La búsqueda de la felicidad, ocupa gran parte de nuestro tiempo. Casi todo lo que hacemos y emprendemos, aunque no tengamos conciencia de ello, lo hacemos para llegar a ser felices. Pero no debemos confundir la felicidad con la obtención rápida del logro y del éxito, o con el placer. La felicidad, aunque no se opone al placer, es mucho más que este.
Es habitual ver personas que gracias a su dinero no se privan de nada, que obtienen todos los placeres deseados, pero que llevan una vida bastante amargada y poco feliz. Concretamente un entorno de abundancia en recursos no nos garantiza que seamos felices.
Sociedades como la nuestra, movidas por millones de hombre y mujeres que buscan la felicidad, se vuelven más prósperas, pero no está nada claro que se vuelvan más felices. Puede no existir una relación entre una riqueza cada vez mayor, y un mayor nivel de felicidad. No obstante, la estrecha correlación entre crecimiento económico y felicidad suele considerarse una de las verdades más incuestionables.
Pero la mayoría de los bienes cruciales para la felicidad humana no tiene precio de mercado y no se venden en las tiendas. En un shopping, no encontraremos: la amistad, la tranquilidad del hogar, la satisfacción que produce cuidar a los seres queridos o ayudar a un vecino en apuros, la autoestima que nace del trabajo bien hecho, la alegría de ejercer una vocación, la solidaridad y el respeto a nuestros compañeros de trabajo y a todas las personas con quienes nos relacionamos. Tampoco encontraremos: la forma de liberarnos de la desconsideración, del desprecio, el rechazo, o la humillación.
Más aún, ganar el dinero suficiente para poder comprar aquellos bienes que sólo se encuentran en las tiendas supone una pesada carga sobre el tiempo y la energía que podríamos invertir en la obtención y disfrute de los otros bienes no comerciales y que no están en venta. Asimismo, puede suceder que lo que se pierda supere lo que se gane. Y que la infelicidad causada por la reducción del acceso a los bienes que el dinero no puede comprar, supere la capacidad del aumento de los ingresos de generar felicidad.
Entonces, pretender que la cantidad y calidad de la felicidad humana se pude conseguir centrando la atención en un sólo parámetro, como es el de los mayores recursos económicos, es extremadamente engañoso.