (Stanley), misioneros (Livingstone) o aventureros (De Brazza). Se penetró en Asia llegando al Himalaya, se atravesó Siberia y el desierto australiano y, finalmente (ya en el siglo XX), fueron alcanzados el Polo NortePeary) y el Polo Sur (Amundsen). Las tesis darwinistas[6], con sus presupuestos sobre la evolución de las especies, fueron extrapoladas al campo social con el fin de justificar el predominio de los más aptos (los blancos) sobre los menos aptos.

La superioridad técnica se hizo abrumadora en el campo militar (armas de fuego, transporte masivo y rápido, esmerada organización, etc.), procurando una ventaja a los conquistadores que palió con creces su inferioridad numérica.

4.5. Causas ideológicas. Desde posiciones nacionalistas y chovinistas[7] se desarrollaron teorías racistas que justificaban e impulsaban la expansión territorial, con o sin el consentimiento de los pueblos autóctonos. En sus formas más moderadas el racismo se disfrazó en ocasiones de un paternalismo que sostenía la necesidad del hombre blanco de “rescatar del atraso” a las poblaciones autóctonas mediante la instrucción y la educación. En esa labor destacó la actividad misionera de las iglesias cristianas anglicana, católica y protestante, que causó gran impacto en las poblaciones indígenas que poseían una mentalidad totalmente ajena a la occidental. En todas esas posiciones subyacía una ideología de carácter etnocentrista que ensalzaba la cultura europeaoccidental y descalificaba al resto, considerado bárbaro, salvaje y primitivo.

5. LOS IMPERIOS

5.1. El imperio Británico – La Gran Bretaña. Fue el más extenso de todos, comenzó a formarse en el siglo XVIII, pero alcanzó la madurez durante el largoreinado de Victoria (1837-1901). Hasta entonces había controlado fundamentalmente territorios costeros o islas con claras aspiraciones comerciales o estratégicas. Sus colonias reubicaban en los 5 continentes. La India fue sin duda el dominio más importante. Beluchistán (en el actual Pakistán) o Afganistán.
 Malaca y SingapurBirmaniaChina, que se vio obligada a ceder Hong Kong. MaltaSuez. Pronto intervino en Egipto que aunque conservó nominalmente su independencia en realidad fue controlado por franceses y británicos. Rodesia, hoy repartidos entre Zimbabwe y Zambia. Esta expansión se completó con la incorporación de Nigeria, parte deSomalia(1884), Kenia y Uganda. En el control del valle del Nilo chocó contra la otra gran potencia imperialista de África: Francia. Estos dominios se completaron con algunos archipiélagos del Pacífico. La penetración europea se realizó siguiendo las pautas de formación de colonias de poblamiento que sirvieron de drenaje a los excedentes demográficos británicos y del norte de Europa, provocando en muchos casos la casi total desaparición de las poblaciones indígenas.

En América, Canadá redondeó este imperio universal. Fue convertida endominio en 1867 siéndole otorgado un amplio grado de autonomía.HondurasJamaicaGuayana constituyeron asimismo posesiones británicas.

5.2. IMPERIO FRANCÉS

Constituyó en el siglo XIX, tras el británico, el segundo gran imperio en importancia y extensión. Su más significado impulsor fue Jules Ferry quien intentó mediante la política imperialista contrarrestar la derrota infringida por los prusianos en 1870 y estimular la autoestima nacionalista francesa. A comienzos de la centuria las posesiones ultramarinas de Francia se centraban en las Antillas y algunas plazas de la India.  Pero a mediado el siglo los territorios bajo su dominio se incrementaron y se extendían por todo el orbe:

En África: conquistó Argelia, centro de los dominios del noroeste del continente. El territorio conocido como Congo francés (el otro sería el belga) fue declarado colonia en 1881. En 1898 consiguió Madagascar, pero tras el incidente de Fachoda[8] con los británicos abandonó el proyecto de unir los extremos Este y Oeste del continente que le hubiesen permitido abrirse a los océanos Atlántico e Índico a través de Sudán. Además de los problemas con Gran Bretaña, la expansión francesa por África no estuvo exenta de tropiezos con otras potencias, como es el caso de Alemania. En un deseo de resarcirse de la pérdida de Sudán (tras Fachoda) proyectó controlar todo el Magreb (en especial Marruecos), pero entró en colisión con Alemania, dando origen a la crisis de 1905 que sería, solventada tras la Conferencia de Algeciras (1906). En 1911 se desató entre ambas potencias un nuevo conflicto que se saldó con la concesión de la ampliación del territorio de Camerún en beneficio de Alemania. Estas desavenencias hay que enmarcarlas en el clima de tensión que vivía la política internacional en la antesala de la Primera Guerra Mundial. En Asia Conquistó Indochina: Birmania, Laos, Tailandia, Vietnam (Annam y Tonkín), Camboya y Malasia, formando con ellos la “Unión Indochina”. En Oceanía Dominó Nueva Caledonia y otras islas del Pacífico. En América Controló en el océano Pacífico Tahití y las Islas Marquesas y el archipiélago de Miquelón en Canadá. En América del sur controló la Guayana.

