Los principios son como faros.
Siempre están.
Hay principios que gobiernan la efectividad humana, leyes naturales de la dimensión humana que son tan reales, tan constantes y que indiscutiblemente están tan «allí» como las leyes de la gravitación universal en la dimensión física. Si arrojamos una manzana en Buenos Aires o en Pekín, ésta caerá al piso de la misma forma, hoy o hace 2000 años o más.
Tal como los principios gobiernan el mundo físico también gobiernan las interacciones humanas. La Honestidad, por ejemplo es un principio. Si somos honestos con otras personas, incrementaremos su confianza en nosotros. Seremos confiables. Si somos deshonestos, podemos engañar a los demás por algún tiempo, pero al final terminarán averiguándolo, siempre.
Estos principios nunca fallan. Son evidentes por sí mismos y pueden ser comprobados fácilmente por cualquier persona. Es como si tales principios formaran parte de la condición, conciencia y moral humanas. Parecen existir en todos los seres humanos, independientemente del condicionamiento social y de que éstos los reconozcan o no.
Como dijimos, los paradigmas son como mapas pero no son el territorio, en el mejor de los casos muestran una parte de él. Pero casi siempre son una «realidad subjetiva», sólo un intento de describir el territorio.
La «realidad objetiva», o el territorio en sí, está compuesto por principios o «faros» que gobiernan el desarrollo y la felicidad humana: leyes naturales entretejidas en la trama de todas la sociedades civilizadas a lo largo de la historia, y que incluyen las raíces de toda familia e institución que haya perdurado y prosperado.
Y El grado de certeza que le demos a nuestros mapas mentales, no altera su existencia.
La rectitud, es un principio a partir del cual se desarrolla todo nuestro concepto de la equidad y la justicia. Los niños pequeños parecen tener un sentido innato de la idea de rectitud, que incluso sobrevive a experiencias condicionadoras opuestas. La rectitud puede definirse y lograrse de maneras muy diferentes, pero la conciencia que se tiene de ella es casi universal. Entre otros ejemplos se cuentan la integridad y la honestidad. Éstas crean los cimientos de la confianza, que es esencial para la cooperación y el desarrollo personal e interpersonal a largo plazo. Otro principio es la dignidad humana. Hemos escuchado todos los hombres han sido creados iguales y dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, contándose entre ellos los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Otro principio es el servicio o la idea de contribuir. Otro es la calidad o excelencia. Está también el principio del potencial, la idea de que tenemos una capacidad embrionaria y de que podemos crecer y desarrollarnos, liberando cada vez más potencial, desarrollando cada vez más talentos. Muy relacionado con el potencial está el principio del crecimiento, el proceso de liberar potencial y desarrollar talentos, con la necesidad correlativa de principios tales como la paciencia, la educación y el estímulo.
No podemos quebrarlos.
Leamos la siguiente situación:
La siguiente conversación entre los tripulantes de un acorazado americano y las autoridades canadienses de Newfounland en la costa de Canadá, ilustra sobre lo que significan los principios.
Americanos: Por favor desvíe su curso 15 grados al norte para impedir colisión.
Canadienses: Recomiendo que usted desvíe su curso 15 grados al sur para impedir colisión.
Americanos: Soy el Capitán de un buque los EE.UU. y reitero: desvíe su curso 15 grados a norte para evitar colisión.
Canadienses: No, retiero, usted desvíe su curso.
Americanos: Este es el porta-aviones U.S.S. Abraham Linclon, el segundo buque más grande de la armada de los EE.UU., estoy acompañado por tres destructores, tres cruceros y numerosas embarcaciones de menor porte. Le ordeno desvíe su curso 15 grados al norte. Esto es 1-5 grados Norte. O contramedidas serán tomadas para confirmar la seguridad de este buque.
Canadienses: Esto es un faro.
Los principios son como faros. Son atemporales. Universales, evidentes por sí mismos. No podemos quebrar los principio. Lo que podemos hacer es quebrarnos nosotros mismos intentando quebrarlos. No importa lo que hagamos al respecto.
Nunca fallan.
Como vimos, tenemos paradigmas de nosotros, de los demás y de la vida en general. Alguno de estos paradigmas se pueden convertir en el centro de nuestra vidas. Y todo lo demás es visto bajo “la lente” de ese paradigma. Podemos saber cuál es nuestro paradigma al preguntarnos qué es más importante para nosotros o en qué pensamos con más frecuencia, eso se convertirá en nuestro centro de vida.
