Todos los seres tenemos este extraordinario poder de la imaginación.
La capacidad de traer a la mente cosas que aún no están presentes, y en base a eso sacar hipótesis acerca de cosas que nunca han sido, pero podrían ser. Todos los rasgos de la cultura humana, en mi opinión, son la consecuencia de esta capacidad única.
Si bien otras criaturas pueden tener algo parecido; otras criaturas cantan, pero no escriben óperas, otras criaturas son ágiles, pero no forman comités olímpicos, se comunican, pero no tienen festivales o teatros, tienen estructuras, pero no construyen edificios ni los amueblan. Los seres humanos somos únicos en esta capacidad. Una capacidad que ha producido la más extraordinaria diversidad de cultura humana, de emprendimientos, de innovación, sin ir más lejos existen 6.000 lenguas se hablan actualmente en la tierra.
Pero creo que destruimos sistemáticamente esta capacidad en nuestros hijos y en nosotros mismos, no digo deliberadamente sino sistemáticamente. Lo hacemos de forma rutinaria, sin pensar – y eso es lo peor de todo. Porque damos por sentado ciertas ideas sobre la educación, sobre los niños, acerca de lo que es ser educados, sobre la necesidad social y la utilidad social de su educación; sobre el propósito económico de su educación. Tomamos estas ideas por sentado y resultan no ser verdad. Y muchas de las ideas que parecen obvias resultan no ser verdad.
Una experiencia anestésica es cuando cierras tus sentidos, y te adormeces a lo que está sucediendo. Estamos haciendo que nuestros hijos pasen a través de la educación anestesiándoles. Y creo que deberíamos estar haciendo exactamente lo contrario, deberíamos despertarles a lo que tienen dentro de sí mismos.
Pero el modelo educativo preponderante que disponemos modela en el interés de la industrialización y a su imagen. Que se desarrolla y desarrolla en base a una mentalidad de producción lineal.
Creo que tenemos que ir exactamente en la dirección contraria. Tenemos que cuestionar lo que damos por sentado.
Una experiencia consciente es aquella en la que los sentidos están funcionando en su punto álgido, cuando estas presente en el momento actual, cuando estás resonando con la excitación de aquello que estas experimentando, cuando se está lleno de vida.
Si lo piensas, en las artes, y no digo que sea exclusivamente en las artes, creo que también es cierto en la ciencias y en las matemáticas, pero lo digo sobre las artes en particular, porque es el área más visiblemente víctima de aquella mentalidad de producción lineal, abordan especialmente la idea de experiencia consciente.
Si creamos los incentivos correctos, si valoramos a cada alumno por sí mismo y adecuadamente, se producirá crecimiento. Pero creo que tenemos que pasar de este paradigma industrial a un paradigma orgánico, y creo que es perfectamente factible.
Necesitamos concebir a las instituciones individualmente, no de manera sistémica, que no valoren solamente la utilidad, y que respeten y promuevan la vitalidad de vivir, la energía de la organización y su potencial para transformarse, que no piense en términos lineales, que piense en creatividad, y múltiples opciones y posibilidades para todos en ella. No se trata de conformidad, sino de diversidad y críticamente acerca de la personalización. Creo que todas nuestras escuelas podrían ser así.
Benjamin Franklin dijo una vez notablemente, hay tres tipos de personas en el mundo; los que son inamovibles, los que son movibles, y los que se mueven, y os animo a que os movais y avanceis.
Piensa bien y saldrá bien!