La dirigencia política y privada argentina, me animo a afirmar, desde 1930 en adelante, ha sido mayoritariamente populista y corrupta. Lo que ha derivado, necesariamente, en una mayoría de votantes que han preferido elegir cada nuevo ciclo populista ante la posibilidad de un cambio en tal sentido.
Esa dirigencia populista, que en nuestro país es “paradójica”, toda vez que se conformó siempre por un abanico de facciones que van desde las elites de las fuerzas conservadoras, hasta algunos sectores de izquierda inocente o inescrupulosa, ha conducido el país durante la mayor parte del último siglo y, por ende, son responsables del sistema de ilegalidad, y corrupción del que nos cuesta salir.
Lejos debemos estar hoy de cualquier “ideología”, ya que impiden toda reflexión necesaria a su respecto. Se cree o no se cree en ellas. Y cuanto más seguros estamos de creer en ellas, menos espacio nos damos para preguntarnos por qué creemos. O mas importante aún, el para qué.
Ello nos permitirá observar y percibir nuevamente el reclamo de un ciclo populista que supuestamente nos haría la vida mas fácil y mejor. Olvidando, nada mas y nada menos que 80 años de nuestra historia reciente. E intentando, en muchos casas, no ser conscientes de que esas las políticas populistas nos trajeron hasta la situación de caos social actual, en la que aquellos que serían supuestamente los primeros beneficiarios de tales políticas de estado popular están socioeconómicamente peor, mucho peor, que aquellos, que en apariencia no lo serían.
Nuestros populismos paradójicos han creando figuras antinómicas o grietas que les permitieron seguir subsistiendo a costo de todos los habitantes de este país que quedan fuera del radio de sus únicos beneficiarios. Aquellos que pertenece a los espacios políticos en aparente disputa.
Pero, fundamentalmente, la reflexión nos permitirá ahondar sobre el hecho de que pretender la inconveniencia de liberalismos que sólo entienden la libertad como el derecho a enriquecerse convirtiendo el desarrollo económico y material en el norte exclusivo y excluyente de la vida social, no significa aceptar cualquier estatismo desmedido de cualquier populismo, que necesariamente terminan cercenando libertades.
Nuestra historia política, comandada por mayoría de gobiernos populistas paradójicos, nos ha retrasado en la lucha por una sociedad mas equitativa y democrática que garantice la igualdad de oportunidades y el mismo acceso de todos a los derechos.
Nos ha impedido llevar adelante la única revolución real posible, que es la educativa, sentando las bases de cultura social que permita cualquier tipo de crecimiento.
Pero, es más, nos ha alejado de la comprensión de que solo es posible lograr objetivos reales de crecimiento y mejora, por medio de un verdadero consenso social y político.
Hoy es claro, como nunca antes, que la salida posible no esta relacionada con volver hacia ningún pasado, sea del color político que sea. La información extendida, múltiple y accesible de los hechos sucedidos en el pasado reciente y actual, es imposible de obviar, salvo alguna indisposición mental que lo impida puntualmente. Y el hecho de no reflexionar lo es.
Por ello, como método de activismo revolucionario si se quiere, deberíamos reflexionar preguntarnos, por ejemplo, ¿Cuáles de mis actos cotidianos demuestran un modo de convivir que respeta a los demás como parte del proyecto común de una ciudadanía democrática equitativa, integradora, que no excluya, que no discrimine?
La respuesta determinará el grado de compromiso que tenemos de cambiar las cosas. Porque toda solución provendrá seguramente de nuestra capacidad y decisión de considerar a nuestros conciudadanos como válidos para convivir, para buscar consensos, y para trabajar en cooperación hacia las soluciones en todos los niveles.
Pero también, las respuestas que nos vamos dando podrán indicarnos cual o cuales fuerzas políticas que intentan representarnos buscan un real cambio en tal sentido.
Piensa bien y saldrá bien!
DO.