Vivir éticamente. ¿Qué es lo que nos conviene hacer?

Para vivir éticamente es indispensable estar decidido a no vivir de cualquier modo. Estar convencido de que no todo da igual. Por ello siempre debemos intentar comprender por qué ciertos comportamientos nos convienen y otros no. Claro que no siempre es sencillo saber qué cosas son las que nos convienen. Por lo general, la mayoría de nuestros actos, los habituales principalmente,  los hacemos casi automáticamente, sin profundizar en los que nos conviene o no nos conviene hacer. Y si nos llegáramos a preguntar: ¿por qué los hacemos lo que hacemos? o ¿por qué ese gesto y no mejor el contrario o quizá otro cualquiera?, vemos entonces que la mayoría de las cosas las hacemos de determinada forma porque nos las mandan hacer así; porque es costumbre a hacerlas de la forma que las hacemos; o sencillamente porque nos da la gana hacerlas de tal o cual manera. Pero resulta que en ocasiones importantes, cuando nos tomamos muy en serio lo que vamos a hacer, todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias. En momentos difíciles tenemos el deseo intenso de acertar con la conducta más conveniente.

Si bien en circunstancias normales puede bastar con hacer lo que nos mandan, en situaciones difíciles lo más prudente es plantearse hasta qué punto resulta aconsejable obedecer. La costumbre sirve para lo corriente, para la rutina de todos los días, pero cuando las cosas están de veras serias no alcanza limitarse a seguir la moda o el hábito. Tampoco parece que sea ocasión propicia para entregarse a los caprichos o a lo que se me de la gana hacer. Para saber si algo nos resulta de veras conveniente o no, tendremos que examinar más a fondo lo que hacemos, razonando por nostros mismo.

Todo esto tiene que ver con la cuestión de la libertad. Libertad es poder decir “sí” o “no”; esto nos conviene y lo queremos; aquello no nos conviene y por tanto no lo queremos. Es lo más opuesto a dejarse llevar. En resumen: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Entre las órdenes que se nos dan, entre las costumbres que nos rodean o nos creamos, entre los caprichos que nos asaltan, tendremos que aprender a elegir por nosotros mismos. Nadie puede ser libre en nuestro lugar, es decir: nadie puede dispensarnos de elegir y de buscar por nosotros mismos. Debemos tomarnos en serio el problema de nuestra libertad. Y no nos preguntemos, si merece la pena todo esto de la libertad, porque queramos o no somos libre, queramos o no tenemos que querer. Aunque digamos que no queremos saber nada de estos asuntos, de la libertad y de elegir por nosotros mismos también estaremos queriendo, en el caso queriendo no saber nada. No habrá más remedio, que pensar dos veces lo que hacemos. Y en ocasiones hasta tres y cuatro veces. Es crucial reflexionar sobre lo que se hace.

Fuente:   “Ética para Amador” de Fernando Savater Martín.

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