La obligatoriedad escolar se extiende en nuestro país desde que el niño cumple los cuatro años de edad ingersando al nivel inicial, hasta completar el nivel secundario. Y dicha edad de inicio de la escolaridad se calcula al 30 de junio de cada año. O sea que en el año 2015, ingresarán en el mismo curso del nivel inicial, aquél niño que nació el 29 de junio de 2011, junto con aquél que nació el 30 de junio de 2010. Un año de diferencia en cuatro años de edad es una gran diferencia entre los procesos evolutivos de ambos niños. Pero además puede crear un brecha edcuativa entre ambos que puede perdurar durante todo el proceso educativo.
Los bebés nacidos en los meses de verano y otoño de cada año padecerán durante su escolaridad el llamado “efecto de la fecha de nacimiento”, lo que significa que es probable que durante su escolaridad alcancen menos que sus compañeros mayores nacidos en invierno y primavera.
La brecha es medible a través de la escuela primaria, secundaria, y el ingreso universitario. Al parecer aún cuando estos niños llegan a ser jóvenes, tampoco logran ponerse al día con sus compañeros mayores. Por ejemplo, se ha llagado a deteminar estadìsticamente que para el final de la escuela primaria de la diferencia en promedio es del 12%, una diferencia sustancial en la medición de datos de calificaciones cuando el rendimiento escolar se encuentra obsesionado por tales datos. Y estudios en el reino Unido informan que la oportunidad de ingresar a universidades como Oxford o Cambridge fue un 30% mayor para alguien que nació en los meses invierno y primavera respecto de los nacidos en verano y primavera.
Una sugerencia de los investigadores para comprender el “efecto de la fecha de nacimiento”, es que los niños nacidos mas jóvenes son simplemente menos maduros cognitivamente, social y emocionalmente. La capacidad de un niño para enfrentar exitosamente las actividades escolares no sólo dependen de su nivel intelectual sino de la madurez en todas las áreas de su comportamiento: física, emocional, social e intelectual.
Imponer entonces una fecha a partir de la cual todos los niños deben ser escolarizados, y por lo tanto, no evaluar de forma individualizada su madurez escolar -cuyo diagnóstico no solo debe pasar por el análisis de su coeficiente intelectual, sino de sus capacidades intelectuales, sociales y emocionales- podría generar dificultades en el aprendizaje y trastornos que se pueden evitar fácilmente no exponiéndolos a situaciones para las que no han logrado las necesarias condiciones.
La falta de madurez emocional afecta principalmente la motivación para el aprendizaje escolar, disminuye el nivel de interés por el aprendizaje o por la continuidad de la tarea. Y el resultado es un aprovechamiento deficiente o la irregularidad en el desarrollo de las labores de la escuela y se manifiesta en la tendencia a distraerse.
Si el acceso a la escuela está presidido por la diversidad, reflejando un desarrollo cognitivo, afectivo y social evidentemente desigual, el tratamiento uniforme no puede suponer más que la consagración de la desigualdad.
Por lo tanto el entorno familiar siguen siendo factores muy importantes para predecir el rendimiento académico. Somos los adultos de esos niños quienes debemos estar atentos también al efecto de la brecha de nacimiento. Apoyandolo para superar las deficiencias que le impone desde un inicio el sistema.
Piensa bien y saldrá bien!
D.O.