5.3. OTROS IMPERIOS EUROPEOS

5.3.1. RUSIA

No se proyectó fuera de su propio ámbito geográfico y buscó su expansión terrestre por Asia siguiendo la tradición iniciada en el siglo XVI.
La acción expansiva rusa en el siglo XIX se dirigió en tres direcciones: incorporación de las tierras al sur del Cáucaso, zona costera del Pacífico (Vladivostok), Turquestán y Pamir. En el intento de dominio de Manchuria, Rusia será derrotada por Japón en 1905.

5.3.2. Alemania e Italia

Ambos países, ocupados en su proceso de unidad nacional, se incorporaron tardíamente a la empresa imperialista. Alemania logró anexionarse tras la Conferencia de Berlín algunas posesiones africanas: Togo, Camerún y Tanganica; en Oceanía: Nueva Guinea y los archipiélagos de Bismarck, Marianas y Carolinas (éstas últimas compradas a España por Guillermo II en 1899). Italia ocupó una serie de territorios africanos: Eritrea, la costa somalí del océano Índico, pero fue derrotada en Adua (Abisinia). Más tarde arrebató Trípoli y la Cirenáica (en la actual Libia) a Turquía.

5.4. Bélgica. Se aseguró el dominio de la cuenca del Congo que tras el Congreso de Berlín en 1885 fue incorporado a la soberanía personal del rey Leopoldo II.

5.5. Portugal y España. Portugal reafirmó y aseguró su presencia en Angola y Mozambique, pero su proyecto de unir ambos territorios fracasó. España, tras una guerra con USA, perdió en 1898 sus colonias de Cuba, Puerto Rico, Guam (Oeste del Océano Pacífico) y Filipinas. Sin embargo, conservó en África Occidental Ifni, Rio Muni y Fernando Poo.

5.6. LOS IMPERIOS NO EUROPEOS

Estados Unidos. Tras la Guerra de Secesión (1861-1865) iniciaron su expansión colonial con la compra de Alaska a Rusia y la guerra con España (1898), que le confirió el dominio del Caribe (Puerto Rico) y la influencia sobre Cuba. En Asia arrebató Filipinas a España. Sin embargo, gran parte de la acción imperialista de USA se concentró en la conquista de los enormes territorios situados al Oeste de las primigenias 13 Colonias. El proceso alcanzó su máximo apogeo en el período comprendido entre 1860 y 1890, concluyendo con la derrota de la resistencia aborigen. No obstante el imperialismo norteamericano se fundamentó no tanto en la ocupación de territorios fuera su ámbito geográfico como en el control económico que ejerció sobre todo el continente americano.

Japón. Tras la Revolución Meiji y su rápida industrialización se anexiona diversos territorios asiáticos: Formosa y Corea a costa de China. Más tarde lo hará con Manchuria.

6. ORGANIZACIÓN DE LOS IMPERIOS COLONIALES

Varió según las circunstancias y el lugar, adoptando diversas formas: desde las relaciones diplomáticas a la simple conquista acompañada del exterminio de los pueblos aborígenes. El uso que se dio a los territorios sojuzgados también fue diverso. Hubo diferentes formas de dominación y organización colonial:

Las colonias de administración directa: Territorios que por el derecho de conquista habían caído en la órbita de la metrópoli. Ésta imponía sus funcionarios y sus instituciones, organizando la administración. Fueron las más extendidas.

Protectorados: Territorios donde se respetaba el gobierno indígena responsable de la actividad interior del área, mientras la política exterior y militar era gestionada por la metrópoli. En la práctica, al seguir las directrices marcadas por ésta, los protectorados quedaban sujetos a la soberanía de la potencia con la que habían pactado. Fue un modelo utilizado por Francia (Marruecos) y Reino Unido (Birmania).

