A mis ex alumnos.

Uno de mis Maestros, el Dr. Humberto Maturana, dice: “Una planificación es el diseño de los pasos a seguir para asegurarse de que un cierto proceso sea efectivo en la generación de un resultado deseado. Sin embargo las planificaciones nunca resultan si uno se apega a ellas. Y esto es así porque el acto mismo de intentar asegurar el suceder de una planificación ocurre en un ámbito diferente, más amplio que aquel en que ésta se propuso, lo que inevitablemente altera su dirección, llevándolo a un resultado diferente del deseado.” Y afirma también: “La salida está en la inteligencia, en la plasticidad conductual frente a un mundo cambiante, en la disposición a soltar la creencia de que la eficiencia y efectividad de la realización de una tarea o proceso dependen del apego a lo planeado”.

Me gusta recordar el pensamiento del Maestro porque así fue que me relacioné con estos jóvenes que hoy egresan de su escolaridad secundaria, y que fueron mis alumnos. Al despojarme de mis expectativas sobre lo que ellos tenían que cumplir o llegar a ser, pude escuchar y reflexionar libremente sobre lo que lo que a ellos se les ocurría expresar. Y fue muy agradable.

Y como estos graduados de hoy están seguramente cansados de mis palabras. En gran medida porque seguramente no he superado sus propias expectativas sobre mí. Elijo dirigirme en primer lugar a quienes todavía no cansé o aburrí tanto, como a sus padres, y en general a sus adultos.

Cuando uno se tiene que expresar en ocasiones como ésta, para despedir a un grupo que egresa de la escuela media, se espera (se tiene la expectativa) que se haga una necesaria referencia al futuro de los graduados. Futuro que a los adultos responsables de éstos jóvenes nos lleva, no en pocas ocasiones, a quitar el sueño y hasta angustiar bastante. También debido en gran parte a las expectativas que tenemos sobre ellos y su futuro.

Bueno cumpliré en parte tal expectativa, y les diré que soy de los que cree que el futuro, tanto el de éstos chicos como el nuestro, es aquello que nosotros pensamos que puede ocurrir. Pero no sabemos si realmente ocurrirá. Por ello prefiero pensar que hablar del futuro de estos chicos es hablar de su presente. De cómo están y sobre que hacen, hoy en el presente.

Convivír con estos jóvenes graduados de hoy -a los que considero parte de la generación más brillante y con más talentos que ha vivido en nuestro planeta, porque tienen más conocimientos, y más recursos, que cualquier otra generación, siendo dramáticamente palpable la capacidad que tienen de hacer casi cualquier cosa que se les ocurra. me permitió gestar el convencimiento de que su futuro es el presente que viven- me permitió observar que ya hoy enfrentan suficientes desafíos sin necesidad de pensar en el mañana, y que cada día, toman decisiones que los comprometen, que les generan interés, y en ocasiones hasta mucha más angustia que conocer que harán el año entrante por ejemplo con sus estudios terciarios.

Pero con nosotros, sus padres, ocurre lo mismo. Las preocupaciones de la mayoría de los padres son apremiantes hoy mismo. Por ejemplo cuando nos preguntamos sobre qué decisiones tomará nuestro hijo al salir hoy por la puerta y lo perdamos de vista.

No obstante, nos preocupa la ilusión del futuro y seguramente no podemos dejar de preguntarnos, qué tipo de mundo les espera y cual será el rol de nuestros hijos en ese mundo. Teniendo en cuenta que no es necesario ser un visionario para prever que ese mundo será una aventura sin igual a otra anterior, y especialmente distinta a la que hemos vivido nosotros, los adultos.

Un mundo actual en el que el conocimiento de datos por sí mismos, aunque imprescindible, ya no marca la diferencia entre las personas que consiguen tener éxito y las que no. Y en el que los ejemplos determinan que el éxito hoy no sólo tiene que ver con profundos conocimientos adquiridos por medio de la mejor educación formal, sino que mucho del éxito actual esta relacionado con la personalidad adecuada. Con la capacidad creativa, con la capacidad de análisis, con el talento para anticiparse y adaptarse a lo cambios, y fundamentalmente con una notable capacidad para relacionarse con los demás.

Por ello, sugiero que nos olvidemos del futuro por un momento y observemos lo que sucede en el presente.

Estoy convencido de que cada uno de estos graduados, deja el colegio secundario con una base de conocimientos en su memoria, y con una muestra de las competencias y cualidades en su personalidad, que son necesarias para poder superar los desafíos que se les planteen, en éste o cualquier mundo. Y estoy convencido de ello porque ya utilizan esos recursos hoy!

Estos jóvenes graduados están tomando ya hoy, todos los días, decisiones acertadas. Cada uno, en su medida, y según su individualidad, ya es capaz hoy de tomar decisiones relacionadas con los aspectos básicos de su vida. Ellos, además de utilizar conocimientos, son capaces de percibir que valen la pena, son capaces de hablar con confianza de sus necesidades, de relacioanarse con los demás, y son absolutamente capaces de albergar sueños y de desearlos apasionadamente.

Y ello es para mí un serio indicio de que estamos en presencia de un grupo de jóvenes, que si lo desean apasionadamente, serán sin duda parte de los adultos exitosos del siglo 21.

Ahora, finalmente, deseo dirigirme a mis ya ex alumnos y hacerles un par de sugerencias, y un recordatorio.

Les sugiero que aquello que sueñen y deseen hacer, siempre lo intenten realizar. Que lo intenten, intenten y vuelvan a intentarlo si es necesario; porque los éxitos guardan una proporción directa con la perseverancia. Y porque además, en tanto se intenta, siempre se aprende algo de ejercitar la fuerza de voluntad.

Les sugiero también, que mientras tanto intentan, no renuncien ni por un instante a su bien-estar o felicidad.  Y tengan especialmente en cuenta que el vivir una buena visda no tiene mucho ver con que todo lo que realicen o emprendan les salga bien. Sino que estará directamente relacionado con que logren vivir en armonía con las circunstancias de la vida; con todo aquello que les toque vivir. Como me recuerda siempre una tía mía, “Vivir la vida no es sobrevivir a una tempestad, sino saber cómo BAILAR BAJO LA LLUVIA”

Y por último les recuerdo que no olviden llevar consigo el marcador indeleble del que siempre les hablé en nuestras charlas, y fundamenetalmente no olvidar como se utiliza y porqué.

Los dejo deseándoles desde mi corazón todo lo mejor. Y que bailen bajo la lluvia por siempre!

Los quiero mucho y fundamentalmente creo en cada uno de ustedes.

Daniel Olguin.

Diciembre de 2014.

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