“¿Acaso hay una tarea mas importante que ayudar a nuestros alumnos a que reconozcan que pueden liderar sus propias vidas?” Stephen Covey.
Las asignaturas tradicionales de la educación tradicional son necesarias, pero no suficientes. Si bien, la información basada en datos sigue siendo el factor clave de la supervivencia, ya no es suficiente. Los adultos lo percibimos aún cuando nos aferramos a una educación tradicional que nos resultó bien y deseamos que lo mismo les suceda a nuestros hijos, pero íntimamente sabemos que no será así.
Intuimos que nuestros hijos, además de adquirir una mejor y más rigurosa educación formal, necesitan volverse más responsables, más creativos, más tolerantes ante las diferencias. Aumentar su capacidad para pensar por sí mismos, para tomar la iniciativa y crear sus situaciones, relacionarse con los demás, y para solucionar problemas en forma efectiva.
Hoy es absolutamente necesario, en principio, que lo alumnos profundicen el aprendizaje de las materias esenciales integradas a temas esenciales del siglo XXI. Accedan a una rigurosa formación en Matemáticas, Ciencias, Lectura, Escritura, Historia, Geografía, Salud, Artes y la Lengua, integradas a la gestión de los medios de comunicación e informáticos, gestión financiera, la conciencia global, la economía, y la conciencia cívica, por medio de sistemas de enseñanza que permitan la relevancia o pertinencia (aplicación) de los conocimientos adquiridos a las situaciones del mundo real.
Pero además, y no como opcional, necesitan desarrollar aptitudes como liderazgo, responsabilidad, adaptabilidad, autonomía, responsabilidad social, juicio crítico, solución de conflictos, comunicación, creatividad y colaboración.
Lamentablemente, es frecuente ver jóvenes que terminan el secundario con buenas calificaciones pero, además de no poder aplicar los conocimientos aprendidos a cualquier situación real, no saben asumir la responsabilidad de sus actos, expresar oralmente sus pensamientos, tratar a las personas con respeto, analizar una decisión, sentir empatía, marcar prioridades, resolver conflictos o planificar sus objetivos.
Los sistemas escolares e instituciones que llevan la delantera en revertir esa circunstancia, han establecido la práctica de hábitos de efectividad a fin de lograr la formación adecuada de nuestros jóvenes. Y aplican métodos de enseñanza de hábitos basados en principios universales, siguiendo por ejemplo las características de los jóvenes altamente efectivos del mundo.
Esta clase de jóvenes son Proactivos, o sea son responsables, toman la iniciativa y hacen que las cosas sucedan. Empiezan con un fin en la mente, se plantean objetivos, diseñan planes para lograrlos, y salen en su búsqueda. Establecen primero lo primero, son organizados, siempre realizan primero lo verdaderamente importante. Piensan siempre en ganar/ganar, están atentos a los intereses de los otros además de los propios. Poseen la actitud de “Todos podemos ganar” y generan resultados positivos para ambos en cada negociación. Primero comprenden y luego esperan ser comprendidos, escuchan sinceramente a los demás. Son sinérgicos, saben que en grupo obtiene mejores resultados que individualmente. Y se preparan regularmente para la acción, se renuevan constantemente.
Estos hábitos están basados en Principios que son evidentes por sí mismos y pueden ser comprobados fácilmente por cualquier persona. Es como si tales principios formaran parte de la condición, conciencia y moral humanas.
Y sea cual fuere la situación de cada joven, puede seguramente reemplazar las pautas antiguas de una conducta derrotista por pautas nuevas, por nuevos hábitos de efectividad que le permitirá hacer en forma habitual correctas elecciones en su vida.