Otra vez la gran pregunta ¿para qué enseñamos?

Una sociedad no se construye ni se proyecta sin otros. Sin los demás. Y si no somos capaces de considerar al otro como un legítimo otro en la convivencia con uno, no surgirá la confianza que necesitan las sociedades para poder desarrollarse. Sin confianza no hay convivencia social. Sin embargo vivimos en una sociedad actual donde la competencia y la negación del otro es lo que domina nuestras relaciones. A nivel de adultos fundamentalmente, nos enfocamos en no considerar legítimo al otro en la convivencia, es decir, lo negamos. Y por ende vivimos sin confianza en el otro.

Entonces la pregunta ¿Para qué enseñamos? resulta fundamental. ¿Estamos enseñando para una convivencia sin competencia y sin negación del otro? O cómo un medio para generar una sociedad donde nos respetemos y sepamos convivir con todos.

Me refiero a que en general, nos encontramos enseñando Lenguaje y Matemática como el centro de todo y con el fin -frecuentemente el único- de obtener un mayor puntaje en una prueba estandarizada que le asegure a un estudiante un buen entrenamiento en la sociedad de la negación del otro.

Con esto no quiero dar a entender que no sean importantes tales asignaturas, sino que deben ser un medio para generar una sana convivencia social. Y desde este enfoque debemos potenciarlas y mejorar el nivel que su enseñanza hoy presenta. Y sumarlas a otras variables relevantes en un proceso de aprendizaje donde lo esencial sea la aceptación del otro y no su negación.

Las artes como la música, la danza, la pintura y  las manualidades, la educación cívica, la filosofía, la biología (como medio para entender los procesos naturales), la actividad física, entre otras áreas del quehacer humano, son ramas de aprendizaje que complementados con un buen desarrollo de la lectura y el pensamiento abstracto nos permitirán tener una sociedad donde cada ciudadano pueda desarrollar sus talentos naturales y ponerlos no sólo al servicio personal sino de toda la sociedad.

Para lograr lo anterior, creo que lo primero es trabajar en la formación y transformación de los nuevos y antiguos educadores y modificar el sistema de medición de calidad que guía los pasos del sistema educativo y de cada comunidad escolar. Todo comienza en el aula, ni más ni menos.

Podemos modificar las leyes y las formas, pero la esencia no la modificaremos, si nos proponemos una educación como un proceso distinto al actual, donde el centro sea el ser humano y no sólo la producción de mano de obra calificada y no calificada para el sistema productivo. Y que nos lleve desde la sociedad de la negación del otro a aquella donde la confianza sea la norma, transformando la lógica dominante.

En definitiva, la forma en cómo nos relacionamos los seres humanos podría cambiar si desde el proceso educativo se practica la reflexión y el respeto por el individuo, a partir de una coparticipación en un proyecto común de sociedad para todos.

Piensa biuen y saldrá bien!

D.O.

Fuente: Cristian Briones. De la biología del amor a la educación y la reforma. http://www.elmostrador.cl/

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