haciendo lo que estamos haciendo. El futuro de la humanidad no son los niños, sino que somos nosotros los adultos con quienes los niños conviven. Dice Maturana*, que los niños llegarán a ser reflexivos, dirán la verdad, estarán atentos a lo que ocurre, serán tiernos, amables y compasivos, si nosotros los adultos con los que conviven, somos reflexivos, decimos la verdad, no hacemos trampa, somos cariñosos, amables y demostramos en los hechos que los demás importan. En cualquier caso, para bien y también para mal, los niños se van a transformar con y según hagan los adultos con los que conviven.
A su vez, afirma que la educación es una transformación en la convivencia y seguirá un camino u otro, según la teoría o la creencia desde las cuales actuemos. Las creencias definen el espacio en el que nos movemos. Y definirán el espacio de convivencia en el que educamos a nuestros niños.
Los humanos construimos teorías o creencias que por mas lógicas y “razonables” que nos parezcan, siempre se fundan en premisas aceptadas emocionalmente. Y poder reflexionar, es poder mirar desde dónde estamos diciendo lo que estamos diciendo. Desde cual creencia estamos haciendo lo que hacemos.
Cuando los adultos generamos espacios de convivencia en el que se acoge al niño, se lo mira y se lo deja aparecer; se escucha lo que tiene que decir sin negarlo desde un prejuicio, supuesto, teoría o creencia; si le decimos verdad, contestamos sus preguntas, y nos damos el tiempo para estar allí, con él. Entonces ese niño tendrá muchísimas posibilidades de ir transformándose en una persona que reflexiona, que pregunta, que es autónoma, que decide por sí misma y escoge desde sí misma, lo que constituye un acto de conciencia.
Sin duda entonces, debemos intentar reflexionar preguntándonos las premisas básicas desde donde se construyen nuestras teorías o creencias, el sistema lógico con el cual fundamentamos lo que hacemos.
Hay demasiado en juego. Nada menos que el futuro de la humanidad.
Piensa bien y saldrá bien!
DO