En principio, todo hombre puede llegar a ser feliz aunque aún no lo sea. Porque el hombre tiene, por el hecho de serlo, una vocación genérica o potencia para ser feliz.
Pero para poseer una vocación específica para la felicidad debe desarrollar hábitos favorables o “virtudes” en dirección a una vida plena y practicarlos constantemente.
Por ejemplo todos somos músicos en potencia, del mismo modo todos somos felices en potencia. Pero quien ha estudiado música no solo “puede ser” un músico, en sentido genérico; sino que ha actualizado su potencia de tal forma que se halla más cerca de llegar a serlo.
Del mismo modo, si alguien desarrolla “hábitos positivos o virtudes”, pisa el umbral de la felicidad.
Pero además la felicidad no es una mera “posibilidad”, sino una “actividad” efectiva: el músico sólo lo es plenamente cuando toca. Y sólo cuando esa potencialidad y esos hábitos se conviertan en acción constante se alcanzará la felicidad.
Entonces, el hombre tiene, por el hecho de serlo, una vocación genérica o en potencia para ser feliz. Y si además ha desarrollado hábitos favorables o “virtudes” en dirección a una vida plena, posee una vocación específica para la felicidad. Pero ella se concretará sin embargo en la actividad plena y constante, lo que le generará como consecuencia una sensación de placer y bienestar.