La vocación se identifica.

Encontrar nuestra vocación es un proceso de identificación, no de elección.

El problema con la vocación es creer que está relacionada con la voluntad, el capricho o las ganas. Pero, la vocación ya está allí y se encuentra en la confluencia de nuestros dones, pasiones, y necesidades.

Todos nacemos con talentos o dones naturales, podemos dedicar tiempo a hacer lo que nos gusta, y tenemos necesidades que deseamos satisfacer. Pero, frecuentemente, terminamos alejándonos de nuestras verdaderas aptitudes porque damos por sentado que para alcanzar el mejor modo de vivir posible tenemos que seguir caminos convencionales y conocidos.

Cuando, si observamos bien, lo que hace especiales a las personas que alcanzan satisfacción personal por la vida que llevan, es que han identificado lo que les encanta hacer, que están haciéndolo, y que no se ven haciendo otra cosa distinta. Estas personas, reconocieron sus talentos y se ganan la vida haciendo aquello que les apasiona, no eligieron qué hacer, sino que identificaron lo que estaban hechos para hacer.

La práctica de observarnos es la tarea que debemos proponernos si deseamos hacer lo mismo. Observar lo que hacemos día a día señalará la dirección hacia la que debiéramos dirigir nuestra atención y energía. Y nos permitirá identificar nuestra verdadera vocación.

Detengámonos y pongamos atención en aquello que hacemos bien y que nos sale fácil hacer o que nos lleva poco esfuerzo. En lo que más nos motiva y qué es lo que más nos encanta hacer. Y en cuáles son las necesidades que deseamos resolver en nuestras vidas, procurando escuchar lo que dice nuestra voz interior al respecto. Esa es la tarea en que debemos empeñarnos. Lo demás, lo que buscamos, ya está allí. Solo habrá que identificarlo.

En la actividad que aprovecha nuestro talento, que alimenta nuestra pasión, y que surge de una necesidad que nuestra conciencia nos impulsa a responder, esta nuestra vocación.  

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

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