Dominios: Territorios con mayoría de colonos respecto a la población indígena que consiguieron un amplio autogobierno limitado por un gobernador metropolitano. Fueron los casos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda respecto a Gran Bretaña.

Territorios metropolitanos: Considerados como una prolongación de la metrópoli. Por ejemplo, Argelia con respecto a Francia.

Concesiones: Territorios cedidos o alquilados por estados independientes a la metrópoli, codiciados por su interés estratégico o comercial. Fue el caso de China que, tras la Guerra del Opio, hubo de ceder algunos de sus puertos (Hong Kong) al Reino Unido.

7. RESISTENCIA AL IMPERIALISMO

Pese a la superioridad técnica y militar de los colonizadores, la penetración en determinados territorios no estuvo exenta de conflictos con sus habitantes; en algunos casos supusieron auténticos descalabros militares para los ejércitos imperialistas. Por otra parte, no toda la población metropolitana estuvo de acuerdo en la acción agresiva de sus propios estados. Pronto surgieron voces contrarias a lo que consideraban una agresión y un expolio injustificables.

7.1. La resistencia al imperialismo en las colonias

Estuvo más o menos organizada y osciló entre la creación de sociedades secretas articuladas en torno a la idea de conservación de los valores culturales autóctonos, y la acción violenta surgida como reacción a la explotación y represión alentada desde las metrópolis. Por su importancia destacaron los siguientes conflictos:

China: La guerra del opio (1839-1842): conflicto que mantuvieron China y Gran Bretaña entre los años 1839 y 1842. El desencadenante del mismo fue la introducción en China de opio cultivado en la India y comercializado por la compañía británica de las Indias Orientales, administradora de la India. El comercio del opio fue rechazado y prohibido por el gobierno chino. La Corona británica a enviar una flota de guerra que finalmente derrotó a la China. Como consecuencia de este descalabro el emperador chino hubo de firmar el Tratado de Nanking, por el que se obligaba a China al libre comercio -el del opio incluido- con Inglaterra, a través de cinco puertos (el más importante de ellos Cantón) así como a la cesión de la isla de Hong Kong durante 150 años.

India: La revuelta de los cipayos. 1857-1859: Los cipayos eran soldados indígenas encuadrados dentro del ejército británico de la India. En 1857 se rebelaron contra la metrópoli. El detonante de la revuelta estuvo ligado a razones de índole religiosa: el uso de grasa de cerdo (animal considerado impuro por hindúes y musulmanes) en la munición de un nuevo modelo de fusil utilizado por el ejército.  Sin embargo, tras esta causa subyacían otros motivos de mayor calado, como los abusos cometidos por la Compañía comercial de las Indias Orientales, desafortunados cambios administrativos o las expropiaciones de tierras en el Norte de la India. La revuelta fue sofocada pero, como consecuencia de ella, la Cía. de las Indias Orientales fue disuelta y el territorio pasó a ser administrado directamente por la Corona Británica, es decir, por la reina Victoria I.

China: La rebelión de los bóxers. 1900 La rebelión de los bóxers fue la expresión del descontento chino frente a las injerencias económicas y políticas de las potencias europeas, evidenciadas a través de las “guerras del opio” contra G. Bretaña (1839-1842 y 1856-1860) y contra Japón (1894-1895).  Su objetivo era expulsar a los extranjeros de China. En 1899 emprendieron una campaña de terror por el norte del país que, inicialmente, se dirigió contra misioneros cristianos. En 1900 estalló la rebelión en Pekín contra los extranjeros y las legaciones internacionales. La revuelta fue atajada por la acción militar combinada de diversas potencias: británica, francesa, japonesa, rusa, alemana y estadounidense. La Corona China, en manos de la emperatriz Ci Xi, alentó encubiertamente a los rebeldes; la derrota puso en tela de juicio el papel ejercido por la dinastía manchú y precipitó su caída en 1911, siendo proclamada la República China.

