Sabíamos lo que estaba pasando y, si no lo sabíamos, al menos imaginábamos que algunos recibirían las vacunas antes que otros.
No nos puede sorprender que políticos, allegados, amigos, familiares de éstos, hayan recibido vacunas que no les correspondía, cuando adultos mayores y personal de salud que aún siguen esperando las que sí les corresponden.
No podría ser de otro modo. Son las formas de nuestra política, de nuestros políticos. De todos ellos.
A pesar de que hoy el escándalo apunta a un gobierno y a un partido, en realidad no posee distinción partidaria. Siempre existieron, alternadamente en el poder, tanto los políticos, funcionarios, y dirigentes que se quedaron con algo que le pertenecía al Estado y a nosotros, la sociedad, como los que debían controlar, verificar, observar, y no lo hicieron.
El escándalo de la vacunación es el último en una serie ya larga de escándalos de este y anteriores gobiernos, de la “casta” política y de la dirigencia en general. El mote de VIP reúne a todos ellos, que se unen en un partido único, el de ellos. El de los políticos.
La situación desmoraliza seguramente a políticos serios, honestos y trabajadores, que los hay, aunque en minoría. Pero, estos tampoco asombrarse. Es el resultado del fracaso de todos los políticos y dirigentes en casi 40 años, durante los cuales los fracasados se fueron turnando en el poder, siempre con lamentables consecuencias para nosotros, la sociedad.
El ex presidente Eduardo Duhalde ha señalado ser “…parte de una generación fracasada, de una generación que le echa la culpa a otros permanentemente…. Y que no somos modelo para nadie”.[1]
Lo cierto es que la vacunación ha terminado siendo un testimonio de la mediocridad mayoritaria en el sector público, y de los privilegios que siempre poseen los amigos del poder. Que es el grupo de individuos y familias privilegiados, sea que basen sus privilegios en un discurso centrado sea en lo nacional y popular, o en la libertad de los mercados y el capitalismo más duro. En nombre de sus ideales y sus dogmas e ideales se permiten hacer lo que quieran, y justifican cualquier tipo de acciones.
Debemos observar que cualquier situación importante para la sociedad, como el de la vacunación, siempre se convierte en el componente de un determinado interés político utilizado por aquellos que políticos que gobiernan y de los que aspiran a gobernar.
Además, debemos tomar conciencia de que mantenernos en crisis constante y al borde de explotar, sólo construye buenos resultados para unos pocos, los mismos de siempre. Los políticos de siempre. La muestra de ello es que llegaron hasta aquí a pesar de tantos escándalos pasados. Poseemos la experiencia -nefasta, por cierto- del “que se vayan todos”. Y no se fue nadie.
Debiéramos no olvidar y estar atentos. Y cuando nos toque expresarnos en las urnas, observar los nuevos discursos que nuevos dirigentes o aquellos que pertenecen hoy a una minoría honesta, se animen a llevar adelante. Observar si persiguen una verdadera equidad que comprenda una real oportunidad de acceso a los derechos, la mejor transparencia de la gestión de gobierno y su control, y el mayor respecto por la ciudadanía.
El escándalo de las vacunas, que, en otros contextos la reacción de la sociedad sería la de indignación, esta vez merece que también conlleve algo más. Entiendo que así debiera serlo. Si este no es un límite, ¿Cuál lo sería?
Dicho límite debería estar fijado en no volver a dar lugar -ni poder- a los que llegaron hasta aquí, reiterándose, alternándose, y hasta transmitiéndose hereditariamente hasta el lamentable presente.
¡Piensa bien y saldrá bien!
D.O.