Suceda lo que suceda a nuestro alrededor, y sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga de nosotros no debemos tomárnoslo personalmente.
Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien nos insulta directamente, eso no tiene nada que ver con nosotros. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los parámetros y creencias que ha establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su formación como persona. Por ello hasta cuando alguien nos da su opinión, no lo tomemos personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. En realidad, esa persona esta hablando más de ella que de nosotros.
Además cuando nos tomamos las cosas personalmente, nos sentimos ofendidos y reaccionamos defendiendo nuestras creencias y creando conflictos. Hacemos una montaña de un grano de arena porque sentimos la necesidad de tener razón y de que los demás estén equivocados. Nos esforzamos en demostrarles que tenemos razón dando nuestras propias opiniones. Porque también cualquier cosa que sintamos o hacemos no es más que un reflejo de nuestras propias creencias. Lo que decimos, lo que hacemos y las opiniones que tenemos también se basan en nuestras propias creencias y no tienen nada que ver con los demás.
Ni siquiera las opiniones que tenemos sobre nosotros mismos son necesariamente verdad; por consiguiente, no tenemos la menor necesidad de tomarnos personalmente , cualquier cosa que oigamos en nuestra propia mente personalmente.
No nos tomemos nada personalmente porque, si lo hacemos, nos exponemos a sufrir por nada. Cuando no tomarnos nada personalmente se convierta en un hábito nos evitaremos muchos disgustos y será muy difícil que los comentarios insensibles o los actos negligentes de los demás nos hieran. Bastará con que confiemos en nosotros mismos.
Veamos a los demás tal como son. Conozcámonos. Y confiemos en ese conocimiento.