África: Etiopía (1886) y Guerra zulú (1879). Etiopía (Abisinia) En este territorio los pueblos autóctonos guiados por el emperador Menelik II inflingieron una dura derrota al ejército invasor italiano en Adua (1886). Etiopía consiguió de ese modo escapar del dominio extranjero. Más tarde, en 1912, Italia invadió Libia, territorio que controló con mayor o menor fortuna hasta 1945. Durante la década de los veinte las tribus beduinas unidas en torno al líder Omar el-Mukhtar le opusieron una fuerteresistencia

La guerra zulú. 1879. Los zulúes constituyen una etnia asentada en el sur de África, especialmente en la región de Natal. El asentamiento de grupos de colonos europeos, primero de origen holandés (los bóers) y más tarde británicos, provocó tensiones que desembocaron en una guerra, iniciada en 1879. Los invasores fueron derrotados en diversas ocasiones por el caudillo Cetshwayo quien estuvo al mando de tropas muy bien adiestradas y organizadas. Finalmente la superioridad técnica y material británica consiguió doblegar la resistencia de los aborígenes y condujo a la creación del protectorado de Zululandia.

Norte América: La conquista del Oeste A lo largo del siglo XIX se produjeron numerosas disputas entre los aborígenes Pero estos conflictos se agudizaron durante la década de los cuarenta en forma de guerras más o menos virulentas, fruto de las cuales los indígenas norteamericanos (apaches, navajos, arapajoes, cheyenes, sioux, etc.) perdieron sus tierras. resultado de este proceso fue su reclusión en reservas, localizadas la mayor parte de las veces en lugares alejados a los que no se sentían vinculados ni geográfica ni culturalmente.

8. La oposición al imperialismo en las metrópolis

En el seno de las potencias imperialistas se alzaron voces que desautorizaron la política expansionista de sus gobiernos. Esta oposición arrancó a finales de siglo XIX para hacerse más fuerte ya en el XX. Generalmente fueron las formaciones políticas y los intelectuales de izquierda los que denunciaron los excesos cometidos sobre los pueblos sometidos y su posterior explotación. Significativa fue la labor de la Segunda Internacional, que en el Congreso de Stuttgart (1907) denunció la política imperialista. Lenin en su obra “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” apoyaba la alianza entre los movimientos de independencia de las colonias y la clase trabajadora de las metrópolis a fin de realizar la revolución.  
Otras conciencias que criticaron esa política fueron las de algunos misioneros, testigos de primera línea de la actuación imperialista.

9. LOS CONFLICTOS ENTRE POTENCIAS IMPERIALISTAS.

Durante el siglo XIX, a medida que progresaba la expansión colonial, se produjeron disputas entre las potencias imperialistas en su intento por controlar territorial, política y militarmente amplias áreas de África, Asia y Oceanía.

9.1. Destacaron dos conflictos:

La guerra anglo-bóer (1899-1902) Los bóers (también llamados afrikáners) eran granjeros de origen holandés que se habían establecido en la zona de El Cabo a mediados del siglo XVII. De fe calvinista y profundamente racistas, habían despojado a los aborígenes de sus tierras.
Entre 1835 y 1845 hubieron de retirarse de esos territorios ante la presión de los colonos británicos y se establecieron en las zonas más norteñas de Orange y Transvaal. Es en esta zona donde chocaron de nuevo los intereses de los colonos británicos (en su mayoría mineros) y los de los bóers (fundamentalmente ganaderos y agricultores). El conflicto se inició tras el descubrimiento en 1886 de ricos yacimientos de oro y diamantes en los territorios bóers.

El incidente de Fachoda (1898-1899) Sudán, donde coincidieron franceses y británicos que pretendían la construcción de un ferrocarril que uniese parte de sus respectivas colonias africanas. La retirada de los franceses ante la inferioridad numérica de sus tropas permitió a los británicos controlar la región de Sudán, consiguiendo con ello el dominio casi ininterrumpido de los territorios que enlazaban el norte y el sur de África.

9.2. El Congreso de Berlín. Con la pretensión de evitar esos conflictos en 1884 se reunieron en Berlín los representantes de 12 estados europeos más los de Estados Unidos y Turquía para concretar sus respectivas posiciones en el reparto de África.

Esta conferencia supuso un intento de atenuar por la vía diplomática las diferencias que entrañaba la competencia imperialista en dicho continente.

Tras la reunión subyacía la pretensión del canciller Bismarck de hacer de Alemania una potencia imperialista. Alemania había llegado con retraso al reparto colonial y deseaba ostentar una posición internacional acorde a su potencial económico y político. También fueron tratados otros asuntos como el aseguramiento del Congo belga bajo el dominio personal del rey Leopoldo II o la resolución de las tensiones originadas por las coincidentes aspiraciones de Francia y Gran Bretaña sobre Egipto.

