“En tiempos de elección, no hay mayor pecado que la pasividad”*

“Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”. La Divina Comedia. Dante Alighieri.

Si bien el adjetivo “neutral” se aplica habitualmente a la persona que no participa de ninguna de las opciones en conflicto. La clase de neutralidad a la que se refiere Alighieri, y que considero aplicable nuestra actual crisis moral, además de política, es aquella que implica la conveniencia personal como fuente o base para omitir el deber de elegir actuar cuando es imperioso y hasta imposible dejar de hacerlo.

De ésta forma considero que somos “neutrales” cuando en momentos de crisis y de peligro, en vez de proceder de acuerdo a lo que se espera o exige de nosotros tal y como hacemos nuestra vida en sociedad, optamos, por la inacción, por la pasividad. Pero no cualquier pasividad. No sólo aquella que pudiera significar en principio, pusilanimidad o hasta cobardía. Sino la pasividad que en realidad es sólo aparente, ya que lleva implícita una conducta activa. La de traicionar en pos de nuestra conveniencia.

Las crisis morales son, precisa y fundamentalmente, los tiempos en que no debiéramos ser “neutrales” o pasivos. Sino que debiéramos actuar, activarnos, y muchas son las formas por las que podemos optar hacerlo. Y es por ello que creo que ante una nueva crisis moral en nuestro país, y más allá de cuál o qué posición en conflicto apoyar, cabe preguntarnos en primer lugar, en qué medida, podemos estar incurriendo en una forma de inexcusable “neutralidad” o pasividad, que para el caso sería lo mismo. Porque ser “neutral” o pasivo se ha convertido en una conducta habitual por medio de la cual siempre respondemos de la misma forma, pasivamente.

Así, somos pasivos por ejemplo, cuando solo nos abrumamos y despotricamos por lo que sucede. Cuando sólo manifestamos nuestro enojo. Y en definitiva, cuando sólo esperamos el desenlace de la crisis sin dejar de calcular la conveniencia personal del resultado. Pero en realidad estamos haciendo nada al respecto.

Y también lo somos por ejemplo, cuando nos negamos obstinadamente a reflexionar y en su caso cambiar ante el posible error de una supuesta parcialidad inicial a posturas que se demuestran ahora, por lo menos obsoletas cuando no perjuciciales a nosotros mismos y a todos. Cuando profundizamos ciegamente aquella postura que supuestamente habíamos elegido en el intento de ocultar que también nos favorecía y favorece aún económicamente. Aunque vociferemos que las abrazamos porque defendemos derechos postergados. Derechos que por supuesto no nos son propios ni cercanos. Y aunque para sostener nuestra posición siquiera nos ruboricemos cuando negamos tales derechos o impidimos su ejercicio a aquellos grupos de de personas que sostienen posturas diferentes. Y que muy frecuentemente incluyen a aquellos conciudadanos que fueron siempre y siguen postergados.

Debemos tener cuidado; estar atentos, y analizar bien nuestra pasividad o supuesta pasividad ante la crisis, porque no sólo podemos ser merecedores de los obscuros confines del infierno al decir de Dante, sino que también, y parafraseando a Martin Luther King, la historia Argentina registrará como la mayor tragedia de este período de nueva crisis moral, al hecho de que el inconcebible silencio de los buenos se impuso nuevamente sobre el estridente clamor de los malos. O lo que es peor. Que al silencio de los buenos se sumó nuevamente el murmullo irresponsable y acomodaticio de quienes decimos hacer y no hacemos nada, nunca. Inclinando y definiendo nuevamente la balanza en favor de los pocos malos que siempre gritan.

Pero además podemos perder la oportunidad que la grave crisis por la que transitamos nos otorga para que desde una vez y por todas, comencemos a actuar como personas y como argentinos verdaderamente democráticos. Lo que no se logra siendo “neutrales” o pasivos sino eligiendo actuar desde el lugar que nos toca como ciudadanos, cualquiera sea éste, intentando corregir el abuso, la opresión, y la corrupción. Y para que lo que guíe nuestra convivencia social, no sean la sospecha, el miedo o las ansias autoritarias de nadie.

¡Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

*Dan Brown. “Inferno”.

Esta entrada fue publicada en Contagiando valores, El conflicto, El Convivir, La Convivencia. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *