La transformación.

¿Qué había estado haciendo?.

Acababa de tomar consciencia de que no sabía lo que había estado haciendo antes de ese momento. De repente me vi parado e inmóvil en aquella esquina transitada de la ciudad en una hora de la tarde, inusual a mis horarios y lugares habituales.

 Me encontraba allí sin saber por qué. Ni desde cuándo. Y no podía recordar que había estado haciendo antes de ese momento.

Seguramente debía haber hecho algo para estar allí. Por más que pudiera encontrar el argumento de alguna causa externa como excusa, sabía que habitualmente terminaba estando donde me llevaban mis propias acciones. Mis decisiones. Aún ante aquello que podía sucederme inesperadamente, lo determinante para mí, siempre era lo que hacía a su respecto.

Pero, además, y fundamentalmente, siempre procuraba estar lo más plenamente consciente posible de lo que iba haciendo momento a momento. Observando mis haceres y reflexionando sobre ellos. Limitando todo lo que pudiese las reacciones de mi inconsciente. Porque sabía que de ello siempre dependía el bienestar de mi vida, la vida de cada día, que es la única vida que sabía que realmente tenía e intentaba vivir.

Me era entonces evidente, que algo debía haber hecho para aparecer en ese lugar y, saber que lo había estado haciendo totalmente inconscientemente me angustiaba profundamente.

¿Qué había tenido intención de hacer?, siempre todo comenzaba en mí con una intención y debí haberla tenido también en esta ocasión. ¿Cuál había sido la emoción las emociones que me habían puso en movimiento?… Qué o cuales reacciones internas de mi mente posibilitaron que yo estuviera allí. 

¿Había tenido la intención de hacer algo que estuviera relacionado en mis valores o cualidades positivas? ¿había sido una emoción amorosa la disparadora de mis acciones? … O, ¿había sido todo lo contrario? Alguna de las emociones que habitualmente me mantenía ocupado y trabajaba en reprimir, en sustituir. Sabía que ello también podría haber sido posible.

En ocasiones, cuando conducía mi automóvil, de repente tomaba conciencia de que había estado algún espacio de tiempo como en piloto automático y asumía que alguna condición de mi mente había tomado el control, por algún momento, pero siguiendo exclusivamente marcados patrones fijados fuertemente en tantos años de conducción, yendo y volviendo al mismo lugar por el mismo camino. Pero esto era distinto. No recordaba haber estado allí donde ahora me encontraba.

No se me escapaba ademas, que existían aún demasiados patrones en mi mente que yo procuraba contener y dirigir por mi plena consciencia. Marcadores culturales de nocividad suficiente como para dejar que mi inconsciente condujera alguna parte de mi vida sin control alguno de mi observación y reflexión.

En esta ocasión, lo único que tenía por cierto y concreto es que estaba parado en esa esquina. Pensé entonces que podría partir desde allí, buscando hacia atrás en mi mente, y así, tal vez, podría llegar a recordar la última vez en que me vi a mí mismo haciendo algo, decidiendo, y que me pudiera otorgar un indicio sobre porqué estaba allí. Ese podría ser el principio que me permitiera luego recordarlo todo y comenzar a tranquilizarme.

Muchas veces, cuando no podía encontrar algún objeto que había perdido, intentaba desandar lo que había hecho hasta donde recordaba haberlo visto por última vez. En general ese mecanismo me era muy útil, y no solo me permitía reencontrarme con el objeto perdido, sino que también me indicaba que mi mente respondía a mi requisitoria y deseo consciente.

En algún lugar de mi mente debía estar ese indicio que tal vez me permitiera rearmar la historia de mis acciones de ese día. Y, en tal sentido, me pregunté a mí mismo ¿Qué fue lo último que recuerdo haber hecho antes de darme cuenta de estar donde y como estaba?

La respuesta llegó rápidamente pero inesperada. Sencillamente, no podía recordarlo. Mi mente no solo me estaba impidiendo averiguar un hecho pasado reciente, sino que además pareciera negarme la posibilidad de que la interrogara sobre este. Ya no solo estaba inquieto, sino también atemorizado. Sabía que al reaccionar de esa forma, impidiéndome recordar, mi mente podría estar protegiendo de mi mismo. 

Tal vez,  las acciones inconscientes que no recordaba podían haber sido disparadas y llevadas a cabo por medio de respuestas basadas en patrones mentales inadecuados que conscientemente había intentado restringir  Pero ese no era mi mayor temor. 

Mi más profundo temor era que habiendo hecho lo que había estado haciendo inconscientemente,  finalmente, y a pesar de mis esfuerzos conscientes de cambiar, hubiera actuado de forma  largamente no deseada y, hubiera sido yo mismo.

D.O.

Esta entrada fue publicada en Contagiando valores, La Convivencia, Nuestra mente., Vivir el ahora. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *