“Habemus Papam” y una vez más “Habemus divisio”

Hasta la consagración como Papa de un conciudadano  parece servirnos a los argentinos para una división mayor. Para seguir profundizando la brecha entre los pensamientos y sentimientos diferentes.

A los argentinos, en este tipo de situaciones nos gusta situarnos generalmente en alguna de tres posiciones. En la de quienes están felices y se manifiestan en tal sentido. En la de quienes no les genera el mismo sentimiento y observan el hecho en silencio y sin manifestación alguna. O en la de quienes se esfuerzan en señalar no sólo lo supuestamente negativo, sino que además denigran, injurian, agravian y hasta tergiversan hechos históricos con el fin de sostener su posición contraria sobre el tema.

Según mi opinión, la mayoría de los argentinos nos movemos entre las dos primeras posturas. Pero reservamos siempre una minoría para ejercer la tercera posición. Tan nuestra como las dos primeras.

Y lo hacemos, con el objeto de tener la oportunidad, si lo deseamos, de situarnos siempre lo mas lejos posible de la postura contraria, ejercitando nuestra vieja práctica de profundizar el enfrentamiento de las diferencias, y de exacerbar los extremos, como si alguna vez nos hubiera dado resultado positivo del que además pudiéramos sentirnos orgullosos.

Pero además, como en ésta ocasión, lo hacemos haciendo gala de una ceguera palmaria, porque soslayamos de plano, no sólo lo que puede tener de positivo para la mayoría de conciudadanos, sino hasta lo bueno que pueda tener  para la comunidad  en general.

A esta altura de mi vida como argentino, y luego de pasear como tal, por algunos extremos ideológicos,  estoy convencido de que una sociedad que pretende crecer debe primero superar las viejas y dolorosas antinomias en forma definitiva. O por lo menos intentarlo seriamente. Y para ello deberíamos comenzar dejando de mentir sobre nuestras verdaderas pretensiones.

¿Preendemos los argentinos en verdad mejorar nuestra realidad social vivida en democracia? ¿Queremos establecer clara y definitivamente reglas de convivencia en pos de una verdadera igualdad? ¿Queremos el mejor juego posible de participación política no obstante la existencia de nuestras viejas y actuales antinomias?

Si somos honestos al declarar que lo queremos, tenemos entonces que generar un espacio de coherencia de deseos, un mundo común de acciones que nos resultará común porque surge de escucharnos en el mutuo respeto, y en la confianza de que haremos sólo lo que nos inspira en común y en un marco de convivencia democrática. Y si somos honestos al declarar que lo queremos, debemos asumir que ahora es nuestro tiempo y nuestra oportunidad de hacerlo.

El tipo de expresiones que ha disparado la designación del Cardenal Bergoglio como líder de la iglesia católica, demuestra que no estamos asumiendo nuestro rol en el cambio perseguido. Y también, y mas grave, señala que no somos honestos en lo que decimos que es nuestra pretensión al respecto.

Por mi parte, me resisto a pensar que no somos capaces de lograr el cambio positivo que muchos deseamos honestamente. Y me resisto a tener que inventar una nueva disculpa “honesta” por no haber hecho lo que tenía que hacer. Por seguir generando, mas desencuentro, más deshonestidad y más dolor.

D.O.

Esta entrada fue publicada en Contagiando valores, El Convivir, La Tolerancia. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *