Según Ken Robinson, podemos saber tres cosas sobre la inteligencia.
Primero, que es diversa. Pensamos sobre el mundo de todas las maneras en que lo experimentamos. Visualmente, en sonidos, kinestésicamente, en términos abstractos, y en movimiento. Segundo, que la inteligencia es dinámica. Si observamos las interacciones del cerebro humano, la inteligencia es maravillosamente interactiva. El cerebro no está dividido en compartimientos. De hecho, la creatividad, que define como el proceso de tener ideas originales que tengan valor, casi siempre ocurre a través de la interacción de cómo ven las cosas diferentes disciplinas. Tercero, que la inteligencia es que es distintiva, o sea que se expresa de una manera única en cada uno de nosotros.
Pero, además, la inteligencia se evidencia en la capacidad de modificar la propia conducta de adaptación a un mundo que a su vez es cada día más cambiante.
Todo lo que podemos observar en reacción con la inteligencia, son momentos de adaptación al entorno en forma de comportamiento inteligente. Así decimos que un animal es inteligente cuando lo vemos moverse en relación con su medio con conductas plásticas adaptativas, transformando una conducta de manera adecuada.
Cualquier intento de medir la inteligencia humana dependerá necesariamente de la cultura en que tiene lugar, porque la cultura define el contexto en que éste se realiza como ser inteligente, participando de adaptaciones especificados culturalmente. Por tanto, cualquier procedimiento diseñado para medir la inteligencia en un ser humano resultará sólo en una estimación de la frecuencia comportamiento inteligente del sujeto en un dominio cultural particular.
Asimismo, no sería legítimo considerar la inteligencia como un fenómeno biológico de simple determinación genética o ambiental por cuanto la estructura del organismo en general, y de su sistema nervioso en particular, está determinada plásticamente durante la vida de cada organismo en particular.
Piensa bien y saldrá bien!
D.O.