En general nos centrarnos en los padres, amigos, enemigos, la escuela, en los bienes, la estrella del pop del momento o en nosotros mismos. Pero todos estos centros resultan ser inestables, sólo hay un centro que no puede fallarnos, nuestros principios.
Si quien soy, es lo que tengo. Si pierdo lo que tengo, ¿Quien soy?
Una vida centrada en principios es el fundamento más estable sobre el que podemos formarnos y es la clave para que todo salga bien en los demás centros.
Los principios son la mejor cosa en la que podemos centrar nuestra vida. De esta forma todos las demás aspectos importantes de nuestra vida: escuela, amigos, familia, encontraran el lugar apropiado.
Irónicamente, poner primero los principios, es la llave de hacer lo mejor en todas las demás áreas de nuestra vida.
Los siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos, o las características de los adolescentes felices y exitosos del mundo, están basados en principios que jamás pierden su vigencia. Podemos imaginarnos o ver a nuestro alrededor los desastres ocasionados por poner en el centro otra cosa que no sean principios.
¿Como funcionan los principios?
Para captar rápidamente su naturaleza evidente basta con considerar el absurdo de tratar de vivir una vida efectiva basada en sus opuestos.
Dudo de que alguien pueda seriamente considerar que la mala fe, el engaño, la bajeza, la inutilidad, la mediocridad o la degeneración sean una base sólida para la felicidad o el éxito duraderos.
Ahora bien, los principios no son prácticas. Una práctica es una actividad o acción específica. Una práctica que da resultado en cierta circunstancia no necesariamente lo dará en otra. Por ello, mientras que las prácticas son específicas de las situaciones,…los principios son verdades profundas, fundamentales, de aplicación universal. Se aplican a los individuos, las familias, a las instituciones educativas, organizaciones privadas y públicas de todo tipo.
Los principios son directrices para la conducta humana que han demostrado tener un valor duradero, permanente. Son fundamentales. Son esencialmente indiscutibles, porque son evidentes por sí mismos.
Cuando esas verdades se internalizan como hábitos, otorgan el poder de crear una amplia variedad de prácticas para abordar diferentes situaciones.
Hemos mencionado que los mapas correctos influyen en gran medida en nuestra efectividad personal e interpersonal, mucho más que cualquier cantidad de esfuerzo consumido en cambiar nuestras actitudes y conductas. Y cuanto más estrechamente nuestros mapas o paradigmas concuerden con estos principios o leyes naturales, más exactos y funcionales serán.
El PROCESO ES UN PRINCIPIO.
Claro que es atractivo pretender alcanzar la calidad de vida de una forma rápida y sencilla, alcanzar efectividad personal y relaciones ricas y profundas con otras personas, sin pasar por el proceso natural de trabajo y desarrollo que la hace posible. Es el esquema de «Conviértase en millonario en una semana», que promete «riqueza sin trabajo». Y podría incluso tener éxito, pero seguiría siendo un esquema.
Tratar de alcanzar resultados de calidad con técnicas y arreglos transitorios es más o menos tan efectivo como tratar de llegar a algún lugar de La Plata usando un plano de Tandil.
En toda la vida hay etapas secuenciales de crecimiento y desarrollo.
El niño aprende a darse la vuelta, a sentarse, a gatear, y después a caminar y correr. Todos los pasos son importantes, y todos requieren su tiempo. No es posible saltarse ninguno. Esto es cierto en todas las fases de la vida, en todas las áreas del desarrollo, ya se trate de tocar el piano o de comunicarse efectivamente con un compañero de trabajo. Esto vale para los individuos, las familias y los colegios.
Conocemos y aceptamos este hecho o principio del proceso en el ámbito de las cosas físicas (el proceso de siembre y cosecha por ejemplo), pero entenderlo en áreas emocionales, en las relaciones humanas, es menos común y más difícil. Y aun cuando lo entendamos, aceptarlo y vivir en armonía con él es todavía menos común y más difícil.
En consecuencia, a veces buscamos un atajo, esperamos poder saltearnos alguno de esos pasos vitales, para ahorrar tiempo y esfuerzo y cosechar de todos modos el resultado deseado. Pero…
¿qué sucede cuando intentamos saltarnos un proceso natural en nuestro crecimiento y desarrollo?
Si uno es sólo un jugador de tenis mediocre pero decide mejorar su juego para causar una mejor impresión, ¿cuál será el resultado? El pensamiento positivo por sí solo, ¿nos permitirá competir efectivamente con un profesional?
