“Él vive agraviándonos y nadie le dice nada. Por eso decidí amenazarlo. Pero no amenazarlo a él directamente, sino que lo hice por medio de una amenaza a sus hijas. Claro, veladamente, sin que se note, haciendo una referencia al colegio donde ellas concurren. De esta forma, le quedó claro el mensaje, de que sus agravios deben terminar, de que ahora hay alguien que le dice algo, y de que, también, si es necesario, hay alguien que puede hacer algo al respecto.”
El extracto proviene del nuevo libro “El ministro que lamentablemente volvió a ser” de la ya conocida saga del género del terror conocida como “El ministro”, de editorial Los de siempre.
Aunque son varios los autores que han querido adjudicarse esta nueva obra, ante las posibles denuncias de plagio que podrían tener que enfrentar, todos se han mantenido en el anonimato.
Por ejemplo, Mario Puzo (“El padrino”), Nicholas Pileggi y Martin Scorsese (“Buenos Muchachos”) encuentran similitudes con sus obras, aunque éstas no integran el género del terror, sino al del drama criminal con base en el accionar de la mafia.
En síntesis, el “El ministro que lamentablemente volvió a ser” relata la gestión de un ministro de un gobierno nacional al que se recurre cada vez que se necesita de un infalible sinvergüenza. Aún ante el hecho de que la mayoría de los funcionarios de ese gobierno desconocen la vergüenza, pero claro, no al nivel del ministro en cuestión, ni siquiera cerca.
La historia se centra en la gestión llevada a cabo por el ministro, en esta ocasión a cargo de la seguridad de la ciudadanía, ante el supuesto “agravio” de un dibujante de caricaturas en periódicos y revistas que por medio de obras gráficas critica distintas acciones gubernamentales.
En el párrafo transcripto se puede observar que el ministro enfrenta el agravio de un artista profiriendo una amenaza nada menos que sobre la seguridad de sus hijas con el objetivo de callar definitivamente la expresión de toda crítica. Pero además pretendiendo que esa amenaza es oculta o disimulada cuando en realidad no lo está. Ni lo puede estar.
La genialidad de la obra se encuentra, precisamente, en señalar de forma implacable la terrorífica historia de este ministro que cree poder esconder su desvergüenza. La imagen personal que ha construido como político constituye fiel reflejo de la falta de vergüenza. Es más, es expresión viviente y parlante de ella.
En conclusión, la obra nos vuelve a invitar a enfrentar con un eterno dilema. Sentir la suficiente vergüenza como para identificar situaciones o actos que merecen ser reprobados, y actuar en consecuencia para impedirlos; o hacer como el personaje central de la obra, y continuar viviendo en la deshonestidad.
¡Piensa bien y saldrá bien!
D.O.