Nuestra “propia voz”

Maite, una niña de 6 años de edad, en su clase de dibujo, estaba en la parte de atrás del aula, compenetrada en el dibujo que estaba realizando. Y como generalmente no era una niña que prestaba demasiada atención en clase, la maestra estaba fascinada, y se acercó para averiguar sobre la tarea que estaba haciendo niña.

¿Qué estás dibujando?; preguntó la maestra.
Estoy dibujando a Dios; contestó la niña.
Pero nadie sabe cómo es Dios; acotó la maestra.
Lo van a saber en un minuto. Sentenció Maite, sin siquiera levantar su vista y dejar de dibujar.

Esta pequeña historia ilustra cómo todos los niños pequeños tienen una confianza asombrosa en su imaginación. Y de que ningún niño pequeño disimula la expresión de su “propia voz”. Nació con ella y la usa a su antojo y bien-estar.

Pero la mayoría perdemos esta confianza y esa conexión a medida que crecemos.

Cada año al comenzar las clases, solicito a niños de una clase de primer grado de escuela primaria, que levanten la mano aquellos quiénes consideran que tienen imaginación, y que son creativos. Todos levantan la mano y comienzan a explicar alborotados sus experiencias creativas. En cambio,, cuando pregunto lo mismo en una clase del último año de escuela secundaria, la gran mayoría no sólo no levanta su mano, sino que además algunos alumnos son firmes en declarar que no se consideran creativos para nada.

Sucede que a pesar de que nacemos con la capacidad de imaginar y con grandes talentos naturales para hacerla realidad, a medida que pasamos más tiempo en el mundo perdemos el contacto con muchos de esos dones. Y por lo tanto dejamos de confiar en lo que alguna vez soñamos que éramos capaces.

En todas partes hay estudiantes que se preguntan qué harán en el futuro y que no saben por dónde empezar. Y hay padres preocupados que intentan orientarlos aunque a menudo lo que hacen es alejarlos de sus verdaderas aptitudes porque dan por sentado que para alcanzar el éxito sus hijos tienen que seguir caminos convencionales.

El resultado es que hay demasiada gente que nunca conecta con su “propia voz”, con sus verdaderos talentos naturales y, por tanto, no es consciente de lo que en realidad es capaz de hacer. Así, son muchas las personas adultas que no disfrutan de lo que hacen, pero tampoco tienen idea de lo que les gustaría.

Pero por otra parte, hay también muchas personas que tienen éxito en diversos campos, que les apasiona lo que hacen y que no pueden imaginarse haciendo otra cosa. Y son tan creativos que si su “mundo” les cambiara totalmente, hallarían la forma de lidiar con esos cambios, utilizando las mismas habilidades, dones y talentos.

La diferencia está en que estas personas jamás dejaron de escuchar y expresarse con su “propia voz”, o se han reencontrado finalmente con ella.

Quieres una pista sobre tu “propia voz”, observemos esta otra historia:

“Un conejo, un pájaro, un pez, y una ardilla, se reunieron para fundar un colegio, y se pusieron a redactar el programa de estudios. El conejo quiso que en el programa se incluyera la carrera. El pájaro quiso que se incluyese la técnica de volar. El pez, la natación. La ardilla insistió en que debía agregarse el modo de trepar a los árboles en forma perpendicular. De modo que anotaron todo y exigieron que todos los animales cursasen la totalidad de las materias. El conejo era excelente en carrera; nadie corría tan bien como él, pero le exigieron que aprendiera a volar como conveniente disciplina intelectual y emocional. Lo subieron entonces a un árbol y le ordenaron: ¡Vuela, conejo! Y el pobrecito se largó, se quebró una pata y se fracturó el cráneo. Quedo con una lesión cerebral y ya no pudo correr bien, de manera que en vez de obtener la máxima calificación en carrera, obtuvo una inferior, y por supuesto que sacó la mínima en vuelo. Lo mismo le sucedió al pájaro. Era capaz de volar por todas partes, dar volteretas, y sacaba la nota más alta. Hasta que le pidieron que cavar hoyos en la tierra como un topo. Por supuesto que se quebró las alas y el pico, y no pudo volar más, y así sucesivamente. ¿Y cuál fe el alumno que dio el discurso de despedida en la graduación? Una anguila retardada mental porque podía hacer casi todo relativamente bien”

Tu voz es ùnica. Todos somos individuos únicos, que tenemos en nuestro interior nuestra “propia voz”, que nos hace distintos a todos los demás, que nos hace ver de manera diferente, sentir y reaccionar de manera diferente también.

Descubrir nuestra “propia voz” desarrollarla y luego compartirla es lo que nos hace exitosos en lo que hagamos y felices por estar haciéndolo. De eso se trata. Y a eso se refería Maite en la primera historia.

Piensa bien y saldrá bien!

D.O.

Fuentes: Leo Buscaglia, “Vivir, Amar y Aorener”, Ed. Emecé. Ken Robinso,. “El Elemento”, Ed. Grijalbo.
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