9.3. En el Congreso de Berlín se adoptaron las siguientes resoluciones: Se reconocía a Leopoldo II el dominio exclusivo del Congo belga, frente a las ambiciones francesas sobre parte de esa colonia. Gran Bretaña y Francia habían de resolver por sí mismas sus diferencias. Se determinó que aquella potencia que controlara el litoral de un territorio ostentaría de hecho la autoridad sobre el interior del mismo. Ello estimuló la penetración desde la costa hacia el interior del continente en una frenética lucha por hacerse con la mayor extensión posible e impedir que los rivales hiciesen lo mismo.

El Congreso o Conferencia de Berlín se ciñó exclusivamente a los asuntos concernientes al continente africano, dejó de lado las restantes zonas de proyección imperialista. Aceleró el proceso de reparto, de hecho pocos años más tarde (salvo Liberia y Abisinia) no existía en África ningún territorio que se sustrajera a la dominación europea. A pesar de los intentos por canalizar pacíficamente el proceso imperialista, los enfrentamientos se agudizaron en la primera década del siglo XX, constituyendo la antesala de la I Guerra Mundial.

10. CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO.

10.1. Consecuencias para las colonias:

Demográficas: En general, la población se incrementó como consecuencia de la disminución de la mortalidad[5], ocasionada por la introducción de la medicina moderna occidental y la persistencia de altas tasas de natalidad[6]. Ello se tradujo en un desequilibrio entre población y recursos que hoy día constituye un grave problema para los estados surgidos de la descolonización. No obstante, en algunas zonas la población autóctona sufrió una drástica reducción (especialmente en los inicios del imperialismo) como consecuencia de la importación de enfermedades desconocidas (viruela, gripe, etc.). En otros lugares, la población indígena fue simplemente reemplazada por colonos extranjeros.

Consecuencias económicas: Para la puesta en marcha de la explotación económica de los territorios ocupados se hizo necesario el establecimiento de unas mínimas infraestructuras. De ese modo fueron creados puertos, ferrocarriles y carreteras encaminados a dar salida a las materias primas y agrícolas que iban destinadas a la metrópoli. Las colonias se convirtieron en abastecedoras de las mercancías necesarias para el funcionamiento de las industrias metropolitanas, en tanto que éstas colocaban las manufacturas en sus dominios. La economía tradicional basada en una agricultura autosuficiente y de policultivo fue sustituida por otra de exportación, en régimen de monocultivo, ocasionando la desaparición de las formas ancestrales de producción y la extensión de cultivos como el del café, cacao, caucho té o caña de azúcar. Amplias zonas fueron roturadas para ser adaptadas a las nuevas exigencias económicas, dando lugar a notables cambios del paisaje y graves alteraciones del medio natural.

Consecuencias sociales: La burguesía[7] procedente de las metrópolis, integrada por comerciantes, funcionarios y terratenientes, copó los niveles altos y medios de la sociedad colonial. Hubo casos en que ciertos grupos autóctonos fueron asimilados por los colonizadores y pasaron a formar parte de la cúspide social. Esto ocurrió fundamentalmente con las antiguas élites dirigentes, miembros de algunos cuerpos del ejército y funcionarios de la administración colonial. Contrastando con esa minoría, la mayor parte de la población autóctona fue objeto de un generalizado proceso de proletarización[8] que incrementó las abundantes reservas de mano de obra destinada a la creación de infraestructuras y a la agricultura de plantación.

Consecuencias políticas: El mayor o menor grado de dependencia de las  respecto a la metrópoli estuvo determinado por el tipo de organización administrativa que les fue impuesta. Esa imposición no estuvo exenta de conflictos que constituyeron el germen del antiimperialismo. Habitualmente fueron protagonizados por las clases medias nativas occidentalizadas, que reclamaban a la metrópoli un mayor respeto a las tradiciones autóctonas y la participación en las decisiones que se adoptaban sobre los territorios administrados. En muchos casos los naturales de las colonias demandaron los mismos modos democráticos que las metrópolis defendían para sí mismas pero negaban a sus colonias: libertad, igualdad, soberanía nacional, etc.

Un ejemplo temprano que plasmó el espíritu de estos movimientos fue la creación del Partido del Congreso de la India, liderado por Mohandas K. Gandhi, que extendió su influencia por las capas más desfavorecidas de la sociedad colonial.