¿Qué sucede si uno hace creer a los amigos que toca el piano como un concertista, siendo que en realidad, y por el momento, toca como un principiante?
Las respuestas son obvias…
Simplemente es imposible violar, ignorar o abreviar el proceso de desarrollo. Ello es contrario a la naturaleza, y los presuntos atajos no pueden conducir más que a la decepción y la frustración.
En una escala de diez puntos, si yo estoy en el nivel dos en algún campo y deseo pasar al nivel cinco, primero tengo que alcanzar el nivel tres.
«Un viaje de mil kilómetros empieza con el primer paso»,
y sólo puede darse un paso cada vez.
Por ejemplo, para relacionarnos efectivamente con familiares, amigos o compañeros de colegio, debemos aprender a escuchar. Y esto requiere fuerza emocional. El escuchar requiere tener cualidades del carácter altamente desarrolladas tales como paciencia, estar abiertos y desear comprender. Sin estas características en nuestra personalidad es muy difícil que podamos escuchar con empatía, con el corazón. Que es la forma de escuchar a quienes amamos.
Es mucho más fácil actuar desde un nivel emocional bajo y dar consejos de alto nivel.
Nuestro nivel de desarrollo es perfectamente obvio en los casos del tenis o del piano, en los que es imposible fingir. Pero no resulta tan obvio en las áreas del carácter y del desarrollo emocional.
Con un amigo o compañero podemos alardear o adoptar ciertas poses. Podemos fingir. Y durante algún tiempo tal vez tengamos éxito, por lo menos en público. Incluso podríamos engañarnos a nosotros mismos. Pero creo que la mayoría de nosotros conocemos la verdad acerca de lo que somos realmente por dentro, y creo que también la conocen muchos de quienes viven y trabajan con nosotros.
Pequeños escalones que ayudan al cambio. Comencemos a subirlos.
1. La próxima vez que te mires al espejo dícete algo positivo acerca de ti mismo. Anota los que te dijiste.
2. Muestra hoy aprecio por el punto de vista de alguien. Dile algo como “Hey! esa es una buena idea”. Anótalo cual fue ese punto de vista y de quien lo obtuviste.
3. La regla de oro. Comienza el día tratando a los demás como quisieras que te traten a ti. No seas impaciente, quejoso o mal hablado, a menos que quieras que te traten así. Anota que fue lo que hiciste primero en tal sentido.
4. Escucha cuidadosamente la música que escuchas frecuentemente. Evalúa si está en armonía con tus creencias. Anota la canción y alguna coincidencia con lo que crees.
5. Cuando haces alguna tarea escolar en casa, probemos el principio de “trabajar duro”, haz algo extra, mas de lo esperado. ¿Que agregaste?. Anótalo.
6. Imagina que estás en un problema y que no sabes que hacer para resolverlo. Pregúntate cual principio deberías aplicar. Por ejemplo: honestidad, amor, lealtad, trabajo duro, paciencia. Elige algún principios. Imagina que pasaría siguiéndolo en la situación problemática planteada. Escribe la situación. ¿Cual fue es principio elegido? ¿Cómo lo aplicaste?. ¿Cómo funcionó?. ¿Llegaste a alguna conclusión de lo realizado?. Anota todo.
Lo que viene…..
Tenemos que conocer por donde comenzar a trabajar para adquirir los hábitos correctos.
Para ir pensando: Todo comienza con el joven en el espejo.
Leamos la siguiente frase encontrada en la lápida de un obispo anglicano en la Abadía de Westminster (Catedral donde corona y entierran a los reyes del Reino Unido ).
Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites,
soñaba con cambiar el mundo.
Según fui haciéndome mayor,
pensé que no había modo de cambiar el mundo,
así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible.
Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia,
a los más cercanos a mí.
Pero tampoco conseguí casi nada.
Ahora, en mi lecho de muerte,
de repente he comprendido una cosa:
Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo,
tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado,
y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y
-quien sabe-
tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.
Fuentes:
Stephen R.Covey: Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Paidós, 2009. El líder interior: cómo transmitir e inspirar los valores que conducen a la grandeza. Paidós, 2009. El octavo hábito: de la efectividad a la grandeza. 2005. Primero lo primero: vivir, amar, aprender, dejar un legado. Paidós, 1997. El liderazgo centrado en principios. Paidós. 1996.
Sean Covey: Los 7 habitos de los adolescentes altamente efectivos. Fireside. USA. 1998. Las 6 mas importantes decisiones que los adolescentes deberán tomar. Fureside. USA. 2006.