En la concepción actual la ciudadanía, esta se confunde con los derechos políticos que tiene toda persona, y se la identifica con el lugar de nacimiento. Pero es una visión limitada.
La palabra ciudadanía engloba dos significados. Por un lado significa el conjunto de ciudadanos que viven en un territorio común y forman una nación. Y por el otro significa la calidad de ciudadano.
Ciudadanos, son entonces, todas las personas que, por haber nacido en un territorio nacional, por tener ascendencia paterna o debido a naturalización, forman un conjunto de individuos que integran una nación.
Y la calidad de ciudadano deriva de su participación en la comunidad a la que pertenece; así, un buen ciudadano es quien se reconoce como parte integrante de la comunidad, que le ofrece una identidad por haber nacido en ella, por ascendencia directa o por haberse naturalizado. Por lo tanto, se respeta a sí mismo; respeta a esa comunidad y a todo lo que ella representa.
El buen ciudadano reconoce su comunidad como producto de un pasado histórico al que respeta, acata las leyes que posibilitan la convivencia en democracia y en paz, y obra en concordancia con valores desarrollados como producto de su reflexión en favor del mejoramiento y de la buena marcha de su comunidad.
Teniendo en cuenta estas ideas sobre ciudadanía, desarrollamos un concepto que parte de la consideración de tres niveles de actuación del individuo para ser ciudadano: la personal, con la Sociedad, y con el Estado.
El primer nivel de relación que debe poseer cada individuo es consigo mismo, a través de su auto-percepción como sujeto de derechos y de deberes. En este reconocerse como persona, la autoestima adecuada, la actitud crítica y reflexiva le permite actuar responsablemente.
El segundo nivel de relación consiste en la percepción que tiene el individuo como sujeto social y ante un determinado sentido de pertenencia a la colectividad. Para que este sentido de pertenencia se desarrolle, se deberá considerar desde la adolescencia la vigencia de valores ciudadanos, como la solidaridad, la tolerancia, la responsabilidad, el respeto, la justicia, entre otros. En esta dimensión de la personalidad, será fundamental fomentar en el adolescente su capacidad de empatía, la cual le permita la toma de decisiones acordes con los intereses sociales y con la búsqueda del bien común.
La relación del individuo con el Estado constituye el tercer nivel. Mediante ella, el individuo se mantendrá en permanente actitud de reclamo y vigilancia a las autoridades e instituciones que tienen como finalidad velar y resguardar de manera efectiva sus derechos.
Estas tres dimensiones permitirán aflorar en la persona “el poder” que es propio de todo individuo que pertenece a una comunidad y cuyo destino está permanentemente en juego.