Consecuencias culturales: El imperialismo ocasionó la pérdida de identidad de los pobladores indígenas e implantó los patrones de conducta, la educación y la mentalidad de los colonizadores. La lengua de los dominadores (especialmente el inglés y el francés) fue impuesta, conduciendo a un fuerte grado de aculturación[9].La religión cristiana (católica, anglicana o protestante) desplazó a los credos preexistentes en muchas zonas de África o bien se fusionó con ellos, dando lugar a creencias de carácter sincrético[10]. Sin embargo en el mundo musulmán y Asia la experiencia evangelizadora fue escasa comparada con la del África negra, debido al arraigo de antiguas y complejas religiones, como el budismo y el hinduismo.

Consecuencias ecológicas: La introducción de nuevos métodos de explotación agrícola y de especies animales y vegetales inéditas, provocó profundas alteraciones o la absoluta destrucción de los ecosistemas naturales.

De ese modo el bisonte, esencial en la vida y cultura de numerosos pueblos indios de Norteamérica, fue casi exterminado por cazadores blancos; el conejo se convirtió en una auténtica plaga tras ser introducido en Australia y carecer de depredadores naturales.Las grandes selvas tropicales se vieron sometidas a una intensa deforestación causada por la sobreexplotación de los recursos madereros y la expansión del monocultivo de plantación; los ríos fueron contaminados con metales pesados (mercurio y otros) como consecuencia de los métodos aplicados a la extracción de metales preciosos y los desechos procedentes de la actividad minera.

10.3. Consecuencias para la metrópolis.

Desde el punto de vista económico. El imperialismo sirvió de estímulo a la industrialización en aquellas áreas donde aún era débil y favoreció su consolidación allí donde ya estaba en marcha. De todos modos, el principal objetivo de las metrópolis fue la obtención de materias primas abundantes y baratas y la colocación de los productos manufacturados por sus industrias en las colonias.

Desde el punto de vista internacional. Constituyó una inagotable fuente de tensiones y conflictos –las crisis marroquíes fueron un ejemplo- que culminaría en el estallido de la Primera Guerra Mundial.


[1] Conjunto de doctrinas económicas, poco sistematizadas que se desarrolla en Europa y sus colonias a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Sus principales características son: Considera que la riqueza de un país depende de la cantidad de oro y plata atesorable dentro de sus fronteras. Para acumular oro y plata es necesario incentivar las exportaciones y reducir las importaciones. Para conseguir esto último, se establecen altas tasas aduaneras que graven los productos extranjeros y disuadan a los potenciales compradores de los mismos.
 Para poder exportar es necesario impulsar las manufacturas. Éstas han de estar sometidas a una estricta reglamentación estatal.
 El comercio ha de desarrollarse mediante la creación de compañías dependientes del Estado.
 A fin de conseguir los mencionados objetivos la economía ha de ser regulada por el Estado.
 Su principal valedor fue Colbert, ministro de Luis XIV de Francia.

[2] La globalización de la economía se produjo como consecuencia de la necesidad de materias primas y el control de nuevos mercados donde vender los excedentes industriales. Las principales potencias se embarcaron en la conquista y control de amplios territorios en África y Asia, ampliando enormemente las relaciones comerciales y conduciendo a una universalización mercantil y financiera. Sin embargo, las relaciones de producción se sustentaron en la desigualdad entre las potencias industrializadas (monopolizadoras de la tecnología y productoras de manufacturas) y las áreas no industrializadas (proveedoras de materias primas y mano de obra). Este rasgo fue clave en el fenómeno del Imperialismo. Por otra parte, la competencia colonial entre los países imperialistas se materializó en conflictos que ocuparon buena parte del siglo XIX y los comienzos del XX, hasta culminar en el estallido de la Primera Guerra Mundial.

[3] Colonia: Territorio supeditado en mayor o menor grado a una potencia extranjera. Fue el caso, por ejemplo, de la India con respecto a Gran Bretaña (su metrópoli) hasta 1947.

[4] Quinina. Sustancia empleada en medicina por sus propiedades antipiréticas (contra la fiebre) y analgésicas. Su origen es peruano y es el principal remedio contra la malaria, también denominada paludismo. El paludismo se transmite por la picadura de la hembra del mosquito Anopheles, que inocula parásitos del género plasmodium y causan la muerte o la postración a millones de personas de las zonas tropicales. Antes del empleo de la quinina el hombre blanco tuvo vetada la entrada a vastas áreas donde el paludismo era endémico (permanente). En unión de otros factores sanitarios, su uso posibilitó la ocupación de extensos territorios del continente africano.

