“Dos caminos convergían en un bosque y yo seguí el menos transitado. Y eso lo ha cambiado todo”. Robert Frost
Habitualmente elegimos uno de dos caminos en la vida. Y también frecuentemente uno es el camino amplio y muy transitado hacia la mediocridad, el otro es el camino hacia la grandeza y el sentido. La gama de posibilidades existentes entre estos dos destinos es tan amplia como la diversidad de dones y personalidades de la estirpe humana. Pero el contraste entre los dos destinos es como el que hay entre el día y la noche. El camino a la mediocridad limita el potencial humano. El camino a la grandeza libera y realiza este potencial. El camino a la mediocridad supone abordar la vida de una manera rápida, por un atajo. El camino a la grandeza es un proceso de crecimiento secuencial de dentro hacia fuera. Quienes viajan por el camino inferior de la mediocridad viven el «software» cultural del ego, la competencia, la escasez, la comparación, y el victimismo. Quienes transitan el camino superior hacia la grandeza se elevan por encima de las influencias culturales negativas y eligen convertirse en la fuerza creativa de su vida.
En el fondo de cada uno de nosotros existe el anhelo de vivir una vida de grandeza y de
contribución, de importar de verdad, de marcar una verdadera diferencia. Puede que dudemos de nosotros mismos y de nuestra capacidad para hacerlo, pero debemos convencernos de que podemos vivir de esa manera. Todos nosotros podemos decidir conscientemente dejar atrás una vida de mediocridad y llevar una vida de grandeza en el hogar, en el colegio, en el trabajo, y en la comunidad.
Sean cuales sean nuestras circunstancias, todos y cada uno de nosotros podemos tomar esta decisión. Todos podemos decidir que queremos vivir una vida grande o, más sencillo aún, que no sólo queremos tener un buen día, sino un gran día. Y no importa el tiempo que llevemos transitando por la senda de la mediocridad: siempre podemos elegir cambiar de camino. Siempre. Nunca será demasiado tarde.
El poder necesario para tomar la decisión, radica en los dones naturales que nos fueron otorgados al nacer. A todos nos fueron concedidos talentos, capacidades, privilegios, inteligencias, oportunidades, que en gran medida quedarían sin descubrir de no ser por nuestra propia decisión y nuestro propio esfuerzo.
Gracias a estos dones, el potencial de cada persona es enorme, incluso infinito. En el fondo no podemos ni imaginar de lo que puede ser capaz una persona. Pero, con qué frecuencia nos sobrecogen y hasta nos aterran nuestras dotes innatas. Tal vez porque al tomar conciencia de nuestro poder ya no tendremos excusas para no lograr lo que deseamos.
La escritora Marianne Williamson expresó al respecto: “Nuestro temor más profundo no es que no estemos a la altura. Nuestro temor más profundo es que nuestro poder es inconmensurable. Nuestra luz, no nuestra oscuridad, es lo que más nos amedrenta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para tener inteligencia y belleza, para ser alguien fabuloso y con talento? Pero, en realidad, ¿quiénes somos para no ser así?”
Fuente: “The 8th Habit. From Effectiveness to Greatness”, by Stephen R. Covey. Publicado originalmente en inglés, en 2004, por Free Press, División of Simón & Shuster, Inc., 2005. Ediciones Paidós SAICF. Buenos Aires.