El fin de un ciclo escolar es una nueva oportunidad para pensar en ser educadores eficaces.

Nadie puede saber con cierta certeza como será  el mundo en el que actuarán los alumnos de hoy, pero podemos imaginarnos que será una aventura sin igual a otra anterior que se haya vivido. Por lo tanto, pareciera que con lo que se hizo hasta ahora para educarlos, o con los que nos fue bien a nosotros los adultos, es muy probable que no les alcance para lidiar con lo que será su mundo. El del siglo 21.

Podemos arriesgar que las posibilidades de futuro éxito de los jóvenes de hoy y de ser felices en el intento, no sólo tendrá que ver con profundos conocimientos adquiridos por medio de la mas rigurosa educación formal a la que puedan acceder, sino que mucho de ello estará relacionado con la capacidad para aplicar los conocimientos a situaciones inesperadas y hasta inéditas. Con la creatividad. Con el talento para anticiparse y adaptarse a los cambios. Y fundamentalmente con la capacidad para relacionarse con los demás.

Por lo tanto, sin perjuicio de lo que los sistemas educativos hagan al respecto (que en general lo hacen con bastante retraso respecto a los cambios y necesidades), pienso que los educadores debemos tomar conciencia de que somos partícipes necesarios y obligados del resultado de la acción educativa, y de liderar un cambio absoluto en la enseñanza. En el aula, los educadores somos el sistema educativo para nuestros alumnos. Y si nosotros cambiamos, cambiará la educación que reciban.

El cambio debería tender hacia proponernos rigurosos objetivos académicos, tanto como enseñar  a utilizar los conocimientos impartidos en formas que no puede siquiera concebirse hoy en día. Los estudiantes de hoy deben poder saber que hacer cuando no sepan qué hacer. Deben tener la capacidad de aplicar lo que han aprendido a una variedad de siempre cambiantes situaciones y que por supuesto no pueden prever mientras cursan su escolaridad.

Pero además el aprendizaje riguroso y pertinente (o aplicable) sólo es posible en un marco afectivo de Relaciones. Poderosas relaciones afectivas son fundamentales para completar el trabajo riguroso y pertinente. Los estudiantes son más propensos a hacer un compromiso personal para participar en el aprendizaje riguroso cuando saben que los maestros, los padres, y otros estudiantes realmente se preocupan por ellos y lo que hacen. Cada vez más autores, desde distintos campos científicos (la biología, la medicina, la psicología, etc.) hablan de la importancia del mundo emocional y de las actitudes afectuosas como claves para el desarrollo biológico, mental y social de las personas en desarrollo, y de la importancia de las relaciones en el contexto escolar como factor decisivo de desarrollo de niños y niñas.

Necesitamos por lo tanto ser educadores que además de poseer un buen conocimiento de los contenidos curriculares de nuestra especialidad educativa; la capacidad de enseñarlos; y el talento de transmitir su aplicación al mundo real; debemos poseer habilidades, estrategias y trabajo colaborativo para gestionar la vida Afectiva y Relacional del grupo de alumnos.

El fin de un ciclo escolar ademas de marcar el merecido descanso y período de recarga de energía, también es una nueva oportunidad de trabajar en lograr estar a la altura lo que se necesita de nosotros.

Piensa bien y saldrá bien!


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