Lee cuidadosamente las siguientes opiniones, y el desarrollo del autor de la nota:
Valores a flor de piel.[i]
“Tengo 20 años y estudio Administración de Empresas. Me inquieta nuestra manera de vivir en un mundo que olvidó las preguntas existenciales y se centra sólo en condimentos económicos: consumo, ahorro, inversión y demás. Este sistema, con su eslogan llamado progreso, es cada vez más enemigo de la vida. Hoy, con su rostro al desnudo, decide mirarse al espejo y ve pobreza, violencia y desesperanza. ¿Cómo recuperar los valores perdidos? Por ahora doy pelea porque existe en mí, como en muchos más, una esperanza de que esto puede cambiar.” Facundo Tomietto
“Ante distintos hechos me pregunto a dónde fueron a parar palabras como orden, respeto, tolerancia, seriedad, honestidad, etc. Valores que tanto se esforzaron mis padres en inculcarme pasaron al último rincón del cajón de los recuerdos. Medicamentos truchos, entradas falsificadas, profesionales y políticos inescrupulosos que se rigen por los dioses dinero y poder. ¿Cómo podemos vivir en una sociedad así quienes aprendimos que las reglas están para cumplirse?” Alicia Belen Bagur de O´Mahony
Debería ser obvio: un valor es algo que vale. Y valores morales son los atributos que priorizamos en la construcción de una vida con sentido y en el vínculo con nuestros semejantes.
Los valores que, desde esta perspectiva, enumeremos (respeto, aceptación, cooperación, empatía, solidaridad, honestidad, humildad, piedad, compasión, comprensión, responsabilidad y demás) sólo pueden concebirse y ejercitarse si existe un otro. Imagínese cada quien como único habitante de un mundo desierto sin más seres humanos y la puesta en práctica de los valores enunciados, o su simple formulación, resultaría imposible, carente de propósito y sentido.
Por eso, como perciben nuestros amigos Alicia y Facundo, al igual que tantas otras personas, cuando la presencia de aquellos valores se hace escasa y relativa, el escenario de la sociedad que habitamos se torna sombrío, áspero, descorazonador.
La presencia activa de valores mejora ese escenario, lo hace habitable y fecundo. La ausencia lo vuelve tóxico. Esto se extiende a las relaciones entre las personas. Si cada uno es receptor de la puesta en práctica que el otro hace de los valores compartidos, los vínculos se enriquecen y, en ellos, los individuos trascienden.
Para que un valor valga (la redundancia me resulta inevitable) quienes vamos a vivir con él tenemos que haber acordado que así será. Nada vale per se, sino por el contenido que le damos, por la simbología de la cual lo alimentamos, por la función que cumplirá entre nosotros.
Cuando los valores morales de los que hablamos escasean, se deterioran o pierden presencia, es porque alguien ha dejado de sostenerlos, de alimentarlos, de honrarlos. Alguien o muchos deshonraron un acuerdo de convivencia, decidieron que no somos partes de un todo, sino que cada parte es un todo autónomo y que no necesita de los demás. A lo sumo los usa, pero ya no comparte con ellos un propósito.
Esas partes sueltas rompen el tejido común y eligen valores propios, a los que ponen por encima de los otros o contra los mismos. Conveniencia, interés, satisfacción inmediata, unilateralidad, poder, ensimismamiento, egocentrismo, utilidad, indiferencia, entre otros, se incluyen en la nueva escala. El semejante es ahora una sombra, cuando no un obstáculo.
Pero así como los valores morales, cuando rigen, permiten explorar las grandes preguntas existenciales y apuntan a responder a profundas apetencias espirituales, la preeminencia de los “nuevos valores” del individualismo disfuncional clausuran esas búsquedas e instalan un vacío existencial creciente y angustiante en quienes los profesan.
Estos no sólo intoxican atmósferas colectivas, sino que suelen vivir, aunque inviertan en disimularlo, vidas teñidas por la insatisfacción, por la soledad del alma (acaso la peor de todas), por la banalidad, por la sinrazón.
Sus adquisiciones y sus vínculos son efímeros o precarios, su emocionalidad se empobrece.
¿Cómo se reinstalan los valores en merma? ¿Cómo se sostienen? No hay misterios en esto. El único modo de hacerlo es viviéndolos, haciendo de ellos una suerte de segunda piel, algo que no nos quitamos ni cuando estamos solos ni cuando dormimos.
Lo demás son discursos, deseos, proclamas, declamaciones.
Los valores se viven: sólo así existen. Así se instalan, así se aseguran, así se transmiten. Y se empieza por el punto más cercano: uno mismo.
Responde por favor:
1.¿Es necesario vivir según valores morales? Si. No, ¿Porque?
2. Si has respondido afirmativamente a la pregunta anterior: ¿De que forma crees que vives tú los valores morales?
3. Señala tres valores que estimas se encuentran impregnados en tí.
4. ¿Hay algún valor del que deseas impregnarte en el futuro?, ¿Cual, cuales?, ¿Porque?.