En el proceso educativo de un niño, siempre hay actividad formadora de parte de los adultos que conviven con él. En el hogar, la escuela, el club, la iglesia, etc., todos esos adultos por medio de lo que hacen y dicen, contribuyen a la formación de los niños con quienes conviven. Actividad en la que “lo esencial es invisible a los ojos”.
“Lo esencial es invisible a los ojos” es una cita del libro El Principito**, que relata la historia de un niño, que como todo niño es muy delicado y sensible. Y que vive en un planeta muy pequeño y en soledad.
Por ello, el niño nunca había visto muchas , cosas y mucho menos una rosa. Pero, un día, repentinamente se le aparece una rosa. Y a partir de ese momento toda su atención, su actividad, su hacer, pasa por observarla mientras florece.
Luego, cuando la rosa se convierte en una flor hermosa, la actividad del niño continúa con dedicarse a cumplir con los reiterados reclamos de la flor: “Protégeme del sol”, “protégeme del viento”, “prepárame el desayuno”, “atiéndeme”. Literalmente la rosa vuelve loco al niño con sus pedidos. Razón por la cual, el niño, pensando que la flor era demasiado complicada y que no llegaba a comprenderla en absoluto, decide dejar su planeta y a su rosa, para viajar en búsqueda de sabiduría.
De esta forma, en su viaje de aprendizaje el niño llega al planeta Tierra donde conoce a un zorro, a quien el niño invitó a jugar porque se sentía muy triste dado que alguna vez se había sentido acompañado por una flor única . Pero el zorro se negó porque dijo no estar domesticado. “… verás, …si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…Por favor… domestícame”, le dijo el zorro. “Sólo se conocen bien las cosas que se domestican” “¡Si quieres un amigo, domestícame!”
Entonces, el niño inició el ritual de domesticación. Con mucha paciencia se fue acercando al zoro hasta que pudo sentarse a su lado. Repitiendo el rito cada día a la misma hora. Hasta finalmente llegar a ser amigos.
Luego de un buen tiempo, cuando llegó el día de la partida del niño para continuar su viaje de conocimiento, el zorro le dijo al niño que “lloraría”.
“Es tu culpa”, “Nunca quise que sufrieras daño, pero tú quisiste que te domesticara”. ¡Y ahora vas a llorar! ¡Entonces no sirvió de nada! – respondió el niño.
Pero el zorro le aseguró que sí había servido, y añadió: “Ahora comprenderás que tu rosa, la que dejaste en tu planeta, es única en el mundo”. Porque ha sido a ella a la que regaste, abrigaste, cuidaste, a la que has oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse.
“Es sólo con el corazón que se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos” le confió finalmente el zorro.
¡Piensa bien y saldrá bien!
D.O.