A mediados del siglo XX, las condiciones de trabajo generadas por la revolución industrial eran lamentables. La jornada de trabajo se extendía por más de doce horas llegando hasta 18 horas en algunos casos; las condiciones de higiene y salubridad eran deplorables; y la conscripción de trabajadores se realizaba indiscriminadamente entre hombres, mujeres y niños.
Ante estos abusos los trabajadores comenzaron a organizarse y mediante huelgas y manifestaciones callejeras pretendieron hacer valer sus derechos. Así en 1884, una organización de trabajadores llamada Federación Americana de Trabajo propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 la patronal debería respetar la jornada de 8 horas y si así no lo hicieran los trabajadores irían a la huelga.
Como respuesta a esta situación, el presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó una ley que establecía que la duración de la jornada laboral sería de 8 horas. Pero esta ley no fue acatada por el sector patronal, y las organizaciones de trabajadores declararon la huelga y se movilizaron reclamando por sus derechos.
Durante la manifestación realizada en la ciudad de Chicago, la policía reprimió brutalmente a los obreros; hubo obreros muertos y también estalló una bomba que causó la muerte de varios policías. Por ese hecho, fueron encarcelados los oradores del acto y otros participantes, a quienes se les inició juicio acusándolos de conspiración y asesinato y aunque no se pudo probar su culpabilidad durante el proceso; de los ocho hombres acusados se condenó a dos de ellos a prisión perpetua, a otro a 15 años de trabajos forzados y los cinco restantes fueron condenados a morir en la horca.
No obstante, la fuerza de la organización obrera se extendió a distintos países del mundo. Y en 1889, se adoptó el 1° de Mayo como el día en que los trabajadores debían demandar a los poderes públicos y obligarlos a reducir legalmente a ocho horas la jornada de trabajo. Se había elegido ese día en alusión expresa a los mártires de Chicago.
A partir de 1890, comenzaron a realizarse todos los años, en cantidad creciente de países, incluida la Argentina, actos en los que los trabajadores planteaban ante las patronales y los gobiernos sus reivindicaciones económicas y políticas.
En Argentina, los actos del 1º de mayo cada vez congregaban una concurrencia mayor, lo que preocupaba al sector patronal y a los gobiernos que, a veces, reaccionaban con violencia ante esas manifestaciones.
Durante las presidencias radicales, entre 1916 y 1928 se sancionó legislación que tendía al mejoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores. Era la primera vez que el gobierno intervenía poniendo algún límite a la patronal. Se sancionaron las leyes de descanso dominical; de regulación del trabajo a domicilio de las mujeres; entre otras. Y durante su segundo mandato, Hipólito Yrigoyen, instituyó por decreto del 28 de abril de 1930, el 1º de Mayo como “… día de fiesta en todo el territorio de la República …”.
A partir de la asunción a la presidencia de Juan Domingo Perón en 1946, las reivindicaciones que los trabajadores habían anhelado se fueron concretando en realidades y los trabajadores fueron ganando el espacio público, apropiándose de los símbolos y de las significaciones vinculadas al 1° de Mayo.
El 1° de Mayo en la actualidad tiene múltiples significaciones. Para unos es un día de lucha, de reivindicación de los derechos de los trabajadores y para otros es un día de festejo, de hermandad entre los trabajadores.
Fuente: http://servicios.abc.gov.ar