[5] Tasa de mortalidad Expresa el número de defunciones por cada 1000 habitantes durante un año. Se expresa en tantos por mil.

Nº de fallecidos x 1.000

Tasa de mortalidad=  ———————————-

Nº de habitantes

Con el proceso de industrialización en el siglo XIX, la tasa de mortalidad descendió significativamente, situándose por debajo del 30 por mil, lo que unido al mantenimiento de altas tasas de natalidad condujo a un incremento de la población sin precedentes (revolución demográfica).

[6] Tasa de natalidad Indica el número de nacimientos por cada 1000 personas durante un año. La fórmula que lo expresa es la siguiente:

Nº de nacidos x 1.000

Tasa de natalidad =  ——————————–

Nº de habitantes

Con anterioridad la Revolución Industrial (Inglaterra, siglo XVIII), las tasas de natalidad eran muy elevadas, superando el 40 por mil. En nuestros días la tasa de natalidad media está en torno al 28 por 1000, pero las diferencias entre países son muy acusadas. Así unos mantienen tasas de natalidad parecidas a las sociedades anteriores a la revolución industrial, mientras que otros bajan claramente del 10 por mil.

[7] Burguesía: clase social, que viviendo en los Burgos (ciudades) en la edad media se dedicó a las actividades comerciales y artesanales, adquiriendo relevancia por su poder económico a lo largo de los siglo XV y XVIII. Por lo que lucharon por conseguir poder político.

[8] Proletarias: clase social nacida de la revolución industrial, constituida por los trabajadores u obreros que viven del trabajo asalariado.

[9] Aculturación: Proceso a través del cual un grupo humano adquiere o asimila, usualmente de forma involuntaria, determinados valores ajenos a su tradición. Durante el siglo XIX los aborígenes africanos, norteamericanos o australianos se vieron sometidos a un acelerado proceso de recepción y asimilación de elementos culturales (religión, lengua, costumbres) ajenos a su historia.

[10] Sincretismo: En un sentido amplio, el término sincretismo hace alusión a la conciliación de ideas (filosóficas, religiosas, etc) procedentes de ámbitos culturales distintos. Supone la síntesis de pensamientos y formas de vida distintas. Así, por ejemplo, la llegada de los europeos a América en el siglo XVI dio como resultado la mezcla o mestizaje entre las ideas y costumbres procedentes del viejo mundo y las de los pueblos amerindios. En el siglo XIX, los contactos entre diversas civilizaciones comportó la continuidad del proceso, algo que en nuestros días se ve acelerado por el proceso de globalización y la intensificación de los flujos migratorios.

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Protegido: Trabajo de Investigación Nro. 1 – ¿De qué estamos hablando?

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EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD.

El hombre y la sociedad.

AQUÍ REUNIDOS

«El idioma de los romanos, quizá el pueblo más político que hemos conocido, empleaba las expresiones “vivir” y “estar entre los hombres” o “morir” y “cesar de estar entre los hombres” como sinónimos» (H. Arendt, La condición humana).

El primer paisaje que vemos los hombres al nacer es el rostro y el rastro de otros seres como nosotros. Llegar al mundo es llegar a nuestro mundo, al mundo de los humanos. Estar en el mundo es estar entre humanos, vivir en sociedad.

Esa sociedad que nos rodea, que nos irá también dando forma (formará los hábitos de nuestra mente y las destrezas o rutinas de nuestro cuerpo) no sólo se compone de personas, objetos y edificios. Está compuesta de lenguaje (el elemento humanizador por excelencia), de memoria compartida, de costumbres, de leyes…; Hay obligaciones y prohibiciones, premios y castigos. La sociedad guarda mucha información. Y nuestros cerebros humanos, empiezan a tragar desde pequeñitos toda la información que pueden, digiriéndola y almacenándola. Vivir en sociedad es recibir constantemente noticias, órdenes, sugerencias, chistes, súplicas, tentaciones, insultos… y declaraciones de amor.

La sociedad nos excita, nos estimula; pero la sociedad nos permite, además, relajarnos, sentirnos en terreno conocido: nos ampara. La sociedad se supone que está pensada por hombres como nosotros y para hombres como nosotros: podemos comprender las razones de su organización y utilizarlas en nuestro provecho. Digo «se supone» porque a veces en la sociedad hay cosas tan incomprensibles y tan mortíferas como las peores de la jungla o del mar. Probablemente los judíos hospedados por los nazis en campos de concentración o los muchos que hoy padecen los horrores horrores de la guerra y de la persecución (política, religiosa, la que sea) no se imaginarían más desdichados en pleno desierto o en una isla remota, batida por tempestades.

