La inteligencia sea del tipo que sea, es emocional, sino no es inteligencia.

El desarrollo de habilidades emocionales pasan primero por adquirir la habilidad de tomar conciencia de nuestras emociones, para pasar luego a regularlas. Y a su vez, el proceso de regulación de las emociones de los demás se dará porque nuestro comportamiento influye en las emociones de los otros.

Los seres humanos comos capaces de desarrollar tales habilidades, porque si bien la emoción es un motor que todos los seres vivos llevamos dentro que nos mueve y nos empuja a vivir en contacto con el mundo que nos rodea; los seres humanos, además, podemos experimentar sentimientos. La sensación consciente de una determinada reacción emocional son los sentimientos. Los seres humanos sentimos miedo, pero además sabemos que sentimos miedo. Tomamos conciencia del miedo, y asimismo le podemos poner nombre a nuestro miedo: tengo miedo a …; … a que me pase tal cosa …; … por tal cosa.

Por lo tanto, los sentimientos en tanto nos hacen conscientes de lo que ocurre, nos permiten responder con mayor flexibilidad, con una conducta más conveniente ante cualquier impulso. Mas allá de la conductas que  indiquen o hagan posibles  las emociones básicas. Por ejemplo ante la emoción miedo, además de escapar o atacar para defenderme, si es conveniente podría negociar. Ante la ira puedo podría responder con ira, reprimirme y callarme, o contestar sin enojo, si me parece mejor.

Pero también, los seres humanos aprendemos gracias a las emociones. La curiosidad es el mecanismo emocional innato que nos lleva a la exploración y que abre el foco de la atención por donde ingresará la información capaz de producir aprendizaje, memoria y conocimiento. La atención siempre sigue a la curiosidad y es después que sigue el proceso eficiente de aprendizaje y memoria.

Los mecanismos de la curiosidad se ponen en funcionamiento a poco de que nacemos por medio del juego, que es el proceso por el que realizamos todos los aprendizajes positivos posibles. Pero subsisten durante toda la vida. Y jugamos porque nos produce placer. El placer es la emoción que está detrás del juego, que a su vez es el disfraza el aprendizaje.

Nacemos en la confianza de encontrar y desarrollarnos en el entorno adecuado. Y es como resultado de ese entorno que nos podemos “encender” o “apagar” emocionalmente y con ello todos los mecanismos de curiosidad y atención.

Nuestro cerebro enciende o apaga la emoción y con ello el proceso de curiosidad y de atención. Es por ello que los entornos estresantes generan un estado de acciones y reacciones en tensión constante que llevan a perder o disminuir la energía capaz de sentir curiosidad por lo que se enseña y con ello cerrar el foco de atención y ser poco eficiente en los procesos de aprendizaje.

Fuente: ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. Esplugues de Llobrgat. Barcelona. Hospital San Joan de Déu. www.faroshsjd.net
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