Los trabajadores de una fábrica, los empleados de una oficina, los integrantes de un equipo deportivo, los alumnos de una escuela, los compañeros de un curso,incluso los miembros de una familia, conviven, es decir, viven juntos cotidianamente.
En general las personas no eligen siempre con quiénes estar. Les toca compartir muchas situaciones con personas con las que, tal vez, no tengan una especial afinidad. Y en esa convivencia se dan, seguramente, momentos de alegría, de tristeza, de cooperación, de enojos, de enfrentamientos. Incluso también, en los grupos de amigos, donde quienes se juntan lo hacen porque quieren estar juntos se viven situaciones de tensión en las que se expresan múltiples desacuerdos.
Seguramente, todos alguna vez hemos sentido el deseo de que llegue el día en que no tengamos que convivir con algunas personas, y nos ilusionamos pensando de integrar otros grupos o de estar solos. Sin embargo si ese día llega, es probable que sintamos la emoción de despedida y empecemos a valorar, de otro modo, ciertas situaciones del pasado y aquellas personas con quienes compartimos tantos momentos.
Y si bien, a veces, queremos estar solos, no queremos que eso suceda todo el tiempo. La soledad es necesaria, pero sólo a condición de saber que podemos salir de esa soledad para volver a encontrarnos con los demás. La realidad es que necesitamos estar con otros, pero a la vez, en ocasiones los otros nos fastidian.
Sin embargo no seríamos nadie sin los demás. Lo que somos se lo debemos en gran medida a la relación con los otros. A lo que aprendemos de nuestros semejantes, al afecto y al cuidado que hemos recibido de ellos.
De ese modo vamos definiendo nuestra personalidad**, descubriendo algunos gustos y preferencias, y constituyendo nuestra identidad en relación con los otros. Nos sentimos parecidos a algunos de los que nos rodean. Incluso, los imitamos un poco. Y nos sentimos muy distintos de otros, no pensamos, ni sentimos como ellos piensan y sienten.
En conclusión, aunque nos cuesta ser “con” los otros. No seríamos lo que somos sin los otros.
*Gustavo Schujman – Miguel Mazzeo. Educación Cívica 2. Ed. Aique. Bs. As. 2007, p.12.
esta bueno
Hola, quisiera saber porque el texto se llama La nesecidad de convivir… Desde ya muchas Gracias 🙂