Sin embargo, sigue siendo cierto que lo más natural para vivir como hombres es precisamente la sociedad. No se trata de elegir entre la naturaleza y la sociedad, sino de reconocer que nuestra naturaleza es la sociedad. En el bosque o entre las olas podemos llegar a sentirnos a veces (por un cierto tiempo) a gusto; pero en la sociedad nos sentimos a fin de cuentas nosotros mismos. Por lo tanto debemos asumir una primera contrariedad: la sociedad nos sirve, pero también hay que servirla. Cada una de las ventajas que ofrece (protección, auxilio, compañía, información, entretenimiento, etc..) viene acompañada de limitaciones, de instrucciones y exigencias, de reglas de uso: de imposiciones. Me ayuda pero a su modo, sin preguntarme cómo preferiría yo en particular ser ayudado. Y la mayoría de las veces, si me opongo a sus imposiciones o rechazo su ayuda, me castiga de un modo u otro.

En una palabra: siempre estoy comprometido con la sociedad, más comprometido a menudo de lo que yo quisiera. Cuando uno se da cuenta de esto (en la niñez instintivamente primero y luego, de modo más consciente, en la adolescencia) siente irritación y ganas de rebelarse. Yo no he inventado todas esas reglas y obligaciones ni nadie me ha pedido mi opinión sobre ellas: ¿por qué tengo que respetarlas? ¿De dónde vienen? ¿Pueden ser cambiadas de forma que resulten más a mi gusto?

Llegamos a uno de los puntos importantes de este asunto. Atención: las leyes e imposiciones de la sociedad son siempre convenciones. Por antiguas, respetables o temibles que parezcan, no forman parte inamovible de la realidad (como la ley de la gravedad, por ejemplo) ni brotan de la voluntad de algún dios misterioso, han sido inventadas por hombres, responden a designios humanos comprensibles (aunque a veces tan antiguos que ya no seamos capaces de entenderlos) y pueden ser modificadas o abolidas por un nuevo acuerdo entre los humanos.

Por supuesto, no debes confundir las convenciones con los caprichos, ni creer que lo «convencional» es algo sin sustancia, que puede ser suprimida sin concederle mayor importancia. Algunas convenciones (llevar corbata para poder entrar en cierto restaurante) expresan solamente prejuicios bastante tontos, es verdad, pero otras (no matar al vecino o ser fiel a la palabra dada, por ejemplo) merecen un aprecio muchísimo mayor. Muchas convenciones  tienen efectos decisivos sobre nuestras vidas y sin ninguna convención en absoluto no sabríamos vivir.

Ahora bien, ¿No te has preguntado nunca por qué, no obstante tales convenciones,  los hombres vivimos de una manera tan complicada? ¿Por qué no nos contentamos con comer, aparearnos, protegernos del frío y del calor, descansar un poco… y vuelta a empezar? ¿No hubiera bastado con eso?

Nunca los hombres se limitan a dejarse vivir: Es evidente que lo propio de los humanos es una especie de inquietud que los demás seres vivos parecen no sentir. Tenemos un cerebro enorme que se alimenta de información, de novedades, de mentiras y de descubrimientos, y en cuanto decae la excitación intelectual, a fuerza de rutina, los más inquietos comienzan a buscar nuevas formas de estímulo. A uno le da por subir a una montaña inaccesible, éste quiere cruzar el océano para ver qué hay al otro lado, el de más allá se dedica a inventar historias o a fabricar armas, otro quiere ser rey y nunca falta el que sueña con tener todas las mujeres para él solo. La inquietud nunca falta y siempre crece.

Es que las sociedades humanas no se contentan con la supervivencia, como en las sociedades de animales, sino que ansían la inmortalidad. El grupo social, a diferencia de los individuos,  se presenta como lo que no puede morir. Aristóteles dijo que somos «animales ciudadanos», seres de naturaleza política, es decir, seres de naturaleza… un poco sobrenatural.

Fuente: Capítulo primero: HENOS AQUÍ REUNIDOS. Fernando Savater, «POLÍTICA PARA AMADOR».. Editorial Ariel S. A., Barcelona. Ps.9/13.
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