Una saludable relación con los hijos, poco tiene que ver con ser más permisivo.

“Tanta libertad como sea posible. Tanta autoridad comos sea necesaria”[i]

Existe un grupo de padres, por no afirmar que se trata de una generación, que intentan convertirse en una “bisagra” en sus vidas familiares.

“Nuevos” padres ocupados en lograr ser una ”bisagra” que impida el traspaso a sus descendientes, de aquellas conductas inadecuadas de sus “viejos” padres, y con las que fueron formados.

Así, es habitual encontrar hombres y mujeres entre los 40 a los 55 años de edad, que luchan por liberarse y a su vez liberar a todos quienes formen partes de sus vidas, de aquellos paradigmas heredados y enquistados en su personalidad, que los llevaría a repetir las mismas inconvenientes conductas de sus progenitores. Con el agravante de que quizás terminarían siendo más eficaces en el grado de infelicidad y angustia que producirán en sus descendientes. Mucho más de lo que aquellas conductas con las que fueron formados produjeron en sus propias vidas. Porque inevitablemente se habrían perfeccionado en las prácticas inadecuadas de aquellos “viejos” padres.

Pero si bien muchos de éstos “nuevos” padres aparecen en escena como decididos a no repetir con sus hijos los mismos errores que pudieron haber cometido sus progenitores con ellos; la realidad demuestra que muchos otros no lo están haciendo de un modo totalmente consiente, ni mucho menos desde un deseo elaborado.

Razón por la cual, esta masiva respuesta generacional a lo no querido, ha traído también una serie de inconvenientes que los padres no saben bien a que atribuir.

Pero lo concreto es que al privilegiar y esforzarse en impedir abusos del pasado, los “nuevos” padres se fueron convirtiendo en unos muy dedicados y comprensivos, pero a su vez en débiles e inseguros. Tal vez idealizando a aquellos padres que quisieron tener, los “nuevos” padres pasaron de un extremo al otro. Así, es frecuente ver situaciones en las que los padres son regañados por sus hijos.

Más aún, aquellos padres que le tuvieron temor (aún reverencial)[1] a sus padres, ahora demuestran temor hacia sus hijos. Y se puede observar con frecuencia que aquellos que crecieron bajo “el mando” de los “viejos” padres, ahora viven bajo el “yugo” de sus hijos. Pasaron del respeto irrestricto a sus hijos, a que sus hijos no los respeten.

O sea que en la medida que en el intento de cambio a una relación mas saludable con sus hijos se transformó en un mero permisivismo para reemplazar al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares cambiaron en forma radical, para bien y también para mal.

En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.

Hoy los buenos padres parecen ser aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.

Concretamente, los roles se habrían invertido, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles  “cool” a sus hijos “los capos”.

¿Que ha sucedido? Parece que si bien el autoritarismo del pasado llenó a los hijos (hoy padres) de temor hacia sus padres, la debilidad del presente llena de miedo y menosprecio a los hijos actuales, al ver a sus padres tan débiles y perdidos como ellos.

Seguramente que los hijos actuales necesitan (aunque no los sepan aún) que conductas inadecuadas anteriores no les sean transmitidas. Pero también necesitan percibir que durante la niñez, que sus padres están a la cabeza de sus vidas como líderes[2] capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van (características acentuadas en la  adolescencia).

Y sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá a los hijos confiar en la idoneidad de los padres para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque ellos, sus padres, van adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.

El hecho de estar lidiando con los niños más “igualados”, beligerantes y poderosos que nunca existieron, no debe aminorar la marcha de los padres hacia el rol de liderazgo que hoy los debe convocar.

Claro está que ello implicará un compromiso con el crecimiento personal del adulto “nuevo” padre. Crecimiento que va mas allá del CRECER inevitable, que viene con la vida misma y que también debemos aceptar. Sino que también implica un “CRESER” con “S”. Crecimiento que tiene que ver con lo que “CREES SER”. Crecimiento que depende de uno mismo, y que consiste en mejorar, y optimizar lo que somos.[ii]

El trabajo y la dedicación en tiempo y esfuerzo aplicado en tal sentido, será la base del líder positivo que nuestros hijos necesitan y anhelan.  Y con el que terminarán identificándose.

También será la referencia y el ejemplo mas concreto de que estamos haciendo algo por ellos. No olvidemos que enseñamos lo que sabemos pero transmitimos lo que somos. Y que las personas, especialmente los niños y jóvenes, se impregnan de los valores que contagian las personas y espacios con los que interactúan.

Convirtámonos entonces, no sólo en una “bisagra” que impida la transmisión de conductas inadecuadas anteriores. Sino también en un “líder” que contenga y guíe a nuestro hijos hasta que ya no nos necesiten y hayan aprendido a liderar sus propias vidas[3].

Mientras tanto, comencemos por reemplazar autoritarismo por liderazgo, y no sólo por mayor permisividad.


[1] Se define como temor reverencial a esa actitud de excesivo miedo a quien se supone superior o a quien ejerce algún tipo de autoridad, sin que exista motivo alguno para ello. Es una actitud que va más allá del debido respeto que merece la autoridad constituida. Con ella se inhibe a actuar por el supuesto pensamiento de poder provocar una reacción agresiva.

[2] Independientemente de si el líder nace o se hace, me refiero al líder que se hace a través de un proceso continuo de aprendizaje que exige y necesita grandeza, realización, un desempeño apasionado, y una contribución importante. El líder que necesitan nuestros hijos es aquél que posee la convicción y el deseo de encontrar su  “propia voz”, y que inspira y conduce a los demás (en este caso a sus hijos) para que encuentren la suya. Entendiendo como Propia voz a los nieles más elevados del genio y de la motivación del ser humano (según: The 8th Habit. From Effectiveness to Greatness. By Stephen Covey)
[3] Una de las grandes paradojas o fortalezas de un líder es que siendo imprescindible en un momento dado, trabaja para que en el futuro no lo sea.


[i] Pensamiento atribuido a San Agustín o Agustín de Hipona (Nacido en Argelia el 13 de noviembre de 354 – Fallecido en Argelia el 28 de agosto de 430), es uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina.
Concepto utilizado por el Padre José Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstatt. Cuando explica su concepción de Conducción, al referirse a las tensiones que debe valorar todo conductor en el proceso de conducción, señala que  la solución de la tensión entre presencia de lo autoritativo y lo democrático que incluye la búsqueda de la mayor libertad que sea posible.

[ii] De la Conferencia: ”El Amor a uno mismo”. Dr. Roberto Perez. Fundación Centro Argentino de Enegrama.

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Una respuesta a Una saludable relación con los hijos, poco tiene que ver con ser más permisivo.

  1. Hola Jorge. Un gran gusto!

    El Dr. Roberto Perez es uno de los autores al que recurro frecuentemente. Tengo conocimiento de su trabajo y tengo el agrado de conocerlo personalmente desde hace muchos años.

    Es frecuente que lo referencie y cite. Su profundo conocimiento del ser humano sumado al don de la palabra que le ha sido dado, lo hacen una personalidad positiva y creo de muy valioso aporte.

    Y su página web es uno de los enlaces de la mía.

    Saludos.

    Daniel Olguin.

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